Semana Santa 07-04-2020

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Guatemala, martes 7 DE abril de 2020 una publicación de la hora

Semana Santa en Guatemala Cristo de la Iglesia Santa Teresita. Foto La Hora: José Orozco


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La Semana San apropiación más al y del poder

editorial

Nuestra Semana Santa tradicional ha debido entrar en pausa. ¿Qué hacemos ahora y en adelante? Mauricio José Chaulón Vélez

Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala Licenciado en Historia y Maestro en Antropología Social. Doctorando en Ciencias Sociales por la USAC. Profesor e investigador en la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Académico Docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Rafael Landívar. Cucurucho. Miembro del grupo Cucuruchos Seculares y del programa radial Memorias del Cucurucho.

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ste año se cumplen cinco ediciones de la Segunda Época del Suplemento Especial de Semana Santa del Diario La Hora. La Primera Época fue coordinada por el recordado Maestro Celso Lara Figueroa, insigne historiador, antropólogo, musicólogo y especialista en la cultura popular, quien nos invitó a escribir a varios investigadores de la Universidad de San Carlos de Guatemala, tanto del antiguo Centro de Estudios Folklóricos (ahora Centro de Estudios de las Culturas de Guatemala) como de la Escuela de Historia. Luego de una pausa por el retiro académico del Maestro Lara, desde el 2016 hemos asumido este proyecto para coordinarlo y reunir a un grupo de escritores que desde distintas perspectivas del conocimiento y la experiencia podamos abordar ampliamente el fenómeno más grande de religiosidad popular y descanso que hay en Guatemala: la Semana Santa. La historia, el arte, la antropología, la semiótica, la arqueología, la sociología, la economía, la biología, la filosofía y la teología han destacado en esta Segunda Época del Suplemento, otorgándole la posibilidad de ser un espacio multidisciplinario y transdisciplinar de análisis al servicio de la sociedad guatemalteca, la cual de una u otra manera vive profundamente este tiempo. La temporada está conformada de elementos diversos que para todas las personas son ineludibles, porque el hecho trasciende lo religioso. Ya sea que se participe de rituales católicos o cristianos de otras denominaciones; se viaje a las playas, lagos, ríos, bosques o sitios arqueológicos; se traslade al extranjero; se visiten familiares y amistades; se descanse sin salir del hogar; se busque un espacio de tranquilidad cualquiera; se asista a eventos artísticos de variadas expresiones; se camine por las ciudades rompiendo las rutinas; se busque la algarabía de turicentros y parques de diversiones; se realice deporte, actividad física y recreación; se trabajen horas extras para un poco de más ingreso dinerario; se trabaje en actividades religiosas propias del contexto; se atienda en servicios esenciales y voluntariados, a la mayoría de habitantes de este país nos atraviesa la Semana Santa. Sin embargo, en el momento que escribo estas líneas estamos viviendo una crisis sanitaria a nivel mundial, la más grande registrada desde la denominada Gripe Española que inició en 1918. El Covid 19, nombre técnico del coloquialmente conocido como Coronavirus, agente patógeno de trastornos respiratorios severos, es una pandemia peligrosa. Nos ha obligado a cancelar mucho de lo que hacíamos normalmente, incluyendo las procesiones de Cuaresma y Semana Mayor. Los lugares de alta concurrencia de personas son un factor de alto contagio del virus, por lo que deben evitarse. Triste, pero cierto. Nunca, en el siglo XX, se suspendieron los cortejos procesionales y los oficios católicos de la Semana Santa, así como tampoco los cuaresmales o los viajes de descanso y recreación. Por ningún motivo. Y en lo que va del siglo XXI, esta será la primera vez. Las historias de suspensión de cortejos que sucedieron en los siglos XVIII y XIX nos resultan muy lejanas, y nunca nos imaginamos vivir algo parecido. Es uno de los efectos de creer que tenemos el mundo en nuestras manos y la vida resuelta, porque el sistema dominante nos lo ha hecho pensar. Y aquí estamos, preocupados por tanto que nos provoca incertidumbre en estos momentos, ya que no se trata sólo de no vivir el tiempo de la Semana Santa como los hemos hecho, sino también porque sabemos que la humanidad entera (lugares más, lugares menos) se encuentra viviendo la amenaza de la enfermedad. Tendremos una Semana Santa detenida desde su conjunto de tradiciones rituales, que, como señalo arriba, no sólo son religiosas. Eso no implica que en muchos aspectos (porque habrá otros que definitivamente no) la dejemos de vivir. Refiriéndome a la ritualidad espiritual y religiosa, habrá un retorno a lo fundamental. La metáfora del retiro de cuarenta días (que son los que, paradójicamente, le dan su origen a las palabras Cuaresma y Cuarentena) en el desierto, para encontrarnos con nosotros mismos (entiéndase personalmente y la familia, tanto consanguínea como extendida-elegida) es hoy más aplicable que nunca. Y el ejercicio de la espiritualidad cada quien considerará cómo dejarlo fluir. Pero también debiese de surgir la reflexión sobre qué haremos después de esto, incluyendo nuestras actividades procesionales. Así como la Naturaleza nos ha puesto un alto como parte de las mismas contradicciones sistémicas y eso nos evidencia mucho de lo que hemos hecho de forma inadecuada en el mundo, ¿qué haremos con nuestra Semana Santa cuando podamos salir y estar de nuevo reunidos de manera cercana? ¿Seguirán los mismos procesos de preocuparnos por el prestigio y la acumulación, o de cerrar espacios para que sólo funcione una visión de la tradición y el tiempo, sin importar las necesidades de la colectividad? Y esto incluye reflexiones a lo interno y a lo externo, como por ejemplo las relaciones de poder que limitan el disfrute de los ritos tradicionales para muchos cucuruchos y devotas, así como los problemas de convivencia social de las tradiciones con otras formas de vida en las ciudades. ¿Seremos capaces de relacionarnos mejor después de esta experiencia de encierro obligada porque está en peligro la vida misma? Por ejemplo, ¿será posible que se haga una mesa donde participen todos los sujetos sociales que como actores estamos involucrados en los cortejos procesionales, tan importantes para muchos pero que inevitablemente han generado sus propias contradicciones que deben abordarse antes que provoquen conflictos irreconciliables? Por esta mesa me refiero a representantes del arzobispado, hermandades, asociaciones, cofradías, municipalidad, policía de tránsito, ministerio de gobernación, comités de vecinos, trabajadores, músicos, vendedores ambulantes, comerciantes. Para diferenciarse del hábito, la tradición debe conectar con un sentido de trascendencia. Posiblemente este sea el momento en que podamos, quienes somos privilegiados de quedarnos en casa, reflexionar sobre qué de trascendente ha tenido y deben seguir teniendo nuestras tradiciones del tiempo de Cuaresma y Semana Santa, sean religiosas o no, para que tengan sentido de construir una mejor colectividad. No estoy diciendo que desaparezcan, sino al contrario, que sigan existiendo pero mejor, en un objetivo de aportar sin damnificar. O que las contradicciones vayan disminuyendo. Porque cuando la vida se nos pone en pausa de estas maneras, podemos tener más claridad. Deseamos en este quinto año de la Segunda Época del Suplemento Cultural Especial de Semana Santa del Diario La Hora, toda la paz para ustedes, y que esta crisis mundial se resuelva con las menores complicaciones posibles. Pensemos en las familias enlutadas y quienes por varias razones se encuentran en estado permanente de vulnerabilidad, no sólo por esto. Gracias por su lectura, comentarios y reflexiones, y esperamos aportar un documento que haga sentir más leves las penas por este acontecimiento histórico que estamos atravesando.

Suplemento especial de Diario La Hora con la colaboración de: Mauricio José Chaulón Vélez, Fernando Barillas Santacruz, Fernando Urquizú, Héctor Fernando Castillo Zamora, Juan Manuel Castillo Zamora, Juan Pablo Arce Gordillo, Luis Méndez Salinas, Mario Alvarado Vela, Mario Martinez Chuy, Mario Ubico, Rafel Castillo Taracena, Édgar Barillas y Walter Gutiérrez Diagramación: Fredy Padilla

Analizar este fenómeno nos obliga desde el plano intelectual a realizar dos tareas: una, teorizar y categorizar desde las ciencias sociales y la filosofía, lo cual también es superar el corpus religioso. Mauricio José Chaulón Vélez 1 Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala

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a segunda, establecer y desarrollar la nueva narrativa de la Semana Santa guatemalteca, como fenómeno amplio. En esta segunda, nos encontramos algunos grupos que nos articulamos intentando pasar del discurso contemplativo y patrimonialista oficial y del poder, al de la dinámica sociológica, antropológica e histórica críticas, y que nos lleva a la discusión filosófica desde los sujetos y su ética, pasando por el análisis del campo de las ideas y lo teológico. Es la constitución de los sujetos la que le otorga a la Semana Santa su ontos trascendente, o sea que todo el conjunto de elementos materiales que la conforman tiene su explicación en las condiciones sociales y para qué se realizan los rituales en relación a ellas. Y es desde ahí que se aborda la memoria, los valores de uso en ella misma con todos sus elementos, y las estéticas y representaciones diversas que en la cotidianidad del fenómeno construyen y estructuran las relaciones que ejercen poder, resistencia y lu-

cha. Y es en esta misma dinámica que se observa la lucha de clases en la Semana Santa, porque al mismo tiempo es una expresión amplia. Surgen, entonces, las preguntas problematizadoras que nos permiten plantear el desarrollo del sujeto en lucha permanente, que traslada su ética y su sentido a una estructura aparentemente ya dada, pero que se resignifica en esas resistencias continuas. Porque mientras el poder dominante trata de moldearla como la mercancía que se estableció (y por eso se convierte en capital económico, simbólico, social, político y cultural, participando activamente en procesos de acumulación), en todo el desarrollo procesual existe y se evidencia la resignificación correspondiente a la dialéctica: nos referimos a lo que hace el antagónico, a quien se le identifica históricamente como un sujeto en lucha. En síntesis, dentro del fenómeno de la Semana Santa guatemalteca se puede evidenciar el intento por los grupos de poder para apropiarse de lo que es de la gente, para convertirlo así en otra mercancía que sea correspondiente a la visión del mundo de la clase dominante. Pero también se observa lo antagónico, es decir la lucha por la gente de mantener sus espacios y relaciones frente al avance del capitalismo, del cual se participa porque es imposible no hacerlo, pero que también se rechaza de manera consciente o no al apostar por


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nta de la gente: llá del rito litúrgico dominante la genuina forma del pueblo de celebrar sus ceremonias. Partimos de lo siguiente: la Semana Santa es la actividad de rito religioso más amplia en el país. Para muchos, como lo propuso Celso Lara, constituye la gran fiesta guatemalteca, pero una festividad de carácter sacro de identificación con el dolor, para volverlo esperanza, como en los funerales. Sin embargo, si lo analizamos desde el poder, su sentido religioso también es tomado como ejemplo de los valores construidos desde el ideario de la clase dominante. En esa línea, su ritualidad es enmarcada por el Estado y las clases poderosas en el culturalismo, con el objetivo de volverla un objeto de consumo folclórico. En síntesis, se pretende que sea cosificada como objeto que se consume, como mercancía. Dentro de esa dinámica en la construcción de hegemonía, los grupos de poder la integran como expresión de las representaciones culturales más importantes para la ideología dominante, en el sentido de la tríada “Dios-Unión-Libertad” (que proviene de la “Dios-Patria-Libertad” del anticomunismo como ideología del Estado desde 1954), construyéndose como fiesta religiosa nacional, o sea en la razón de nación homogénea y monocultural, invisibilizándose la diversidad. Quiero decir que en las dinámicas de la Semana Santa hay un campo de disputa en la lucha de clases, o mejor dicho, la Semana Santa constituye una expresión de la lucha de clases. Para los sectores subalternos tiene un sentido y para los de poder otro, aunque converjan en espacios y tiempos. Es una fiesta, pero no de elementos absolutos sino de características comunes desde constituciones diversas. Es decir, que lo común es conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, pero desde cada sector social esta conmemoración tendrá sus características particulares. Todos los municipios de Guatemala

tienen por lo menos una procesión en la Semana Santa. Por lo tanto, la diversidad es social, étnica y geográfica. Asimismo, muchas familias se organizan para ver las procesiones como actividad recreativa, cual desfiles tradicionales y de espectáculo. Se consume más comida, transporte y entretenimiento, y en esto tanto el Estado como las dinámicas comerciales dominantes intentan capturarla, acumularla y despojarla del pueblo para entregársela ya moldeada a los intereses del capital. Dentro de esta amplia movilidad, muchas familias se reúnen para múltiples actividades que no sólo son el consumo, como elaborar alfombras o adornar las casas al paso de los cortejos procesionales. Pero en la folclorización culturalista que convierte esto en mercancía turística, muchas de estas tareas son capturadas ya por los grupos de poder, como el caso de los grandes comercios que las utilizan en función del mercadeo. Tal es el ejemplo de las alfombras que en la Sexta Avenida de la Zona 1 de la Ciudad de Guatemala realizan algunas grandes empresas, aunque ahí ya no pase ninguna procesión. Pero el tiempo de la Semana Santa involucra a la mayoría de personas en el país. Hay quienes no participan de las procesiones, pero sí de los rituales litúrgicos. Otros muchos descansan en sus casas, o en la recreación a través de viajes dentro y fuera de Guatemala. Se visitan las familias o se opta por el descanso en casa. También son muchos quienes trabajan en las procesiones, ya sea como músicos o personal de apoyo, y otros que lo hacen en el sector turístico, pudiendo obtener ingresos económicos extraordinarios. Pero en ese contexto, el capital explota de forma más amplia a varias personas en otros trabajos, porque el descanso no es para todos, y para que unos puedan gozarlo otros no lo gozan. Las iglesias cristianas evangélicas realizan ritos también. Algunas, como las neopente-

costales, aprovechan que la tradición católica de la pasión, muerte y resurrección de Cristo se encuentra instalada de manera histórica en la cultura, por lo que recurren a escenificaciones en sus mega templos como obras teatrales y musicales acerca del hecho, al estilo cinematográfico estadounidense. Esto les permite acercar feligreses que no se separan de la tradición y de sus representaciones culturales. Del capital cultural y simbólico se obtiene capital económico y social. Pero veamos en concreto los escenarios de la lucha de clases en la dinámica cultural del tiempo de la Semana Santa en Guatemala. Dentro de esa diversidad, la gente busca apropiarse de los espacios públicos y privados, dándoles sentido constituyente: sin embargo, el consumo, como elemento constitutivo del capital, es la razón y objetivo del sistema dominante, por lo que este tratará por todos los medios posibles imponer los rituales culturalistas, apropiándose de la cultura popular para enajenarla y convertirla en objeto de consumo a través de la folclorización. Esto último lo opera en dos vías: una, que es la del folclor de consumo, es decir, objeto-mercancía (turístico, de venta); otra, que es la de la disminución de la cultura popular para supeditarla a la cultura dominante, pretendiendo construir hegemonía, desvalorizando la primera y descalificándola por medio del racismo y la clase. El capital impone qué se consume, cómo se consume, cuándo se consume, cómo se viaja, a dónde se debe viajar, qué se debe ver, cómo se debe ver, cómo se trabaja, qué se vende. Así, los tiempos de la tradición desde lo popular continúan colocando sus comidas y sus significaciones en cada ritual y actividad no religiosa que ocurra en la Semana Santa, pero el capital puja por desplazarlos. La alienación y la enajenación a través del despojo cultural, despojo del tiempo y despojo del hacer, afecta directamente el tiempo de la Semana Santa, aunque la cultura popular sigue ejerciendo su resistencia fuerte. Sin embargo, así como se promocionan algunas marcas en procesiones centralizadas de la Ciudad de Guatemala y de la Antigua Guatemala, o se impone el uso de determinados criterios estéticos en los uniformes de cucuruchos y devotas

aplicando un sistema policiaco para determinar tipo de calzado, color de pantalón debajo de la túnica, largo de la falda o color de calcetines, lo cual limita a quienes no pueden consumir ese tipo de ropa, así también en las playas el capital se impone por medio de las fiestas de cerveceras, despojándole a la gente, tanto local como visitante, la posibilidad de realizar sus actividades desde el tejido social y la dinámica propia. Es evidente que existe un avance del capital para despojar y al mismo tiempo reconfigurar lo concreto y lo simbólico. El capital intentará cooptar todas las expresiones de la cultura popular en el tiempo de la Semana Santa, sean religiosas o no, obligando a trabajar en lo que el capital dispone; obligando a consumir lo que el capital necesita que se consuma; y oficializando los rituales con la alianza histórica de la cristiandad, como expresión de la espiritualidad capturada por la religión, y operando en este caso a través de la institucionalidad eclesial, ya sea católica o evangélica. Y llega al punto de hasta decidir si un cucurucho puede cargar o no dependiendo del tipo de pantalón que lleve debajo de la túnica. El sistema dominante sabe que lo que distingue a la cultura popular de la cultura oficial no radica en sí en el hecho artístico fenoménico ni en el origen histórico (y no es que ambos no sean importantes), sino fundamentalmente en la disputa de cómo se concibe el mundo. Y este es el elemento que tratará de dominar de manera comple-

ta, buscando la absolutización. Estos son planteamientos básicos de cómo actúa la lucha por la hegemonía en la cultura popular, desde los aportes del filósofo marxista italiano Antonio Gramsci y que en Guatemala Roberto Díaz Castillo desarrolló muy bien en su libro “Cultura popular y clases sociales”. El sistema dominante validará qué es lo estético permitido y calificado (valor estético y de arte), y qué es lo válidamente histórico. Los criterios de procesiones europeizadas versus alegorías de denuncia, reflejan los objetivos y las visiones de vida de cada sector. En la Semana Santa guatemalteca, podemos observar la lucha de clases en el campo de lo simbólico a través de la estética. Por ejemplo, a una hermandad kiche’ en Totonicapán le interesa representar en las andas del Nazareno la importancia de la Madre Tierra y denunciar la minería como actividad de despojo y destrucción. Asimismo, a una hermandad de una colonia popular en la Zona 6 de la Ciudad Capital, considera importante denunciar los feminicidios en las andas de la Virgen de Dolores, porque no tendría sentido desvincular el dolor de María como madre de quien concentra todos los dolores de la humanidad con los sufrimientos diarios de las mujeres. Pero esto no es aceptado por el valor que otros grupos le otorgan a una estética que se basa más en el eurocentrismo y la blanquitud como formas coloniales. No obstante, la lucha popular continúa ganado sus espacios.


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Crónica de una Guatemala sin procesiones

Lo que no pudieron lograr gobiernos liberales, dictadores, catástrofes naturales, golpes de Estado y algunos atentados directos contra la tradición que ocurrieron particularmente en 1983, lo hizo en cuestión de días un virus mutado, minúsculo pero peligroso. En el 2020, las actividades propias de la Cuaresma y Semana Santa de Guatemala fueron suspendidas en su totalidad, por la presencia del COVID-19 en el país. Fernando Barillas Santa Cruz

Periodista y Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Impulsor de la declaratoria de la Semana Santa como Patrimonio Cultural de la Nación. Cucurucho. Integrante del grupo Cucuruchos Seculares. Colaborador en el programa radial Memorias del Cucurucho.

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s el final de la tarde del Cuarto Domingo de Cuaresma de este histórico año. A esta hora, el Nazareno de Luis Cardoza y Aragón, Jesús de Santa Ana, habría terminado su paso por el Parque Central de La Antigua Guatemala y empezaría su camino de regreso, buscando el Tanque La Unión para luego perfilarse rumbo a la Alameda del Calvario. Así como muchos, yo debería estar ahí. A su vez, la zona 3 de la ciudad capital, allá por El Gallito, estaría rebosada de alfombras, arcos y altares, en espera de la imagen del Redentor del Mundo que, tras visitar algunas calles del Centro Histórico hasta la Plaza de la Constitución, se dirigiría en busca de su hogar, en donde sería recibido nuevamente como el Rey de su barrio. Viene a mi mente Jesús de Trujillo en Villa Nueva, el Justo Juez de Capuchinas, el Señor de la Caída de Santa Lucía Milpas Altas, y otras procesiones de distintos municipios del país, cuyas andas se quedaron ese domingo en las bodegas, y sus imágenes de devoción adentro de los templos, bajo la soledad de sus camarines. La amenaza que significa el COROVID-19 para un país con las condiciones sociales y económicas de Guatemala, provocó que el gobierno fuera asumiendo de manera paulatina medidas que restringieron libertades habituales, con lo cual nos vimos forzados a permanecer en casa, para impedir que el brote se siguiera expandiendo.

Espontánea piedad popular Por eso hoy, en un momento en el que deberíamos andar vestidos de cucuruchos tras los pasos de la procesión, estamos aquí abrazando la melancolía, misma que también se ha visto exteriorizada en conmovedores episodios que se

han registrado durante los últimos dos domingos, a partir de que cobrara vigor la suspensión. Una de las hermandades de pasión que más sufrió esta coyuntura fue la del Dulce Rabí. La decisión de prohibir la salida de las procesiones se formalizó horas antes del tercer domingo de Cuaresma, día en que tradicionalmente sale a recorrer calles y avenidas de Jocotenango y La Antigua Guatemala. Con el adorno montado y Jesús ubicado en su sitial de honor, apenas si sus integrantes pudieron abrir las puertas del templo unos minutos, para que su feligresía venerara al Nazareno y expresara con lágrimas frente a su imagen, el duro golpe que significó para el pueblo que le quitaran su procesión. Esa misma noche, los vecinos elaboraron alfombras de pino y flores a las puertas cerradas de la iglesia, y colocaron velas en su entrada. Al día siguiente la tristeza era más notoria. Las calles del municipio, usualmente tapizadas de alfombras multicolor, estaban vacías. Algunos devotos desafiaron las disposiciones gubernamentales de ese momento, se pusieron el traje morado penitente y se postraron de rodillas a las afueras del templo. Unos cucuruchos llevaron incensarios y otros más interpretaron marchas fúnebres en honor al Nazareno que no salió. El cuarto domingo de Cuaresma, 22 de marzo, se recordará como la fecha en que se instauró un toque de queda parcial en Guatemala por primera vez en al menos 40 años. A estas alturas, la mayoría de los devotos y feligreses había comprendido que la drástica medida adoptada era necesaria. Sin embargo, por ser una experiencia inédita, los días en los que debería haber procesión golpearon fuerte. En la aldea de Santa Ana, los vecinos colocaron veladoras en la puerta del templo, y algunos propietarios de viviendas por donde pasaría el cortejo habilitaron improvisados altares, quemaron incienso e hicieron sonar marchas fúnebres, antes de encerrarse bajo

llave. La nostalgia ocupó el lugar de las alfombras y la melancolía suplantó a la algarabía. Esta vez no salió Manuel Tuch de la mano de Cardoza y Aragón. El Barrio El Gallito, por su parte, amaneció con un nudo en la garganta. Su Nazareno ya ha sufrido vicisitudes antes, como cuando en 1999, minutos antes de salir, el cortejo fuera suspendido por una tormenta que provocó un intenso torbellino a las afueras del templo. Y este año, la Arquidiócesis no le autorizó a la hermandad una procesión extraordinaria el primer sábado de Cuaresma. Nuevamente la feligresía se hizo sentir, al tapizar el ingreso de la iglesia con arreglos florales y fotos de sus imágenes de pasión, como muestra de cariño y de fe ante los complicados momentos que atraviesa el país. Así transcurrieron las primeras dos semanas de una Guatemala sin procesiones, algo sin precedentes para las generaciones actuales. Sin embargo, esto aún no termina. Lo que se viene Todo parece indicar que las medidas restrictivas se mantendrán y se extenderán. Lejos de que el virus sea contenido, existen indicadores y estudios estadísticos que indican que la parte más crítica falta aún ser atravesada. Esto, justo cuando los días más grandes de la Cuaresma y la Semana Santa en Guatemala están por llegar. Pareciera exagerado, pero la salud emocional del cucurucho ha sido puesta a prueba en este período, y lo será aún más a partir del

Domingo de Ramos. He podido ver gente cercana que se desmoronó y no supo cómo reaccionar racionalmente ante la situación; otros con mucho dolor pero asimilando la magnitud del momento, y algunos intentado tapar con risas y bromas toda la frustración contenida. Todas las reacciones, empero, son comprensibles cuando entendemos el peso que tiene la Semana Santa para la identidad personal y colectiva de muchos miembros de la sociedad. Por años, hemos insistido en que es la fiesta nacional del guatemalteco y más allá de ser una expresión de devoción popular, es también un fenómeno cultural, social y económico, que fortalece nuestra idiosincrasia. Sin embargo, sus cimientos pareciesen ya no ser tan sólidos pues, a pesar de que seguimos siendo un país tercermundista, sostenido desde concepciones criollas, racistas, clasistas y conservadoras, algunas formas de entender la realidad se han transformado. Por ello, ahora son más frecuentes las críticas hacia la tradición, algunas con sólidos fundamentos y otras sin ninguna razón de ser, pero que de alguna manera debieran empujar a la iglesia y las hermandades a asumir acciones mínimas que garanticen, no solo la sana convivencia con los sectores no afines a las procesiones -que ahora son mayoría-, sino también su vigencia por mucho tiempo. Es en este contexto cuando se nos presenta la pandemia. El COVID-19 ha venido a sacudir la cotidianeidad de nuestra sociedad, absorbida por el individualismo, el consumismo y la evasión de la rea-

lidad. A criterio del periodista catalán Borja Vilaseca, el coronavirus es el detonante que este mundo necesita para hacerle tocar fondo definitivamente al sistema (y a millones de seres humanos), como paso previo a una época que irremediablemente conducirá al despertar de una parte de la humanidad. “Y no por los efectos que está causando en el corto plazo a nivel de salud (contagios, muertes, aislamiento temporal, hospitales saturados, etc.), sino por las consecuencias macroeconómicas que este virus va a traer a medio plazo”. No importa tanto por qué ha sucedido. Lo verdaderamente importante es saber para qué está sucediendo. Al parecer, la función de esta pandemia global es fomentar la evolución de la consciencia de la humanidad. Y para que ésta se realice con éxito, primero hemos de ser conscientes de nuestra propia inconsciencia. ¿En qué seguimos siendo inconscientes como individuos, como cucuruchos, como cristianos o como sociedad? ¿Qué realidades existen que no queremos ver? ¿Para qué nos ha tocado vivir este capítulo inédito de nuestra historia? Si esta crisis nos sirve para enmendar, corregir, escuchar y equilibrar, todo este dolor, limitaciones e incertidumbre habrán valido la pena. De las respuestas que surjan ante estas interrogantes y de los velos que las mismas nos permitan quitarnos de los ojos, dependerá el futuro de Guatemala como sociedad y de la Semana Santa como la principal expresión de fe popular tradicional del país.


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La reproducción de la imagen de Jesús del Beaterio de Belén Los retratos han constituido desde tiempos ancestrales una fuente para referir a los grandes personajes de la Historia, que reflejan directamente sus rostros con el fin que sean conocidos por el resto de la humanidad; por tanto, son realizados atendiendo su papel como fuentes de inspiración de cohesión social para sus semejantes. Fernando Urquizú

Licenciado en Historia por la Universidad de San Carlos de Guatemala, Doctor en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador del Instituto de Investigaciones de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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n este sentido la doctrina cristiana concibe la idea del hombre como reflejo directo de Dios como afirma la Biblia creado a su imagen y semejanza, razón que nos explica la figura directa de Jesús Nazareno del Beaterio de Belén como un elemento que materializa la figura de Jesús camino al Calvario, bajo una interpretación que mueve un discurso iconográfico e iconológico para vencer las barreras idiomáticas o del manejo del lenguaje escrito por medio de su contemplación directa. Una singular imagen

de Jesús Nazareno La escultura motivo de análisis originalmente cuenta el pasaje del Nuevo Testamento, según San Juan (XIX, 11, 19): “Tomaron, pues, a Jesús, que, llevando su cruz, salió al sitio llamado Calvario… lo que se expresa en la imagen de un hombre de estatura común cargando un pesado madero donde fue ejecutado. Estos elementos se hacen evidentes con atributos iconográficos que cuentan los VII Pasos de Jueves Santo: La Oración del Huerto, plasmado, en sudor de sangre que sale de la frente, El Prendimiento, que alude un cíngulo colocado al cuello de la imagen, Las injurias y bofetada de los fariseos, representada en una herida en el pómulo su rostro, El interrogatorio de Pilatos, implícito en la expresión serena de su mirada que responde

a las preguntas que cualquier persona puede hacerle, La burla del rey Herodes, cuando se le coloca en forma alegórica un manto blanco, Las torturas en la casa de Pilatos, representado en la portación de una corona de espinas, Jesús carga su cruz al calvario, evidente la portación de un madero. Estos detalles fueron afinados en el proceso de la Contrarreforma en el Concilio de Trento 1563, cuando se legisló la didáctica del Evangelio, que implicó el uso del color morado como símbolo de la penitencia y la presencia de parras de uvas y espigas en la cruz de Jesús que alude a su presencia en el vino y el pan por medio de la ceremonia de transustanciación de estos elementos en la misa que se convierten como parte de su ritual en la sangre y el cuerpo de Cristo. Este discurso es dirigido a los fieles por las voces de sacerdotes especializados en la retórica cristiana, que en el caso de la imagen referida cuenta con un gran conductor de este tipo de mensajes místicos y míticos, a través de la voz de monseñor Marco Aurelio González Iriarte, quien hace vivir al pueblo la Pasión de Cristo

dando voz a Jesús a Jesús Nazareno del Beaterio de Belén, aún en el Año del Señor 2020.La escultura de Jesús Nazareno del Beaterio de Belén data de mediados del siglo XVIII en el apogeo del barroco y sus ceremonias que podemos deducir fácilmente del tamaño de la imagen propia para su utilización didáctica en autos sacramentales de la Pasión de Cristo. El uso de la devoción popular implicaba la confección de retratos a mano alzada porque es una devoción propia de los días viernes, Cuaresma y Semana Santa, no siendo una escultura propia para completar un retablo o decorativa alterna. El correcto entendimiento de esta función social de la escultura puede explicar la presencia de los retratos, que de esta escultura no hemos localizado todavía, razón que abre la posibilidad que puedan aparecer conforme vallamos avanzando en el proceso de investigación de datos en los diferentes archivos de relacionados dentro y fuera de la actual República de Guatemala. El cambio de ambiente el culto y la pervivencia de la escultura En 1773 la ciudad de Santiago fue afectada por una serie de sismos que determinaron su traslado a otro valle, donde continuó sus funciones administrativas como capital del Reino de Guatemala desde el 2 de enero de 1776 cambiando posteriormente su nombre a Nueva Guatemala de la Asunción, donde se asignó un solar a la rama femenina de la orden de religiosas de Belén, construyéndose un nuevo convento e iglesia a donde fue trasladada la escultura de Jesús Nazareno para continuar su función didáctica religiosa para la que fue elaborada la imagen. La construcción de la ciudad se hizo bajo la influencia del pensamiento racionalista francés que se reflejó en aspectos importantes para el tema que ahora nos ocupa en la emisión de leyes que prohibieron las practicas directas de la penitencia que se expresaba en mortificaciones corporales que fueron totalmente prohibidas en las manifestaciones públicas de fe desde 1797. Las imágenes dramáticas como la que ahora referimos debió de haber tenido un cambio sustancial en su devoción, como la expresada en la preocupación de la madre Encarnación Rosal cuando asume las visiones de Jesús, el Jueves Santo 9 de abril de 1857, cuando lo figura

sufriendo pero no con profusión de maltrato físico o sangrante en su rostro, sino asociado a la devoción del Sagrado Corazón, el que fue traspasado por 10 dardos crueles de dolor infringido por el avance del conocimiento empírico. En el análisis de las contemplaciones místicas de la madre Encarnación Rosal y los cambios evidentes en la imagen de Jesús Nazareno del Beaterio de Belén debemos tomar en cuenta que su meditación está relacionada con un altar de Monumento a Jesús Sacramentado por encima de los que se hacían en las iglesias con esculturas de los VII Pasos de Jueves Santo, que nos debela los cambios de culto de ascendencia hispánica a los de orden racionalista francés donde la meditación y elevación del espíritu sustituía ya había relevado considerablemente los ejercicios de mortificación corporal, que daban mayor preponderancia al acercamiento a Jesús Sacramentado en una expresión menos figurativa material. La crisis del uso de las imágenes religiosas en Guatemala fue agravada con el ascenso al poder político del primer gobierno liberal en 1871, que prohibió las manifestaciones externas de fe, que afectó más profundamente el imaginario católico, que fue reorganizado bajo nuevos parámetros de comportamiento durante el papado de León XIII, que permitió posteriormente la reproducción mecánica de las imágenes con fines de expansión del Evangelio. Jesús Nazareno del Beaterio de Belén permaneció entonces resguardado en un retablo mientras cambiaba el mundo material del sistema de vida monárquico que extendió sus formas de expresión política hasta muy entrado el siglo XX, transformando el papel de la Iglesia Católica desde principios de este siglo a mediadora entre los distintos grupos sociales en el nuevo Estado Burgués Liberal. Los retratos de Jesús del Beaterio en siglo XX El 19 de febrero de 1895 fue nombrado rector del templo de las Beatas de Belén, Monseñor J. Luis Montenegro y Flores, quien reorganizó las instituciones religiosas para proyectarlo de nuevo a la comunidad procediendo a levantar el primer inventario de bienes a su cargo existentes en el edificio que pronto fue reabierto a los fieles, siendo registrado como uno de Pasa a la siguiente página


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Viene de la página anterior los más interesantes de la ciudad en una fotografía del Libro Azul de Guatemala, publicado en Nueva Orleans en 1915.Este nuevo recurso de la ciencia pronto extendió su uso a la expansión de la devoción a Jesús Nazareno del Beaterio de Belén presente en un retrato de busto tomado poco tiempo después de su primera procesión en las calles de su barrio el Miércoles Santo 6 de abril de 1907, según dato localizado originalmente por el investigador Douglas Aníbal Ruiz, que coincidió con una inscripción en una pieza de metal colocada en el hombro izquierdo de la escultura para instalar una cruz y darle este uso. Esta pieza de hierro fue registrada por el investigador y restaurador Luis Manuel Muñoz, coincidencias que explican su paso a figura de culto de la Semana Santa tradicional en el Centro Histórico de la Nueva Guatemala de la Asunción en el siglo XX. La concatenación de estos datos unida al proceso de investigación llevada a cabo por otros especialistas en Historia del Arte de Guatemala, llevó a la creación de un primer dibujo que trató de reconstruir, de manera hipotética esta primera procesión. El dibujo original fue realizado por el artista Giovanni García. En la elaboración del mismo tomó además como punto de referencia un primer retrato de busto de fotografía cuya persona que hizo la toma original todavía no ha sido ubicada pero que también sirvió de base para un tiraje de fotoimpreso con el fin de que la imagen original fuera entronizada en los hogares y negocios del barrio y la ciudad dando un salto cualitativo en la relación con las devociones citadinas. En este contexto un nuevo paso en el registro de imágenes de Jesús Nazareno del Beaterio de Belén se presenta en la publicación Semana Santa Tradicional de Guatemala del investigador Luis Luján Muñoz, que en la página 273 presenta un primer retrato de fotografía a colores de esta escultura que no identificada correctamente dando el crédito de la toma a Luis E. Movil. Sin embargo, es un primer registro académico con esta técnica de gran alcance intelectual que lo ubica con una imagen propia hacia 1982 como figura protagónica de la Semana Santa tradicional de la capital. En 1984 el uso de las imágenes de las procesiones de Pasión alcanzaron un nuevo derrotero con la ampliación de llamado sentido turístico cultural debiéndose hacer libros pequeños que explicaran las principales procesiones y esculturas citadinas bajo el patrocinio del

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Instituto Guatemalteco de Turismo para dar cuerpo académico a una nueva interpretación de la utilidad práctica capitalista de estas manifestaciones de fe. El entendimiento de esta circunstancia nos explica la composición de la reseña histórica de las imágenes procesionales de la ciudad de Guatemala, publicada bajo los auspicios de la institución del Estado encargada oficialmente del manejo del turismo y en esta breve síntesis historiográfica fue incluida en su página 22 una fotografía de la escultura de Jesús Nazareno del Beaterio de Belén más una descripción formal de su ya tradicional procesión de Martes Santo en la página 7 donde se le registro además el sobrenombre de “Jesús de la Indulgencia” evidencias que nos permiten inferir un uso de la escultura original más un retrato de fotografía con objetivos turísticos de los retratos de Jesús Nazareno del Beaterio de Belén, consolidando su figura en el imaginario de la Semana Santa tradicional de la capital. Los retratos de Jesús Nazareno del Beaterio de Belén en la interpretación del artista Luis Alberto de León Un retrato de dibujo muy interesante del rostro de Jesús Nazareno del Beaterio de Belén fue realizado antes de 1992 por el artista Luis Alberto de León como parte de una colección de las imágenes más veneradas de la Pasión de Cristo en Guatemala, que ilustraron un discurso con referencias generales acerca de las mismas compuesto por el investigador Gerardo Ramírez, que inició una colección que tituló: Días de Muerte y Gloria, dicha publicación actualizó en su momento los datos que se tenían acerca de las esculturas que citó entre las cuales incluyó a Jesús Nazareno del Beaterio de Belén. Los retratos del maestro de León fueron una novedad en la medida que trajo a una nueva dimensión el dibujo a mano alzada de alta calidad que podía ser reproducido de manera muy económica a gran escala en diferentes tamaños. Esta serie fue recreada de nuevo por dicho artista para dejar claro el sentido académico original de la misma por encima del comercial con el cual en artista en mención no tuvo ninguna relación. La reorientación del culto a Jesús Nazareno del Beaterio de Belén tuvo un giro extraordinario con la llegada de monseñor Marco Aurelio González Iriarte en 2002 iniciando un proceso de rescate del patrimonio tangible e intangible de la comunidad a la que sirve este templo. En este contexto de reno-

vación del culto a Jesús de la Indulgencia destacan dos nuevos dibujos que reinterpretan su imagen con carácter propio con el estilo místico, que les da alma y vida, que solo puede ser logrado por los grandes artistas tradicionales de Guatemala donde destaca de nuevo la maestría de Luis Alberto de León en al año 2011 y 2012. Los nuevos retratos de Jesús del Beaterio volvieron al mundo de la imprenta apoyados con tecnología digital. La academia y los nuevos retratos de Jesús Nazareno del Beaterio de Belén El trabajo a más de diez años de dirigir la comunidad Beatas de Belén al año 2012 de monseñor Marco Aurelio González Iriarte, le permitió el acercamiento con una nueva generación de entusiastas jóvenes devotos de dicha imagen donde destaca el investigador Erick Espinoza Folgar, quien lo apoyó para llevar a

cabo un proceso de restauración de la escultura en el cual recuperó totalmente su espíritu original, Este proceso fue reforzado con la composición de un discurso historiográfico que contribuyó al esclarecimiento de su papel protagónico en la Semana Santa tradicional de la ciudad de Guatemala, que se refleja en el retrato de aparato captado por José Carlos Flores que cubre la portada de la publicación de una primera monografía publicada en el año 2015 coordinada por el investigador Fernando Urquizú. En este contexto de investigación científica el proceso de restauración determinó un detallado registro fotográfico del proceso realizado por el investigador y restaurador Luis Manuel Muñoz. Jesús Nazareno del Beaterio de Belén, una figura mediática en sus nuevos retratos El proceso de restauración de la

escultura de Jesús Nazareno del Beaterio de Belén, unida a la presentación del estudio citado fueron pasos previos y propicios para la ceremonia de su Consagración que se llevó a cabo el domingo 15 de marzo de 2015 en la Catedral Metropolitana de Santiago de Guatemala, cuando fue estrenada oficialmente la marcha Indulgencia, del compositor italiano Antonino Oddo, constituyéndose en un retrato auditivo de esta escultura, que unido a fotografías de tipo mediático, como la captada por Diego Garrido, recapitularon una vez más, el papel protagónico de Jesús de la Indulgencia en el imaginario de la Nueva Guatemala de la Asunción, que también se reforzó con obras de arte originales, entre las que podemos citar para el tema que ahora nos ocupa el retrato al óleo creado a manera de estandarte con su imagen obra del artista Junior Archila.


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Algunos datos sobre los pasos guatemaltecos venidos de España El 2020 marca un evento importante en la amplia historia de la Semana Santa guatemalteca, ya que con la iniciativa de la hermandad de Jesús Nazareno de las tres potencias de la Parroquia, se estrenan 3 nuevos pasos provenientes de Sevilla, hechos por el renombrado artista sevillano Rafael Martín Hernández. Héctor Fernando Castillo Zamora Licenciado en Mercadotecnia, cucurucho, miembro de los colectivos Memorias del Cucurucho, Cucuruchos Seculares y Semana Santa Histórica.

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propósito de este nuevo aporte quiero permitirme hacer una breve reseña histórica, artística y cultural de los pasos españoles que han engalanado la Semana Santa partiendo en los esfuerzos que hizo Santo Domingo a principios del siglo pasado para traer los primeros pasos de España, los cuales fueron en su momento un gran aporte histórico, seguido por los esfuerzos hechos por la directivas del Calvario, allá por finales de los años 50s y culminando con el proceso de hechura y traída de los pasos procesionales que enriquecen los enseres que acompañan al nazareno de las tres potencias. En el libro “Apuntes Históricos de Hermandad del Señor Sepultado del Templo de Santo Domingo” publicado por la hermandad a principios de los años 90s del siglo pasado, se acota, que la iniciativa para traer los

primeros pasos procesionales para la procesión del viernes santo fue del padre director de la hermandad ,Fray Luis Arenas en el año de 1928, y luego de ver propuestas de varias casas españolas deciden traer 4 pasos de El Arte Cristiano, gracias al esfuerzo de la hermandad se inicia una campaña intensiva de recaudación de fondos a través de rifas, funciones de teatro etc.; en 1929 llegan a Guatemala los cinco primeros pasos los cuales fueron “La oración en el huerto”,” Jesús y el Cirineo”, “El encuentro”, “El Calvario” y “La Piedad” . Cabe recalcar que para aquella época fue un evento impactante tanto que el paso de “Jesús y el Cirineo” fue exhibido en un importante almacén del centro histórico. En años posteriores se realiza la compra del paso de “la Sentencia” en 1932 , “La Verónica” en 1933 y en 1959 vienen los últimos 2 pasos de España “El beso de judas” y “La Caida” . El licenciado en arte Juan Carlos Pérez nos comenta que dichas

obras fueron realizadas en escayola, una técnica que mezcla yeso mezclado con agua y reforzado con tela en su interior para darle mayor estabilidad a la obra, estos son de manufactura serial es decir hechos con molde y reproducidos esto se puede comprobar en que a finales de los 90s Santo Domingo realiza nuevos pasos utilizando como molde los venidos de España. A finales de la década de los 50s como lo relata el libro “Crónicas y Recuerdos Del Santo Cristo Yacente Del Calvario De La Nueva Guatemala De

La Asunción” - escrito por: Dr. Fernando Urquizú y Arq. Mario Ubico. Escuela de Historia - Universidad de San Carlos, CIAG- la Iglesia de El Calvario haciendo actividades de recaudación de fondos como rifas y bingos adquiere también pasos del taller El Santo Cristo, de Don José Casacuberta y Prat , mismos que se compran por catalogo y se pide a las autoridades correspondientes que se exoneré del pago de importación aduanera. Desde la venida de los primeros pasos hasta 1961 fuero llevados en hombros hasta que se incorporan en el cortejo en carrozas. Por último, este 2020, vienen para acompañar la procesión de la Consagrada imagen de Jesús Nazareno de las tres potencias de la Parroquia Vieja, tres pasos que a diferencia de los mencionados son realizados en madera por un escultor con estudios académicos; Juan Carlos Pérez nos comenta que estas son piezas únicas y pueden ser catalogadas en un estilo hiperrealista, muy propio de la escuela escultórica sevillana contemporánea y que fuera iniciada por el famoso artista Luis Álvarez Duarte de reciente deceso. Los nuevos pasos son: “Cristo de la Oración en el Huerto”, “Cristo del Prendimiento” y “Cristo Flagelado”. De las primeras dos solo se esculpió el rostro y las manos y la última es a cuerpo completo. Juan Manuel

Castillo del colectivo Memorias del Cucurucho estuvo presente en la entrega el 4 de marzo en Sevilla e indica que el costo de las obras asciende a 15 mil euros , fondos que se solicitaron a 16 familias donantes. Juan Carlos Pérez indica que las artes suntuarias que han sido importadas de varios países como España y Francia han venido a enriquecer el patrimonio artístico de los cortejos procesionales y los ha dotado de una identidad propia en el caso de los pasos de Santo Entierro, los pasos constituyen una catequesis de la pasión de Cristo sobre ruedas y más allá del valor artístico de las obras, se refuerza su valor didáctico; en el caso de los pasos de la Parroquia, nos recrean más bien la costumbre de las cofradías del tiempo de la colonia, quienes hacían su estación de penitencia con la imagen titular precedidos por el conjunto escultórico del ecce homo, cuyas representaciones describen el momento de la aprensión, flagelación, coronación de espinas y la presentación al pueblo. Estos pasos que reseñamos en este articulo son solo una pequeña muestra de como la Semana Santa guatemalteca sigue siendo engrandecida con elementos provenientes de España y que con las imágenes de la escuela escultórica de Guatemala crean toda nuestra tan querida Semana Santa .


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El desafío de enviar un mensaje de esperanza en tiempos turbulentos El tiempo litúrgico de la Cuaresma, tan esperado para muchos guatemaltecos, se hizo presente con vientos de preocupación, con un ambiente cargado de incertidumbre y una inexplicable pesadez en el aire. La razón: la mundial amenaza del Covid-19, enfermedad que al momento de escribir este artículo había matado a cerca de 20 mil personas, principalmente en China y en Europa. Juan Manuel Castillo Zamora Periodista y comunicador social. Estudiante del Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla.

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as lilas jacarandas, las moradas buganvilias y los frondosos árboles de matilisguate, los que florecen especialmente en esta época, deambulan solitarios por la devota ciudad de Guatemala y se preguntan si ¿Acaso se han equivocado? ¿Han llegado un poco antes o quizás después? Porque algo no encaja: los incensarios no perfuman sus frutos, el aserrín teñido no se discurre por sus troncos, los niños no les abrazan con vehemencia y los ancianos no les requieren de su sombra. Y es que, ante la inminente amenaza de la pandemia más agresiva del siglo XXI, las autoridades guatemaltecas decidieron suspender las manifestaciones de piedad popular y cualquier otra reunión masiva. En ese contexto la imagen del nazareno, el de la mirada amorosa, el del pesado madero, el que se mueve con cadencioso vaivén por las calles y avenidas de los 340 municipios de los 22 departamentos del país, no bendecirá los barrios guatemaltecos durante la Semana Santa 2020. Por primera vez desde 1882, cuando el gobierno liberal prohibió las procesiones extramuros y limito las manifestaciones de piedad popular a estas fuesen intramuros, la imagen del nazareno y del cristo yacente no visitará nuestros barrios durante los días grandes. Ante esta situación y a sabiendas que esto obedece a disposiciones gubernativas que además son necesarias, la iglesia católica y las hermandades de pasión tuvieron frente así un enorme desafío: comunicar con esperanza una noticia que golpea la religiosidad popular desde to-

das las visiones posibles: la religiosa, económica, antropológica y social. Y es que la Semana Santa en Guatemala tiene un significado amplio que trasciende la religiosidad popular y aborda temas profundos como la cohesión social, la recuperación de espacios públicos, la reactivación de la economía, el incremento de las divisas por concepto de visitas turísticas, y es que debemos recordar que hablamos de una conmemoración cultural que nos identifica como guatemaltecos y nos convierte en un país emblemático para vivir los días grandes. La Comunicación como bálsamo ante las adversidades Pero esta Semana Santa 2020 el Covid-19 nos confinó en nuestros hogares y nos impidió salir al encuentro del nazareno y del cristo yacente por primera vez en 138 años ¿Cómo comunicar lo que para algunos se asemeja a una tragedia? Cómo enviar un mensaje de esperanza y de unidad y explicar que, si bien las manifestaciones de piedad popular son importantes, estas pasan a ser un jugador secundario en el tablero y que es menester de todos los cristianos, cucuruchos, devotas y espectadores mantenernos a salvo para resguardar nuestra salud y evitar muertes innecesarias. Nadie dijo que fuera tarea sencilla, sobre todo si se considera la desbordante pasión de los cucuruchos, de esos corazones morados que se

niegan a asimilar que los días tan esperados llegarán, pero que deberán pasar casi inadvertidos, que serán de encierro, que no habrá bandas con centenares de músicos que interpreten las sublimes notas de un virtuoso pentagrama fúnebre. Tampoco confluirán decenas de vecinos y familias que encuentran en la elaboración de las coloridas alfombras, quizás el único punto de unión e interacción durante todo el año. Muchas cosas dejaron de suceder a partir de la tercera semana de Cuaresma hasta los días grandes y el desafío fue el de comunicar con templanza y esperanza. Ante esta realidad que golpea el ánimo de los católicos que viven con intensidad las manifestaciones de piedad popular, las hermandades y la Iglesia Católica se pronunciaron e hicieron llamados a la oración y a la calma. En tiempos de redes sociales y de inmediatez el desafío era mayor, pues la feligresía necesitaba llenar el profundo vacío que implica la aceptación de la interrupción de las procesiones. La Asociación Hermandades de Pasión de Antigua Guatemala y Jocotenango emitieron un comunicado de prensa el pasado 16 de marzo. En el documento, suscrito por el asesor espiritual de religiosidad popular y Hermandades el presbítero Juan Carlos Dealtán López, se solidarizó con todas las cofradías por la suspensión de los cortejos procesionales.

“Les pido que vivamos con fe profunda y respeto nuestra espiritualidad de este tiempo de gracia que el señor nos ha permitido experimentar este año”. Invitó a los cargadores a “adorar a Dios en Espíritu y en Verdad y “asumir una actitud de desierto en el alma, aunque nuestras amadas imágenes no tengan su procesión esta misma debemos llevarla en lo más profundo del alma…” El comunicado hacia un llamado a “la fe madura y adulta que hoy solo estamos privados de nuestras actividades cuaresmales, pero debemos saber que agradamos y exaltamos el amor de Dios en nuestro prójimo salvaguardando la vida como don de Dios tomando medidas preventivas ante esta pandemia…” El comunicado fue publicado previo a la definitiva suspensión de las actividades de Semana Santa, puesto que al principio la prohibición finalizaba el Domingo de Ramos y en ese contexto invitaba a no “alimentar falsas expectativas a sus miembros y devotos cargadores sobre posibles actividades… La comunicación hacía una invitación a unirnos en oración desde nuestros hogares para el cese de la pandemia, mensaje que fue replicado por muchas hermandades haciendo un llamado a la participación de la jornada de ayuno y oración convocada para el 21 de marzo del presente año. El mensaje era también un llamado a la prudencia y al respeto de las

normas de la iglesia. La Conferencia Episcopal de Guatemala –CEG- hizo una exhortación a asumir las disposiciones dictadas por las autoridades correspondientes e indicó que “esta experiencia que estamos viviendo adquiere un sentido particular en el tiempo de Cuaresma, tiempo de gracias que debe aprovecharse para una actitud más atenta a la llamada de Dios por medio de su hijo Jesús a buscar la comunión con él y con nuestros hermanos… es hora de reavivar en nuestros corazones la confianza que profesamos en Dios que como un buen padre nunca nos abandona”. La CEG manifestó que, aunque provoca un vacío la ausencia de la celebración eucarística con la participación del pueblo, “el espíritu de Dios nos hace vivir en comunión con nuestras familias, que hoy tienen la oportunidad de fortalecerse como iglesia doméstica donde se asume con responsabilidad el cuidado de la vida, especialmente de los más frágiles…” Las hermandades de pasión de todo el país mantuvieron al unísono el llamado a la oración y al acatar, por dolorosas que parecieran, las disposiciones gubernamentales de suspender las manifestaciones de piedad popular durante la Cuaresma y Semana Santa. Recojo un fragmento del mensaje enviado por la hermandad de Santa Ana de Antigua Guatemala, la que a mí juicio resume con asertividad la postura general de la iglesia y es bálsamo y esperanza en tiempos de crisis: “la Cuaresma no puede ser detenida por un virus, nuestra iglesia está más viva y unidad que nunca, nuestra fe no se debilitará ante esta situación, al contrario, al salir de ella podremos comprender que la prueba consistía en creer más en Dios, en su misericordia, buscarle de nuevo desde la intimidad de nuestros hogares”. En ese contexto es imperativo conocer la importancia de la comunicación desde las hermandades y de la iglesia como instituciones al servicio de la feligresía y aplaudir la congruencia del mensaje transmitido. Desde este espacio y desde la distancia finalizo este artículo un dejo de tristeza, pero con la esperanza que supone tener la convicción absoluta de que este trago amargo nos hará más fuertes y que el nazareno volverá a bendecir nuestros barrios en la Cuaresma y Semana Santa 2021.


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Con un golpe de madera en seco “¡Cgr!” con un golpe de madera en seco al sentir el peso del anda, comienza ese momento llamado “Turno”. Pero el punto de inicio para estas líneas, no será lo que sucede alrededor del mismo, sino un intento (¡ojalá fructífero!), por adentrarse a la mente de un cargador (o una cargadora), cuando lleva en hombros a las distintas imágenes de pasión, cada cuaresma y Semana Santa. Juan Pablo Arce Gordillo

Cucurucho, pregonero de la Semana Santa en Guatemala y España. Poeta. Abogado.

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n memoriam: René Gavarrete Soberón. En acción de gracias por la salud de mi madre: Rosa Gordillo de Arce. En esos dos maravilloso ciclos de cursar “Formación fílmica” durante mi adolescencia, de manera impávida tocó ver y analizar (pónganse ustedes en el lugar de muchachos de 16 o 17 años), dos películas bastante emblemáticas de lo que podría denominarse “Cine psicológico”: “El inquilino” (dirigida por Roman Polanski) y “Atrapado sin salida”, actuada por Jack Nicholson. Y rescatando esos análisis y experiencias dentro de la sala de un cine, es que me atrevo a ir a una dimensión interna, para escribir en este artículo, porque lo aprendido y aprehendido ha estado allí, reposando, reactivado por la magistral caracterización de Joaquín Phoenix

(ganador del Oscar). Toca ahora sacar provecho y dejar que a manera de un adagio, caminen de forma aligerada los dedos sobre un teclado de la computadora. Hago la salvedad que no soy experto en ciencias de la conducta o algo que se le parezca, pero si un aventurado que incursiona por campos nuevos, para tratar de hacer algo distinto al escribir sobre esto, que a varios nos apasiona. Alejado de cierto y usual romanticismo procesional, que quizá sólo aparezca brevemente como corolario. Pareciera que cuando la almohadilla del anda se posa en el hombro de un cargador, se activaran muchos cables dentro, como si destellos eléctricos se esparcieran por todo el ser. Si se va con los ojos abiertos, quizá evocar en esa cuadra, cuando el papá, la mamá, los abuelos o los tíos se situaban con uno, precisamente en ese sitio para ver pasar el cortejo. Si se

tratara de ir con los ojos cerrados, permitir que trabajen otros sentidos, particularmente el oído, con las marchas y el olfato, con el olor del incienso, corozo, pino, aserrín y hasta el propio aroma, que cobra matices especiales, que incluso acendran la loción, perfumes aplicados para la ocasión, o el propio sudor por la jornada Todo cobra matices distintos. Quizá también tocan momentos sumamente duros, ante la pérdida (lejana o reciente), de un ser querido, un amigo, un hermano del turno o de filas. E irremediablemente, todo eso se agolpa, se atropella, incluso a un ritmo que rebasa los compases de una marcha, escritos en papel pautado. Toca hacer una mezcla entre la música, el dolor y darles el ritmo adecuado, para el vaivén del anda y el caminar acompañado de esos 80, 90, 100 o más hombros. Y para quienes lo hemos vivido, sabemos que resulta inevitable detener esa avalancha de neuronas que se disputan la puesta prioritaria de los recuerdos en nuestra cabeza, de por sí ya sudada con el capirote, el casco, la capucha, otro atuendo según la procesión, o descubierta, expuesta a lo que la meteorología haya decidido para la ocasión. Como todo en esta vida, con el

rompimiento de tantos moldes y uniformidades, ante esa libertad de pensamiento “matizada” en las redes sociales (plagadas de gentes de todas las raleas, como diría Serrat y secundando lo que dijo Umberto Eco sobre esto), el tema de la Semana Santa y mucho del ataque hacia el gremio de los cucuruchos, se ha disparado de una manera inusitada. Pero en muchos casos, esas reacciones virulentas provienen de personas que sin la más remota idea y vale ser redundante, ¡no tienen la más mínima idea, de qué pasa por la mente de una persona al momento de cargar! Incluso desproveyendo de la visión estrictamente religiosa. ¡Hay más allá! Resulta un ejercicio, quizá pocas veces realizado, adentrarse a la psiquis de quien carga, buena o mala persona, contrito o pecador, para entender lo que sus pares y quizá algunas personas ajenas a ello, hemos tratado, pero con más alcances, lo que sucede en esos 10, 15, o 20 minutos (esto último, en turnos extraordinarios), cuando se porta al Nazareno, Crucificado, Yacente, Resucitado y a la Madre (en transidas y también festivas advocaciones). Juzgar a la ligera, podría ser tan audaz, como esa ignorancia de las que

algunos hacen gala, al decir de un extinto profesor de filosofía. Y para terminar estas líneas, rescatando ese indefectible amor lírico-procesional, va un remate que resume todo: (Poema 525) ¡HOMBRE QUÉ LLORA AL CARGAR! ¿No resulta acaso arcaico / pensar que el llanto / el derramar las lágrimas / es exclusivamente femenino? // Pues no es así lectores / El ¡hombre que llora al cargar! / quizás desata en ese momento / un salado manantial guardado / Porque en la errada ortodoxia / se asocian las lágrimas / con evidente debilidad / ¡Nada más lejos de la verdad! // El ¡hombre que llora al cargar! / lo hace con gozo, agradecimiento / tristeza, desasosiego, angustia / ¡y no sé cuánto más! // Son quizá, los únicos instantes / en que de forma alguna / se limpia el alma, se cauteriza / y cicatrizan determinadas heridas // ¡Al pie del Señor, / en el bolillo!* [Guatemala, cuaresma, 26 de marzo de 2015]. *En el argot procesional guatemalteco, el bolillo es un travesaño, en donde se coloca una almohadilla de cuero o terciopelo, que cae en el hombro del cargador, por un espacio aproximado de 100 metros, en 10 minutos. Guatemala, Semana Santa de 2020.


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Un silencio en nuestra partitura Damos muchas cosas por sentado. La terca mirada que dirigimos a nuestro ombligo nos hace pensar que el presente es algo inmutable. Que ciertas cosas siempre han sido y siempre serán así. Proyectamos lo que vivimos –lo que pensamos, lo que sentimos– ahora mismo hacia el pasado y hacia el futuro. Luis Méndez Salinas

Poeta, escritor, ensayista, editor y pensum cerrado en arqueología por la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Cucurucho. Integrante del grupo Cucuruchos Seculares y colaborador del Programa Memorias del Cucurucho.

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e pensado en esto durante la Cuaresma más atípica que cualquier guatemalteco vivo pueda recordar. Quizá solo la Cuaresma de 1976 se compare, pero no: esto es distinto. Con todo y terremoto, nuestros padres salieron a la calle para soportar juntos la pena alrededor de lo que consideraban sagrado. Improvisadas, irregulares, con cambios drásticos respecto al plan establecido, las procesiones salieron a la calle. Aho-

ra, las condiciones son radicalmente distintas, y en los días de procesión ese cambio resulta mucho más notorio. Las calles que a ciertas horas debieron estar repletas atestiguando “como siempre” el paso de la tradición, este año han estado completamente vacías, sin los olores propios de la época, sin los sonidos que nos avivan la memoria, sin la gente que las suele abarrotar. Y cuando pienso en la gente, no pienso sólo en los cucuruchos que este año nos quedamos sin cargar, ni en los vecinos que no podrán retomar su cuadra para hacer una alfombra, ni en los artistas que dejaron en suspenso los símbolos que veríamos sobre las andas. Pienso en los sastres y las costureras que no vendieron una sola túnica, pienso en los miles de vendedores ambulantes para quienes la mejor temporada del año se perdió, pienso en los encargados de las liras, de los lazos y las plantas eléctricas que con su trabajo del día a día mantienen su hogar, pienso en los músicos, en las cocineras, en todos los que no pueden darse el lujo de quedarse en casa sin pensar en más. Y pienso también en las ideas

que no llegarán a nosotros mientras caminamos en la fila, en las intuiciones que no se revelarán en el momento menos pensado sobre el espacio público de nuestra ciudad, en los gestos sencillos y necesarios que este año no podremos ver. Sin embargo, la situación ha puesto frente a nosotros una enorme cantidad de tiempo, silencio y soledad para sentir y para pensar estas cosas. Y, a pesar del encierro al que las circunstancias obligan, las redes sociales nos han trasladado ya gestos solitarios y hermosos que recordaremos toda la vida. Por ejemplo, la imagen del cucurucho solitario que, clarinete en mano, entonó a una voz las notas de Tinieblas en la aldea Jocotenango; las decenas de veladoras encendidas, los arreglos florales, el cuadro con una fotografía del Redentor del Mundo a las puertas de la iglesia del Barrio El Gallito; el centenario de la llegada del hermoso nazareno que el Barrio Santa Marta no pudo celebrar. ¿Seremos los mismos en la Cuaresma de 2021? ¿Cómo será nuestro país? ¿Cómo quedará el mundo después de una crisis como esta? Solo el tiempo lo dirá. Las certe-

zas escasean. En circunstancias normales, este suplemento del diario La Hora debería salir de las prensas el día Miércoles Santo 8 de abril de 2020, justo en el centenario de la caída de Manuel Estrada Cabrera. Por tanto, no sé si este suplemento se imprima según lo planeado, pero espero que de algún modo estas palabras lleguen a sus manos y les hagan compañía. Las certezas que sí tengo me abruman: sé que la terraza de Martín estará sola la noche del Sábado anterior a Ramos, pues Jesús del Consuelo seguirá dentro del camarín que lo resguarda todo el año. Sé que el Domingo de Ramos no habrá romanos en el Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala, que mis amigos Cucuruchos Seculares no se pondrán la túnica en el día que esperan todo el año. Sé que el Lunes Santo el viejísimo barrio de La Parroquia no recibirá en sus calles al Vecino Distinguido de las Tres Potencias, que Paco y yo no nos veremos en El Granada antes de cargar nuestro turno. Sé que el Martes no habrá flores a los pies del Nazareno de La Merced, y que Engler no alimentará por la tarde su álbum

personal de transeúntes y estampas cuaresmales. Sé que la tarde del Miércoles el silencio cotidiano será el dueño indiscutible del Barrio San Antonio. Sé que el Jueves Jesús de Candelaria no estará en las calles. ¡Impensable! Impensable pero cierto, lo repito y no lo creo: Jesús de Candelaria no saldrá el Jueves Santo. Sé que Carmen no viajará por la tarde a Quetzaltenango para replicar el rito que sus abuelos le heredaron. Qué decir de la madrugada del Viernes. Arnoldo no vendrá a la casa, ni caminaremos juntos por las calles desiertas hacia La Merced, ni esperaremos a que se abra el templo para que estallen las notas de ¡Señor, pequé! No habrá ningún estallido esa madrugada. Y en la tarde... no me atrevo ni a pensar cómo será la tarde de este Viernes Santo. Quizá el Domingo de Resurrección sintamos algo parecido a la esperanza. Quizá restauremos nuestras certezas y esperemos desde ya el próximo año. ¿Saldremos de esta? Sí. ¿Habrá cambios sustanciales, en lo colectivo y en lo individual? Seguramente. Necesitaremos solidaridad y empatía. Tendremos que meter bien el hombro para que el peso de la crisis por venir no caiga por completo sobre nosotros y nuestros hermanos. En los últimos días, he pensado la Semana Santa en Guatemala como una partitura. A lo largo del tiempo, el pueblo ha escrito en ella las notas más bellas, más tristes y más contradictorias. En su construcción estética está cifrado el sentimiento religioso, la visión del mundo, la conducta ritual, la tradición milenaria y la capacidad expresiva de una sociedad como la nuestra. De todos lados vienen los aportes y de todos lados las lecturas. Y en esa diversidad –en esa polifonía– se enriquece lo que podemos sentir y pensar sobre este país. Lo escrito sobre el papel pautado de la tradición está vivo: cambia y permanece, experimenta y conserva, tiende al futuro pero no olvida el pasado. Los compases correspondientes al 2020 los escribiremos con nuestras túnicas colgadas, con los incensarios limpios, con los turnos guardados, desde lo más íntimo de nuestra soledad. Quizá este silencio en nuestra partitura sea propicio para encontrarnos de nuevo con el valor y el sentido profundo de la estupenda melodía que colectivamente somos capaces de crear. Luis Méndez Salinas Ciudad de Guatemala, 25 de marzo, 2020.


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Suplemento Semana Santa

De Panchoy a la Ermita: el traslado de tres emblemáticas esculturas de Jesús con la Cruz a cuestas La conmemoración de la Pasión de Cristo, tiene sus orígenes en Guatemala desde el siglo XVI fruto de la ardua labor de evangelización que llevaron a cabo los misioneros enviados al Nuevo Mundo por la iglesia católica. Mario Alfredo Alvarado Vela

Historiador por la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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a ciudad de Santiago de Guatemala en su estadía en el valle de Panchoy fue cuna de diversos acontecimientos históricos así como el génesis de muchas devociones que llegaran a nuestros días lamentablemente en el año de 1773 un devastador terremoto destruye la ciudad por lo cual la corona española en medio del proceso de las reformas borbónicas ordenara su abandono y posterior traslado al valle de la Ermita. Es importante señalar que la religiosidad popular y la devoción por la Pasión de Cristo eran de las conmemoraciones más importantes en la ciudad y que llevaban siglos de venirse celebrando con toda la pompa y mística del caso. Es por ello que en este artículo identificamos como fue el proceso del traslado de tres esculturas de Jesús con la cruz a cuestas que dada su importancia y presencia en el ideario de las personas hizo que estas se trasladaran a esta ciudad capital como parte de un proceso para forzar la migración de los habitantes de la añeja ciudad del señor Santiago a esta nuevo asiento de la urbe. JHS de la Merced En este mismo contexto recordemos que en el siglo XVI surgirán las primeras cofradías dedicadas al culto de la Pasión de Cristo, siendo una de las más antiguas la que rendía culto a un Nazareno propiedad de los padres mercedarios y que según sus miembros había sido fundada esta entidad en 1582 en de Santiago de Guatemala. Tras algunas desavenencias con los citados religiosos los cofrades que eran la elite socio-económica de la ciudad encomendaron a Mateo de Zúñiga un célebre escultor de la época la realización de una escultura propia la cual fue entregada en 1655. La citada obra maestra pronto se posiciono en el ideario de la ciudad a tal grado que el 5 de agosto de 1717 fue solemnemente consagrada en una ceremonia que se podría decir fue una verdadera fiesta ba-

rroca en la América Española. Posteriormente en el año 1721 el ayuntamiento jurara al Nazareno de la Merced como patrón de la ciudad contra pestes y calamidades. Lo anterior dio paso a que esta talla se utilizara en múltiples rogativas por diversos motivos en la ciudad de Santiago de Guatemala mismas que aun siguen teniendo vigencia pues la última se realizó

ya en esta ciudad capital con motivo del cambio de siglo. Lo anterior eran suficientes elementos para identificar una cofradía junto a su escultura como una de las más activas y fuertes de la ciudad en los siglos XVII y XVIII. Es por ello que cuando se dio la orden del traslado de la ciudad el capitán Martin de Mayorga ordenara que dentro de las primeras obras de arte trasladadas a este valle este el Nazareno de la Merced situación que se concretó en el año de 1778. Con este traslado podemos observar como la función social y religiosa de las esculturas religio-

sas fue determinante para hacer migrar algunos vecinos que aun dudaban de mudarse y lo hacen siguiendo a una de las más bellas esculturas de Cristo con la cruz a cuestas y que tenía una sólida presencia en el ideario popular fruto de la ardua labor de su cofradía y de mayordomos como Juan Antonio Colomo o Nicolás Pérez de Santa Maria. Actualmente Jesús Nazareno de la Merced se venera en el neoclásico templo mercedario inaugurado en el año 1813 en su retablo que fue elaborado en el siglo XVIII y que se trasladó a esta ciudad capital

siendo sacado en cortejo procesional el día martes santo en conmemoración de su jura como patrón de la urbe y el viernes santo en la antigua función penitencial de la cofradía que se realiza desde siglos atrás. JHS de los Milagros En este mismo contexto surgirá a finales del siglo XVII en la periferia de la ciudad de Santiago en el paraje denominado Chipilapa un barrio de mulatos y personas marginales las cuales según los cronistas de la época fueron testigos de un impresionante milagro cuando tembló milagrosamente una cruz que se encontraba en sus calles. Esto motivo a los files del lugar a lograr construir una ermita para su veneración misma que fue edificada tres veces hasta su destrucción en el año 1773 la citada edificación religiosa estaba dedicada al a Virgen Maria bajo el nombre de Ermita de Nuestra Señora de los Dolores al Pie de la Cruz del Milagro ubicada entre las calles de la Sangre de Cristo y Chipilapa. Es para el siglo XVIII cuando se edificaba la última de varias construcciones en este solar que un vecino de la urbe de nombre Lorenzo de Paz donara a esta ermita un Nazareno de su propiedad con la condición que se le rindiera culto y organizara una cofradía para velar por su culto. Lo anterior fue aceptado por el prioste del lugar y rápidamente los vecinos fundaran una cofradía la cual pronto estableció su cortejo procesional en la noche del martes santo por las calles empedradas de la ciudad. Este cortejo se mantuvo aun después de los terremotos de Santa Marta como lo atestiguan algunos documentos pero saliendo desde el hospital de San Pedro pues la ermita del barrio de Chipilapa había sido destruida en gran parte y sus bienes fueron llevados al citado lugar. En este mismo contexto dentro del proceso del traslado y posterior forzamiento del mismo el citado barrio se vio abandonado en su totalidad sus calles se cerraron y la totalidad de su población migro a la Nueva Guatemala de la Asunción. La escultura del Nazareno junto con otros bienes y la citada cruz del Milagro se trasladaron a esta ciudad en 1780 siendo desde entonces parte importante de las Pasa a la siguiente página


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Viene de la página anterior conmemoraciones de la Pasión de Cristo hoy en día bajo el título de Jesús Nazareno de los Milagros. Su veneración es actualmente en el santuario del Señor San José a donde tras varios viajes en el siglo XIX llego esta esplendorosa talla de autor anónimo atribuida popularmente sin ningún respaldo documental al insigne Alonzo de la Paz y Toledo su cortejo procesional mayor es el domingo de ramos pero en el siglo pasado surgió una procesión penitencial conocida del silencio la cual se lleva a cabo el jueves después del miércoles de ceniza por los viejos barrios de la Nueva Guatemala de la Asunción. JHS de Candelaria A mediados del siglo XVI el primer obispo de Guatemala Francisco Marroquín edifico una ermita dedicada al a Virgen de Candelaria en

el barrio del mismo nombre el cual era habitado por indígenas Cachiqueles y Tlaxcaltecas bajo la administración de los padres dominicos. Es en este espacio devocional que llegara en el siglo XVII según recientes investigación del Dr. Mario Alfredo Ubico un nazareno procedente de la capilla del Rosario de Naturales que tras su cierre fueron estos bienes llevados a Candelaria. La presente escultura de Cristo con la cruz a cuestas nos muestra una pieza interesante con una mirada al frente y características muy especiales que nos hacen pensar que es uno de los nazarenos más antiguos que se veneran en el país. Se cofradía en la época colonial estuvo compuesta únicamente por indígenas será hasta casi mediados del siglo XVIII que esta comenzara aceptar ladinos siendo su cortejo procesional en la noche del jueves santo.

Suplemento Semana Santa En este sentido existen múltiples documentos que nos hablan del desarrollo del citado cortejo desde tiempos inmemoriales dice un breve del papa Inocencio XI del año 1677. La devoción creció por este nazareno a tal grado que fue necesario elaborar una puerta directa para su capilla siendo los vestigios de la misma en la Antigua Guatemala mudo testigo de esta devoción ancestral. En este contexto tras la ruina del terremoto de Santa Marta en el año 1784 bajo la guía del Padre Josep Maria de Eloso que se traslada la parroquia de Candelaria y sus bienes religiosos dentro de ellos esta bellísima escultura. Con el paso del tiempo su cortejo de jueves santo a crecido de gran manera hasta ser uno de los más grandes que existen hoy en día en Guatemala se conoce al Nazareno

de los ojos verdes desde el año 1927 como Cristo Rey. Conclusiones Se ha dejado clara evidencia como estas tres esculturas de Pasión fueron fundamentales para el desarrollo de los cortejos de pasión en Santiago de Guatemala y como en diversos contextos históricos y sociales dado lo vivido en la colonia y que Severo Martínez Peláez describe con gran maestría no fue obstáculo para que se lograra una constante presencia en el ideario de las personas por esta advocación de Cristo. Lo anterior también fue un detonante para que muchas personas se trasladara para esta ciudad capital en búsqueda del Nazareno de su devoción lo anterior fue ya en el siglo pasado parte de la concepción histórica que se buscó rememorar cuando en 1963 fue llevado el Nazareno de Candelaria

en peregrinación a las ruinas de su capilla y más adelante se replicó con el Nazareno de los Milagros en 1996 cuando igualmente regresa a la Antigua Guatemala y visitara las calles de su barrio a la vera del rio pensativo y se le nombrara protector perpetuo de esta emblemática ciudad. No será hasta el año 2005 con motivo del 350 aniversario de su puesta en veneración que también el Nazareno de la Merced regreso a la ciudad que le vio nacer y consagrar en una histórica peregrinación. Estos tres ejemplos nos pueden dar una idea de cómo pudieron haber sido sus cortejos procesionales en la llamada romántica ciudad colonial, pero también evidenciar el papel en la historia del arte y religiosidad de las citadas esculturas de Pasión que veremos pronto por las calles de esta Nueva Guatemala de la Asunción.


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Suplemento Semana Santa

Y ahora qué hacemos… -en Semana Santa cabemos todosLa cuenta regresiva se nos rompió abruptamente, las circunstancias obligan al cucurucho a terminarla antes de ni siquiera empezar a saborearla. Se nos niega la posibilidad de estar en el único movimiento en que cabemos todos. Esta cuaresma se nos ha hecho lenta, casi imposible, no llegará el tiempo en que nos sentimos uno y en que la familia, la de sangre y la extensa, la de los amigos, se convoca y saluda. Mario Martínez Chuy

Y

Profesor de Ciencias Sociales y cucurucho.

allí vamos, en fila de a uno, caminando sin cortejo y sin saber a dónde, relativamente ordenados y motivados por un innumerable suma de objetivos y convicciones. Los cucuruchos van allí, aquel que es rojo y el crema, el chairo y el facho, el patrono y el obrero, el artista, el médico, el militar y el militante, el viejo: veterano de mil batallas y el joven: novato imberbe que se aplica mitad entusiasmado y mitad absorto a la fiesta. Todos nosotros convocados por el morado que nos iguala, con el sentimiento que nos hace uno, participes etéreos esta vez, en la que sin duda alguna es la manifestación religiosa y cultural por excelencia de este país. Y pues ahora que hacemos, se nos quita la esencia de nosotros mismos, se los corta la posibilidad de llevar al niño de la mano, de seguir el paso cansado del anciano, se nos veda la posibilidad de conversar con el amigo, de criticar un adorno, de disfrutar una marcha, de aspirar el incienso y el corozo; se nos cercena, allí, cerquita del corazón esa vena que palpita a ritmo de redoble y se nos asfixia, allí en donde respiramos a golpe de timbal, la ilusión de un turno que no será; pero sobre todo se nos impide convivir en unidad, por una semana en que las calles son tomadas por los habitantes de la ciudad, para sentirse pueblo. Se nos escinde en el tiempo que usualmente contamos al revés y que nos recuerda día a día a lo largo de una semana y algunos domingos más, de dónde venimos y que continuamos siendo lo que somos en Semana Santa y ahora más que nunca; esa semana en la que nos abrazamos todos, desde lo religioso, lo antropológico, lo musical y lo culinario, en esa totalidad que nos dibuja como sociedad y que aparte de mentalidades, credos e ideologías, abre sus brazos año con año con un preámbulo de cuarenta ansiosos días para acogernos; porque en ella, en esa semana que es nuestra, cabemos todos. El cucurucho, ese personaje in-

descifrable, raro y en alguna medida pintoresco, tiene una y mil caras: son esos rostros de desconocidos que paradójicamente nos son conocidos, esas fisonomías que reconocemos cada año en esa época que nos regocija plenamente y que nos hace sentirnos participes de una procesión. Es una íntima satisfacción y un recto orgullo, el tener la posibilidad de ser partícipes y piezas de una Semana Santa, no sé si la más bella del mundo, pero si la más colosal, porque nos incluye a todos y es la que se conmemora en Guatemala. Y bueno, ahora que hacemos… buscar consuelo en una marcha fúnebre que salta de una bocina más triste que nunca, porque no hay banda en la calle; encontrase con los perfumes que no huelen a nada, porque no hay incienso ni corozo, contemplar el abrasador asfalto de una mañana de jueves, porque no hay alfombra que lo vista y lo engalane; almacenar la túnica, doblar la paletina y guardar la madrileña y así salir a encontramos con la nada, pues los amigos y la familia no están en la calle, celebrando la Semana Santa. Si, escribo celebrando, pues la Semana Santa es fiesta, y fiesta de carácter nacional, con jolgorio y feria, con

abrazos y besos, risas y bromas, con encuentros y también desencuentros, con música y comida; y que como toda fiesta es motivo de bienestar unificado y presencia de quienes queremos, y el cariño a las cosas que amamos. Y que hacemos ahora, si nos quitan la Semana Santa, esa que una muchedumbre espera, una multitud que vive la ansiedad de su llegada y que ahora no será. Esa que es perfecta sintonía de corazones que rebozan sangre lila; una flor, un incensario que despierta, un cartabón que nos acaricia el hombro al señalar el alto, es la agonía de una cuenta de tiempo al revés, acercándonos cada vez más a la explosión de color y olor que se nos regala cada año. Es un sol que calcina, el olor del corozo, del nardo y del trébol, un chubasco que nos sorprende, una alfombra que se tiende a los pies de El Señor; es el sabor de la sazón criolla, un súchiles en fraternal tertulia o un reparador chinchivir de receta casi mítica; es el sonido de la matraca que llama al silencio y la sonora presencia de las marchas. Nos quitan, los motivos sobran aquí, la felicidad manifiesta en los rostros de los cucuruchos, silencian la conversación en los atrios y en la nostalgia del cucurucho que está lejos, legionarios que esta vez no vendrán. Se nos niega, la ocasión del encuentro y reencuentro de los amigos que compartimos lo mismo, cada año igual y sin embargo cada año distinto; cucuruchos todos que, a pesar de las diferencias y distintos uniformes, les une el sentimiento único de ancestral

celebración, con corazón eternamente morado. Y si, estamos devastados, por no hacer lo que nos gusta, estamos sentidos en lo íntimo, pues este año dejaremos de sentirnos uno, dejaremos de experimentar esa magia de convivir, de cooperar y llevar un anda adelante, como una metáfora eterna de nuestro país, en donde si alguna vez nos pusiéramos de acuerdo y con los timoneles correctos y capacitados, avanzaríamos mejor. Nos lo quitaron, nos despojaron de todo; pero allí estaremos, es más estamos contando ya los días para el año venidero, en una espera que ahora será kilométrica, pero que asumiremos con la resiliencia que los cucuruchos tenemos, sabedores que aunque esta vez nos quedemos en casa, confinados en la tristeza y la nostalgia, nuestra

Cuaresma y nuestra Semana Santa, revive allí, en donde todos cabemos, en la herencia familiar que cultiva la devoción y la participación en esta ceremonia anual que permanece y subsiste por la identidad y que pervive en el patrimonio, ese que no se ve, pero que todos sabemos que está allí y que sin ser la vida, es parte fundamental de la misma. El cucurucho esta temporada, estará día a día echando de menos lo que no fue: aquellos mágicos días en que mi ciudad rebosa de gente. Aquellas jornadas en que se apelmaza la masa, aglutinándose en un sentimiento impar; tiempo en que el país despierta y resucita en una devoción colectiva; que se dibuja y reinventa en un trasmundo inexplicable; época en la que mi Guatemala se palpa en una dicotomía de sentires, en un calidoscopio de mil y un colores, en una calle de tres o más texturas; en una cocina de decenas de sabores; en un atrio de gala ataviado. Días en que reina ese esplendoroso mutismo que explota en oración si se pone un poco de atención y se logra oír el silencio, aquel que cálidamente se convierte en plegaria y que se corta con la fúnebre concordancia de una marcha, o que simplemente cumple con la cita de identidad de cada año, más allá de lo que creemos y lo que pensamos. Pero como siempre, el cucurucho en esta Semana Santa, que no fue, estará imaginando ya y preparando desde ya lo que se viene, así ha sido y así será, una espera que por ahora esta llena de nostalgia, pero que explotará en vivencia, color y olor en poco mas de un año, el cucurucho no volverá a las calles, por que en el fondo nunca se ha ido, siempre esta, siempre se queda.


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Suplemento Semana Santa

De las ordenanzas y funcionamiento de la Cofradía de la Santa Veracruz del templo franciscano de la Capital del Reino de Guatemala

En el año 2018 este servidor publicó el trabajo de investigación titulado: “La cofradía de la Santa Veracruz de Santiago Capital del Reino de Guatemala y sus ordenanzas del año 1533”, tomando de base el hallazgo de un documento antiguo que es un traslado o copia fechada para el año 1560 de las originales ordenanzas del año 1533, el documento, aunque en mal estado de conservación en su parte inferior, permitió rescatar esas disposiciones, en total 29 ítems, algunas de ellas, las principales se resumen así: Mario Alfredo Ubico Calderón

Arqueólogo, historiador, arquitecto, Maestro y Doctor en Conservación. Profesor e Investigador de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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la fecha de fundación de la cofradía fue el 9 de mayo de 1533, esto confirma lo aportado por el cronista Domingo Juarros quien rescató para la posteridad tal fecha, siendo la ciudad de Santiago asentada en el valle de Almolonga donde se llevó a cabo ese acto. Al poco tiempo, a raíz de la catástrofe del año 1541

se lleva a cabo el traslado de la Capital al cercano valle de Panchoy. La procesión seria cada jueves santo saliendo del templo franciscano -El Domingo de Ramos habría cabildo general para organizar la procesión -El portador del crucifijo seria cofrade y vestiría de manera semejante a N.S. Jesucristo, esto es con túnica. Que la noche del Jueves Santo serían entregadas las varas de la cofradía a quiénes se designara para

regir la procesión. -La noche del indicado jueves, dos hermanos deberían recoger limosna Las mujeres podían participar en la procesión, e ir descalzas alumbrando el recorrido con velas y rezando. -En la Pascua de Resurrección, muy temprano, habría procesión con candelas encendidas. -El 3 de mayo habría procesión con cirios y misa en la sede. Era el día de elección de autoridades. -No se admitían conversos o moriscos. -Estando enfermos debían ser atendidos por los hermanos y si morían enterrarlos. -Esta cofradía tenía entre sus atribuciones pedir los cuerpos de los ajusticiados y enterrarlos. -Los cofrades debían tener una vestidura blanca, con dos escudos de la cofradía. Este escudo presentaba las cinco llagas de Jesucristo. -Si había excusa de algún cofrade a la disciplina debía pagar 25 pesos de oro y 4 libras de cera. Sólo los que habían cumplido 60 años estaban exentos de la disciplina. -Los cargos eran dos alcaldes, cuatro diputados un mayordomo y un escribano y los candidatos debían ser en número doble al de los puestos en elección. Estas ordenanzas tan tempranas son las primeras que se conocen de una cofradía penitencial para Guatemala, sin duda estuvieron vigentes a lo largo de la Época Colonial porque no se conocen otras en los siglos XVII y XVIII. En el año 2019 este servidor publicó el trabajo de investigación titulado “Sucesos notables de la cofradía de la Santa Veracruz del templo de San Francisco de la Capital de Guatemala 1604-1825 “el cual es una efemérides de hechos acaecidos en esa cofradía plasmados en el 2 libro de la cofradía que corre desde el año 1604 hasta 1807. A lo largo de muchos años los esforzados cofrades plasmaron las elecciones de sus autoridades en mayo de cada año, así como el Domingo de Ramos anualmente organizaban la procesión que saldría el Jueves Santo. Algunos de los acontecimientos importantes de dicha organización religiosa fueron los siguientes: por ejemplo, su emblema original plasmado en sus ordenanzas de cofradía del

año 1533 consistente en las cinco llagas de Jesucristo detalle que recuerda los estigmas de San Francisco de Asís; cabe destacar que esta cofradía sacaba procesión de sangre los Jueves Santo de cada año. En lo concerniente a la procesión para citar un año concreto, en 1677 la misma iniciaba con campanilla, estandarte, la imagen del Ecce Homo, “La Sangre” es decir los hermanos disciplinantes con la insignia del Lignun Crucis, y las andas de la Virgen; pero años antes eran sacadas las imágenes del Cristo de la Columna y un Crucificado. En el asiento de hermanos de la cofradía se especificaba si eran de “sangre” es decir de aquellos que salían en la procesión efectuando penitencias con efusión de sangre o de “luz” lo que equivalía a llevar velas para alumbrar el camino. En esta entidad, a lo largo de la Época Colonial figuran como miembros personas muy importantes, entre ellos el presidente de la Real Audiencia Antonio de Peraza y Ayala inscrito en 1615, el capitán don Antonio Justiniano regidor de la ciudad quién fue alcalde de la cofra-

día en 1651, Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán quien escribió la “Recordación Florida” este fue alcalde de la cofradía en 1659; adicionalmente se incluye al artista Alonzo de la Paz y Toledo quién fue asentado como hermano en 1675, también don Francisco Montúfar renombrado pintor asentado en 1682 y se menciona de último pero no por ello menos importante al mismísimo Santo Hermano Pedro de Betancur quien fue asentado por hermano en 1665. Durante el inicio del siglo XVIII aún se mencionan imágenes de la procesión al Ecce homo y N. S. de Dolores, pero en 1725 se habla de estandartes, aunque en 1782 ya en la Nueva Guatemala de la Asunción se habla de comisarios del Ecce Homo lo que supondría la procesión, aunque prevalecen los estandartes. Posteriormente al año 1821, fecha de la independencia de España, la cofradía ahora llamada del Lignum Crucis proseguía en sus actividades devocionales, aunque en estos años figura con patronazgo del Ayuntamiento.


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Suplemento Semana Santa

La “demanda” en las cofradías penitenciales de la Capital del Reino de Guatemala y sus alrededores La “demanda” durante la Época Colonial era una actividad de las cofradías devocionales de la Capital del Reino y de los pueblos de la provincia de Guatemala, algunos de ellos situados a considerable distancia, y consistía en pedir limosnas para su funcionamiento, efectuar alguna celebración o en algunos casos para obrar una capilla o templo. Esta actividad debía ser conocida por la Superioridad Eclesiástica para autorizar a personas responsables de llevar a cabo la recolección de limosnas, delimitar el ámbito geográfico y fijar el tiempo que duraría. Las siguientes informaciones proceden mayormente del Archivo Histórico Arquidiocesano “Francisco de Paula García Peláez” de Guatemala. Mario Alfredo Ubico Calderón Arqueólogo, historiador, arquitecto, Maestro y Doctor en Conservación. Profesor e Investigador de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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as demandas eran una realidad en algunas épocas del año como la Navidad y la Semana Santa, aunque podía haberlas en otras fechas, dependiendo de las necesidades de las cofradías. Durante la Navidad se tiene reportes de demandas por los cofrades de la Capilla de Santa Ana de indios en el templo franciscano en 1697, también en la capilla de la ermita del Espíritu Santo en 1705, capilla de Santa Ana de indios en el templo mercedario a principios del siglo XVIII, así mismo en la Ermita de Santiago por la misma época, en la cofradía del Niño Jesús fundada en el templo de Candelaria, en el ingenio dominico del Cerro Redondo en 1708, también en la cofradía de San Benito de Palermo del templo franciscano, en un templo provisional llamado de Guadalupe en 1712. Esta costumbre persistió en la Nueva Guatemala así se observa en la cofradía del Carmen en los años 1785,1787 y 1789, así mismo en la Venerable Orden Tercera franciscana en el año 1818. Sin duda en el interior de Guatemala hubo igual situación.

Ahora bien en la Cuaresma y Semana Santa la demanda era igualmente una actividad muy importante, así se infiere de la información histórica disponible, entre las cofradías que tenían a bien pedir limosna estaba la Santa Veracruz del templo franciscano, ellos pedían en la puerta del templo y luego en el recorrido de su procesión “de sangre” que se llevaba a cabo normalmente en la noche del día Jueves Santo, otra cofradía que tenía a bien pedir limosna era la del Nazareno mercedario quién sacaba la pequeña imagen del “Niño de la Demanda”, así mismo la del Nazareno de San Jerónimo con sede en la ermita de su barrio, esta última organización tuvo en el siglo XVIII el montaje de “autos sacramentales” para obtener fondos, las cofradías de “indios” como eran la del Nazareno de Candelaria, también tenían a bien solicitar limosnas para llevar a cabo sus actividades; resulta interesante el caso de otras cofradías como la menos conocida del Cristo Crucificado del pueblo de Santa Isabel muy cercano a la Capital del Reino, cuyos integrantes tuvieron a bien mediante limosnas la construcción de una suntuosa capilla abovedada, espacios logrados también en otros barrios por

sus respectivas cofradías para los Nazarenos de San Jerónimo y Candelaria. En algunas ordenanzas de entidades penitenciales aparece el cargo de recaudador de limosnas como sucede con la hermandad de Jesús Nazareno de la parroquia de la Asunción del valle de la ermita en la primera mitad del siglo XVIII, así mismo en las ordenanzas del Señor Sepultado de Santo Domingo de 1753, allí se especifica que los

demandantes debían pedir limosnas los viernes del año e ir delante de la procesión con el mismo propósito. En el siguiente cuadro es posible observar algunas cofradías de Jesús Nazareno y como dispusieron la demanda en el ámbito geográfico donde fueron fundadas. La recolección de limosnas fue una actividad frecuente en la Época Colonial, esto independientemente que existieran otras fuentes de recursos como donaciones tes-

tamentarias, el concurso de mecenas y la labor de infatigables cofrades que por medio de su trabajo procuraron el engrandecimiento de esas instituciones, tomando en consideración los gastos en que incurrían tanto para asistir a enfermos y el enterramiento de hermanos fallecidos como la adquisición de cera, patentes, ornamentos, retablos y otros muebles necesarios al culto e inclusive, la construcción de capillas.


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Suplemento Semana Santa

La virgen redentora de tributos en la rebelión de los tzendales de 1712: Breves notas sobre religiosidad popular y política maya en tiempos de despojo

“La burguesía se entretiene en una crítica racionalista de método, de la teoría, de la técnica de los revolucionarios. ¡Que incomprensión! La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia, está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual. Es la fuerza del mito. La emoción revolucionaria…” (Mariátegui, 1930, pág. 19). C. Rafael Castillo Taracena

Licenciado en Arqueología, Magíster en Ciencias Sociales y Doctor en Sociología. Profesor e investigador en la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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ste artículo pretende dimensionar la importancia que tiene la religiosidad y las espiritualidades de los pueblos, en relación a sus imágenes de culto devocional, en los procesos políticos. De manera etnohistórica, es un texto que nos acerca al sentido ontológico de la religiosidad popular o de los pueblos, que se observa en muchos espacios, y que no es ajeno a la Semana Santa guatemalteca como fenómeno amplio de religiosidad y espiritualidad popular. Este aporte pretende ser un ejemplo metodológico y espistemológico que sea útil para los estudios de cultura popular, religión y política, de los cuales la Semana Santa no es para nada ajena.

La llamada conquista española fue un proceso constante de expropiación y sometimiento violento, y no solamente el periodo en que las huestes españolas y auxiliares indígenas derrotaron militarmente a muchos pueblos de la América nativa. Este momento originario representa la imposición de una condición social radicalmente opuesta y adversa a los modelos y formas ancestrales de la tradición prehispánica. La constitución del indio como sujeto expropiado de su trabajo vivo representa en carne y hueso este momento originario. De acuerdo con Viqueira (1997, págs. 19-20) la región tzendal no fue una excepción del brutal descenso poblacional que provocaron las epidemias, el aumento de las cargas tributarias y de la desorganización generalizada de las sociedades nativas. Para 1612 la población de la Provincia de Chiapas disminuyó

en dos terceras partes en 83 años. Descenso poblacional que continuó en menor grado hasta 1660, año en que se vislumbra una tendencia a la recuperación que sería frenada tras la sublevación (Viqueira, 1997, pág. 36). La rebelión de 1712 en la Provincia de Chiapa ha sido considerada la más violenta, de más larga duración y la única con características de una verdadera sublevación en el Reino de Guatemala (Martínez Peláez, 2011, pág. 340). En

informes de la época se cuenta en 32 el número de los pueblos mayas sublevados (Juarros, 1936a, pág. 15). Diferente a los motines en cuanto al nivel de organización y planificación, el movimiento permitió retomar el control de un vasto territorio al Norte y Noroeste de Ciudad Real, a través de un proceso de inversión radical del sistema político religioso de dominación colonial confiscándolo a beneficio de los tzendales (Saint-Lu, 1986, pág. 23). El poder de la iglesia local fue arrebatado a sus anteriores ostentadores en un movimiento rebelde inspirado en arreglo a valores religiosos propios de la conciencia de una clase despojada y explotada a más no poder. En este sentido, una trama místicareligiosa daba forma al horizonte político de la sublevación. La investigación de Saint-Lu (1982) pone en relieve los aspectos religiosos contenidos en las formas políticas y organizativas de los indígenas tzendales en la sublevación. En el informe del Obispo Fray Gabriel de Artiga, vicario provincial de la Orden de Santo Domingo hasta su fallecimiento el 30 de agosto del mismo año se narran episodios de apariciones de vírgenes que dejaban mensajes subversivos a los indígenas. Fenómeno socio-religioso, como lo hace llamar, desarrollado al amparo de una ilusión, de una utopía hacia tiempos mejores. Tiempos sin rey ni dios, tiempos sin alcaldes, sin obispos, sin curas párrocos, sin justicias. En general, tiempos sin los expropiadores de

sus bienes comunes. Agrega el autor que este tipo de fenómenos religiosos son potenciados por una ilusión mesiánica (fin del horror colonial, instauración del reino de la felicidad…) propia de los pueblos oprimidos, que toman formas en el imaginario católico, pero con genealogías políticas y espirituales de la tradición prehispánica. Para Saint-Lu (1982, pág. 574) el catolicismo expresado en las formas religiosidad de la sublevación tzendal, representan una máscara superficial que oculta un rostro tradicional poco o nada afectado por la intromisión del cristianismo, que se pone al servicio de la confiscación del poder que la iglesia local ostentó en la región. Confiscar el poder político y simbólico de la iglesia colonial les permitió tejer una teología y una praxis de la liberación del trabajo propio de la explotación colonial. Este fenómeno fue interpretado por Severo Martínez Peláez (2011, págs. 403-404) como la trama religiosa del poder, la cual da cuenta de la estrategia ejecutada por los tzendales para hacerse de la autoridad -tanto política como moral-, con la confiscación de la institución colonial que los oprimía física e ideológicamente, pero de la cual también eran parte como sujetos colonizados. Esta condición hace que la religiosidad indígena históricamente sea atravesada por un catolicismo adaptado y administrado por el poder (cívico-religioso), más las modalidades introducidas de tradición prehispánica.


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Suplemento Semana Santa Lo más notable de la rebelión de los tzendales, como lo indica Coralia Gutiérrez (2010, pág. 68) fue la reversión de la ideología dominante en contra del dominador, en el uso de la religión colonial y las utopías cristianas como movilizadores sociales. Este doble proceso de reversión ideológica y subversión del poder (como ha sido llamado por Saint-Lu) la confiscación de imágenes y símbolos, así como de sus lugares de culto para recrear una iglesia nativa fueron los primeros pasos. El ajuste o re-orientación de la del mesianismo judeo-cristiano en la imagen de la Virgen del Rosario,1 que pasó de ser únicamente la salvadora y protectora de los cristianos, sus hijos, según culto mariano, a ser la madre protectora que los liberaría de la explotación colonial. En ese ajuste discursivo surge una imagen aurática, la “virgen redentora de tributos, símbolo de la rabia y el descontento de los pueblos tzendales, tojolabales, zoquez y tzoziles hacia sus explotadores, pero también la reconfiguración genealógica del sentido de origen que señala el lugar utópico en la lucha por restituir posibilidades del trabajo propio. La toma violenta del poder local y posteriormente la sublevación regional (con todas las implicaciones materiales que conllevó) son un entramado de motivaciones económicas, políticas y espirituales de carácter restitutivo, sin que esto signifique un retorno íntegro a la época prehispánica. En su informe de causas enviado al Vaticano, el Obispo Fray Gabriel de Artiga dedica suma atención a los actos de “idolatrías” que estaban detrás de la sublevación y del trabajo organizacional elaborado a partir de la aparición de la Virgen María (Tavárez, 1999, pág. 8). Esto sucedió en el pueblo de Oxchuc (pueblo de la provincia de los tzendales) llamado también Santa María Tueltepec, cinco meses an-

tes del estallido de la sublevación (1707). Según Fray José Monroy, los tzendales de este pueblo fingían que la ya aparecida imagen se había comunicado con una joven indígena para pedir la construcción de una ermita en el monte para ser resguardada y venerada. Con el mismo objetivo, denuncia Monroy, también construyeron el milagro del descenso del cielo de una cruz católica. Otra parte del mensaje de la virgen decía que ella venía del cielo para ayudar a los indios y que esto lo tenían que avisar a los justicias 2 (Martínez Peláez, 2011, pág. 387). Un común denominador en la trama político religiosa del movimiento subversivo fue la emergencia de agentes espirituales encarnados en indígenas; quienes, desde ermitas instaladas fuera de los pueblos, transmitían mensajes y promesas redentores provenientes de la virgen. Según registros coloniales, las primeras apariciones de la virgen y de los ermitaños se dieron en la zona tzotzil en 1707 (Saint-Lu, 1982, pág. 573). Dos años después en Chamula, también pueblo tzotzil, y un año más tarde en Zinacantán, ambos muy cercanos a Ciudad Real, también en Chilón (pueblo tzendal) como en San Pedro y Santa Marta (pueblo tzotzil de la Provincia de las Coronas) (Martínez Peláez, 2011, pág. 387). En 1711 se desarrollaron en Tonalá, San Andrés y Chenaló (Martínez Peláez, 2011, pág. 387). Para Jan de Vos (2011, pág. 27), Fray Joseph Monroy se percató de que en la ermita de la Virgen de Santa Marta se conformó una situación difícil de manejar, los justicias respaldaban el milagro de la virgen y de sus mensajes enviados a través de la joven mujer indígena llamada Domina López, y le pidieron insistentemente que celebrara misa en la ermita. La estrategia de Monroy para librase de dicho compromiso y acabar con el milagro

predicaba que, para hacer misa, se necesitaba el permiso del Obispo, proponiéndoles ir a Ciudad Real a presentar a la imagen de la Virgen y a la joven indígena. El resultado de la estrategia fue la recuperación de la imagen y el encarcelamiento de Dominica Pérez y su esposo Juan Gómez, ambos enviados a prisión al Castillo de San Felipe en el Golfo de Honduras. Fray Joseph Monroy buscó la ermita para comprobar las “idolatrías” y el peligro que implicaba este tipo de prácticas “paganas”, las cuales se tenían que destruir. No obstante, también descubrió que los intentos por quemar o destruir las ermitas provocaba amotinamientos en los indígenas (De Vos, 2011, pág. 25). No obstante de todas las anteriores experiencias del movimiento político-religioso de la sublevación indígena de 1712, en las apariciones de la virgen fue la que se desarrolló en la ermita de Cancuc, en

el mes de mayo de ese año, la que muestra diferencias en cuanto a la toma de conciencia y de organización que adquirió (De Vos, 2011, pág. 24). En este lugar sagrado se cristalizó el momento insurreccional que invirtió temporalmente la estructura local de dominación colonial en favor de los pueblos sublevados. Este arrebato del poder colonial para confiscar, vigilar y castigar símbolos, imágenes y utopías, permitió la movilización de líderes de otros pueblos de otras provincias. Eran, una multitud de personas más que aumentaban el culto de mensajes de liberación en el milagro de la Virgen del Rosario. De acuerdo con Saint-Lu en el orden espiritual su comportamiento revolucionario alcanza su plena significación y este consistió en apuntar a la emancipación de la tutela de los curas (1982, pág. 574). En Cancuc este movimiento político-religioso se radicalizó de tal manera que la violencia sagrada, establecida en los mitos católicos, devino posibilidad de la violencia divina (defensa de la vida) contra la explotación y el despojo del hacer genérico de lo indígena-humano. De acuerdo a Severo Martínez Peláez (Martínez Peláez, 2011, pág. 404), los tzendales tomaron conciencia que para suprimir el aparato de dominación colonial había que desplazar a los curas párrocos, a la vez que se suprimía la explotación en nombre de valores religiosos de la doctrina católica. En palabras del autor, esto fue como «arrebatarles el monopolio de la representación divina».

Después del éxito de esta contra-insurgencia a la colonia, cinco meses después del alzamiento de Cancuc, desacreditar el valor religioso que le concedían a los milagros fue una prioridad. Algunos de los líderes, como Lucas Pérez (el secretario de María de la Cruz), Juan García (capitán de la resistencia de Cancuc y el elegido para ser Rey), así como la misma madre de la joven médium, antes de morir (probablemente bajo la tortura…) confesaron la falsedad de los milagros. Por su parte, la médium María López y el líder intelectual Sebastián Gómez, huyeron a las montañas, llevándose con ellos la protección de lo que simbolizaban. Este despertar político en la religiosidad de los indígenas de 1712, en Provincia de los Tzendales, consistió en hacer que la práctica religiosa se trasformara en práctica política. Por esto, en las convocatorias se demandó obediencia y convicción hacia una configuración del imaginario en el milagro que representaba a la violencia divina como las posibilidades de reconstruir los valores milenarios de estas tierras. En este orden religioso invertido de las imágenes dialécticas de las representaciones religiosas se afianzó el proyecto político e ideológico de la sublevación. La imagen invertida de la Virgen del Rosario proporcionó la utopía tzendal. La toma del poder local, con las singularidades creyentes de los indígenas en la iglesia, devino la estructura para la revolución. Redimirse de los curas era redimirse de los tributos y esto pasaba por defender a la Virgen del Rosario y su mensaje redentor.


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Imágenes del Viernes Santo de Jesús de La Merced: 1931 en Ciudad de Guatemala El Departamento de Cinematografía de la Tipografía Nacional realizó desde 1929 hasta 1951, noticieros de actualidades, generalmente relacionadas con la labor administrativa de los gobiernos presididos por Lázaro Chacón, Jorge Ubico y Juan José Arévalo.

Édgar Barillas

Licenciado en Historia. Maestro en Restauración de Monumentos con especialidad en Bienes Inmuebles y Cetros Históricos. Doctor en Arquitectura con Énfasis en Conservación

Se trababa de películas silentes que se exhibían en las salas de cine, establecimientos escolares, cuarteles, etc. En algunos casos, los temas podrían ser variados y así se conservan registros de desfiles, conmemoraciones históricas, eventos deportivos, reportajes diversos, rituales religiosos especialmente católicos. La Cinemateca Universitaria “Enrique Torres” consiguió hacia finales de la década de

1970, una colección de 500 rollos de aquellos noticieros, los cuales conserva en sus bodegas. A partir de ahí, el Archivo de la Imagen del Instituto de Investigaciones Históricas, Antropológicas y Arqueológicas -IIHAA-, de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, inició un proceso de digitalización de fotogramas (cada imagen de una película, aisladamente; una película podría tener entre 18 y 24 fotogramas por segundo), lo que permite tener un panorama general del contenido de cada rollo.

Entre las películas cuyos fotogramas han sido digitalizados, existe un noticiero que recoge diversos eventos a lo largo del año 1931; este contiene imágenes de bailes de proyección folklórica, una exposición canina, las ruinas de un templo católico, así como actividades religiosas tal la procesión de la Virgen de Guadalupe (con el templo aún no concluido) e imágenes del Viernes Santo en la Capital. Por considerar este un documento iconográfico de gran valor, pues con sus imágenes podemos acercarnos a la Guatemala de inicios de la cuarta década del siglo XX y en especial a las celebraciones religiosas oficiales en la Capital de la República, presentamos seis de los fotogramas digitalizados de aquella ocasión.

El próximo 28 de febrero de 2021 se cumplirán tres siglos de la jura de Jesús Nazareno de La Merced como patrón y abogado contra pestes y calamidades, males temporales y espirituales, de la Ciudad de Santiago de Guatemala. El cabildo de la ciudad, asistió el primer viernes de cuaresma de 1721 a la iglesia de Nuestra Señora de La Merced, y jurando sobre los evangelios, recibió al Nazareno como protector, comprometiéndose a asistir perpetuamente a su Reseña de Martes Santo.

Walter Enrique Gutiérrez Molina Secretario Académico y Catedrático Titular de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Nombrar santos o esculturas protectores no era algo excepcional en la sociedad colonial. En el caso de Santiago de Guatemala llegó a contar con por lo menos una docena de ellos. Lo que hace singular esta jura es quizás, en primer lugar, la permanencia en el ideario social del hecho; la importancia de la cofradía del Nazareno Mercedario y, sus conexiones con el poder local. Este fue un acontecimiento que en su origen representa las relaciones políticas, sociales y económicas de las cofradías santiagueñas del siglo XVIII, tres siglos después posee una connotación más espiritual, vigorizada por las crecientes necesidades de un pueblo que, aunque reducido en porcentaje, mantiene las costumbres y tradiciones ancestrales que rodean el culto a las esculturas coloniales. Sin embargo, y como sucede cuando de historia se trata, nunca se está completamente seguro de poder cerrar un capítulo investigativo. De ahí que, pese a que varios historiadores del arte y de la Semana Santa guatemalteca han tocado el tema de la jura, se presentó para el libro que la parroquia La Merced publicó en este año, un breve estudio sobre un documento poco abordado hasta hoy. Se trata de una página del Libro de Cabildo del Ayuntamiento de Santiago de Guatemala en la cual se anota la solicitud que los cofrades de Jesús de La Merced presentaron ante ese cuerpo colegiado el día 18 de febrero de 1721. Gracias al interés de los investigadores Willian Salazar y Oscar Haeussler, ambos colegas historiadores, se procedió a localizar el libro y el acto de solicitud de la cofradía para que el cabildo de Santiago de Guatemala procediera a la jura. Una vez localizado se pudo constatar que después de conocida la solicitud, los integrantes del cabildo, que eran al

mismo tiempo cofrades de Jesús de La Merced, redactaron una respuesta que quedó registrada en los márgenes de dicha página. Lo complejo es que el espacio es reducido y la cantidad de texto saturó la misma, haciendo difícil su paleografía. Con paciencia se pudo ir realizando la transcripción, modernizándola para su mejor comprensión. En ella hay una pequeña porción del texto que cambia el título con que hasta el presente se conoce a Jesús de La Merced. En él aparece que el cabildo acordó jurarlo como su patrón y abogado, un protector y un defensor. ¿Por qué cambió o se redujo el título con que Jesús Nazareno ha llegado hasta nuestros días? La razón puede estar en el mismo Libro de Cabildo, cuando registra el acto de la jura, realizado el 28 de febrero y anotado el 28 de marzo de 1721. En él desaparece la palabra abogado y solo queda explicita la función de defensor cuando el texto dice: “desde ahora para siempre jamás recibir a este Divino Señor por su Patrón y poniéndole debajo de su protección y amparo le suplican rendida y humildemente se sirva a librar a toda esta ciudad de todo género de peligros temporales y espirituales y más especialmente de los que producen los terremotos con que la divina justicia la tiene amenazada y de peste fuego agua y demás necesidades…” Es decir que entre lo acordado y lo realizado desapareció uno de los títulos en virtud que la función estaba implícita en el acto y en algo que ha sido practicado casi inalteradamente desde el siglo XVIII: la procesión de La Reseña. Resulta interesante resaltar que, a diferencia de la consagración, realizada poco menos de cuatro años antes, los documentos de la jura del ayuntamiento ante Jesús de la Merced reconociéndolo como patrón, son mucho más certeros en cuanto que están perfectamente asentados en los lugares en que debían registrarse: el libro de actas del


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Patrón y Abogado de la Ciudad de Guatemala 1721-2021 cabildo y el libro de aumentos de la cofradía. Hay un tercer testimonio incluido en la Recordación Florida, obviamente insertado posterior a la conclusión del texto por Antonio de Fuentes y Guzmán, situación que también sucede con el registro de la consagración. Entre ambos eventos, el de la consagración y el de la jura, pesan circunstancias particularmente llamativas. Mientras que sobre la primera no hay registro localizado en las fuentes episcopales, ni una constante celebración anual que la recuerde por lo menos hasta finales del siglo XX, la jura, además de tener los registros en los tres lugares citados, reproduce año con año la actualización del reconocimiento de Jesús Nazareno como Patrón Jurado de la Ciudad. La procesión de La Reseña, que existe anterior a la jura, desde 1702, se convirtió por la misma disposición del Ayuntamiento en el recuerdo entre la comunidad de dicho acontecimiento a partir de ese año. Resulta interesante que es la procesión de la cual se tiene más constancia de continuidad en la historia de la Semana Santa guatemalteca. Esto conlleva a pensar en la importancia que

el cabildo y la ciudad dieron a la memoria del suceso tratado acá. Contar con el Nazareno de La Merced como patrón y abogado fue para ellos un motivo de orgullo de clase, pero al mismo tiempo, proyección social hacia el resto de estratos de la ciudad. Con el traslado de la ciudad de Santiago y todos sus patronazgos, privilegios y prerrogativas, Jesús de La Merced se convirtió en patrón de la nueva capital del reino y posteriormente de la capital de la Federación y luego de la República. Esta situación se mantuvo vigente por lo menos hasta la década de 1870 en que la Reforma Liberal extinguió la presencia oficial en los actos religiosos. Sin embargo, la procesión continuó desarrollándose, modificando ligeramente su primigenia intención de clase, pero no el espíritu de lo que significa la protección divina sobre la ciudad y sus habitantes. Es evidente que, a través del tiempo, especialmente en el siglo XX, la cofradía, convertida en directorio y luego en grupo de colaboradores parroquiales, mantuvo con mucha claridad la figura de Jesús Nazareno como Patrón Jurado, especialmente por el vínculo del acto en mención realizado en 1721 con la celebración de la procesión de La Reseña. Es decir que, la realización de la procesión del Martes Santo por la mañana se convirtió en el signo visible del acontecimiento protagonizado por el cabido de la Ciudad de Santiago, aunque ya vaciado de su contenido de clase, vitalizando e impulsando el sentido espiritual de la jura. Eso no significó, sin embargo, que hasta la década de los 80, la procesión fuese organizada por un reducido grupo de personas y Jesús llevado en hombros por miembros prominentes de las élites económicas y políticas de la sociedad. Este breve repaso por la historia de la jura de Jesús de La Merced como patrón y abogado, valora este último título, olvidado desde la realización misma del evento, pero que ha sido una constante en el reconocimiento que su cofradía y luego el pueblo le ha dado desde 1721. Al ser abogado es defensor, pero no solo de los males materiales, como los que aquejan a Guatemala y la ciudad en estos momentos, sino los espirituales, que son, sin

duda, de muy amplias y variadas repercusiones. En este 2020, en que La Reseña será suspendida, quizás por primera vez en sus 318 años de historia, el acontecimiento de la Jura acontecido hace 299 años, seguramente hará reflexionar a fieles y académicos sobre el devenir de la historia del pueblo de Guatemala y sus efectos sobre la cultura y las tradiciones. Grabado de la casa Turgis de París, finales del siglo XIX. Los grabados, así como la pintura devocional, mantuvo siempre presente en la feligresía la figura de Jesús de la Merced como Patrón Jurado contra los males temporales y espirituales de la Ciudad de Guatemala. Colección particular. Documento que contiene la solicitud de la cofradía de Jesús de La Merced para que el cabildo jure a Jesús de la Merced como su patrón y lo acordado por el mismo, señalando que se le reciba como Patrón y Abogado. Archivo General de Centroamérica -AGCA- S. A.1. Legajo 2840 Expediente 25358.


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