Revista La Libélula No. 11

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Como el DF

Rubén Camarillo

Cuántos de nosotros nos percatamos de la cantidad de colores y contrastes que tiene la ciudad, por supuesto sin olvidar la cantidad de sonidos y expresiones que se llegan a escuchar en la calle, en el metro, en el micro, en la iglesia y hasta en el más distinguido taxi. “Y es que cuando yo digo que la burra es parda es por que tengo los pelos en la mano”, en un sinfín de ocasiones he tenido el gusto de escuchar este dicho y un sinfín de piropos, albures e improperios que salen de la boca del populacho -como decían los abuelos-, cómo no pasar por una de las ya tan pocas pulquerías que sobrevivieron en la ciudad y deleitar ese tan prehispánico y místico baba de oso, pero de ese tlachicoton que hace alacrán, y quien no se ha dado el gustazo de empujarse una tlayuda pobre del mismísimo Zócalo de la ciudad y no digo pobre por lo barato si no por que le ponen una embarradita de frijol, tres granos de queso y como dos nopales; al son de los danzantes.


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