Diario La Hora 26-05-2012

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REPORTAJE

TADOS, EXIGEN SUS DERECHOS

La Hora

Guatemala, 26 de mayo de 2012/Página 7

Destaparse fue como quitarse un peso de encima”. Angy Rivera Residente en Nueva York y nacida en Colombia

in papeles dan la cara cuanto es amenazado con la deportación. Abdollahi se ríe cuando recuerda el comienzo del movimiento en el 2006 y 2007, las furtivas conversaciones con otros jóvenes temerosos de ser detenidos por los agentes de inmigración si se revelaba su identidad. “Tenía miedo de usar mi verdadero nombre, incluso en correos electrónicos”, agregó. En aquel entonces, el movimiento estaba centrado en la teórica Ley DREAM, que iba a facilitar la obtención de la ciudadanía a jóvenes que se graduaran de la secundaria y se matricularan dos años en una universidad o se enrolaran en las fuerzas armadas. La ley no prosperó. Ante ese fracaso en el 2007, Abdollahi y otros decidieron actuar más drásticamente. Organizaron pequeños “destapes” en recintos universitarios. El primero gran acontecimiento tuvo lugar en marzo del 2010 en la Universidad de Chicago. El movimiento se extendió rápidamente y los jóvenes de dedicaron a exponer sus casos de deportación con “destapes” anuales en todo el país, copiando alguna de las tácticas de la batalla por los derechos civiles de los negros: ser detenidos por desobediencia civil. La primera detención de Abdollahi tuvo lugar en mayo del 2010 en Tucson, Arizona, en la oficina del senador republicano John McCain. Abdollahi y otros cuatro activistas, con sus túnicas graduados, se sentaron en el área de recepción bajo una bandera estadounidense y se negaron a irse. McCain, uno de los patrocinadores de ley DREAM Act en el 2007, enfureció a los jóvenes sin papeles en el 2008 al indicar que no la respaldaría sin mayores controles fronterizos. Abdollahi pasó la noche en la cárcel del condado de Pima antes de ser transferido al ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas), donde fue encerrado en una habitación con otros 20 extranjeros sin papeles detenidos en una redada. Fueron esposados y metidos en un microbús para ser llevados a la frontera y deportados. Los “privilegiados estudiantes indocumentados”, dijo Abdollahi, fueron liberados. El movimiento aprendió la lección. Cuando los activistas jóvenes se congregan ante los medios de comunicación y representados por abogados, no son encarcelados. Hay ahora una red bien relacionada de abogados especializados en litigios de inmigración, docentes y otros profesionales que ofrecen sus servicios por dinero. Y el año pasado, en un ruidoso “destape” en Atlanta, el representante John Lewis, de Georgia, gritó “indo-

cumentados y sin miedo” y dijo a los congregados que estaba dispuesto a ser detenido con ellos. “Las cárceles de Georgia, las cárceles de Estados Unidos, no son ya suficientes para encerrarnos a todos nosotros”, dijo Lewis. ICE dice tras esas concentraciones que el nuevo enfoque “incluye centrarse en los extranjeros que han cometido delitos y los que hacen peligrar la seguridad pública y la integridad del sistema de educación”. La nueva política de ICE, adoptada hace un año, ordena a sus agentes considerar el tiempo pasado por un detenido en el país y si el cónyuge o los hijos de esa persona son ciudadanos estadounidenses. Pese a los cambios, sus detractores sostienen que no es posible deportar a todos los jóvenes que están en el país ilegalmente. Según El Consejo Estadounidense de Inmigración, unos 2,1 millones de jóvenes podrían beneficiarse con la DREAM Act. Unos 65.000 estudiantes sin papeles se gradúan anualmente de las escuelas de enseñanza secundaria en Estados Unidos. Su trato varía de estado a estado. Trece permiten a los jóvenes sin papeles matricularse en la universidad al mismo precio que los residentes legales. Y tres — Texas, Nuevo México y California — les permite recibir becas gubernamentales. Empero, solamente una ley federal puede otorgan a los extranjeros sin papeles la tarjeta verde — el permiso de residencia — por lo que incluso los que lograr graduarse quedan en un limbo: abogados, ingenieros y maestros que sólo pueden ejercer empleos modestos, igual que hicieron sus padres por no tener papeles. “Respiro aire estadounidense, viajo por carreteras estadounidenses, como comidas estadounidenses, escucho radios estadounidenses, veo televisión estadounidense, visto ropa estadounidense”, comenta Alaa Mukahhal. “He asistido a universidades estadounidenses públicas y privadas, he leído a autores estadounidenses, hablo con acento estadounidense, debato apasionadamente la política estadounidense y empleo las expresiones idiomáticas estadounidenses. Soy musulmán, árabe, palestino y estadounidense”. Mukahhal, de 25 años, se estrelló contra lo que llama el “muro invisible” tras graduarse de la Universidad de Illinois como arquitecta. Nacida en Kuwait de padres palestinos que la trajeron a Chicago a los 6 años, Mukahhal sólo comprendió las implicaciones de su situación cuando salió a buscar trabajo. Se considera más afortunada que otros: Illinois permite a los extranjeros sin papeles pagar las mismas matrículas que

FOTO LA HORA: AP / Nam Y. Huh

El movimiento, que comenzó hace unos años durante la campaña por el Dream Act, ahora tiene miles de miembros y redes bien organizadas en Nueva York, Chicago y Los Ángeles.

FOTO LA HORA: AP / Nam Y. Huh

Jóvenes sostienen carteles durante una manifestación de estudiantes indocumentados en Daley Plaza, en Chicago. los residentes legales. Pero Mukahhal no puede trabajar en su especialidad por carecer de un número de la seguridad social o permiso de trabajo. “Mi vida pendía de un hilo”, según Mukahhal. “Estaba angustiada. Era como haberme quedado atascada en el tiempo, salvo que seguía envejeciendo”. Mukahhal se desespera cuando oye a los políticos y otros que le aconsejan “volver al país de la forma debida” o “hacer fila”. “La gente no entiende”, sostiene Mukahhal, que solicitó asilo con la esperanza de que un juez de inmigración se hiciera cargo de su situación. “No hay fila para alguien como yo”. Los detractores sostienen que el acceso a la ciudadanía para jóvenes como Mukahhal es una amnistía que recompensa y anima la conducta ilegal de sus padres, además de drenar fondos federales y estatales que financian los programas de ayuda.

FOTO LA HORA: AP / M. Spencer Green

Alaa Mukahhal.


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