Greene robert maestria

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eso en una superficie plana. Así, sin plegarse a las circunstancias, siguió su propio camino, combinando ciencia y arte. Para consumar su búsqueda, Da Vinci tuvo que convertirse en lo que él mismo llamó “universal”: debía ser capaz de representar todos los detalles de cada objeto y de ampliar sus conocimientos lo más posible a tantos objetos del mundo como pudiera estudiar. Mediante la inagotable acumulación de detalles, la esencia de la vida se hacía visible para él, y su comprensión de esta fuerza vital era visible en sus obras. Sigamos el camino de Da Vinci en nuestro trabajo. La mayoría de la gente no tiene paciencia para asimilar los puntos finos y minucias que son parte intrínseca de su labor. Tiene prisa por crear efectos y llamar la atención; piensa a brochazos. Su trabajo revela inevitablemente falta de atención a los detalles; no se comunica profundamente con el público y parece endeble. Si consigue atención, es momentánea. Ve todo lo que produces como algo con vida y presencia propia. Esta presencia puede ser vibrante y visceral, o débil y sin vida. Un personaje de novela, por ejemplo, cobra vida para el lector si el autor se ha esforzado en imaginar sus detalles. Y no es necesario que los exhiba literalmente; los lectores los sentirán en la obra, e intuirán el nivel de investigación que implicó crearlos. Todos los seres vivos somos una amalgama de intrincados niveles de detalle, animados por la dinámica que los une. Viendo tu trabajo como algo vivo, tu camino a la maestría consiste en estudiar y asimilar esos detalles en forma universal, hasta que sientas la fuerza de la vida y puedas expresarla sin esfuerzo en tu obra.


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