Guía del patrimonio cultural de las comarcas de CUATRO VALLES

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EL CASTILLO DE ALBA Mencionado en la Crónica del obispo Sampiro (s. X) al igual que Luna y Gordón, se localiza a kilómetro y medio al noroeste de Llanos de Alba, en un pago que recibe el significativo nombre de “El Castillo” o “Peña del Castillo”, a poco más de 1.300 metros de altitud. Los escasos restos de la muralla, del foso y del recinto interior que han conseguido sobrevivir a los siglos nos permiten reconstruir, aunque no sin cierta dosis de imaginación, la estructura de aquella fortaleza primitiva del rey Magno. Queremos ahora llamar la atención del lector sobre el excelente control visual que se tiene desde el mismo que nos permite dominar el valle a nuestros pies y los caminos que, desde la Edad Media, lo atraviesan. Si su primera mención histórica le vincula a este monarca asturiano, la segunda también nos devuelve su memoria. Según otro cronista medieval, Lucas de Tuy, a finales del reinado de Alfonso estalló una rebelión en el seno de la propia familiar del príncipe encabezada por su primogénito, García, y alentada por su esposa la reina Jimena quien “bastecio estos castiellos en tierra de León: Alva, Gordón, Arbolio et Luna, et diolos a su fijo el infant don Garcia porque guerrerase dellos al rey don Alfonso”. Sea o no cierta esta noticia, en todo caso nos permite suponer la importancia estratégica que jugaron estos centros durante la etapa vital del monarca y a lo largo de la historia del Reino de León. Cabecera de una importante mandación de montaña (circunscripción administrativa y militar), su pasado aparece ligado a la historia del gran protagonista de finales del s. X en la Península: Muhammad ibn Abu Amir, Almanzor, hayib de Córdoba, azote de los cristianos durante el reinado de Vermudo II (982/985-999). No es éste el momento ni el lugar de explicar las razones que llevaron a diversos nobles cristianos, como el conde de Saldaña, a participar en las campañas del andalusí en calidad de aliado y a las que nos referiremos más detalladamente a propósito de Luna. Pero sí creemos interesante señalar que, fruto de ellas, León cayó en sus manos, al igual que otras plazas fuertes y que hasta la misma Astorga sufrió el asedio de las tropas amiríes. Tan sólo esta fortaleza de Alba y las de Luna y Gordón aguantaron la embestida de las tropas musulmanas impidiendo el paso a Asturias, hecho que nos revela su clara función militar y la eficacia de su emplazamiento. Pero si sus muros rechazaron al primer ministro de Al-Andalus, no ocurrió lo mismo cuando Alfonso VIII de Castilla, en 1197, durante una de sus campañas de agresión armada al Reino de León, se apo-

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