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monttvarista educada en las horas del conflicto ecle siástico no vadlaba en coadyuvar eficazmente a la obra de los radicales.
Si faltó la moderación
en estos ataques no fué prudente la defensa; el clero en su totali declaró enemigo irreconciliable de los opositores, sin distinguir entre ellos a los adversarios' políticos de los adversarios relijiosos. Se hada en el
mucho dad
mas
se
de partido, se pretendía aniqui la prensa de oposición con escomuniones i cen eclesiásticas, procurando privarla por estos me- ; dios de avisos i suscrito res. Sin limitarse a la defensa; del dogma i de las enseñanzas de la iglesia, el clero ' atacaba a las personalidades, i en el calor de la ;,
pulpito propaganda lar
a
suras
'
pelea, no comprendía como se iba tijio i aniquilándose su salvadora
minando
su
influencia
presmoral.
Estos debates fueron así subiendo de tono i
■-
cre
el trascurso del tiempo. Las cuestiones constitucionales que antes dividían los.; partidos eran ya de segundo término. Las disputas relíjiosas; las palabras ultramontanismo, jesuitismo, ciendo
en
irritación
con
herejía i librepensamiento reemplazaron poco los problemas de otro tiempo, de novedades i cuyas creendas se
a
en un
a
poco
pais ávido
quebrantaban
con
celeridad pasmosa. Dentro del fusionismo, muchos no miraban con buenos ojos la actitud del clero, pero casi todos toleraban el concurso que él les prestaba en política. Difícilmente se reprueba aquello que nos ausilia. En 1 868 la lucha relijiosa se encontraba en el perfo ro de su mayor irritación; i causa verdadera sorpresa el inmenso cambio que se habia operado en los tres años que mediaban desde 1865, cuando con ocasión de la reforma que consagró la tolerancia de
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