#1909n1 / milnovecientosnueve / Levante UD

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La abuela Vicenta Texto: Andrés Giménez Rodríguez / Ilustración: Jorge Lawerta

Vicenta, aburrida y sin saber muy bien que hacer, encendió el viejo telefunken del salón y allí, en aquel nuevo canal en el que hablaban en valenciano, estaba el dichoso Levante jugando un partido a vida ó muerte.

Colón, por la Plaza del Generalísimo, por

hace ya muchos otoños, Vicenta, aburrida

la calle de la Paz,…en lugar de irse con

y sin saber muy bien que hacer, encendió

sus amigotes de cofradía a Vallejo, el

el viejo Telefunken del salón y allí, en

campo del Levante, a chillar y gritar como

aquel nuevo canal en el que hablaban

monos en celo. Además casi siempre venía

en valenciano, estaba el dichoso Levante

disgustado y, aunque en casi veinte años

jugando un partido a vida o muerte en un

de matrimonio nunca le había puesto la

desvencijado campo de algún pueblo no

mano encima, ella no podía evitar sentir

muy lejano. Y perdía cuatro a cero. Y Vicenta

cierta sensación difusa parecida al miedo

vio a su marido allí, a su lado, con absoluta

cuando su hombretón, con su uno ochenta

nitidez. Lo vio enfadado, encolerizado,

y pico y sus noventa y largos kilos de peso,

gritando “ja hi ha prou, caguendéu!” . Y

venía enfadado como si mil demonios se

Vicenta lloró. Lloró como no había llorado

hubiesen apropiado de su alma.

en su vida, lloró todo lo que no había

Son las nueve y media de la noche y ya

llorado en muchos años. Lloró hasta creer

anochece en el Cabanyal. Vicenta está

Ella le achacaba enfadarse por tonterías y

sola tomando la fresca sentada en la acera

él le respondía que se enfadaba “porque

delante de su casita coqueta y centenaria.

me da la gana” y que “a vore si, damunt de

Cuando despertó, poco antes del amanecer,

Su enjuto y octogenario cuerpo es

que vam perdre una guerra, almenys puc

Vicenta ya no lloraba. Buscó y rebuscó por

sostenido sin dificultad por una silla de

tindre l’alegria que el meu equip guanye

toda la casa hasta que encontró la vieja

playa de patas oxidadas comprada aquel

algun partit, caguendéu!”. Cuando estaba

bandera que su hijo y su marido llevaban

Andrés Giménez.

mismo lejano año en que tuvo su primera

muy enfadado siempre su valenciano se

cada quince días desde la Malvarrosa hasta

_Nací en Castellón de

Magefesa. En su mano izquierda sujeta una

volvía muy agreste y siempre, pero es que

Vallejo en aquel tranvía. Esa bandera que

la Plana hace 45 años y

bandera blaugrana, ya muy ajada, y con la

siempre, soltaba la palabreja de marras ante

desde hace diecinueve temporadas ahora

derecha saluda a los coches alocadamente

la cual Vicenta se precitaba a santiguarse

lleva ella al Ciutat de València. La misma

del fútbol. Desde siempre

conducidos por veinteañeros que hacen

con movimientos rápidos como si el hecho

bandera con la que está saludando a esos

del Barça y desde que en

su particular rallie por los estrechas

de que pasaran más de dos segundos

jóvenes que le gritan: “Abuela, ja som de

1986 llegué a Valencia,

callejuelas de los poblados marítimos

entre el cagüendios y su piadoso gesto

primera”.

de Valencia, haciendo ostentación de

inevitablemente fuese a conducirlos al

fanatismo levantinista. Apenas pasan a dos

infierno a los dos.

desde que tengo uso de razón soy un apasionado

del equipo de esta ciudad, el Levante UD.

o tres metros de ella y Vicenta, aunque

que no podría parar de hacerlo nunca.

Ahora, allá en el cielo, su Toni estará exclamando: “per fí ,caguendéu!” mientras

las cataratas casi no le dejan verlos,

Cuando él no volvió, a Vicenta todo le

percibe enormes vaharadas de felicidad

evocaba a Toni: objetos, olores, sonidos,…

procedentes de aquellos ruidosos jóvenes

Pero el paso del tiempo fue borrando de

que sin duda acabarán destrozando las

forma imperceptible aunque continua e

bocinas de sus autos.

inexorable, la memoria de su marido, hasta

Dios, a su lado, se rie a carcajadas.

que llegó un día, para su íntimo escándalo, Desde que Toni murió, el mismo día

en que se dio cuenta de que ya no era

que aquel guardia civil bigotudo tan

capaz de evocar con precisión el rostro de

maleducado y feo montase aquel lío en

aquel hombre al que había adorado desde

Madrid -ella cree que deben de haber

el primer día en que lo vio sentado en aquel

pasado más de veinte años pero no estaría

banco del parque. Aquel día recién acabada

segura- Vicenta no se había sentido tan

la guerra en que él, viéndola devorar en

feliz. Ni siquiera cuando su hijo le dio su

dos bocados un panecillo negro como

primer nieto, Ximet, pocos meses después

el carbón, le regaló el suyo, mientras le

de que Toni no volviese a casa y se quedase

mentía en aquel castellano forzado: “no se

para siempre faenando en la mar.

preocupe señorita, yo hoy he comido un buen plato de judías y la verdad, no tengo

A ella no le gusta el futbol, es más, en vida

mucha hambre”.

de Toni lo odiaba. Ella hubiera deseado que su Toni le llevara a pasear por la calle

Revista Oficial del Levante Unión Deportiva

Hasta que un lluvioso sábado de noviembre,

milnovecientosnueve Número 1


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