Un año de soledad

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22 • MARZO • 2021

Pendiente, una distribución justa de vacunas anti-Covid en el mundo Foto Luis Castillo

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HERMANN BELLINGHAUSEN

n el tiempo que lleva la pandemia hemos sido testigos de una hazaña científica formidable, obligada por las circunstancias, y éstas, sí, inducidas por el capitalismo, la globalización sin freno y la destrucción del medio ambiente. Puso a prueba no sólo desarrollos biotecnológicos no probados todavía en humanos, sino la capacidad de colaboración y acción conjunta de grupos de investigación en el mundo entero y las empresas del ramo, de conocidas mezquindad y avaricia competitiva. Con sus limitaciones e incertidumbres de largo plazo, las vacunas producidas al iniciar 2021 marcan un hito científico que en cierto sentido se equipara a la llegada del hombre a la luna, aunque con un interés humano infinitamente mayor. Especialistas consultados por La Jornada coinciden en la valoración de esta hazaña, en su novedad. Hasta ahora, la obtención de nuevas vacunas de uso humano requería varios años. A veces muchos. En el caso del Sida, el primer posible generador de anticuerpos útiles tomó 10 años y sigue en fase experimental; esa pandemia data de hace más de tres décadas. Contra el VIH se obtuvieron tratamientos que curan a los ya infectados, pero la inmunización no existe. Como destaca el neumólogo Justino Regalado Pineda, subdirector médico del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), la lucha global contra el Covid-19 generó una labor colectiva donde la colaboración fue la clave, así como la participación decidida de la mayoría de los gobiernos. Una pandemia de la escala de la actual, nunca antes vista, sólo podrá considerarse controlada cuando la humanidad alcance una masa suficiente de inmunidad colectiva para resistir al virus Sars-CoV-2. Cuando los contagios queden reducidos. Aunque debemos hacernos a la idea de que este virus llegó para quedarse y, como apunta la investigadora Laura Palomar, del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNAM, “en adelante habrá que vacunar a los que nazcan”. Lo importante es mantener a raya el patógeno, como sucede con el tétanos, la hepatitis o la polio. Para lograrlo se cuenta con sólo dos armas: la prevención efectiva por la reducción de contagios, y la inmunidad específica contra el virus. Lamentablemente no todo es color de rosa. Enfrentamos la avaricia de las grandes farmacéuticas (verdade-

ras ganadoras del actual proceso), la mezquindad de los países desarrollados de Europa occidental y América del Norte, la estulticia o irresponsabilidad de algunos gobiernos nacionales. Son los principales obstáculos para contener la infección viral que tiene semiparalizadas a todas las sociedades del mundo bajo esa espada de Damocles que significa la susceptibilidad humana a un virus de comprobada letalidad que puede causar daños severos en el corto y quizás el largo plazo. De ese tamaño es la urgencia. Que en 2021 tengamos ya vacunas útiles para un virus que debutó apenas a finales de 2019, es, hay que repetirlo, una hazaña. EL JUEGO DE TODOS Coloquialmente hablamos hoy de las entidades fabricantes de vacunas como si fueran equipos de futbol de una liga extranjera que vemos por cable. Unos le van a la inglesa, otros a la rusa. Unas son malvadas, tiburonescas, otras generosas y buena onda. Lo mismo juegan empresas monstruo (las Big Pharma), laboratorios especializados, gobiernos, universidades. Todos llevan mérito, y todos tienen odiadores entre el público. No olvidemos que nunca hubo un virus más “político” que éste. Sirve para propaganda electoral, da pretextos mayores a la vigilancia, el control social y la represión; ahonda las brechas de clase y el racismo; la información misma, masiva y caótica, es un negocio al alza. Incluso el negacionismo de trumpianos y bolsonaristas le han sacado raja. / 16 P Aplicación de la vacuna en la capital de Tailandia. Foto Xinhua


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