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Rese単as de Esperanza
Esperanza PĂŠrez Labrador
Rese単as de Esperanza http://www.lagardeideas.com
El 16 de septiembre de 2011 Iñaki Gabilondo, Baltasar Garzón, Olga Viza y Blanca Rosa Roca presentaron en Casa América, de Madrid, a Esperanza, el libro del que es autor Jesús M. Santos y, sobre todo, glosaron a Esperanza Pérez Labrador, la mujer que protagoniza el relato, un ejemplo de rebeldía y dignidad. Los medios de comunicación acogieron a Esperanza con dedicación y cariño (obligado es reconocerlo) en páginas de periódicos, programas de radio y televisión, blogs, medios interactivos... La acogida desbordó las expectativas. Las agencias Efe y Europa Press llevaron las primeras informaciones a todos los medios, pero muchos de ellos prestaron una atención personalizada y cualificada: El País, el grupo Vocento, ABC, La Vanguardia, Público, El Mundo, Ara… La cadena SER en Hora 25, Onda Cero en Las tardes de Julia, RNE en En días como hoy y en Carne
cruda de Radio3, Radio Cataluña, Canal Sur Radio… También los informativos de TVE, Cuatro, Telecinco; el programa Millenium de TV3, que dirige Ramón Colom, Miradas2 y Página2 de TVE… Escolar.net, Entremedios, Propera/parada/cultura… son algunos de los blogs españoles que han prestado atención a Esperanza. También lo han hecho otros radicados en muy diversos países: Argentina, Uruguay, Cuba, Paraguay, México, Estados Unidos, Italia. Bitácoras dedicadas a información, a la literatura, a los derechos Las agencias de Incluso comunicación prensa general actualizan humanos… uno yde SanenEsteban de la Sierra, diariamente sus contenidos por lo que hemos suprimido las reseñas a en Salamanca, y otro dedicado al fútbol español… en las que ya no es posible acceder. Cuba. Algunos direcciones por su extensión no enlazan automaticamente con Roca Editorial realizado un trabajo de promoción y su la noticia original. ha Cuando esto suceda copie y pegue la dirección en navegador. difusión extraordinario, tenaz y eficiente. En este cuaderno se recogen algunos de esos trabajos. Para ver un vídeo, escuchar un audio o leer la noticia desde la web original, se puede clicar en el enlace o copiar-y-pegar la dirección en el navegador. Para facilitar la tarea al lector hemos suprimido las reseñas a las que no es posible acceder en los medios que las ofrecieron, así como algunas noticias o reportajes redundantes, incluidos, por ejemplo, en varios medios de un mismo grupo editorial.
Casa América Esperanza Jesús M. Santos viernes 16/09/2011 http://vimeo.com/29707933 Fuente: Casa América
El pasado 16 de septiembre de 2011 se presentó en Casa de América el libro ‘Esperanza’, de Jesús M. Santos, con la presencia de Esperanza Labrador, Baltasar Garzón (magistrado), Olga Viza (periodista), Jesús M. Santos (periodista y autor de las memorias), y Blanca Rosa Roca (directora de Roca Editorial). Sinopsis: Un joven desaparece de Rosario (Argentina) en 1977. Dos meses después, comandos vinculados al ejército asaltan la casa de sus padres y la de sus hermanos: matan a uno de ellos, a su esposa y a su padre. Esperanza emprende
un recorrido en busca del hijo desaparecido y por la memoria de los familiares muertos. Nada es fácil, todo es torvo y oscuro, pero también repleto de ilusión y expectativas; a veces, de ingenuidad. En ambos casos hay emoción y esperanza.
“Al recordarla no puedo evitar que las lágrimas me enturbien la vista y el recuerdo. No es posible sufrir tanto dolor y mantener la dignidad. perder a su marido, dos hijos y una nuera, y presentarse exigiendo justicia es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por la justicia” Baltasar Garzón.
“Ella hizo de su nombre una actitud ante la vida. Una vida que no podía imaginar ni el más desalmado de los novelistas” Olga Viza.
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odo esto ocurriera‌
…el prólogo lo había puesto la editorial con esta reseña para la prensa. Sinopsis: Esta es la historia de Esperanza Pérez, española nacida en Camagüey (Cuba), recriada en San Esteban de la Sierra (Salamanca) e instalada en Rosario (Argentina). Su madre murió al poco de nacer ella, y su padre, al darse cuenta de que no podía cuidarla, se la dejó «en depósito» a una familia que la aceptó como una hija más hasta
que, años después, el padre que nunca había dado señales de vida volvió para recuperarla. Esta es la historia de un desgarro. De una vida nueva: la que la pequeña Esperanza empezó en España, tierra áspera, tan diferente a su Cuba natal. De un doloroso proceso de adaptación. También es una historia de amor, porque Esperanza conoció a Víctor,
con quien en 1950 y ya madre de la sinrazón terrorista se confundió tres hijos (y un cuarto por llegar), con la razón de Estado. emigró a Argentina, para volver a Esta podría ser una historia empezar. inventada, pura ficción. Pero Esta es la historia de un tiempo Esperanza existe, vive, y su batalla aciago. Septiembre de 1976. El no ha terminado. pequeño de la familia, Miguel Ángel Labrador Pérez, desaparece; Víctor Labrador, Palmiro Labrador Pérez “Estoy seguro de que este libro y la compañera de este último, Edith Graciela, son asesinados. es el trabajo de un periodista. Puede Poco después, el general Leopoldo ser una crónica, una biografía, pero Fortunato Galtieri se excusará, pero también puedo aceptar que no sólo por la muerte del padre. «Fue se ajusta al modelo testimonial. un lamentable error». Para mí lo que este libro tiene de Esta es la historia de una lucha, ejercicio literario pretende que la la que Esperanza mantiene para narración ayude a sentir la historia recuperar a su hijo. Una historia de Esperanza. Porque Esperanza terrible y, por terrible que resulte es, sobre todo, una emoción.” decirlo, una historia habitual en El autor. Argentina, y en otros países donde
Entre los medios, el primero fue El País martes 09/08/2011 Javier Rodríguez Marcos http://www.elpais.com/articulo/ultima/Dormia/vestida/queria/mataran/camison/elpepiult/20110915elpepiult_2/Tes
El resto es literatura. La actualidad, la historia y la memoria mandan en el otoño casi tanto como eso que llaman “los mercados”. De las tres cosas hay en Esperanza (Roca), la crónica biográfica en la que Jesús María Santos retrata a Esperanza Pérez, una española de Cuba que terminó viendo cómo su hijo engrosaba la lista de los desaparecidos en la Argentina en la dictadura militar.
el blog de José Luis Ibáñez, Libro y autor. lunes 18/07/2011 José Luis Ibáñez Ridao http://libroyautor.blogspot.com/2011/07/la-emotiva-historia-de-una-madre-de.html
La emotiva historia de una “madre de mayo” española, apuesta de no-ficción de Roca para el otoño
La emotiva historia de una “madre de mayo” española, apuesta de no-ficción de Roca para el otoño. Es un afortunado título con un doble sentido que va como anillo al dedo al libro. Esperanza, de Jesús María Santos, narra la historia de Esperanza Pérez, española nacida en Camagüey (Cuba), recriada en San Esteban de la Sierra (Salamanca) e instalada en Rosario (Argentina). Su madre murió al poco de nacer ella, y su padre, al darse cuenta de que no podía cuidarla, la dejó «en depósito» a una familia que la aceptó como una hija más hasta que, años después, el padre que nunca había dado señales de vida volvió para recuperarla. En 1950, emigró a Argentina con su marido, Víctor Labrador, y sus tres hijos. Esperanza es, también, la crónica de un tiempo aciago. Septiembre de 1976. El pequeño de la familia, Miguel Ángel Labrador Pérez, desaparece y Víctor Labrador –el marido-, Palmiro Labrador Pérez –otro de sus hijos– y la compañera de éste, Edith Graciela, son asesinados. Eso sí, poco después, el general Leopoldo Fortunato Galtieri se excusará… por la muerte del padre. «Fue un lamentable error», dijo. Esperanza cuenta la historia de la lucha que esta mujer valiente mantiene para recuperar a su hijo. Una historia que aún no ha acabado. Esperanza existe, vive, y su batalla continúa. “En todas estas “locas con pañuelo a la cabeza” he encontrado más dignidad que en toda la carrera judicial junta”, asegura Baltasar Garzón sobre Esperanza.
José Luis Ibáñez tras anunciar la aparición del libro, publicó un artículo dedicado a la presentación de Esperanza. lunes 05/09/2011 José Luis Ibáñez Ridao http://libroyautor.blogspot.com/2011/09/baltasar-garzon-presentara-esperanza-la.html
Baltasar Garzón presentará Esperanza, la dramática historia de una Madre de mayo española
El pasado lunes 18 de julio, os adelantaba una de las grandes apuestas de Roca en no-ficción para este año. Se trata de Esperanza, la dura historia de una mujer española que perdió a su marido, a dos hijos y a la compañera de uno de ellos durante la dictadura argentina. El autor, Jesús María Santos, ha reconstruido la historia de esta mujer y su lucha por la dignidad y la verdad. Roca la ha incluido en su colección Memorias. El próximo 16 de septiembre se presenta en Madrid, en colaboración con Casa de América. El acto público es a las 19:30. Estará la protagonista del libro, Esperanza Labrador, el autor, Jesús M.ª Santos, Baltasar Garzón, la periodista Olga Viza y la editora, Blanca Rosa Roca. Casa de América se encuentra en la plaza de Cibeles, 2, de Madrid. Baltasar Garzón ha escrito respecto a esta historia: “al recordar a Esperanza Labrador no puedo evitar que las lágrimas me enturbien la vista y el recuerdo. No es posible sufrir tanto dolor y mantener la dignidad. Perder a su marido, dos hijos y una nuera y presentarse firme exigiendo justicia es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por la justicia”.
La editorial habĂa insistido con su avance de novedades y, mĂĄs tarde, subiendo el libro a su web. Rocaeditorial http://www.rocaeditorial.com/catalogo/esperanza-1079.htm
Qué leer resumió los hechos más relevantes de la historia de Esperanza. Antonio G. Iturbe http://www.rocaeditorial.com/cont/catalogo/docsPot/Sep11QL-Esperanza.pdf
Esperanza con rabia La lucha de una madre de mayo continúa
Esperanza Labrador lleva 35 años buscando a su hijo Miguel Ángel, secuestrado por la dictadura militar argentina, que también se llevó la vida de otro hijo, su nuera y su marido. Jesús María Santos relata su estremeedora historia.
En Camagüey (Cuba) Radio Cadena Agramonte se hizo eco de la presentación de Esperanza. El texto lo firma, nada menos, una nieta de José Mestril, el papá al que Esperanza siempre quiso. Su nombre y su apellido abren su historia. Raysa Mestril http://www.cadenagramonte.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=16759:esperanza-perez-labrador-una-mujeruna-historia-que-sobrepasa-la-realidad&catid=109:opinion&Itemid=140
Esperanza Pérez Labrador: una mujer, una historia que sobrepasa la realidad
El próximo 16 de septiembre, la Casa de las Américas, situada en Madrid, España, será testigo de un acontecimiento excepcional. Gracias al empeño de Roca Editorial, en su colección Memorias, el periodista español José M. Santos, presentará el libro Esperanza, acerca de la azarosa vida de Esperanza Pérez Labrador, una mujer nacida en la centro-oriental provincia cubana de Camagüey, y que, años más tarde, perdió a su esposo y tres hijos varones durante la sangrienta dictadura militar de Argentina. El reconocido jurista español Baltasar Garzón, al comentar sobre tan desgarrante historia, precisó que “al recordar a Esperanza Labrador no puedo evitar
que las lágrimas me enturbien la vista y el recuerdo. No es posible sufrir tanto dolor y mantener la dignidad. Perder a su marido, tres hijos y una nuera y presentarse firme exigiendo justicia es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por la justicia.” Opiniones de otros periodistas españoles como Olga Viza, manifiestan que “Esperanza hizo de su nombre una actitud ante la vida. Una vida que no podía imaginar ni el más desalmado de los novelistas.” Autor de la obra, José M. Santos, anticipa que “se trata del peregrinaje de Esperanza Pérez, española nacida en Camagüey, Cuba; recriada en San Este-
ban de la Sierra, Salamanca, España, e instalada en Rosario, Argentina. Su madre murió al poco de nacer ella, y su progenitor, al darse cuenta de que no podía cuidarla, se la dejó a una familia que la aceptó como una hija más, hasta que años después el padre volvió para recuperarla”. Sin dudas, es el puro reflejo de un desgarro; de un ser que empezó una nueva vida en España, tierra áspera, tan diferente a su Cuba natal. De un doloroso proceso de adaptación; pero también es una página de amor, porque Esperanza conoció a Víctor, con quien en 1950 y ya siendo madre de tres hijos -y un cuarto por llegar-, emigró a Argentina, para volver a comenzar otra vez. Esta es la historia de un tiempo aciago: septiembre de 1976. El pequeño de la familia, Miguel Ángel Labrador Pérez, desaparece; Víctor Labrador, Palmiro
Labrador Pérez y la compañera de este último, Edith Graciela, son asesinados. Poco después, el general Leopoldo Fortunato Galtieri se excusará, pero sólo por la muerte del padre: Fue un lamentable error. Cuando abra las páginas, el lector se dispone a ser partícipe de una larga odisea para devolverle el cariño y la ternura al hijo ausente. Por terrible que resulte decirlo, hechos como este son habituales en Argentina y en otros países, donde la sinrazón terrorista se confundió con la razón de Estado. Tal vez podría ser una narración de ficción, pero Esperanza existe, vive, y su batalla no ha terminado, hasta que se haga total justicia por la memoria de los más 30 mil desaparecidos en los tiempos dictatoriales que oscurecieron a América Latina.
La Casa América lo incluyó en su agenda del mes de septiembre. Casa América Noticia actualizada: http://www.casamerica.es/sociedad/esperanza
Si se mira atrás, hace quince años, El Pais ya contaba un p matar a su hijo Palmiro”. Inmaculada G. Mardones
http://www.elpais.com/articulo/espana/STRASSERA/_JULIO_CESAR/ESPANA/ARGENTINA/ARGENTINA/DESAPARECIDOS_Y_DICTADURA_MILITAR_
“No se asusten venimos de matar a su hijo Palmiro” Tres miembros de la familia Labrador fueron asesinados durante la dictadura militar argentina y otro desapareció
La desgracia y el terror no han logrado borrar la brillante mirada parda de Esperanza Pérez Labrador. Esta española nacida en Camagüey (Cuba) y recriada en San Esteban de la Sierra (Salamanca) cree que Dios le ha pueso una venda en los ojos para mantenerse viva. Con su jovial aspecto y 74 años a sus espaldas, pasaría inadvertida en un supermercado. Pero, a poco que cuenta su vida, deja de ser una mujer corriente. Fue una de las primeras en testificar ante el juzgado de Baltasar
Garzón en las diligencias que instruye contra el general Jorge Videla y otras 70 personas -la mayoría de ellas , militares argentinos-, por la desaparición, el secuestro y el asesinato de 297 españoles durante la dictadura militar en Argentina entre 1976 y 1983. Su madre murió al nacer ella en Camagüey. Y allí dio sus primeros pasos al cuidado de una familia, hasta cumplir los siete años, cuando la devolvieron a San Esteban, de donde sus padres eran originarios. Se casó en
parte de la vida de Esperanza: “no se asusten: venimos de
_/1976-1982/asusten/venimos/matar/hijo/Palmiro/elpepiesp/19960923elpepinac_21/Tes
la posguerra con Víctor Labrador Martín. Con tres hijos nacidos y otro por venir, emigraron en 1950 a Rosario, la cuarta ciudad de Argentina, donde se habían buscado la supervivencia unos primos hermanos también de San Esteban. Los Labrador-Pérez se hincharon a trabajar en Rosario. Primero, en un bar; luego, en una fábrica textil, aprovechando los conocimientos que Víctor había adquirido de joven en los telares de BéJar. Con los ahorros montaron una pequeña fábrica de calzado que daba trabajo a toda la familia y a media docena de operarios externos. Una historia de, lucha y sacrificio común a la de millones de españoles, forzados a buscarse el sustento lejos de su tierra natal. El 13 de septiembre de 1976, a los pocos meses de que la Junta Militar usurpara el Gobierno en Argentina, el horror sacudió la casa de Esperanza Pérez Labrador. No sería la primera vez. Miguel Ángel, el hijo pequeño, el que viajó en su vientre en el crucero a través del Atlántico, no llamó por teléfono. Además de peronista, profesor de alfabetización en, Villa Miseria (barrio de chabolas) y estudiante nocturno, Miguel Angel giraba visitas a los clientes de la fábrica de calzado, pasaba recibos y apuntaba los pedidos. De todo ello informaba puntualmente a su padre por las noches, según relata Esperanza.
Aquel 13 de septiembre no sonó su esperada llamada desde Santa Fe. Ni en los días posteriores. Estaba y sigue “desaparecido”. Tenía 26 años. Tras extenuantes gestiones para averiguar su paradero, la familia supo que podía haber sido secuestrado en Paraná, provincia de Entre Ríos, y conducido preso hasta la Jefatura de Policía de Rosario sin mediar acusación. Su padre se personó en estas dependencias para proseguir las indagaciones y toda la información que obtuvo del comisario Antonio Ávila fue que había sido trasladado a otro lugar incógnito.En la madrugada del 10 de noviembre la casa de los Labrador sufrió un nuevo y cruel sobresalto. En una réplica de la noche de los cristales rotos (asalto de grupos armados nazis a viviendas de judíos), encapuchados paramilitares saquearon la fábrica, irrumpieron en la vivienda, destrozaron el mobiliario y cubrieron a Esperanza y a su’ marido, Víctor, postrados en el suelo, con mantas. “No. se asusten, les dijeron; sabemos que son gente decente Venimos de matar a su hijo Palmiro” Esperanza saltó aterrorizada: “Asesinos, matarme a mí también!”. Se desmayó. Le pegaron culatazos en
la sien, en todo su cuerpo. Cortaron el teléfono. Se llevaron la llave de la camioneta y la cartera de Víctor con documentación de la fábrica y talones firmados (“mucho dinero”). Cuando ella y su esposo, que había sido, amordazado, se sobrepusieron, el pánico, el horror por la suerte de Palmiro y su compañera, Edith Graciela Koatz, les hizo volar hacia su casa. Acudió Víctor a ver si no era cierto el anuncio de los encapuchados. Llamaron por teléfono. Nadie contestó. El esposo de María Manuela y un cuñado no se pudieron acercar. El Ejército rodeó la casa. Un reportero del diario La Capital, de Rosario, reprodujo el comunicado del II Cuerpo del Ejército: “Fueron abatidos en nuestra ciudad a las 5.45 tres elementos extremistas pertenecientes a la organización declarada ilegal en 1975 [Montoneros]. Al procederse al allanamiento de la vivienda, desde el interior abrieron fuego con diversos tipos de armas Los “extremistas” asesinados eran Víctor (56 años), el esposo de Esperanza; su hijo Palmiro, ingeniero químico (29 años), y su nuera Edith. A Esperanza y María Manuela, su única hija superviviente -un tercer varon murió electrocutado en la fábrica-, se les congeló la sangre. Pidieron socorro al cónsul español en Rosario, Viceinte Ramírez Montesinos, quien acudió a entrevistarse con el general Leopoldo Fortunato Galtieri -impulsor luego de la guerra de las Malvinas- a reclamar explicaciones. “Lo lamento, fue un error”, le
dijo al cónsul mostrándole, la cartera de Víctor en su propio despacho. Escapen, vayanse a España aconsejó Ramírez Montesinos, en una clara advertencia de que, si no lo hacían, la familia se arriesgaba a ser exterminada. Los restos están aquí, en España. María Manuela, su esposo y sus hijas, que han logrado rehacer su vida. Esperanza no lo conseguirá hasta recuperar a Miguel Angel, vivo o muerto. Entre tanto, la venda que Dios le ha puesto en sus ojos pardos le permite sobrellevar el dolor. La fábrica y las casas de Rosario están allí, abandonadas. No han tenido fuerzas para resolver su destino. Ni las tuvieron para reclamar judicialmente a los responsables del genocidio de su fámilia. Pero, en los 20 años que han transcurrido desde que ocurrió la masacre, Esperanza no ha cejado un solo día de recorrer las cárceles de Argentina buscando a su hijo desaparecido. Con las Madres de la Plaza de Mayo, enfrentándose a los militares, yendo y viniendo entre Argentina y España, a sus años. Este testimonio forma parte del sumario abierto por iniciativa de la Unión Progresista de Fiscales para esclarecer las responsabilidades por la desaparición y el asesinato de la familia Labrador y otros 293 españoles durante la dictadura militar argentina. Esperanza no espera nada de este proceso: “Ni con la vida de los acusados”, dice, “pagarían lo que me han hecho sufrir a mí y a la República de Argentina”.
Argentina al Mundo, el portal de noticias para los argentinos emigrados a España, a Europa, publica la presentación del libro. Eduardo Aldiser http://www.argentinamundo.com/Presentan-el-libro-Esperanza-en-Madrid.-La-dolorosa-biografia-de-la-argentina-Esperanza-Labrador/200
Presentaron el libro Esperanza en Madrid. La dolorosa biografía de la argentina Esperanza Labrador
Lo ha escrito el periodista Jesús M. Santos y fue presentado el viernes 16 de Septiembre de 2011 a las 19.30 hs en Casa de América, Plaza de Cibeles, 2, Madrid (Metro Banco de España), junto a Esperanza Labrador, el juez español Baltasar Garzón, la periodista de TVE Olga Viza y la directora de Roca Editorial, Blanca Rosa Roca. El relato biográfico comienza a partir de la desaparición de un joven en Rosario, Argentina, en 1977. Dos meses después, comandos vinculados al ejército asaltan la casa de sus padres y la de sus hermanos: matan a uno de ellos, a su esposa y a su padre. Esperanza emprende un recorrido en busca del hijo desaparecido y por la memoria de los familiares muertos. Nada es fácil, todo es torvo y oscuro, pero también repleto de ilusión y
expectativas; a veces, de ingenuidad. En ambos casos hay emoción y esperanza. El juez español Baltasar Garzón reflexiona: “Al recordarla no puedo evitar que las lágrimas me enturbien la vista y el recuerdo. No es posible sufrir tanto dolor y mantener la dignidad. perder a su marido, dos hijos y una nuera, y presentarse exigiendo justicia es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por la justicia” La popular periodista de Televisión Española Olga Viza dice: “Ella hizo de su nombre una actitud ante la vida. Una vida que no podía imaginar ni el más desalmado de los novelistas”
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El Pais
Entrevista: Almuerzo con… Esperanza Pérez jueves 15/09/2011 Natalia Junquera http://www.elpais.com/articulo/ultima/Dormia/vestida/queria/mataran/camison/elpepiult/20110915elpepiult_2/Tes
“Dormía vestida. No quería que me mataran en camisón” Nació hace 89 años en Camagüey (Cuba). Tuvo tres madres y perdió a tres hijos. Sufrió la Guerra Civil en España y la brutalidad de la dictadura de Jorge Videla, condenado el año pasado a cadena perpetua, en Argentina. Tres miembros de su familia fueron asesinados. Otro sigue desaparecido. Su historia es una de las razones por las que hace 15 años el juez Baltasar Garzón abrió un proceso contra el horror argentino. “Usted y otras abuelas y madres como usted hicieron que mi vida cambiara y que creyera que merece la pena arriesgarse”, le escribió el magistrado. Ayer, Esperanza Pérez Labrador, la esposa de Víctor, torturado y asesinado por militares argentinos, la madre de Palmiro, muerto a manos del mismo comando, y de Miguel Ángel, desaparecido, se enfadaba al hablar del procesamiento del magistrado: “Garzón es el hombre más valiente que he conocido. Creo que lo que le pasa es un problema de celos: mucha gente le tiene mucha envidia”. El periodista Jesús M. Santos acaba de llevar su vida a un libro, Esperanza (Editorial Roca), que el viernes presentará
en Casa América (Madrid) acompañada por Garzón. “He querido hacer este libro como homenaje a los míos”, explicaba ayer mientras observaba la carta del restaurante. “No como pescado. Los torturadores argentinos tiraban al mar a sus víctimas”. A su primera madre, Esperanza, española, no llegó a conocerla. Murió por complicaciones en el parto tras una paliza de su marido, Manuel. La segunda, Catuca, cubana, era la mujer de José Mestril, el hombre al que Manuel paró a la puerta del hospital de Camagüey para decirle: “Le regalo esta niña. Mi señora está muerta. Tengo otra hija de 15 meses y yo no puedo cuidar de la pequeña. Me vuelvo a España”. A la tercera, María Antonia, la conoció siete años después, cuando Manuel, que jamás se había interesado por ella, regresó a Cuba para llevársela dejando desolados a los Mestril. “Me costó adaptarme. Los españoles me parecían gente extraña. ¡Se lavaban muy poco!”, relata. Se casó con uno, del que se enamoró por carta. “Me escribía todos los días desde el frente de
Madrid”. Al terminar la Guerra Civil, decidieron emigrar. “Yo quería ir a Cuba, pero estaba prohibido. Tuvimos que ir a Argentina”. La madrugada del 10 de noviembre de 1976, 20 encapuchados asaltaron su casa: “Venimos de matar a su hijo Palmiro”. Aquella misma noche también mataron a su marido y a su nuera. Para entonces, Miguel Ángel, de 25 años, su hijo menor, llevaba un mes desaparecido. “Aún le busco. Sueño con él”, relata Esperaza, que llegó a sacudir de las solapas al general Galtieri -ya fallecido, procesado en 1997- para que le dijera dónde estaba: “Me dijo que la muerte de mi marido había sido ‘un lamentable error’, pero que mis dos hijos eran montoneros.
Le grité: ‘¡Asesino!’ Pensé que no me iba a dejar salir viva”. La dejó salir y Esperanza empezó a dormir vestida por si iban a buscarla de noche. “No quería que me mataran en camisón”. Visitó cada cárcel, cuartel y comisaría en busca de su hijo. Escribió al Rey, al entonces ministro de Exteriores, Marcelino Oreja... Ninguno contestó. Y conoció a las Madres de la Plaza de Mayo: “Al principio éramos muy pocas. Nos llamaban putas y locas. Luego llenamos la plaza”. La última pista de Miguel Ángel es de un psiquiátrico. “Una conocida nos dijo que lo había visto allí hacía muchos años, pero cuando fuimos, ya no estaba”.
ABC.es “Tomé a Galtieri de la pechera y le grité a los ojos: ¡criminal, asesino!” viernes 16/09/2011 Antonio Astorga http://www.abc.es/20110916/ciencia/abcp-esperanza-perez-labrador-tome-20110916.html
La dictadura argentina mató a su marido, un hijo y su nuera
He sido muy feliz, y la felicidad, como la injusticia, nunca se olvidan. -El 5 de septiembre de 1976 «de-saparecen» a su hijo Miguel Ángel en Santa Fe. Dos meses después, aciaga madrugada: ladridos de perros, pasos, murmullos atropellados de gentes... -Fue en la parte trasera de nuestra fábrica familiar de zapatos, en obras. Mi marido pensó que se trataría de algún perro que merodeaba por allí. -Era un comando vinculado a los militares argentinos de veinte individuos armados de odio. -Entraron en casa arrasándolo todo, pe-
gándonos como perros. Me dejaron el cuerpo como esta mesa: negro. Se calzaron nuestros zapatos. Me sepultaron entre sábanas y mantas. Por una rendija vi el rostro de un tipo hosco con gafas de culo de sifón [culo de botella], Lo Fiego. Nos golpearon con fustas y culatas, y a bocajarro uno de los encapuchados dijo: «Venimos de matar a tu hijo Palmiro». -¿Cómo se combate la impotencia en ese rapto? -«¡Si habéis matado a mi hijo, matadme a mí también! ¡Asesinos, criminales...! les vomité. Nos preguntaron dónde te-
níamos la caja fuerte. Dijimos que «en el banco tenemos todas las trampas». Nos robaron y nos dieron una paliza bárbara.
veinte primeros. Y cuando me iba a tocar los soldados me dicen que se terminó la jornada.
-«Si dice algo de lo que ha ocurrido, volveremos. Pondremos una bomba y os mataremos a todos», se despidieron los criminales, como recoge Jesús M. Santos en su libro «Esperanza» (Roca).
-¿Y qué hizo?-
-Mi esposo se fue a buscar a Palmiro. Yo quise acompañarle, pero él me lo impidió. Me dijo que volvería enseguida. Corrí tras él, pero caí desmayada. -Nunca más regresó. Los asaltantes fueron a casa de su hija mayor, Manoli [que nos acompaña durante la entrevista] y su esposo Óscar, «Cacho». -¡Te vamos a entabicar!, les amenazaron. -Y a las diez de la mañana van a casa de Palmiro. -Encontramos en el camino a un tío de Edith Graciela Koatz, la compañera de Palmiro. Una mujer nos adelanta la tragedia: «Ha habido tres muertos. Una mujer y dos hombres». -Su marido, su hijo y la compañera de él. -Fue terrorífico. Y como ellos, innumerables muertos más, y más de treinta mil desaparecidos. Todas, gentes inocentes, absolutamente, que murieron por sus ideas. ¿Por qué matan por las ideas? -Haber perdido a su marido, dos hijos, su nuera, y presentarse ante las mismísimas fauces de los dictadores Galtieri y Videla reclamando justicia, como usted hizo, es una lección inmortal. -Todos los días iba al edificio del Segundo Cuerpo del Ejército a que me recibiera el general Galtieri. Pasé varias noches en vela. Un día me situé entre los quince o
Me colé, y me planté: «No me muevo. Dormiré colgada del árbol hasta que Galtieri me reciba». -Y de repente, un tipo atildado se dirige a usted. -Era Galtieri. Al decirle que buscaba a mi hijo Miguel Ángel me contestó: «A usted, señora, le pasan entonces muchas cosas». Y añadió: «La muerte de su esposo fue un lamentable error, pero sus hijos eran montoneros». Y grité como nunca lo había hecho: «¡Si todos los montoneros son como mis hijos, pues vivan los montoneros!» «¡Me mata!», dije. Sin miedo. Me dirigí a él, sentado en su butaca, le agarré de la guerrera, le tomé de la pechera, le miré a los ojos y le grité como nunca: ¡criminal, asesino!». -También le plantó cara al dictador Videla. -Me dijo: «Usted nació en Cuba; debió de comer mucho arroz». «¡Todo el que me dio la gana!», le contesté. Al ver mi origen español, espeta: «Allí han tenido al más torturador del mundo». Respondí: «Ha sido tanto como ustedes, pero más asesino no». -Gracias a usted, el juez Garzón comenzó el proceso para encarcelar a los dictadores argentinos. -En España hacen falta la justicia y la dignidad que Garzón nos ofrece. Hoy vienen personas de Argentina para que el juez les firme un ejemplar del libro. Las víctimas estamos en deuda con él.
diariovasco.com Fe, Esperanza y Dignidad sábado 17/09/2011 César Coca http://www.diariovasco.com/v/20110917/al-dia-sociedad/esperanza-dignidad-20110917.html
Asesinaron a su marido, un hijo y la nuera; otro hijo ‘desapareció’. Y ella tuvo el valor de enfrentarse a la dictadura argentina. Abandonada al nacer, emigrante, esposa y madre de asesinados por la dictadura argentina... Una biografía narra la vida de Esperanza Pérez Labrador, una mujer que da sentido a la palabra dignidad
Esperanza Pérez Labrador fue abandonada por su padre cuando tenía solo quince días. Creció en Cuba en el seno de una familia que la quiso y a la que quiso más incluso que si fuera una hija, hasta que con ocho años fue recuperada por su progenitor contra su voluntad. Vivió en España una guerra y la miseria y represión de una postguerra interminable. Se casó y emigró a Argentina en busca de un futuro. Allí, trabajando en mil oficios, 24 horas al día, su esposo y ella ahorraron lo suficiente para poner en marcha una pequeña fábrica de zapatos, en la que tiempo después uno de sus hijos murió
electrocutado cuando trataba de reparar una máquina. Una niña que le cedieron -su propia historia repetida tantos años después- le fue arrebatada cuando era una más en su casa y en su corazón. El dolor no se había atenuado aún cuando su hijo pequeño desapareció, víctima de la represión tras el golpe de Videla. Poco después, su marido, el otro hijo varón que le quedaba y su nuera fueron asesinados por los militares. Esperanza visitó cárceles y comisarías, pidió ayuda al Gobierno español y la Casa Real y un día que jamás olvidará agarró por las solapas al general Galtieri y en presencia de sus es-
birros lo llamó asesino. Esta es la historia inverosímil pero real de una mujer de 89 años que ha llenado de sentido la palabra dignidad. Una mujer que hace honor a su nombre y se resiste a creer que su hijo pequeño, el único que nació en Argentina, esté muerto y que confía -aún confía- en que se abran las alamedas de la Justicia y paguen sus culpas los asesinos. Su azarosa biografía la ha escrito Jesús M. Santos en un libro (‘Esperanza’, Roca Editorial) que se lee como si se estuviera en una montaña rusa, cabalgando siempre sobre la sonrisa que produce su ingenua rebeldía juvenil o el llanto por tantos episodios de dolor. «Yo he sido muy feliz». Lo dice con una sonrisa tan franca que es preciso creerla, aunque también confiese que en sus ojos quedan ya muy pocas lágrimas. «Lloro por pocas cosas, pero cada noche, cuando rezo por mi marido y mis hijos.». La voz se le entrecorta y no puede terminar la frase. Y, sin embargo, todas las tristezas del mundo no podrán hacer jamás que olvide aquellos años de felicidad en Cuba con la familia de adopción de la que fue separada por un padre que, como supo mucho más tarde, había maltratado a su madre hasta acelerar su muerte tras el parto difícil en el que ella vino al mundo. En el pequeño pueblo de Salamanca donde vivió más tarde con su tía-madrastra (su padre se volvió a casar con una hermana de la difunta) recuperó la ilusión cuando un joven guapo y seductor la requirió de amores. Y fue también dichosa cuando a los 17 años escribió una carta al presidente de Cuba pidiéndole ayuda para recuperar a su familia perdida y este le contestó con una
dirección a la que desde entonces pudo enviar sus cartas. La emigración Ni las penurias ni la pobreza extrema borraron la sonrisa con la que se la ve en las fotos de aquellos años. Nadie podía con ella, ni el cerril cura que se negó a casarla porque no podía aportar una partida de bautismo que se había extraviado en algún lugar entre el Caribe y la sierra de Béjar. Cuando su marido, harto de penurias, propuso un día tomar el camino de la emigración en busca de un futuro que en España no se vislumbraba, ella aceptó sin reticencias. Quería ir a Cuba, pero no pudo ser. Así que, entusiasmados por la figura de Eva Perón, que acababa de visitar España, tomaron rumbo a Argentina. «Nos recibieron muy bien», cuenta tantos años después. «Es un gran país al que yo siempre querré mucho. No fue Argentina quien me quitó a mis hijos y mi marido». Antes de que la dictadura tiñera de sangre y vergüenza aquella tierra, Esperanza y Víctor, su esposo, trabajaron a destajo. La lista de oficios que desempeñaron sería muy larga, y el recuento de las horas trabajadas, de día y de noche, también. Montaron una pequeña fábrica de zapatos y para entonces la familia se había ampliado porque algunos hermanos y cuñados habían marchado junto a ellos, huyendo también de la miseria. Pero los malos tiempos estaban al llegar. Un día, Tito, el mayor de los hijos varones, murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina de su pequeño taller. Un dolor enorme pero un accidente, nadie
a quien responsabilizar por ello, ninguna angustia añadida a la pérdida. Cuando los militares dieron el golpe contra María Estela Martínez de Perón, la familia Labrador no sintió miedo. «Nunca pensamos que fuera a pasarnos nada. Mis hijos eran peronistas, tenían sus ideas políticas, enseñaban a leer y escribir a los más pobres en los barrios que entonces llamaban allí Villa Miseria, pero eso era todo». Vitantonio, un amigo de la infancia de su hijo pequeño preguntó un día a éste: «Miguel Ángel, ¿tú estás metido en algún lío político? Dímelo porque si es así, yo te escondo para que no te cojan». El muchacho agradeció la ayuda, sobre todo viniendo de alguien que había ingresado en la Policía, pero le dijo que no tenía nada que temer. Hasta que un día no volvió a casa. Esperanza y su marido decidieron no callarse pese a las recomendaciones que les llegaron de todas partes. Pronto entendieron por qué: varios policías y militares entraron una noche en su casa y la saquearon. A su marido y a ella los golpearon y amenazaron. Cuando se fueron, Víctor se vistió y salió a la carrera a avisar a su hijo Palmiro. Esperanza no lo volvió a ver. Tampoco al hijo ni a la nuera, Edith Graciela. Días más tarde, Manoli, la mayor de sus hijos y ya la única, identificó los cadáveres de los tres. Por cárceles y comisarías Esperanza comenzó entonces a recorrer cárceles y comisarías. Un día se enfrentó a Vitantonio, el amigo que se había convertido en verdugo porque llegó incluso a formar parte de los grupos que
asaltaron su casa. No encontró apoyo en casi nadie. Solo algún gesto humanitario de un soldado anónimo y la colaboración desinteresada de un diplomático español que se jugó su vida y su carrera en ello. Gracias a él supo que unos meses después de su desaparición Miguel Ángel seguía aún vivo. Eso la alentó a seguir su búsqueda. Hizo colas interminables ante penitenciarías, escribió al Ministerio de Asuntos Exteriores y la Casa Real en busca de ayuda y solo recibió excusas y silencio. «Si se hubiesen movido, Miguel Ángel estaría hoy con nosotros», se lamenta Manoli. Un día, después de gritar y amenazar con que no iba a moverse de la puerta de una penitenciaría hasta que lo viera, consiguió hablar con Leopoldo Galtieri, responsable máximo de la represión en la zona de Rosario -donde ella vivía- y futuro presidente de la República. El general le dijo que el asesinato de su marido había sido un error, pero que sus hijos eran montoneros. Esperanza no pudo aguantar más: «Si todos los montoneros son como mis hijos, ¡vivan los montoneros!», gritó. Y entonces, sin saber cómo, sin haberlo pensado, se levantó de su silla, rodeó la mesa, agarró por las solapas al general y lo llamó «asesino». «No tuve miedo en ese momento», comenta ahora, recordando que los guardaespaldas del militar estaban presentes. «Era tan grande el dolor que no temí nada. Eso sí, pensé que me iban a matar, que no iba a salir viva de la sala». No fue así, pero regresó a su casa convencida de que esa misma noche, o la siguiente, irían a por ella. Empezó a dormir vestida, para que no la trasladaran a un
cuartel en camisón. Una costumbre que mantuvo mucho tiempo. Como la de no comer pescado, que aún conserva. «Dejé de hacerlo cuando me enteré de que muchos detenidos eran arrojados al mar. No soporto la idea de que me estoy comiendo un pez que pudo haberse alimentado de la sangre de nuestros hijos». Su último sueño La Embajada la obligó a regresar a España. Incluso le recomendaron que no se instalara en Madrid, donde la larga mano del servicio secreto de Videla podía localizarla con facilidad. Se fue a Salamanca, la tierra de su juventud, y allí conoció a su biógrafo, Jesús M. Santos, un joven periodista que la ayudó a preparar la documentación para reclamar ante la Justicia española una indemnización por los crímenes. Pero mientras no tuviera constancia de que su hijo Miguel Ángel había muerto no podía estar a casi 10.000 kilómetros de distancia, así que regresó una y otra vez a Argentina. Allí conectó también con otras madres en su situación y se sumó al grupo de Plaza de Mayo, a sus desfiles frente a la Casa Rosada, con el pañuelo blanco en la cabeza. Siguió haciéndolo incluso cuando se restableció la democracia, porque todavía en ese tiempo «desapareció gente, sobre todo personas que habían testificado contra los militares», recuerda su hija Manoli, que aún habla con un marcado acento argentino. Fue su caso el que puso en marcha el proceso abierto por el juez Garzón contra los crímenes de la dictadura. Esperanza solo tiene palabras de agradecimiento
para el magistrado desposeído de su cargo. «Todo lo bueno que se diga de él es poco», asegura. Y lo hace desde su descreimiento en la Justicia, solo comparable al que siente por algunos estamentos eclesiales. «Los curas argentinos no querían decir misa por los asesinados y los desaparecidos», recuerda con dolor, ella, que reza cada noche. Esperanza pasará por el quirófano la semana próxima. No tiene miedo. Quiere seguir viviendo para disfrutar de la compañía y las risas de sus cuatro bisnietos. Y por ver realizado un día su sueño: que los culpables de la muerte de sus hijos y su marido, de todos los asesinados y desaparecidos en Argentina, cumplan condena en una cárcel común. «Moriría tranquila si lo viera». Fe, Esperanza y Dignidad. El Ejército derrocó a María Estela Martínez de Perón en 1976 e instauró una dictadura, que se disfrazó con el nombre de Proceso de Reorganización Nacional. La dictadura duró siete años y medio, hasta 1983. personas desaparecieron según distintos organismos de derechos humanos. La comisión oficial documentó con todo detalle más de 9.000 casos. Campos de detención fueron levantados a lo largo del país. Algunos se hicieron tristemente célebres: la ESMA, el Pozo de Banfield, la Perla, el Vesubio... La primera manifestación de las Madres de Plaza de Mayo fue el 30 de abril de 1977. El Ejército se infiltró en el grupo y algunas de las principales dirigentes del mismo ‘desaparecieron’ también.
Cadena Ser Hora 25
viernes 16/09/2011 Angels Barceló http://www.goear.com/listen/4131c89/esperanza-en-hora-25-
Las 21:00 - Hora 25 (16/09/2011) Hay personas marcadas por un hecho histórico que para bien o para mal altera sus vidas. Hay personas que por lo vivido dan ejemplo, por su fortaleza, por su integridad. Hay personas que no se resignan… Les vamos a hacer una propuesta literaria muy interesante. Quédense con este título: Esperanza. Es la historia de Esperanza Labrador, una mujer que sigue buscando a su hijo des-
aparecido desde hace 35 años, durante la dictadura argentina. Una historia que ahora ha plasmado en su último libro Jesús María Santos. Con ambos vamos a hablar en los próximos minutos…
diariovasco.com Jesús María Santos, autor de la biografía «Nunca he conocido otra historia así» sábado 17/09/2011 http://www.diariovasco.com/v/20110917/al-dia-sociedad/nunca-conocido-otra-historia-20110917.html
«He tratado de no cargar las tintas, de no hacer un panfleto», dice este periodista de larga trayectoria
Jesús M. Santos conoció a Esperanza Pérez Labrador hace más de 30 años, cuando regresó de Argentina forzada por la Embajada ante el peligro cierto de que se convirtiera, ella también, en otra desaparecida del régimen. En ese momento empezó a gestarse el libro que ahora ve la luz, aunque algunos episodios de la biografía, como la infancia cubana y el abandono por parte de su padre, no los supo hasta mucho después.
- ¿Por qué se puso en contacto Esperanza con usted? - Alguien debió de darle mi nombre. Yo era entonces un periodista joven, que trabajaba en ‘El Adelanto’ de Salamanca, y un día se presentaron en mi casa y me contaron la historia de los asesinatos y la desaparición. Por supuesto, yo seguía las noticias de lo que pasaba en Argentina, pero nunca había visto cara a cara a fa-
miliares de las víctimas ni había conocido con tantos detalles una historia así. Ni la había conocido ni he vuelto a conocer una historia igual. - ¿Ha mantenido desde entonces un contacto regular con ella y su hija? - Ha sido una relación continua pero desigual. En Salamanca, nos veíamos con más regularidad. Luego, cuando me vine a Madrid nos veíamos menos pero manteníamos el contacto. Hasta que hace doce años empezamos a trabajar en el libro. - ¿Por qué tanto tiempo para darlo a la luz? - El problema ha sido exclusivamente mío. En esos años trabajé primero en Antena 3 TV, luego en Tele5 y TVE. Hace año y medio salí de esta última cadena y me decidí a hacer algunas de las muchas cosas que tenía pendientes. Y la primera era este libro. - Como periodista experimentado, ¿le ha sorprendido la renuencia a actuar en este caso por parte de la Administración española, en todos sus niveles? -Es la ‘realpolitik’. Hemos escuchado peticiones para actuar en muchos países y situaciones con parecida respuesta. Los
intereses económicos terminan por imponerse en las relaciones entre los países. Y no creo que las cosas sean diferentes en otros países. Por otra parte, tampoco se podía pedir que hicieran en Argentina, en cuanto a justicia, lo que aquí no habíamos hecho con nuestra propia dictadura. - ¿Se escribe mejor un libro así desde la distancia o hay que hacerlo con las tripas? - En varios momentos me pregunté si debía investigar cada uno de los detalles que Esperanza me contaba, para ver si eran ciertos porque su memoria podía fallar. Pero como los datos generales están ahí, fuera de toda duda, pensé que lo mejor era centrarme en los sentimientos, en sus vivencias, aún a riesgo de ser injusto en algún dato con algún personaje. Al margen de eso, lo que he tratado es de no cargar demasiado las tintas, de no hacer de ‘Esperanza’ un panfleto. - ¿Esperanza es una víctima o una heroína? - Lo que mejor la define es la dignidad y la rebeldía de no darse por vencida nunca, de no cejar en la búsqueda de su hijo desaparecido. ¿Heroína? Lo es desde el punto de vista moral, pero una heroína que no triunfa.
tve telediario 6.30 / 15 / 21 horas
Se llama Esperanza y es lo único que no ha perdido en sus 89 años sábado 17/09/2011 Fuente tve. http://vimeo.com/29881215
Una mujer que es un símbolo de resistencia. Se llama Esperanza, tiene 89 años su vida es la historia de una larga lucha, la última para encontrar a su hijo Miguel Ángel, desaparecido durante la dictadura argentina.
Cuatro Noticias Cuatro
Mi nombre es Esperanza sรกbado 17/09/2011 Fuente Cuatro. http://vimeo.com/29306154
Una historia que nos vuele a conectar con la noche mรกs oscura de la dictadura argentina. Les hablamos de Esperanza
Telecinco Informativos Telecinco
“Tuve una vida alegre, alegre, alegre…” sábado 17/09/2011 Teresa Cambril / Fernando Hernández Fuente: Telecinco. http://vimeo.com/29319364
“Yo nunca tuve miedo, porque yo estaba buscando a mi hijo y no me importaba que me mataran”
El Mundo.es América
jueves 15/09/2011 Javier Nieto Remolina (EFE) http://www.elmundo.es/america/2011/09/15/argentina/1316104679.html
‘Me dijeron que el asesinato de mi marido fue un error pero que mis hijos eran montoneros’ Publican un libro sobre el horror de una víctima de la Dictadura Argentina. En 1976, los militares asesinaron a su marido, a un hijo y su nuera. Otro hijo de Esperanza sigue desaparecido y aún lo busca: ‘Sueño con él’. El general Galtieri le dijo que el asesinato de su marido había sido ‘un error’. ‘Es un deber seguir pidiendo justicia’, dice la mujer de 89 años. “Es imposible olvidar”, dice Esperanza Pérez Labrador, una española nacida en Cuba a la que los militares de la Dictadura en Argentina le destrozaron la familia en 1976, y ahora, después de 35 años de sufrimiento, repite entre lágrimas que “es un deber seguir pidiendo justicia”. Cumplidos los 89 años, Esperanza vive ahora cerca de Madrid con su hija Manoli, y con su salud precaria rememora con rabia y tristeza, en una conversación con Efe, la desaparición de un hijo y el asesinato de su marido y de otro hijo junto a la compañera de éste. Los recuerdos de esta mujer, que fue una de las Madres de la Plaza de Mayo en la ciudad argentina de Rosario, han quedado plasmados en el libro ‘Esperanza’, escrito por el periodista español Jesús María Santos a partir de 250 folios manuscritos en los que ella dejó sus recuerdos y de largas
conversaciones que ambos tuvieron. Manoli, la hija, piensa que aunque el libro relata la mayor parte de los hechos “no hay palabras para reflejar lo vivido entonces”, y Esperanza añade que ha sufrido “mucho más” de lo que se puede leer en la obra, publicada esta semana en España por Roca Editorial. La madrileña Casa de América acogerá este viernes la presentación del libro en dos actos en los que está previsto que participen el juez Baltasar Garzón y los periodistas Olga Viza e Iñaki Gabilondo. Miguel Ángel Labrador salió de la casa familiar el lunes 13 de septiembre de 1976 y nunca más se supo de él. “Aún lo busco, sueño con él”, contó Esperanza al diario ‘El País’. Era el hijo menor, de 25 años. Dos meses más tarde, el 10 de noviembre, fueron asesinados Víctor, su marido; su hijo Palmiro, de 28 años, y la compañera de este, Edith Graciela Koatz,
de 25. Mucho tiempo después, el propio general Leopoldo Fortunato Galtieri le diría a Esperanza que el asesinato de su marido había sido “un error”, pero que sus dos hijos eran “montoneros” (guerrilleros). “Canalla, maldito”, recuerda Esperanza que le dijo al “panzón” de Galtieri al recriminarle que tuviera la “desvergüenza” de decirle que el asesinato había sido una equivocación. Esperanza, que se armó de valor y afrontó con valentía la búsqueda y la reivindicación de su hijo ante la dictadura, afirma que nunca tuvo miedo: “Yo me decía: ‘Si ya han matado a mi marido y a mis hijos, qué importa que me maten a mí”. La mujer empezó a dormir vestida por si iban a buscarla de noche. “No quería que me mataran en camisión”, relató. Esperanza y Manoli no dejan de pedir justicia para los crímenes de los militares argentinos y ambas expresan su profunda gratitud al juez español Baltasar Garzón, que el 28 de marzo de 1996 admitió a trámite una denuncia contra los militares considerados responsables de la desaparición y muerte en Argentina de más de 30.000 personas, entre ellas unos 35 españoles. “Es una pena que haya sólo un Garzón”, dice Esperanza. Manoli cree que gracias a este juez los crímenes de los dictadores son “de lesa humanidad” y que gracias a su labor y la de otros “hoy somos testigos de algo que no esperábamos ver: que algunos van a la cárcel”. El juez Garzón, reitera Manoli, “nos devolvió la dignidad, nos atendió normalmente; no vimos en su mirada ese ‘por algo será’” que percibían en otras personas.
Y Jesús María Santos, el periodista que recoge el testimonio de Esperanza, asegura que abordó el proyecto con la idea de “que el libro fuera un instrumento que permitiera conocer a una mujer ejemplo de dignidad que merece el reconocimiento público”. “Traté de evitar detalles escabrosos con la seguridad de que basta narrar los hechos tal como ocurrieron para que sea el lector el que halle motivos para indignarse”, explica Santos. El autor reconoce que consiguió darle “un contrapunto de ternura y esperanza a la brutalidad de la dictadura” intercalando en el relato la historia singular de Esperanza, que nació en 1922 en Camagüey, Cuba, donde vivían sus padres españoles. En el momento del parto su madre murió y su padre, incapaz de hacerse cargo de ella, la entregó a una familia cubana de apellido Mestril. Siete años después, el padre de Esperanza volvió a Camagüey y, pese a la oposición de los Mestril y de la propia niña, consiguió que le devolvieran a su hija para trasladarla a España, desde donde tiempo después, en 1950, partió hacia Argentina. Han pasado muchos años desde los crímenes que transformaron el destino de sus vidas, pero las Labrador, madre e hija, coinciden en que ya no podrán olvidar. Manoli asegura que el recuerdo de su padre y de sus hermanos permanece siempre con ellas, “comemos y nos acostamos con ellos”, dice, aunque insiste: “Lo peor ha sido ver el sufrimiento de mi madre”.
El Comercio Asesinaron a su marido, un hijo y la nuera; otro hijo “desapareció”. Y ella tuvo el valor de enfrentarse a la Dictadura Argentina sábado 17/09/2011 http://www.elcomercio.es/v/20110917/gente/esperanza-dignidad-20110917.html
Fe, Esperanza y Dignidad Abandonada al nacer, emigrante, esposa y madre de asesinados por la dictadura argentina... Una biografía narra la vida de Esperanza Pérez Labrador, una mujer que da sentido a la palabra dignidad Esperanza Pérez Labrador fue abandonada por su padre cuando tenía solo quince días. Creció en Cuba en el seno de una familia que la quiso y a la que quiso más incluso que si fuera una hija, hasta que con ocho años fue recuperada por su progenitor contra su voluntad. Vivió en España una guerra y la miseria y represión de una postguerra interminable. Se casó y emigró a Argentina en busca de un futuro. Allí, trabajando en mil oficios, 24 horas al día, su esposo y ella ahorraron lo suficiente para poner en marcha una pequeña fábrica de zapatos, en la que tiempo después uno de sus hijos murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina. Una niña que le cedieron -su propia historia repetida tantos años después- le fue arrebatada cuando era una más en su casa y en su corazón. El dolor no se había atenuado aún cuando su hijo pequeño desapareció, víctima de la represión tras el golpe de Videla. Poco después, su marido, el otro hijo varón que
le quedaba y su nuera fueron asesinados por los militares. Esperanza visitó cárceles y comisarías, pidió ayuda al Gobierno español y la Casa Real y un día que jamás olvidará agarró por las solapas al general Galtieri y en presencia de sus esbirros lo llamó asesino. Esta es la historia inverosímil pero real de una mujer de 89 años que ha llenado de sentido la palabra dignidad. Una mujer que hace honor a su nombre y se resiste a creer que su hijo pequeño, el único que nació en Argentina, esté muerto y que confía -aún confía- en que se abran las alamedas de la Justicia y paguen sus culpas los asesinos. Su azarosa biografía la ha escrito Jesús M. Santos en un libro (‘Esperanza’, Roca Editorial) que se lee como si se estuviera en una montaña rusa, cabalgando siempre sobre la sonrisa que produce su ingenua rebeldía juvenil o el llanto por tantos episodios de dolor. «Yo he sido muy feliz». Lo dice con una sonrisa tan franca que es preciso creerla, aunque también confiese que en
sus ojos quedan ya muy pocas lágrimas. «Lloro por pocas cosas, pero cada noche, cuando rezo por mi marido y mis hijos.». La voz se le entrecorta y no puede terminar la frase. Y, sin embargo, todas las tristezas del mundo no podrán hacer jamás que olvide aquellos años de felicidad en Cuba con la familia de adopción de la que fue separada por un padre que, como supo mucho más tarde, había maltratado a su madre hasta acelerar su muerte tras el parto difícil en el que ella vino al mundo. En el pequeño pueblo de Salamanca donde vivió más tarde con su tía-madrastra (su padre se volvió a casar con una hermana de la difunta) recuperó la ilusión cuando un joven guapo y seductor la requirió de amores. Y fue también dichosa cuando a los 17 años escribió una carta al presidente de Cuba pidiéndole ayuda para recuperar a su familia perdida y este le contestó con una dirección a la que desde entonces pudo enviar sus cartas. La emigración Ni las penurias ni la pobreza extrema borraron la sonrisa con la que se la ve en las fotos de aquellos años. Nadie podía con ella, ni el cerril cura que se negó a casarla porque no podía aportar una partida de bautismo que se había extraviado en algún lugar entre el Caribe y la sierra de Béjar. Cuando su marido, harto de penurias, propuso un día tomar el camino de la emigración en busca de un futuro que en España no se vislumbraba, ella aceptó sin reticencias. Quería ir a Cuba, pero no pudo ser. Así que, entusiasmados por la figura de Eva Perón, que acababa de visi-
tar España, tomaron rumbo a Argentina. «Nos recibieron muy bien», cuenta tantos años después. «Es un gran país al que yo siempre querré mucho. No fue Argentina quien me quitó a mis hijos y mi marido». Antes de que la dictadura tiñera de sangre y vergüenza aquella tierra, Esperanza y Víctor, su esposo, trabajaron a destajo. La lista de oficios que desempeñaron sería muy larga, y el recuento de las horas trabajadas, de día y de noche, también. Montaron una pequeña fábrica de zapatos y para entonces la familia se había ampliado porque algunos hermanos y cuñados habían marchado junto a ellos, huyendo también de la miseria. Pero los malos tiempos estaban al llegar. Un día, Tito, el mayor de los hijos varones, murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina de su pequeño taller. Un dolor enorme pero un accidente, nadie a quien responsabilizar por ello, ninguna angustia añadida a la pérdida. Cuando los militares dieron el golpe contra María Estela Martínez de Perón, la familia Labrador no sintió miedo. «Nunca pensamos que fuera a pasarnos nada. Mis hijos eran peronistas, tenían sus ideas políticas, enseñaban a leer y escribir a los más pobres en los barrios que entonces llamaban allí Villa Miseria, pero eso era todo». Vitantonio, un amigo de la infancia de su hijo pequeño preguntó un día a éste: «Miguel Ángel, ¿tú estás metido en algún lío político? Dímelo porque si es así, yo te escondo para que no te cojan». El muchacho agradeció la ayuda, sobre todo viniendo de alguien que había ingresado en la Policía, pero le dijo que no tenía nada que temer.
Hasta que un día no volvió a casa. Esperanza y su marido decidieron no callarse pese a las recomendaciones que les llegaron de todas partes. Pronto entendieron por qué: varios policías y militares entraron una noche en su casa y la saquearon. A su marido y a ella los golpearon y amenazaron. Cuando se fueron, Víctor se vistió y salió a la carrera a avisar a su hijo Palmiro. Esperanza no lo volvió a ver. Tampoco al hijo ni a la nuera, Edith Graciela. Días más tarde, Manoli, la mayor de sus hijos y ya la única, identificó los cadáveres de los tres. Por cárceles y comisarías Esperanza comenzó entonces a recorrer cárceles y comisarías. Un día se enfrentó a Vitantonio, el amigo que se había convertido en verdugo porque llegó incluso a formar parte de los grupos que asaltaron su casa. No encontró apoyo en casi nadie. Solo algún gesto humanitario de un soldado anónimo y la colaboración desinteresada de un diplomático español que se jugó su vida y su carrera en ello. Gracias a él supo que unos meses después de su desaparición Miguel Ángel seguía aún vivo. Eso la alentó a seguir su búsqueda. Hizo colas interminables ante penitenciarías, escribió al Ministerio de Asuntos Exteriores y la Casa Real en busca de ayuda y solo recibió excusas y silencio. «Si se hubiesen movido, Miguel Ángel estaría hoy con nosotros», se lamenta Manoli. Un día, después de gritar y amenazar con que no iba a moverse de la puerta de una penitenciaría hasta que lo viera,
consiguió hablar con Leopoldo Galtieri, responsable máximo de la represión en la zona de Rosario -donde ella vivía- y futuro presidente de la República. El general le dijo que el asesinato de su marido había sido un error, pero que sus hijos eran montoneros. Esperanza no pudo aguantar más: «Si todos los montoneros son como mis hijos, ¡vivan los montoneros!», gritó.
«Era tan grande el dolor que no temí nada. Eso sí, pensé que me iban a matar, que no iba a salir viva de la sala». Y entonces, sin saber cómo, sin haberlo pensado, se levantó de su silla, rodeó la mesa, agarró por las solapas al general y lo llamó «asesino». «No tuve miedo en ese momento», comenta ahora, recordando que los guardaespaldas del militar estaban presentes. «Era tan grande el dolor que no temí nada. Eso sí, pensé que me iban a matar, que no iba a salir viva de la sala». No fue así, pero regresó a su casa convencida de que esa misma noche, o la siguiente, irían a por ella. Empezó a dormir vestida, para que no la trasladaran a un cuartel en camisón. Una costumbre que mantuvo mucho tiempo. Como la de no comer pescado, que aún conserva. «Dejé de hacerlo cuando me enteré de que muchos detenidos eran arrojados al mar. No soporto la idea de que me estoy comiendo un pez que pudo haberse alimentado de la sangre de nuestros hijos».
diario de navarra Después de 35 años
Una víctima española de la dictadura argentina: “Es imposible olvidar” jueves 15/09/2011 EFE http://www.diariodenavarra.es/noticias/mas_actualidad/internacional/una_victima_espanola_dictadura_argentina_imposible_olvidar_38930_1032.html
A Esperanza Pérez Labrador le destrozaron la familia en 1976. Su historia está recogida en el libro ‘Esperanza’ del periodista Jesús María Santos, a cuya presentación asistirán Iñaki Gabilondo y Baltasar Garzón “Es imposible olvidar”, dice Esperanza Pérez Labrador, una española a la que los militares de la Dictadura en Argentina le destrozaron la familia en 1976, y que ahora, después de 35 años de sufrimiento, repite entre lágrimas que “es un deber seguir pidiendo justicia”.
Manoli, la hija, piensa que aunque el libro relata la mayor parte de los hechos “no hay palabras para reflejar lo vivido entonces”, y Esperanza añade que ha sufrido “mucho más” de lo que se puede leer en la obra, publicada esta semana en España por Roca Editorial.
Cumplidos los 89 años, Esperanza vive ahora cerca de Madrid con su hija Manoli, y con su salud precaria rememora con rabia y tristeza la desaparición de un hijo y el asesinato de su marido y de otro hijo junto a la compañera de este.
La madrileña Casa de América acogerá este viernes la presentación del libro en dos actos en los que está previsto que participen el juez Baltasar Garzón y los periodistas Olga Visa e Iñaki Gabilondo.
Los recuerdos de esta mujer, que fue una de las Madres de la Plaza de Mayo en la ciudad argentina de Rosario, han quedado plasmados en el libro “Esperanza”, escrito por el periodista español Jesús María Santos a partir de 250 folios manuscritos en los que ella dejó sus recuerdos y de largas conversaciones que ambos tuvieron.
En la propia piel Miguel Ángel Labrador salió de la casa familiar el lunes 13 de septiembre de 1976 y nunca más se supo de él. Era el hijo menor, de 25 años. Dos meses más tarde, el 10 de noviembre, fueron asesinados Víctor, su marido; su hijo Palmiro, de 28 años, y la compañera de este, Edith Graciela Koatz, de 25.
Mucho tiempo después, el propio general Leopoldo Fortunato Galtieri le diría a Esperanza que el asesinato de su marido había sido “un error”. “Canalla, maldito”, recuerda Esperanza que le dijo al “panzón” de Galtieri al recriminarle que tuviera la “desvergüenza” de decirle que el asesinato había sido una equivocación. Esperanza, que se armó de valor y afrontó con valentía la búsqueda y la reivindicación de su hijo ante la dictadura, afirma que nunca tuvo miedo: “Yo me decía: ‘si ya han matado a mi marido y a mis hijos, qué importa que me maten a mí”. Esperanza y Manoli no dejan de pedir justicia para los crímenes de los militares argentinos y ambas expresan su profunda gratitud al juez español Baltasar Garzón, que el 28 de marzo de 1996 admitió a trámite una denuncia contra los militares considerados responsables de la desaparición y muerte en Argentina de más de 30.000 personas, entre ellas unos 35 españoles. “Es una pena que haya sólo un Garzón”, dice Esperanza. Manoli cree que gracias a este juez los crímenes de los dictadores son “de lesa humanidad” y que gracias a su labor y la de otros “hoy somos testigos de algo que no esperábamos ver: que algunos van a la cárcel”. El juez Garzón, reitera Manoli, “nos devolvió la dignidad, nos atendió normalmente; no vimos en su mirada ese ‘por algo será’” que percibían en otras personas. Y Jesús María Santos, el periodista que recoge el testimonio de Esperanza, ase-
gura que abordó el proyecto con la idea de “que el libro fuera un instrumento que permitiera conocer a una mujer ejemplo de dignidad que merece el reconocimiento público”. “Traté de evitar detalles escabrosos con la seguridad de que basta narrar los hechos tal como ocurrieron para que sea el lector el que halle motivos para indignarse”, explica Santos a Efe. El autor reconoce que consiguió darle “un contrapunto de ternura y esperanza a la brutalidad de la dictadura” intercalando en el relato la historia singular de Esperanza, que nació en 1922 en Camagüey, Cuba, donde vivían sus padres españoles. En el momento del parto su madre murió y su padre, incapaz de hacerse cargo de ella, la entregó a una familia cubana de apellido Mestril. Siete años después, el padre de Esperanza volvió a Camagüey y, pese a la oposición de los Mestril y de la propia niña, consiguió que le devolvieran a su hija para trasladarla a España, desde donde tiempo después, en 1950, partió hacia Argentina. Han pasado muchos años desde los crímenes que transformaron el destino de sus vidas, pero las Labrador, madre e hija, coinciden en que ya no podrán olvidar. Manoli asegura que el recuerdo de su padre y de sus hermanos permanece siempre con ellas, “comemos y nos acostamos con ellos”, dice, aunque insiste: “lo peor ha sido ver el sufrimiento de mi madre”.
el plural.com Narra la extraordinaria vida de una española en su lucha por descubrir lo que ha sucedido con su hijo, un “desaparecido” de la represión militar
“Esperanza”, la novela que cuenta el caso de la primera acción del juez Garzón contra la dictadura argentina sábado 17/09/2011 http://www.elplural.com/comunicacion/“esperanza”-la-novela-que-cuenta-el-caso-de-la-primera-accion-del-juez-garzon-contra-la-dictadura-argentina/
“Esperanza es una de las personas que me hizo ver lo razonable de la implicación de la justicia en la persecución de la dictadura argentina. Por su historia, y por las de otras madres de la Plaza de Mayo”. El juez Baltasar Garzón decía esto mientras presentaba, sentado al lado de Esperanza Labrador, el libro “Esperanza”, en el que el periodista Jesús María Santos recoge la increíble y apasionante vida de esta mujer, nacida en Cuba en los años veinte hija de emigrantes españoles, víctima de nuestra Guerra Civil, emigrante de la postguerra a Argentina, y esposa y madre de asesinados y desaparecidos de la represión militar en aquel país; una vida que sirve para recorrer casi la propia historia del siglo XX en España y Latinoamérica. La periodista Olga Viza, que presentó el libro junto a Garzón, calificó la novela de “imprescindible y emocionante”. Iñaki Gabilondo, que también participó en un acto anterior ante la prensa, valoraba la vida de Esperanza como una prueba de que “aún es posible que en estos tiempos de cifras y balances se den historias donde el valor de lo humano sobreviva”.
Lección de dignidad Baltasar Garzón repitió en varias ocasiones al presentar el libro que “la historia
de Esperanza, de lo sucedido a su familia, me impresionó”. Lo hizo hasta tal punto, que, descubrió el juez, fue el caso de Esperanza, el de la desaparición de su hijo Miguel Ángel, y el del asesinato de su marido, de su otro hijo, Palmiro, y el de la mujer de éste, “el que me llevó a dictar la primera orden judicial internacional que di de búsqueda y captura contra uno de los dictadores argentinos, en concreto contra el general Galtieri”. Ante Garzón, que calificó de “memorable lección de dignidad” el ejemplo que
han dado las madres de la Plaza de Mayo por hacer frente “al discurrir de una dictadura atroz”, la protagonista de “Esperanza” recordó cómo se enfrentó y agarró por las solapas al propio Galtieri. Un instante antes el dictador había pretendido disculparse ante ella diciendo que el asesinato de su marido había sido “un error”.
Una vida de novela El periodista Jesús María Santos, autor del libro, una novela escrita sobre el relato que le fue haciendo de su memoria la propia protagonista, asegura que, sobre todo, su trabajo es “el relato de una emoción”. La que provoca la vida de esta mujer, que se inicia con la muerte de su madre al dar-
le a luz y su entrega entonces, por parte de su padre, un emigrante español en Camagüey, Cuba, a una familia local de clase media. A partir de ahí nada en la vida de Esperanza será “normal”. Su padre volverá a por ella 7 años más tarde y la arrancará de una vida feliz en Cuba para llevarla a la vida de miseria de la España rural de los años treinta; la Guerra Civil en su adolescencia; el regreso a la emigración, esta vez a Argentina, ya casada; y por último la desaparición de su hijo menor y el asesinato de gran parte de su familia durante la dictadura… El repaso de una vida que es reflejo de la historia de un tiempo.
Vanguardia Treinta y cinco años después de que la dictadura militar argentina destrozara su familia, Esperanza Pérez Labrador unió hoy su dolor al de otras miles de víctimas de esa barbarie para proclamar: “Mataron a una juventud hermosa”.
Hoy se conmemoran 35 años de ‘La Noche de los Lápices’ en Argentina viernes 16/09/2011 http://www.vanguardia.com/actualidad/mundo/122196-hoy-se-conmemoran-35-anos-de-la-noche-de-los-lapices-en-argentina
“Eran muchachos todos jóvenes, todos buenos. De día iban a las ‘villas miseria’ a enseñar a leer y escribir y de noche se iban a la facultad, a estudiar. Y así mataron a miles y miles y miles”, afirmó hoy en una rueda de prensa en Madrid con motivo del libro basado en su vida, “Esperanza”, escrito por Jesús M. Santos. Ella sufrió la desaparición de su hijo menor, Miguel Ángel, y el asesinato de su marido, Víctor; de otro de sus hijos, Palmiro, y la compañera de este último, Edith Graciela. Y desde ese momento, Miguel Ángel, que aparece en una foto antigua siendo aún un bebé junto a su madre en la portada del libro, ha centrado la vida de Esperanza, consagrada a luchar por “la dignidad y la memoria”, dijo el autor en la Casa de América de Madrid, donde estuvo apadrinado por los periodistas españoles Iñaki Gabilondo y Olga Viza. “Está desaparecido. Hasta que no lo vea muerto, no voy a decir que está muerto. Voy a seguir luchando”, dijo Esperanza, quien, al ser preguntada por los juicios en Argentina por los crímenes de la dictadura, consideró: “Después de 35 años, ya quien no se ha muerto, se va a morir, le va a pasar como a mí”.
También Gabilondo, popular periodista de radio y televisión en España, destacó cómo la vida de Esperanza, que calificó de “muy impresionante”, tiene como elemento central al hijo desaparecido. “El muchacho que ahora hace 35 años que desapareció es el centro de la vida, de la actividad de la razón de ser, de vivir, de moverse” de Esperanza, “cuya peripecia vital es riquísima” y “cuyo coraje y determinación en la pelea por su esperanza que reclama es sencillamente tremenda”, añadió. El libro será presentado hoy en un acto en la Casa de América de Madrid que contará con la presencia del juez Baltasar Garzón, que abrió un proceso por las torturas, los asesinatos y las desapariciones de miles de personas, entre ellas unos 600 españoles, durante el régimen militar argentino.
la voz libre Roca Editorial confió en el magistrado para la presentación del texto LVG sábado 17/09/2011
Baltasar Garzón abre el camino a ‘Esperanza’, el nuevo libro de Jesús Mª Santos
Madrid.- La Casa de América de Madrid fue el lugar elegido para la presentación de ‘Esperanza’, el nuevo libro de Jesús María Santos. Entre los maestros de ceremonia, Baltasar Garzón, que no dudó en compartir charla con los asistentes al evento organizado por Roca Editorial y abrir el camino del texto hacia las librerías. Sentado junto a la protagonista de la historia, Esperanza Labrador, Baltasar Garzón presentó el nuevo libro de Jesús Mª Santos. El autor ha querido en su nueva incursión literaria contar el primer caso contra la dictadura argentina en el que el magistrado tuvo mucho que ver. Por eso, tanto Garzón como Esperanza se convirtieron, en cierta manera, en los homenajeados de la tarde. “Esperanza es una de las personas que me hizo ver lo razonable de la implicación de la justicia en la persecución de la dictadura argentina. Por su historia, y por las de otras madres de la Plaza de Mayo”. Eran las primeras palabras de Baltasar Garzón en la presentación. Durante su discurso, el magistrado elogió la labor de Esperanza que, como otras mu-
chas mujeres, se enfrentó con valor a la dictadura argentina y, sobre todo, a las misteriosas desapariciones ocurridas en aquellos tiempos. “El olvido no se puede imponer y la justicia no se debe prestar a ello”, terminaba Baltasar Garzón. Palabras que fueron recogidas por numerosos medios que acudieron a la llamada de Roca Editorial y de Jesús Mª Santos. Sin embargo, el magistrado no fue el único rostro conocido que quiso abrir camino al nuevo libro del autor. Los periodistas Olga Viza e Iñaki Gabilondo no dudaron en acompañar a los protagonistas de un relato desgarrador que se convertirá, sin duda, en una de las revelaciones de la temporada literaria.
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EL DOCTOR CHAMS TIENE UN SECRETO QUE SEDUCE A LAS PRINCESAS: QUITA AÑOS CON VITAMINAS P84
«DEJO AL DESTINO LO DE Lula SER MADRE, NO charla con ME GUSTA un niño HACER PLANES», durante la DICE ELSA PATAKY P86
Fe, Esperanza y Dignidad
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Asesinaron a su marido, un hijo y la nuera; otro hijo ‘desapareció’. Y ella tuvo el valor de enfrentarse a la dictadura argentina
Esperanza Pérez Labrador, con su hijo Miguel Ángel, ‘desaparecido’ en Argentina.
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V FE, ESPERANZA Y DIGNIDAD
Abandonada al nacer, emigrante, esposa y madre de asesinados por la dictadura argentina... Una biografía narra la vida de Esperanza Pérez Labrador, una mujer que da sentido a la palabra dignidad
LAS CIFRAS DE LA INFAMIA Dictadura:
El Ejército derrocó a María Estela Martínez de Perón en 1976 e instauró una dictadura, que se disfrazó con el nombre de Proceso de Reorganización Nacional. La dictadura duró siete años y medio, hasta 1983.
30.000
Una familia rota.
:: CÉSAR COCA
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speranza Pérez Labrador fue abandonada por su padre cuando tenía solo quince días. Creció en Cuba en el seno de una familia que la quiso y a la que quiso más incluso que si fuera una hija, hasta que con ocho años fue recuperada por su progenitor contra su voluntad. Vivió en España una guerra y la miseria y represión de una postguerra interminable. Se casó y emigró a Argentina en busca de un futuro. Allí, trabajando en mil oficios, 24 horas al día, su esposo y ella ahorraron lo suficiente para poner en marcha una pequeña fábrica de zapatos, en la que tiempo después uno de sus hijos murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina. Una niña que le cedieron –su propia historia repetida tantos años después– le fue arrebatada cuando era una más en su casa y en su corazón. El dolor no se había atenuado aún
Miguel Ángel, el hijo pequeño desaparecido; Víctor, su marido, asesinado, y Palmiro, el otro de sus hijos, también asesinado.
personas desaparecieron según distintos organismos de derechos humanos. La comisión oficial documentó con todo detalle más de 9.000 casos.
:: ÁLBUM FAMILIA
LABRADOR
cuando su hijo pequeño desapareció, víctima de la represión tras el golpe de Videla. Poco después, su marido, el otro hijo varón que le quedaba y su nuera fueron asesinados por los militares. Esperanza visitó cárceles y comisarías, pidió ayuda al Gobierno español y la Casa Real y un día que jamás olvidará agarró por las solapas al general Galtieri y en presencia de sus esbirros lo llamó asesino. Esta es la historia inverosímil pero real de una mujer de 89 años que ha llenado de sentido la palabra dignidad. Una mujer que hace honor a su nombre y se resiste a creer que su hijo pequeño, el único que nació en Argentina, esté muerto y que confía –aún confía– en que se abran las alamedas de la Justicia y paguen sus culpas los asesinos. Su azarosa biografía la ha escrito Jesús M. Santos en un libro (‘Esperanza’, Roca Editorial) que se lee como si se estuviera en una montaña rusa, cabalgando siempre sobre la sonrisa que pro-
duce su ingenua rebeldía juvenil o el llanto por tantos episodios de dolor. «Yo he sido muy feliz». Lo dice con una sonrisa tan franca que es preciso creerla, aunque también confiese que en sus ojos quedan ya muy pocas lágrimas. «Lloro por pocas cosas, pero cada noche, cuando rezo por mi marido y mis hijos…». La voz se le entrecorta y no puede terminar la frase. Y, sin embargo, todas las tristezas del mundo no podrán hacer jamás que olvide aquellos años de felicidad en Cuba con la familia de adopción de la que fue separada por un padre que, como supo mucho más tarde, había maltratado a su madre hasta acelerar su muerte tras el parto difícil en el que ella vino al mundo. En el pequeño pueblo de Salamanca donde vivió más tarde con su tía-madrastra (su padre se volvió a casar con una hermana de la difunta) recuperó la ilusión cuando un joven guapo y seductor la requirió
340 campos de detención fueron levantados a lo largo del país. Algunos se hicieron tristemente célebres: la ESMA, el Pozo de Banfield, la Perla, el Vesubio...
Madres La primera manifestación de las Madres de Plaza de Mayo fue el 30 de abril de 1977. El Ejército se infiltró en el grupo y algunas de las principales dirigentes del mismo ‘desaparecieron’ también.
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«Lloro por pocas cosas, pero cada noche, cuando rezo por mi marido y mis hijos...». :: JOSÉ RAMÓN LADRA
de amores. Y fue también dichosa cuando a los 17 años escribió una carta al presidente de Cuba pidiéndole ayuda para recuperar a su familia perdida y este le contestó con una dirección a la que desde entonces pudo enviar sus cartas.
La emigración
Ni las penurias ni la pobreza extrema borraron la sonrisa con la que se la ve en las fotos de aquellos años. Nadie podía con ella, ni el cerril cura que se negó a casarla porque no podía aportar una partida de bautismo que se había extraviado en algún lugar entre el Caribe y la sierra de Béjar. Cuando su marido, harto de penurias, propuso un día tomar el camino de la emigración en busca de un futuro que en España no se vislumbraba, ella aceptó sin reticencias. Quería ir a Cuba, pero no pudo ser. Así que, entusiasmados por la figura de Eva Perón, que acababa de visitar España, toma-
ron rumbo a Argentina. «Nos recibieron muy bien», cuenta tantos años después. «Es un gran país al que yo siempre querré mucho. No fue Argentina quien me quitó a mis hijos y mi marido». Antes de que la dictadura tiñera de sangre y vergüenza aquella tierra, Esperanza y Víctor, su esposo, trabajaron a destajo. La lista de oficios que desempeñaron sería muy larga, y el recuento de las horas trabajadas, de día y de noche, también. Montaron una pequeña fábrica de zapatos y para entonces la familia se había ampliado porque algunos hermanos y cuñados habían marchado junto a ellos, huyendo también de la miseria. Pero los malos tiempos estaban al llegar. Un día, Tito, el mayor de los hijos varones, murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina de su pequeño taller. Un dolor enorme pero un accidente, nadie a quien responsabilizar por ello, ninguna angustia añadida a la pérdida.
Cuando los militares dieron el golpe contra María Estela Martínez de Perón, la familia Labrador no sintió miedo. «Nunca pensamos que fuera a pasarnos nada. Mis hijos eran peronistas, tenían sus ideas políticas, enseñaban a leer y escribir a los más pobres en los barrios que entonces llamaban allí Villa Miseria, pero eso era todo». Vitantonio, un amigo de la infancia de su hijo pequeño preguntó un día a éste: «Miguel Ángel, ¿tú estás metido en algún lío político? Dímelo porque si es así, yo te escondo para que no te co-
Agarró por las solapas a Galtieri y le gritó «asesino» en presencia de sus esbirros
jan». El muchacho agradeció la ayuda, sobre todo viniendo de alguien que había ingresado en la Policía, pero le dijo que no tenía nada que temer. Hasta que un día no volvió a casa. Esperanza y su marido decidieron no callarse pese a las recomendaciones que les llegaron de todas partes. Pronto entendieron por qué: varios policías y militares entraron una noche en su casa y la saquearon. A su marido y a ella los golpearon y amenazaron. Cuando se fueron, Víctor se vistió y salió a la carrera a avisar a su hijo Palmiro. Esperanza no lo volvió a ver. Tampoco al hijo ni a la nuera, Edith Graciela. Días más tarde, Manoli, la mayor de sus hijos y ya la única, identificó los cadáveres de los tres.
Por cárceles y comisarías
Esperanza comenzó entonces a recorrer cárceles y comisarías. Un día se enfrentó a Vitantonio, el amigo que se había convertido en
verdugo porque llegó incluso a formar parte de los grupos que asaltaron su casa. No encontró apoyo en casi nadie. Solo algún gesto humanitario de un soldado anónimo y la colaboración desinteresada de un diplomático español que se jugó su vida y su carrera en ello. Gracias a él supo que unos meses después de su desaparición Miguel Ángel seguía aún vivo. Eso la alentó a seguir su búsqueda. Hizo colas interminables ante penitenciarías, escribió al Ministerio de Asuntos Exteriores y la Casa Real en busca de ayuda y solo recibió excusas y silencio. «Si se hubiesen movido, Miguel Ángel estaría hoy con nosotros», se lamenta Manoli. Un día, después de gritar y amenazar con que no iba a moverse de la puerta de una penitenciaría hasta que lo viera, consiguió hablar con Leopoldo Galtieri, responsable máximo de la represión en la zona de
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Rosario –donde ella vivía– y futuro presidente de la República. El general le dijo que el asesinato de su marido había sido un error, pero que sus hijos eran montoneros. Esperanza no pudo aguantar más: «Si todos los montoneros son como mis hijos, ¡vivan los montoneros!», gritó. Y entonces, sin saber cómo, sin haberlo pensado, se levantó de su silla, rodeó la mesa, agarró por las solapas al general y lo llamó «asesino». «No tuve miedo en ese momento», comenta ahora, recordando que los guardaespaldas del militar estaban presentes. «Era tan grande el dolor que no temí nada. Eso sí, pensé que me iban a matar, que no iba a salir viva de la sala». No fue así, pero regresó a su casa convencida de que esa misma noche, o la siguiente, irían a por ella. Empezó a dormir vestida, para que no la trasladaran a
un cuartel en camisón. Una costumbre que mantuvo mucho tiempo. Como la de no comer pescado, que aún conserva. «Dejé de hacerlo cuando me enteré de que muchos detenidos eran arrojados al mar. No soporto la idea de que me estoy comiendo un pez que pudo haberse alimentado de la sangre de nuestros hijos».
Su último sueño
La Embajada la obligó a regresar a España. Incluso le recomendaron que no se instalara en Madrid, donde la larga mano del servicio secreto de Videla podía localizarla con facilidad. Se fue a Salamanca, la tierra de su juventud, y allí conoció a su biógrafo, Jesús M. Santos, un joven periodista que la ayudó a preparar la documentación para reclamar ante la Justicia española una indemnización por los crímenes.
En una manifestación de las Madres de Plaza de Mayo. :: E. C. Pero mientras no tuviera constancia de que su hijo Miguel Ángel había muerto no podía estar a casi 10.000 kilómetros de distancia, así que regresó una y otra vez a Argentina. Allí conectó también con otras madres en su situación y se sumó al grupo de Plaza de Mayo, a sus desfiles frente a la Casa Rosada, con el pañuelo blanco en la cabeza. Siguió
haciéndolo incluso cuando se restableció la democracia, porque todavía en ese tiempo «desapareció gente, sobre todo personas que habían testificado contra los militares», recuerda su hija Manoli, que aún habla con un marcado acento argentino. Fue su caso el que puso en marcha el proceso abierto por el juez Garzón contra los crímenes
de la dictadura. Esperanza solo tiene palabras de agradecimiento para el magistrado desposeído de su cargo. «Todo lo bueno que se diga de él es poco», asegura. Y lo hace desde su descreimiento en la Justicia, solo comparable al que siente por algunos estamentos eclesiales. «Los curas argentinos no querían decir misa por los asesinados y los desaparecidos», recuerda con dolor, ella, que reza cada noche. Esperanza pasará por el quirófano la semana próxima. No tiene miedo. Quiere seguir viviendo para disfrutar de la compañía y las risas de sus cuatro bisnietos. Y por ver realizado un día su sueño: que los culpables de la muerte de sus hijos y su marido, de todos los asesinados y desaparecidos en Argentina, cumplan condena en una cárcel común. «Moriría tranquila si lo viera». Fe, Esperanza y Dignidad.
Jesús M. Santos Autor de la biografía
«Nunca he conocido otra historia así» «He tratado de no cargar las tintas, de no hacer un panfleto», dice este periodista de larga trayectoria Jesús M. Santos empezó a trabajar en el libro hace doce años. :: JOSÉ RAMÓN LADRA
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esús M. Santos conoció a Esperanza Pérez Labrador hace más de 30 años, cuando regresó de Argentina forzada por la Embajada ante el peligro cierto de que se convirtiera, ella también, en otra desaparecida del régimen. En ese momento empezó a gestarse el libro que ahora ve la luz, aunque algunos episodios de la biografía, como la infancia cubana y el abandono por parte de su padre, no los supo hasta mucho después. – ¿Por qué se puso en contacto Esperanza con usted? – Alguien debió de darle mi nombre. Yo era entonces un periodista joven, que trabajaba en ‘El Adelan-
to’ de Salamanca, y un día se presentaron en mi casa y me contaron la historia de los asesinatos y la desaparición. Por supuesto, yo seguía las noticias de lo que pasaba en Argentina, pero nunca había visto cara a cara a familiares de las víctimas ni había conocido con tantos detalles una historia así. Ni la había conocido ni he vuelto a conocer una historia igual. – ¿Ha mantenido desde entonces un contacto regular con ella y su hija? – Ha sido una relación continua pero desigual. En Salamanca, nos veíamos con más regularidad. Luego, cuando me vine a Madrid nos veíamos menos pero mantenía-
mos el contacto. Hasta que hace doce años empezamos a trabajar en el libro. – ¿Por qué tanto tiempo para darlo a la luz? – El problema ha sido exclusivamente mío. En esos años trabajé primero en Antena 3 TV, luego en Tele5 y TVE. Hace año y medio salí de esta última cadena y me decidí a hacer algunas de las muchas cosas que tenía pendientes. Y la primera era este libro. – Como periodista experimentado, ¿le ha sorprendido la renuencia a actuar en este caso por parte de la Administración española, en todos sus niveles? –Es la ‘realpolitik’. Hemos escu-
chado peticiones para actuar en muchos países y situaciones con parecida respuesta. Los intereses económicos terminan por imponerse en las relaciones entre los países. Y no creo que las cosas sean diferentes en otros países. Por otra parte, tampoco se podía pedir que hicieran en Argentina, en cuanto a justicia, lo que aquí no habíamos hecho con nuestra propia dictadura. – ¿Se escribe mejor un libro así desde la distancia o hay que hacerlo con las tripas? – En varios momentos me pregunté si debía investigar cada uno de los detalles que Esperanza me contaba, para ver si eran ciertos por-
que su memoria podía fallar. Pero como los datos generales están ahí, fuera de toda duda, pensé que lo mejor era centrarme en los sentimientos, en sus vivencias, aún a riesgo de ser injusto en algún dato con algún personaje. Al margen de eso, lo que he tratado es de no cargar demasiado las tintas, de no hacer de ‘Esperanza’ un panfleto. – ¿Esperanza es una víctima o una heroína? – Lo que mejor la define es la dignidad y la rebeldía de no darse por vencida nunca, de no cejar en la búsqueda de su hijo desaparecido. ¿Heroína? Lo es desde el punto de vista moral, pero una heroína que no triunfa.
texto copiado de la revista Esperanza Pérez Labrador fue abandonada por su padre cuando tenía solo quince días. Creció en Cuba en el seno de una familia que la quiso y a la que quiso más incluso que si fuera una hija, hasta que con ocho años fue recuperada por su progenitor contra su voluntad. Vivió en España una guerra y la miseria y represión de una postguerra interminable. Se casó y emigró a Argentina en busca de un futuro. Allí, trabajando en mil oficios, 24 horas al día, su esposo y ella ahorraron lo suficiente para poner en marcha una pequeña fábrica de zapatos, en la que tiempo después uno de sus hijos murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina. Una niña que le cedieron -su propia historia repetida tantos años después- le fue arrebatada cuando era una más en su casa y en su corazón. El dolor no se había atenuado aún cuando su hijo pequeño desapareció, víctima de la represión tras el golpe de Videla. Poco después, su marido, el otro hijo varón que le quedaba y su nuera fueron asesinados por los militares. Esperanza visitó cárceles y comisarías, pidió ayuda al Gobierno español y la Casa Real y un día que jamás olvidará agarró por las solapas al general Galtieri y en presencia de sus esbirros lo llamó asesino. Esta es la historia inverosímil pero real de una mujer de 89 años que ha llenado de sentido la palabra dignidad. Una mujer que hace honor a su nombre y se resiste a creer que su hijo pequeño, el único que nació en Argentina, esté muerto y que confía -aún confía- en que se abran las alamedas de la Justicia y paguen sus culpas los asesinos. Su azarosa biografía la ha escrito Jesús M. Santos en un libro (‘Esperanza’,
Roca Editorial) que se lee como si se estuviera en una montaña rusa, cabalgando siempre sobre la sonrisa que produce su ingenua rebeldía juvenil o el llanto por tantos episodios de dolor. «Yo he sido muy feliz». Lo dice con una sonrisa tan franca que es preciso creerla, aunque también confiese que en sus ojos quedan ya muy pocas lágrimas. «Lloro por pocas cosas, pero cada noche, cuando rezo por mi marido y mis hijos.». La voz se le entrecorta y no puede terminar la frase. Y, sin embargo, todas las tristezas del mundo no podrán hacer jamás que olvide aquellos años de felicidad en Cuba con la familia de adopción de la que fue separada por un padre que, como supo mucho más tarde, había maltratado a su madre hasta acelerar su muerte tras el parto difícil en el que ella vino al mundo. En el pequeño pueblo de Salamanca donde vivió más tarde con su tía-madrastra (su padre se volvió a casar con una hermana de la difunta) recuperó la ilusión cuando un joven guapo y seductor la requirió de amores. Y fue también dichosa cuando a los 17 años escribió una carta al presidente de Cuba pidiéndole ayuda para recuperar a su familia perdida y este le contestó con una dirección a la que desde entonces pudo enviar sus cartas. La emigración Antes de que la dictadura tiñera de sangre y vergüenza aquella tierra, Esperanza y Víctor, su esposo, trabajaron a destajo. La lista de oficios que desempeñaron sería muy larga, y el recuento de las horas trabajadas, de día y de noche, también.
Montaron una pequeña fábrica de zapatos y para entonces la familia se había ampliado porque algunos hermanos y cuñados habían marchado junto a ellos, huyendo también de la miseria. Pero los malos tiempos estaban al llegar. Un día, Tito, el mayor de los hijos varones, murió electrocutado cuando trataba de reparar una máquina de su pequeño taller. Un dolor enorme pero un accidente, nadie a quien responsabilizar por ello, ninguna angustia añadida a la pérdida.
Graciela. Días más tarde, Manoli, la mayor de sus hijos y ya la única, identificó los cadáveres de los tres.
Cuando los militares dieron el golpe contra María Estela Martínez de Perón, la familia Labrador no sintió miedo. «Nunca pensamos que fuera a pasarnos nada. Mis hijos eran peronistas, tenían sus ideas políticas, enseñaban a leer y escribir a los más pobres en los barrios que entonces llamaban allí Villa Miseria, pero eso era todo». Vitantonio, un amigo de la infancia de su hijo pequeño preguntó un día a éste: «Miguel Ángel, ¿tú estás metido en algún lío político? Dímelo porque si es así, yo te escondo para que no te cojan». El muchacho agradeció la ayuda, sobre todo viniendo de alguien que había ingresado en la Policía, pero le dijo que no tenía nada que temer.
Un día, después de gritar y amenazar con que no iba a moverse de la puerta de una penitenciaría hasta que lo viera, consiguió hablar con Leopoldo Galtieri, responsable máximo de la represión en la zona de Rosario -donde ella vivía- y futuro presidente de la República. El general le dijo que el asesinato de su marido había sido un error, pero que sus hijos eran montoneros. Esperanza no pudo aguantar más: «Si todos los montoneros son como mis hijos, ¡vivan los montoneros!», gritó. Y entonces, sin saber cómo, sin haberlo pensado, se levantó de su silla, rodeó la mesa, agarró por las solapas al general y lo llamó «asesino». «No tuve miedo en ese momento», comenta ahora, recordando que los guardaespaldas del militar estaban presentes. «Era tan grande el dolor que no temí nada. Eso sí, pensé que me iban a matar, que no iba a salir viva de la sala».
Hasta que un día no volvió a casa. Esperanza y su marido decidieron no callarse pese a las recomendaciones que les llegaron de todas partes. Pronto entendieron por qué: varios policías y militares entraron una noche en su casa y la saquearon. A su marido y a ella los golpearon y amenazaron. Cuando se fueron, Víctor se vistió y salió a la carrera a avisar a su hijo Palmiro. Esperanza no lo volvió a ver. Tampoco al hijo ni a la nuera, Edith
Por cárceles y comisarías Eso la alentó a seguir su búsqueda. Hizo colas interminables ante penitenciarías, escribió al Ministerio de Asuntos Exteriores y la Casa Real en busca de ayuda y solo recibió excusas y silencio. «Si se hubiesen movido, Miguel Ángel estaría hoy con nosotros», se lamenta Manoli.
No fue así, pero regresó a su casa convencida de que esa misma noche, o la siguiente, irían a por ella. Empezó a dormir vestida, para que no la trasladaran a un cuartel en camisón. Una costumbre que mantuvo mucho tiempo. Como la de no
comer pescado, que aún conserva. «Dejé de hacerlo cuando me enteré de que muchos detenidos eran arrojados al mar. No soporto la idea de que me estoy comiendo un pez que pudo haberse alimentado de la sangre de nuestros hijos». Su último sueño Pero mientras no tuviera constancia de que su hijo Miguel Ángel había muerto no podía estar a casi 10.000 kilómetros de distancia, así que regresó una y otra vez a Argentina. Allí conectó también con otras madres en su situación y se sumó al grupo de Plaza de Mayo, a sus desfiles frente a la Casa Rosada, con el pañuelo blanco en la cabeza. Siguió haciéndolo incluso cuando se restableció la democracia, porque todavía en ese tiempo «desapareció gente, sobre todo personas que habían testificado contra los militares», recuerda su hija Manoli, que aún habla con un marcado acento argentino. Fue su caso el que puso en marcha el proceso abierto por el juez Garzón contra los crímenes de la dictadura. Esperanza solo tiene palabras de agradecimiento para el magistrado desposeído de su cargo. «Todo lo bueno que se diga de él es poco», asegura. Y lo hace desde su descreimiento en la Justicia, solo comparable al que siente por algunos estamentos eclesiales. «Los curas argentinos no querían decir misa por los asesinados y los desaparecidos», recuerda con dolor, ella, que reza cada noche. Esperanza pasará por el quirófano la semana próxima. No tiene miedo. Quiere seguir viviendo para disfrutar de la com-
pañía y las risas de sus cuatro bisnietos. Y por ver realizado un día su sueño: que los culpables de la muerte de sus hijos y su marido, de todos los asesinados y desaparecidos en Argentina, cumplan condena en una cárcel común. «Moriría tranquila si lo viera». Fe, Esperanza y Dignidad. LAS CIFRAS DE LA INFAMIA Dictadura: El Ejército derrocó a María Estela Martínez de Perón en 1976 e instauró una dictadura, que se disfrazó con el nombre de Proceso de Reorganización Nacional. La dictadura duró siete años y medio, hasta 1983. 30.000 personas desaparecieron según distintos organismos de derechos humanos. La comisión oficial documentó con todo detalle más de 9.000 casos. 340 campos de detención fueron levantados a lo largo del país. Algunos se hicieron tristemente célebres: la ESMA, el Pozo de Banfield, la Perla, el Vesubio... Madres. La primera manifestación de las Madres de Plaza de Mayo fue el 30 de abril de 1977. El Ejército se infiltró en el grupo y algunas de las principales dirigentes del mismo ‘desaparecieron’ también.
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Esperanza: dignidad y felicidad con lágrimas Jesús M. Santos domingo 18/09/2011
Jesús María Santos, periodista y amigo, es el autor de Esperanza (Roca Editorial), la biografía de Esperanza Pérez Labrador: una historia tan increíble como terriblemente verdadera. Hace 33 años una mujer y su hija se presentaron en mi casa para que las ayudara a redactar unas cartas con las que alentar, tras una tragedia sobrehumana, su única esperanza: recuperar a Miguel Ángel, el hijo y hermano menor. La madre rondaba los 55 años; su primogénita, poco más de la treintena. Parecían serenas, cautelosas y, sin embargo, firmes. No dudaron en contarme sus vivencias, sus miedos, sus expectativas. Se habían sentado al otro lado de mi mesa de trabajo y, al cabo del preámbulo inevitable, descriptivo y aséptico, hablaron entre sollozos y rabia de todo lo ocurrido en los últimos meses. En un instante, la mujer se levantó, rodeó el tablero sobre el que tomaba notas y me agarró por el cuello de la camisa. Explicaba su encuentro con el general Galtieri. Sobrecogido por el gesto, sentí que cualquiera puede ser cómplice del horror, si calla. Desde entonces he seguido su peripecia de dignidad y solidaridad. Esperanza había perdido a su marido, a un hijo y a su nuera en Rosario (Argentina). Una banda controlada por el ejér-
cito los había asesinado. También había perdido a su otro hijo varón, el más pequeño, aunque a éste le decían desaparecido. Los canallas, como ellas todavía los denomina, habían asaltado sus casas, todas, también la suya y la de su hija; las habían robado, vejado, golpeado y forzado al exilio del país en el que quisieron ser felices. Hace más de trece años conocí otra historia, diferente, plena de ternura y frustración. En Camagüey (Cuba) el padre de una niña, de apenas tres meses, regala a su hija a un hombre que pasa por la calle. El padre regresa a España, al pueblo de la sierra salamantina del que procedía. La niña crece feliz, acogida por una familia con la que aprendió, entre mimos y juegos, el valor de la dignidad y la alegría: la felicidad. Así fue durante más de siete años. Transcurrido ese tiempo, el padre natural regresó a Cuba, arrebató a la chiquilla de los padres y hermanos que la habían querido, la trasladó a la áspera tierra salmantina y la obligó a vivir en un ambiente arisco y gris que reclamaba el
denuedo por la supervivencia y preludiaba una guerra. En esas circunstancias, la niña, que descubrió la rabia como antídoto contra la resignación y el olvido, se juramentó para devolver a los suyos la felicidad que había vivido en Cuba. Conoció a Víctor, le quiso y le convirtió en su marido; tuvieron tres hijos y emigraron a Argentina con la certeza de que allí alumbrarían un nuevo retoño. La chiquilla ardiente y la madre abrumada se llaman Esperanza y son la misma persona. Al conocer su peripecia al completo decidí contarla como homenaje a una mujer apasionante, que emociona y seduce, porque obliga a quererla. Sin la ternura y la alegría de la niña cubana no se puede entender el dolor de la madre avasallada, sin la resistencia contra la miseria del desarraigo y la posguerra no se explica el coraje de la mujer abatida, las risas de la infancia agrandan las lágrimas de la vejez, pero también la niñez provocó llantos incontenibles y nunca la mujer brava se negó el derecho a la risa. Ella se llama Esperanza. Me faltó tiempo, por culpa de mis tareas profesionales, para escribir este aluvión de sentimientos con la pasión y el so-
siego necesarios. Cuando pude esquivar aquellas rutinas, me empeñé en respetar los hechos, pero más aún los sentimientos, para trasladar siquiera una parte de la emoción que esta mujer suscita. Con la perspectiva del tiempo comprendí que Esperanza nos habla de la rebeldía que reclama la dignidad llevada al extremo, de la memoria histórica desde la perspectiva de una mujer española que sufrió la barbarie de la dictadura en Argentina, del valor de la acción judicial –la que desarrolló el juez Garzón, al que admira– como acicate y estímulo para quienes se rebelaban contra la impunidad y el olvido, del desprecio de los poderes públicos hacia algunas víctimas… Ella es testigo y acusación, insobornable. Esperanza ha viajado siempre en una doble dirección: primero, en busca de la felicidad y la familia doblemente perdida en su infancia, y luego, en busca de la dignidad tras la masacre que asoló su vida. Ella es un símbolo o un ejemplo de cómo la felicidad reclama la dignidad o la decencia que sólo se puede alcanzar a través de la solidaridad y la memoria. Esperanza emociona. La quiero.
Divergencias El Correo blog César Coca viernes 16/09/2011 http://blogs.elcorreo.com/divergencias/2011/09/16/la-suerte-de-ser-entrevistador/
La suerte de ser entrevistador
He comentado más de una vez que una de las grandes ventajas que tiene la profesión de periodista es que permite conocer a gente inteligente y con cosas que contar, o personas maravillosas que han vivido experiencias irrepetibles. O todo a la vez. No hablo solo de personas conocidas, de escritores, actrices, empresarias, compositores, aventureros o investigadoras. Hablo también de gentes cuyo nombre quizá no hayamos oído nunca pero que tienen tantas cosas que transmitir… En los últimos días, he estado con dos personas cuya conversación es un lujo. Muy distintas en todo. En realidad, apenas les une el hecho de que ambos son octogenarios y de nacionalidad española. Se trata del obispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián, una de las grandes personalidades de la Iglesia española en las últimas décadas, y de Esperanza Pérez Labrador, una anciana de 89 años cuya biografía está tan repleta de dolor que no cabe ni una desgracia más. Y que, sin embargo, sonríe y confiesa que durante años fue muy feliz. Para mí, como entrevistador, han sido dos grandes experiencias. La entrevista con Esperanza, escrita como si fuera el relato de su vida, aparecerá mañana. La de Fernando Sebastián saldrá el domingo dentro de la serie Toda una vida. Ambas, en las páginas de V, en los diarios regionales del grupo. Yo en su lugar no me las perdería. Por supuesto, por los personajes y lo que cuentan.
Blog de José Sanclemente José Sanclemente sábado 17/09/2011 http://sanclementejose.blogspot.com/
Aún me queda Esperanza “Ha sido la mejor presentación de un libro a la que he asisitido en mi vida” , me decía un veterano periodista en activo que estaba junto a mí, mientras las algo mas de 200 personas que estábamos en Casa América en Madrid aplaudíamos, puestos en pie y emocionados a Esperanza, una madre de la cabaron con la vida del mayor, la mujer de éste y su marido. Esperanza, a punto de cumplir los noventa años, mantiene una permanente y encomiable sonrisa mientras, flanqueada por el juez Baltasar Garzón y el periodista Jesús M. Santos autor del libro de su vida y que nos ha traído hasta ahí, nos confiesa que ella, a pesar de su dolorosa y hasta cruel vida , ha sido feliz. Coge de la mano al juez y le besa, como una madre al hijo que le han arrancado, cuando éste dice que vale la pena “dedicarse a la justicia y llevarla más allá del país cuando los crímenes contra la humanidad y la violación de los derechos, entre ellos la propia vida, es flagrante “. “Conocer a Esperanza y a las madres de mayo reclamando a sus hijos desaparceidos me cambió la vida...:No es posible sufrir tanto y mantener la dignidad...la justicia en este caso es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por ella...” Luego , Esperanza , nos dice que es injusto “lo que están haciendo con el juez, que no debemos consentirlo, que es una persona buena” y, sin perder la sonrisa, nos cuenta como la recibió hace treinta y cinco años con una sonrisa y palabras amables interesándose por su caso. Y como un periodista, Jesús M. Santos, guardó entonces en su memoria la historia de esta mujer fuerte y luchadora para contárnosla hoy, siete lustros después. Y viéndolos y oyéndolos en ese auditorio creí ver un resquicio de optimismo , una luz en las tinieblas y hasta unas campanas tañir entre la densa niebla en el mar donde algunos se empeñan en que naveguemos. Los jueces y los periodistas, la justicia y el periodismo que están tan denostados estaban destilando sus mejores esencias para reparar lo irreparable y para contar, sin ataduras y con compromiso, una buena y ejemplar historia. Claro que en medio de ese buen juez y de ese buen periodista había una gran mujer que me hizo sentir que todavía hay “Esperanza” por recuperar un mundo mejor. Ayer parecía fácil: Solo basta luchar tenazmente con una amplia sonrisa. !Qué fácil!.y que ejemplo. Me siento mejor.
22 09 barcelona
Miradas 2 La novela Esperanza es nuestra recomendación literaria. El periodista Jesús María Santos narra la dura historia de una mujer de 90 años de edad y su lucha para recuperar a su hijo, víctima de la dictadura argentina. rtve-Miradas 2 jueves 13/11/2011 http://www.rtve.es/alacarta/videos/miradas-2/miradas-2-13-11-11/1248930/
Pulsa en el enlace El video comienza en el minuto 9 y 45 segundos
Página 2 En el reportaje, sabremos cómo se gestó el redactado de un libro testimonial y cautivador como Esperanza, donde se recrea la historia de esta mujer que sufrió la represión de la dictadura argentina. rtve-Página 2 jueves 13/11/2011 http://vimeo.com/couchmode/lagardeideas/videos/sort:date/32046875
Pulsa en el enlace
La Vanguardia Esperanza Pérez Labrador, madre de la plaza de Mayo Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet jueves 29/09/2011 http://www.lavanguardia.com/lacontra/20110929/54223072522/daria-mi-vida-para-que-garzon-volviese-a-ser-juez.html
“Daría mi vida para que Garzón volviese a ser juez” Sé que su vida ha sido dura. Me quedan mis nietas y mi hija: ¡me cuida como a una reina! Soy feliz, como en mi niñez. ¿Cómo fue su niñez? Mis padres, españoles, emigraron a Cuba. Allí nací, mi madre murió tras el parto. Y mi padre me regaló. ¿La regaló? A una familia cubana. Argumentó que no podía mantenerme. José Mestril y su mujer, con seis hijos, me adoptaron. Y fue feliz. Mucho. Y tenía una madrina que me mimaba como a una reina. Pero a los siete años, aquel hombre volvió. ¡Siete años después! ¿Y qué quería? Llevarme a España. Mis padres se negaron, pero un juez le apoyó. Yo lloraba, le daba patadas, gritaba “¡ladrón!”. Pero se me llevó. ¿Y qué tal en España?
Me hizo cuidar de dos hijas suyas, no pude ir a la escuela, rompió mis fotografías de mi familia de Cuba, interceptó sus cartas... Debió de ser usted muy desgraciada. Sí. Al morir él, supe que mi madre había muerto porque él le pegaba. Y encontré las cartas de mi familia cubana, y pudimos escribirnos: supe que mi papá Mestril había muerto de pena tras mi marcha. ¿Cuándo volvió la felicidad a su vida? Conocí a Víctor, la lotería de mi vida, un hombre bueno e inteligente. Tuvimos tres hijos y emigramos todos a Argentina. ¿Por qué a Argentina y no a Cuba? Viajar a Cuba era complicado... y nos enamoró Evita en su visita a España. ¡Qué gran mujer! Igual que ahora Cristina Kirchner... ¿Por qué le gusta? Porque favorece los procesos a militares de la dictadura, ¡asesinos hijos de las cuatro letras! Ellos mataron a mi marido
y a mi hijo Palmiro y secuestraron a mi hijo menor, Miguel Ángel, que hace 35 años que lo busco.
marido, mientras nos decían: “¡Hemos matado a vuestro hijo Palmiro!”. Y encima nos robaron todo lo que pudieron.
¿Se habían metido en política?
Salvajes.
¡No! Trabajaban con su padre en la fábrica de zapatos que habíamos fundado, trabajando mucho. Tito, el mayor, murió electrocutado al intentar arreglar una máquina.
Cuando se fueron, mi marido corrió a casa de nuestro hijo Palmiro. Aún vivía cuando llegó: se topó con los militares disparando contra la casa. Los militares se llevaron y mataron a mi hijo Palmiro y a su esposa, y a mi marido, después de torturarles.
Lo lamento... Eran todos tan, tan buenos... A veces mi marido tenía que reñirles. ¿Por qué? Regalaban zapatos de la fábrica a los pobres de Villa Miseria, y él les decía: “¡Chicos, que nosotros vivimos de vender zapatos!”. Pero eran tan buenos... ¡Ese fue su gran delito!Trabajar, estudiar... y enseñar a leer y escribir a los pobres de Villa Miseria. ¡Por ese delito los mataron!
¿Cómo se puede vivir después de eso? Buscando a mi hijo pequeño, Miguel Ángel, secuestrado y desaparecido. Dejé de comer pescado y no he vuelto a hacerlo. ¿Por qué? Los militares arrojaban al océano a muchos desaparecidos para que se los comieran los peces. ¿Y si mi hijo ha sido uno de ellos?
¿Qué recuerda de aquel momento?
¿Tuvo alguna pista de su paradero?
Un grupo de policías entró en mi casa, me dieron una paliza que me dejaron negra, y le rompieron los dos brazos a mi
Grité su nombre en los muros de una cárcel en la que me dijeron que podía estar, y vi cómo sacaban a unos presos en una
furgoneta. Quizá iba ahí. No he vuelto a saber nada. ¿Nada? Un día me manifestaba en la plaza de Mayo con otras madres, y un chico se me acercó y me dijo: “Hace años que quiero darle esto”. ¡Era la cazadora de Miguel Ángel! Ese chico salió corriendo y no pude hablar con él. ¿Temió usted por su vida? Yo dormía vestida: si los militares me secuestraban, ¡que no fuese en camisón! La embajada española me obligó a salir de Argentina por temor a que me matasen. Me vine a España, pero regresé rápido: quería buscar a mi hijo y hablar con los asesinos. ¿A quiénes se refiere? A los generales que mandaban. Llegué al general Leopoldo Galtieri, que me dijo que el asesinato de mi marido había sido un “lamentable error”, pero que mis hijos eran “unos montoneros”. Yo le grité: “Si todos los montoneros son como mis hijos, ¡vivan los montoneros!”, y entonces me levanté, lo agarré de las solapas y lo llamé “asesino” y “criminal” y de todo. Y yo nunca había dicho palabrotas hasta entonces... Se la jugó. Me daba igual morir. También hablé con Videla, que me dijo que los españoles bastante teníamos con Franco para meternos con los militares argentinos... ¿Qué haría usted con ellos?
Dignidad Esperanza es una mujer jovial y de mirada valiente. Es un ejemplo de dignidad: con la cabeza alta, persigue desde hace 35 años a todos los que pudieran darle razón del paradero de su hijo Miguel Ángel, desaparecido tras ser secuestrado en 1977 por militares de la dictadura argentina. El periodista Jesús M. Santos ha recogido su historia en el libro Esperanza (Roca), que detalla las muchas peripecias de su vida y retrata su entereza y dignidad. Al final de la entrevista le pregunto por el eventual paradero de su hijo y me contesta: “A estas alturas creo que ya me lo mataron”. Veo el asombro en el rostro de Santos: “Es la primera vez que le oigo decir esto”, me revela. Pero ella seguirá luchando. Juzgarlos y condenarlos a cárcel hasta que mueran. Por eso adoro a Baltasar Garzón, gracias a él ha habido procesos a partir de mi demanda. Todo lo bueno que diga de Garzón es poco. Yo daría mi vida por él. Yo daría mi vida para que volviese a ser juez. ¿Por qué le habéis hecho esto en España? Esperanza, ¿dónde cree que podría estar ahora su hijo Miguel Ángel? Mira, hijo, a estas alturas yo creo que ya me lo mataron.
Público.es
Esperanza Pérez Labrador «Agarré a Galtieri de la pechera y le grité: ¡Asesino! ¡Criminal!»
Toni Polo lunes 3/10/2011 http://www.publico.es/399509/agarre-a-galtieri-de-la-pechera-y-le-grite-asesino-criminal
Madre de mayo. Cuenta en un libro la desaparición de su hijo en 1976 Los profundos ojos de Esperanza Pérez Labrador (Camagüey, Cuba, 1922) han mirado a la cara a la muerte. Los militares argentinos mataron a su marido, Víctor, a su hijo mayor, Palmiro, a la compañera de este, Edith, y desaparecieron al pequeño,
Miguel Ángel. Desde entonces (1976) su vida ha tenido sólo un sentido: la justicia. Pero... “¿qué juicio es ese en el que los asesinos andan por la calle?”, sigue preguntándose, 35 años después. El periodista Jesús María Santos conoció a Espe-
ranza y a su única hija, Manoli, en 1978, cuando le pidieron que denunciara esos hechos. Ahora los ha reflejado junto con toda la vida de esta madre de la Plaza de Mayo, entregada al nacer a una familia que la quiso como nadie, recuperada por su horrible padre biológico a los 7 años, casada con un buen hombre en España y emigrada a Argentina tras la Guerra Civil. La biografía tiene un título obligado: Esperanza (Roca Editorial). “Me dejaron el cuerpo negro de los golpes”, cuenta, emocionada. Se refiere a cuando militares argentinos acudieron a su casa a robarles, a pegarles y a comunicarles una noticia fatal: Venimos de matar a tu hijo Palmiro”, le dijeron. El esposo de Esperanza corrió a buscarlo. Pero lo mataron también a él, igual que habían acabado con su nuera. La tragedia se agrandaba. Un drama que había comenzado dos meses antes, con la desaparición de su hijo pequeño.
«Si algo bueno se ha hecho en Argentina ha sido gracias a Garzón» Esperanza acudió a un vecino, Vitantonio, uno de los mejores amigos de su hijo desaparecido. Un tipo que, al entrar en la Policía, advirtió a Miguel Ángel de que estaba en peligro. “Pero luego lo traicionó. Nos traicionó a todos, que éramos como su familia. Y se convirtió en nuestro verdugo”. ¡Viva los montoneros!
“La muerte de su marido fue un lamentable error”, le reconoció, así, con toda la crudeza, el general Galtieri después de que, tras varias noches en vela ante el edificio del Ejército, le concedió audiencia. “Y me dijo que a mi hijo y a mi nuera los mataron por montoneros”. Esperanza no se arrugó, al contrario: “Pues ¡vivan los montoneros si todos son como mis hijos!”, gritó. Y fue mucho más allá: “Agarré a Galtieri de la pechera, lo miré a los ojos y le chillé: ¡asesino!”. Pensó que la mataría, pero ya hacía mucho tiempo que el miedo de Esperanza había sucumbido ante su dolor. En la búsqueda sin desmayo de su hijo desaparecido, Esperanza se topó con el juez Baltasar Garzón. “Si algo bueno se ha hecho en Argentina ha sido por él”, dice, con un cariño profundo. “Hablar de Garzón es hablar de justicia”. Por eso condena la criminalización del juez que abrió los procesos contra los torturadores: “Para que haya justicia, tienen que tener lo que hay tener: educación, vergüenza y amor por la gente”.
«¿Qué juicio es ese en el que los asesinos andan por la calle?» Ella destila amor por los cuatro costados. Pero eso no quiere decir que olvide: “El país no olvida”, sentencia. Y cree en Dios, pero no en el de los curas: “No desde que me negaron una misa por Miguel Ángel diciendo que las misas sólo se hacían por muertos”.
TV3
“Millenium” preguntes amb respostas Argentina. La lluita per la dignitat
Ramón Colom lunes 14/10/2011 http://vimeo.com/30722389
El programa “Millenium”, dirigit i presentat per Ramón colom, reflexionarà sobre la lluita dels argentins per recuperar la dignitat. Abordarà la lluita pels desapareguts de la dictadura, dels esforços per recuperar la memòria històrica, la identitat del país i per fer sentir la seva veu internacionalment.
Ara.cat
La veu de les víctimes de l´horror Esperanza Labrador: “Els criminals de la dictadura argentina estan en llibertat” Cristina Mas lunes 3/10/2011 http://www.ara.cat/ara_premium/cronica/criminals-dictadura-argentina-llibertat_0_565743467.html
Valentia “Vaig agafar el general Galtieri per la solapa i li vaig cridar: «Criminal, assassí!» Des d’aleshores dormia vestida, perquè no volia que em matessin en pijama” Passivitat “Si el govern espanyol i la casa reial haguessin fet justícia, el meu fill estaria viu: no van voler fer res” Esperanza Labrador fa honor al seu nom. Des del 1976 busca el fill petit desaparegut en l’època més fosca de la dictadura argentina. El van detenir unes setmanes després que haguessin matat el seu marit, Víctor Labrador; el seu fill gran, Palmiro, i la seva jove, Edith. El periodista Jesús M. Santos ha recopilat les seves memòries ( Esperanza , Roca Editorial), que comencen quan el seu pare la va donar a una ...
Periodista digital Periodista Digital entrevista al autor de ‘Esperanza’, una madre española a la que la dictadura militar argentina le asesinó a su marido y dos hijos
Jesús M. Santos: “Esperanza no estaba hecha para la resignación sino para la rabia” Luis Balcarce jueves 22/09/2011 http://vimeo.com/30840503
“Hubo una ingenuidad izquierdista en América Latina pero no quise hacer una reflexión sobre Montoneros”
Esta es la historia de un desgarro. De una vida nueva: la que la pequeña Esperanza Labrador empezó en España, tierra áspera, tan diferente a su Cuba natal. De un doloroso proceso de adaptación. También es una historia de amor, porque Esperanza conoció a Víctor, con quien en 1950 y ya madre de tres hijos (y un cuarto por llegar), emigró a Argentina, para volver a empezar. Esta es la historia de un tiempo aciago. Argentina, septiembre de 1976. El pequeño de la familia, Miguel Ángel Labrador Pérez, desaparece; Víctor Labrador, Palmiro Labrador Pérez y la compañera de este último, Edith Graciela, son asesinados. Poco después, el general Leopol-
do Fortunato Galtieri se excusará, pero sólo por la muerte del padre. «Fue un lamentable error». Esta es la historia de una lucha, la que Esperanza mantiene para recuperar a su hijo. Una historia terrible y, por terrible que resulte decirlo, una historia habitual en Argentina, y en otros países donde la sinrazón terrorista se confundió con la razón de Estado. Esta podría ser una historia inventada, pura ficción. Pero Esperanza existe, vive gracias al trabajo de investigación del periodista Jesús M. Santos --’Esperanza’ (Roca Editorial, 2011) y su batalla no ha terminado.
Onda Cero Entrevistamos en exclusiva a Jesús M. Santos, escritor del libro ‘Esperanza’, y a su protagonista Esperanza Labrador. Ella es una de las madres pertenecientes a la asociación Madres de Plaza de Mayo. En septiembre del año 76 vio cómo asesinaban a su hijo y a su marido en Argentina, todavía otro de sus hijos sigue sin aparecer: “Venimos a matar a su hijo, me dijeron”. Una historia realmente emotiva. Julia en la onda jueves 22/09/2011 http://www.ondacero.es/audios-online/julia-en-la-onda/entrevistas/esperanza-labrador-venimos-matar-hijo-dijeron_2011092200071.html
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En días como hoy ‘Esperanza’, el libro de Jesús María Santos, narra la historia de una “madre de mayo” Juan Ramón Lucas miércoles 12/10/2011 http://www.goear.com/listen/eb61c93/esperanza-en-rne-juan-ramon-lucas
Esperanza Pérez Labrador tiene 90 años de vida y de dura historia. Su madre murió en el parto y fue regalada a una familia cubana cuando era un bebé. Se trasladó a vivir a Argentina y allí su hijo pequeño desapareció, y su marido, otro de sus hijos y la compañera de este, fueron asesinados. El periodista Jesús María Santos recoge su historia en el libro Esperanza. Es una historia de sufrimiento pero también “un ejemplo de dignidad y en el momento en el que vivimos representa muchos de los valores sobre los que la sociedad debe reflexionar”, asegura el periodista, quien además sentencia que “es un personaje cautivador y emocionante y como tal trato de reflejarlo en el libro”
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Carne Cruda Radio 3 ‘Esperanza’: una historia de dignidad Javier Gallego jueves 6/10/2011 http://www.goear.com/listen/97860bd/esperanza-en-radio-3-
Abandonada al nacer, emigrante, su marido, hijo y nuera fueron asesinados por los militares de Videla en Argentina. Es la historia de Esperanza, una “madre de Mayo” que sigue aún buscando a otro de sus hijos, el pequeño. Hoy viene a la carnicería acompañada de Manuela, su única hija viva y de Jesús Mª Santos, el periodista que ha publicado su historia en el libro “Esperanza”. Su sueño: que algún día se haga justicia. Una historia cruda que no deja a nadie indiferente y que hoy te contamos en Radio3.
actualidad para leer de personajes con fortaleza
por claudio m. de prado
Solo pueden ser héroes aquellos capaces de sobrevivir a las situaciones adversas sin llegar a traicionarse. Hombres y mujeres como los que habitan en las páginas de esta selección.
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el retorno de alatriste
el 27 de este mes llega por fin el séptimo volumen de la saga. en esta ocasión, la trama transcurre en la Italia del siglo XVII, donde el capitán alatriste, acompañado del joven Íñigo Balboa, tendrá que intervenir en una conjura para imponer por la fuerza un gobierno favorable a la corte española.
El puente de los asesinos. arturo pérez-reverte (alfaguara).
marcados por su destino
1. La mano invisible. Isaac rosa (Seix Barral). Decir que esta novela es especial porque sus protagonistas trabajan sería quedarse en la superficie y, sobre todo, injusto. 2. Apio. Notas caninas. Gino rubert (errata Naturae). Humor bastante perro en esta historia sobre un can ciego y su dueño, un pintor que adora los tonos pastel y que expone sus obras en galerías de puerto Banús. 3. Esperanza. Jesús M. Santos (roca editorial). Desgarradora biografía de una Madre de Mayo en busca de la verdad tras el asesinato de sus familiares. 4. El generador de ilusión. Félix Cuesta (empresa activa). ¿Cómo mimar al cliente en tiempos de crisis? Descúbralo con este didáctico libro. 5. Crímenes. Ferdinand Von Schirach (Salamandra). Concisos relatos basados en la experiencia profesional de este reputado jurista alemán, toda una revelación editorial en su país. 6. Más allá de mí. Bárbara alpuente (esfera de los libros). Misterioso, divertido e íntimo relato que nos sugiere que existe un mundo lleno de magia más allá de nosotros. 7. Un incendio invisible. Sara Mesa (Fundación lara). Una historia inquietante ganadora del premio Málaga de Novela. 8. En casa. Bill Bryson (rBa). Original repaso a la historia de todos los objetos que nos rodean y de los hábitos de la cultura europea.
miradas
de una tragedia asegurar que el fotoperiodismo español nació con la Guerra Civil sería una temeridad. ¿O no? Con motivo del 75º aniversario de aquella contienda que marcó para siempre nuestra historia, el fotógrafo y profesor paco elvira ha buceado entre miles y miles de instantáneas procedentes de archivos de todo el mundo para terminar seleccionando las 100 imágenes fundamentales sobre la batalla. Una colección de caras, paisajes y acciones robadas al tiempo que sirven para entender los orígenes de aquel conflicto, reflexionar sobre sus consecuencias y destacar el papel de la fotografía como testigo único de las tragedias de cualquier guerra.
La Guerra Civil Española. Imágenes para la historia. paco elvira (lunwerg). 14 PAISAJES
Pandora Noviembre Hormiguitas IV: Esperanza Pérez Labrador Pandoranoviembre sábado 12/10/2011 http://pandoranoviembre.wordpress.com/2011/10/12/hormiguitas-iv-esperanza-perez-labrador/
La mañana me ha traído la voz de Esperanza Pérez Labrador a través de las ondas radiofónicas. Jesús María Santos, periodista, ha escrito un libro sobre esta Madre de la Plaza de Mayo que vio como la dictadura argentina ponía fin a la vida de dos de sus hijos, de su marido y hacía desaparecer a un tercero. “¡Cuánto dolor acumulado”, pensé, “¿cómo puede sostenerse aún en pie?”. En su situación, cualquier otro hubiera metido la cabeza debajo del ala, doblegándose a la ausencia, al vacío de lo amado, apartándose de todo lo que tuviera que ver con este mundo, cualquier otro hubiera muerto en vida. Lejos de acobardarse, esta mujer que se vio obligada a regresar a Cerezal de la Sierra, a un pequeño pueblo de la provincia de Salamanca, se arma de valor
y continúa luchando por una justicia utópica, lejana a la realidad que se impone a diario.
Su trayectoria vital repleta de dificultades invita a la reflexión sobre la actitud incansable de aquellos que luchan por lo que creen cierto y justo. Es por ello una hormiguita más, de esas que hacen el mundo más fácil, haciendo honor a su nombre, ofreciendo tintes de color verde en el campo oscuro del alma. Todo es posible.
(“Esperanza”. Jesús María Santos. Editorial Roca 2011)
La Gaceta de Salamanca Esperanza Labrador Santiago Juanes lunes 19/10/2011 http://www.lagacetadesalamanca.es/opinion/2011/10/19/esperanza-labrador/42268.html
Está pendiente de presentación en Salamanca Esperanza, la biografía de Esperanza Labrador, cubana emigrada a España y después a Argentina, para regresar a España, donde reside casi todo el año, concretamente en Madrid, aunque su patria chica me permito apuntar que es Salamanca, desde San Esteban de la Sierra al barrio de Garrido donde vivió muchos años, entre otros lugares salmantinos. Esperanza, nuestra paisana, es una de víctimas de referencia de la represión de la dictadura argentina, que sembró la historia de cadáveres y desaparecidos, entre ellos los de su marido, dos hijos y
una nuera. Luchó por sus vidas, por recuperar sus cuerpos y su memoria, y aún espera —haciendo honor al nombre— que su hijo pequeño aparezca: nunca dice que está muerto sino desaparecido. Hace algún tiempo, allí donde habitaba, le contaron que había un periodista que podría ayudarla a componer el relato de su tragedia para informar al Gobierno de España. Este no era otro que Jesús María Santos, a los que aquellos que vamos teniendo algunas décadas de oficio llamamos Chuchete, y le conocemos porque compartimos con él algunos años de trabajo.
Propera Parada: cultura Esperanza. Jesús M. Santos Félix O.P. lunes 17/10/2011 http://properaparadacultura.blogspot.com/2011/10/esperanza-jesus-m-santos.html
Este es un libro sobre la dignidad. Pues Esperanza es una niña que nació en 1922 en Camagüey (Cuba), su padre al morir su madre durante el parto se la da a José Mestril, en un primer momento este se queda sorprendido, pero a pesar de que ya tiene seis hijos, decide quedarse con la niña, ya que su padre tiene que marchar a España con su otra hija, y no puede hacerse cargo de las dos. La vida de Esperanza queda marcada ya desde su nacimiento, cuando parecía que su vida transcurría alegremente, siete años después vuelve su padre a Cuba para llevársela de regreso a España. Se establecerán en un pueblo cercano a Salamanca, llega a una España vestida de negro, tan diferente a la Cuba que deja. Durante la guerra civil conocerá a Víctor, el que será su futuro marido. Pasaran una dura posguerra como la mayoría de los españoles. Una España de estraperlo y hambre, que duro toda la década de los cuarenta. Ante esta situación, y después de la visita de Eva Perón a España, Víctor y Esperanza con tres hijos ya, deciden emigrar a Argentina, allí nacerá su cuarto hijo. Después de años de lucha y sacrificio, llevados con gran dignidad, cuando por fin la familia prosperaba y era feliz, se produce el golpe militar que marcaría
la vida de Esperanza Tras el derrocamiento de Isabel Perón, y el posterior golpe militar, Argentina se sumirá en el periodo más negro de su historia. La vida de Esperanza quedara marcada para siempre cuando un día del mes de septiembre de 1976 su hijo menor Miguel Ángel entrada ha formar parte de la lista de 30 mil desaparecidos, pero la desgracia de Esperanza no acabara hay, el mes de noviembre de ese mismo año, su marido, su hijo Palmiro y su nuera son asesinados por el ejercito. A partir de entonces empezara una lucha tenaz, sin pausa, para descubrir el paradero de su hijo. Llegando a enfrentarse cara a cara con uno de los máximos responsables de la represión, el general Galtieri, que posteriormente llevara a la Argentina a la catástrofe de la guerra de las Malvinas. Jesús M. Santos deja constancia en el libro de que a pesar de se españoles, no recibieron ningún tipo de apoyo por parte del gobierno español, solo tuvieron el apoyo y la ayuda del cónsul general de España, Ramírez Montesinos. Finalmente después de años de lucha, y gracias al juez Baltasar Garzón, sin el apoyo de ningún gobierno, se consigue el procesamiento y la imputación de los
responsables de las torturas y desapariciones. Una victoria moral, pero necesaria por la dignidad de las victimas y de unas locas con pañuelo a la cabeza, que era como las llamaban los militares para humillarlas.
Este es un libro, con el que uno no puede dejar de emocionarse después de leerlo. El libro va alternando capítulos de los años anteriores al golpe militar con los posteriores. Desgarradora es la historia de Palmiro y Alberto Vitantonio, amigos de toda la vida, el primero asesinado y el segundo policía responsable de numerosas torturas, que siempre negó cualquier
relación con la desaparición de Miguel Ángel. A través de las páginas descubrimos a una Esperanza, que a pesar de todas las adversidades, es alegre, vitalista, luchadora, perseverante, una persona creyente, pero no en una iglesia católica que apoyo a los militares. Una persona con una dignidad enorme. Porque como dicen en el libro, la dignidad no se regala se conquista. Porque Esperanza como dice Jesús M. Santos, son todas las mujeres que han luchado por la memoria de los suyos. Personas como Esperanza ennoblecen a la humanidad.
Bloque de prensa regional Argentina
LA DIGNIDAD, LA MEMORIA, LA REBELDÍA / Bloque de Prensa LOS VIAJES DE ESPERANZA LABRADOR Roberto J. Santoro jueves 22/09/2011 http://prensaregional.com.ar/index.php?seccion=Notas.php&id=208
El 16 de septiembre se presentó en la Casa de América, en Madrid (España), el libro “Esperanza”, del periodista Jesús Santos. El trabajo es la biografía de Esperanza Pérez Labrador, Madre de Plaza de Mayo de Rosario, militante histórica por la defensa de los derechos humanos en nuestra región, y una mujer excepcional. El libro recorre su historia, que es también la historia de este lado del mundo. UN MUNDO SIN MIEDO En el dossier de prensa con el que Roca editorial acompaña la invitación a la presentación del libro, puede leerse parte de la historia contenida en “Esperanza”. “Esta es la historia de Esperanza Pérez, española nacida en Camagüey (Cuba), recriada en San Esteban de la Sierra (Salamanca) e instalada en Rosario (Argentina). Su madre murió al poco de nacer ella, y su padre, al darse cuenta de que no podía cuidarla, se la dejó «en depósito» a una familia que la aceptó como una hija más hasta que, años después, el padre que nunca había dado señales de vida volvió para recuperarla”. “Esta es la historia de un desgarro. De una vida nueva: la que la pequeña Espe-
ranza empezó en España, tierra áspera, tan diferente a su Cuba natal. De un doloroso proceso de adaptación. También es una historia de amor, porque Esperanza conoció a Víctor, con quien en 1950 y ya madre de tres hijos (y un cuarto por llegar), emigró a Argentina, para volver a empezar”, sigue narrando la información de prensa. Y acentúa la crónica de un capítulo escrito en estos arrabales: “Esta es la historia de un tiempo aciago. Septiembre de 1976. El pequeño de la familia, Miguel Ángel Labrador Pérez, desaparece; Víctor Labrador, Palmiro Labrador Pérez y la compañera de este último, Edith Graciela, son asesinados. Poco después, el general Leopoldo Fortunato Galtieri se excusará, pero sólo por la muerte del padre. ‘Fue un lamentable error’. Esta es la historia
de una lucha, la que Esperanza mantiene para recuperar a su hijo. Una historia terrible y, por terrible que resulte decirlo, una historia habitual en Argentina, y en otros países donde la sinrazón terrorista se confundió con la razón de Estado”.
Subdirector de Informativos de Telecinco y director de Contenidos Multimedia. En Antena 3 Televisión se desempeñó en la Dirección del Canal Internacional, la subdirección de Informativos y la Dirección de Informativos de fin de semana.
“Esta podría ser una historia inventada, pura ficción. Pero Esperanza existe, vive, y su batalla no ha terminado”, termina diciendo el dossier de prensa.
Santos cuenta que hace 33 años conoció a Esperanza.
Desde la portada de “Esperanza”, el mismo Baltasar Garzón advierte: “al recordar a Esperanza Labrador no puedo evitar que las lágrimas me enturbien la vista y el recuerdo. No es posible sufrir tanto dolor y mantener la dignidad. Perder a su marido, dos hijos y una nuera y presentarse firme exigiendo justicia es algo que te reconforta y te hace avergonzarte por todas las veces que has tenido dudas o desinterés por la justicia”.
LA ESPERANZA UNA EMOCIÓN “Estoy seguro de que este libro es el trabajo de un periodista. Puede ser una crónica, una biografía, pero también puedo aceptar que no se ajusta al modelo testimonial. Para mí lo que este libro tiene de ejercicio literario pretende que la narración ayude a sentir la historia de Esperanza. Porque Esperanza es, sobre todo, una emoción”, consigna el autor del trabajo, el periodista Jesús M. Santos. Natural de Plasencia (Cáceres), Jesús Santos estudió Filosofía y Periodismo, y trabajó en numerosos medios de comunicación. Fue director de Asuntos de Presidencia de la Corporación RTVE;
“Alguien le dio mi nombre y una tarde se presentó con Manoli, su hija, en mi casa para contarme su historia y pedirme que la ayudara a redactar un informe que resumiera su tragedia y expresara su único deseo: encontrar a su hijo pequeño. Fue una conversación tramada con sigilo, con la clandestinidad a que obligaba el miedo a la larga sombra de los militares argentinos y la situación política en España, todavía insegura o, siquiera, incierta. Se sentaron frente a mi mesa. Primero hablaron; luego, también lloraron y hubo un instante en el que Esperanza gritó. Me emocionaron y me estremecieron. Desde entonces las he querido”. - ¿Cómo recuerdas encuentro?
aquel
primer
- Había que redactar un informe y algunas cartas para hacérselos llegar a quienes realmente podían ayudarlas: a los parlamentarios, al Gobierno, al Rey. Su relato inicial, de datos escuetos y tono sosegado, se transformó cuando sintieron la complicidad de quienes las escuchábamos. Esperanza se transformó en un torrente de emoción y dignidad, de rabia y de cariño, dispuesta a anteponer todo lo que tenía, empezando por su propia vida, a cambio de un dato acerca del paradero de Miguel Ángel.
- ¿Qué fue lo primero que pensaste al conocerla? - No pensé hasta después de que se fueron. La conversación me sobrecogió. Pero hubo un momento definitivo: Esperanza relataba su encuentro con Galtieri; se levantó de la silla con una agilidad sorprendente, rodeó la mesa y me agarró por la camisa; me gritó ¡asesino! y, aunque no me lo dirigía a mí, entendí que no podía ser en ningún caso cómplice del silencio, como no se puede serlo del olvido. - ¿En qué momento decidiste escribir la historia? ¿Con qué propósito? En aquel momento, no. Me limité a redactar el informe y a difundir entre compañeros periodistas la historia de aquella mujer impresionante. Entonces solo sentí la necesidad de expresar mi indignación y mi solidaridad. Al menos, a ellas. Al cabo de muchos años, casi veinte, Esperanza me contó los detalles de su infancia. En ese periodo su vida ya había alcanzado repercusión pública, ya no era sólo la víctima de una tragedia sino una testigo excepcional de un siglo de sombras y, sobre todo, un ejemplo de dignidad. Conoció la felicidad y se la arrebataron, volvió a perseguirla apasionadamente hasta que se la asesinaron, y a partir de ese momento dedicó su vida a reivindicar con una pasión indesmayable la memoria de todos los que sufren las tropelías de los bárbaros; sufrió las presiones más miserables y se rebeló con osadía. Y eso merecía un reconocimiento público. Escribir la historia era un homenaje o, mejor aún, una invitación al homenaje que esta mujer merece.
Tomada esa decisión, nos vimos durante muchas tardes en torno a un café y unas masitas que prepara Manoli para que me contara su vida una y otra vez, con la precisión de quien la ha revivido en múltiples ocasiones; me cantó las canciones infantiles, los poemas que le dedicó su marido, las travesuras de los hijos… Entre sesión y sesión, ella se concentró en la escritura de varios cuadernos en los que, con su caligrafía de colegio de monjas, repetía su propia peripecia. Entonces empecé a escribir, pero tuve que interrumpir demasiadas veces la traslación de aquellas notas, aquellas grabaciones y aquellos cuadernos. Al fin, el año pasado, pude disponer de todas las condiciones necesarias para concluir el reportaje más emocionante de mi vida. -Has trabajado en muchos medios de comunicación, sobre todo en televisión. Imagino que, a pesar de lo mucho visto y vivido, una historia así te cambia la perspectiva… - Esta es una historia singular, por los hechos y por la complicidad que siento con esta familia. Aquí no se puede ser neutral ni hay necesidad de disimular. Pero más que manipular la perspectiva, lo que hace es reforzarla ajustando el enfoque y el objetivo: el valor de la dignidad, de la memoria, de la rebeldía, de la decencia, incluso de la felicidad con lágrimas. - Dicen que la realidad siempre supera a la ficción… La realidad tiene una condición moral que la ficción, en el mejor de los casos, refleja. Aquí nada se inventa y, por eso, lo que conmueve no sólo nos enseña
sino que nos compromete; de ese modo, la solidaridad no se puede reducir a un sentimiento. - Supongo que la mejor manera de apreciar a Esperanza es leer tu relato. Para apreciarla, nada mejor que conocerla personalmente. Para quienes lo deseen y no puedan conseguirlo me gustaría que este relato contribuyera a reconocerla y a quererla. **//**
LA ESPERANZA EN VUELO* Por Pablo Álvarez. Con esa voz hecha de otros paisajes, de otras orillas, Esperanza Labrador recorre su historia y sus mudanzas, desde su Cuba natal llega una brisa, desde su vida en España se oye una copla, y una sonrisa que mira fijo a los ojos, que abre todas las puertas del alma. Lleva en su nombre el sentido que llevó a miles de jóvenes a pelear por un mundo diferente, a creer que los sueños serán aún mejores al despertar. En la noche larga del terror, entre las ausencias y el despojo planificado, Esperanza supo sobreponerse como nadie para enfrentar a los verdugos, en la puerta misma de los infiernos. Un día permaneció horas dentro del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército
hasta que alguien salga a dar respuestas. “Señora, si su hijo es un montonero”, respondía Leopoldo Fortunato Galtieri, desde la soberbia de quien decide la vida y la muerte. Palmiro Labrador, su hijo, había desaparecido el 10 de septiembre de 1976. Tiempo después sería asesinado su marido y otros dos hijos, y la casa despojada. “Si los montoneros son todos como mi hijo, pues que vivan los montoneros!” La voz en cuello de Esperanza paralizaba a los verdugos, que solo podían echarla a los empujones... “Saca esa mano de ahí, hijo de puta, que esa mano está llena de sangre de mis pobres hijos”. Junto a su hija Manolí, junto a las Madres, mantuvo la lucha inclaudicable, consiguió que Galtieri y otros represores sean citados por el Juez español Baltazar Garzón y sean por siempre llamados asesinos de lesa humanidad. “Yo muchas veces pienso cómo estaremos vivas las madres. Cómo estaremos vivas con todo lo que hemos hecho, cómo hemos jugado con la muerte...”. Esperanza se pregunta y Manolí nos dice que los asesinos nunca contaron con las Madres. Nunca habrían podido imaginarlo. El movimiento de las Madres no se terminará nunca. Es para toda la vida.
il Levante Italia
“Esperanza”, la storia di una vittima della dittatura argentina diventa un libro Giuseppe Cozzolino martes 20/09/2011 http://www.levanteonline.net/esteri/mondo/4998-esperanza-la-storia-di-una-vittima-della-dittatura-argentina-diventa-un-libro.html
Esperanza Pérez Labrador è un nome sconosciuto ai più. Non ha una voce su Wikipedia, non ha pagine web che raccontino la sua vita. Eppure, la sua è una storia che merita di essere raccontata. Deve averlo pensato anche il giornalista Jesús M. Santos, che ha appena pubblicato con la casa editrice Roca il libro “Esperanza” (sottile gioco di parole tra il nome della donna che significa anche speranza), in cui narra la storia della donna che ancora oggi, a 89 anni, non ha smesso di essere un simbolo per tutta l’America Latina. Il libro sarà presentato venerdì alla Casa América di Madrid con un ospite d’eccezione: il giudice spagnolo Baltasar Garzón, che denunciò e processo i gerarchi argentini per gli orrori commessi durante la dittatura. La vita non è stata semplice per Esperanza fin dalla nascita, avvenuta nel 1922 a Camagüey, Cuba, da genitori spagnoli: sua madre muore per complicazioni durante il parto ed il padre Manuel
all’uscita dall’ospedale affida la figlia ad uno sconosciuto, dicendogli: “Le regalo questa bambina. Mia moglie e morta, ed ho già una figlia di 15 mesi da accudire, non posso occuparmi anche di lei. Tenga, io me ne torno in Spagna”. José Mestril, questo il nome del “nuovo” padre della ragazza, crescerà Esperanza (il nome le fu dato in memoria della madre deceduta) con sua moglie Catuca fino all’età di sette anni, quando Manuel, sebbene per tutti e 7 gli anni non abbia dato alcuna sua notizia né ai Mestril né alla figlia, torna con la nuova moglie María Antonia a riprendersela. Sette anni e già tre madri e due padri. Eppure, il peggio per Esperanza arriverà in seguito. Va a vivere in Spagna con il padre naturale e la terza madre, si sposa con il giovane Víctor, ma è un periodo storico molto difficile quello in cui vivono nel paese iberico: la Monarchia è crollata, la neonata Repubblica è già allo sbando, e di lì a poco scoppia la Guerra Civile. Il marito va al fronte, gli scrive lettere da Madrid, sopravvive allo
sfacelo. Franco prende il potere, Esperanza e il marito decidono di emigrare. Lei vuole tornare a Cuba, ma il regime non glielo permette e sono costretti a ripiegare in Argentina. Scoppia la Seconda Guerra Mondiale, l’Argentina è neutrale, e seguono anni di relativa tranquillità: mette al mondo tre figli, l’Argentina vive il miracolo economico del dopoguerra. Ma si tratta della classica quiete prima della tempesta. L’America Latina è sconvolta da diversi colpi di stato militari, che portano a sequestri, sparizioni ed esecuzioni sommarie. L’Argentina resiste, c’è ancora Juan Domingo Perón ed il suo debole regime ma pur sempre democratico. Poi nel 1976 il colpo di stato dei militari e la nascita del regime di Jorge Rafael Videla fa sì che si scateni la più brutale repressione continentale proprio nel paese dove molti latinoamericani si erano rifugiati dopo i golpe nei loro paesi. Sulla famiglia di Esperanza, la repressione si abbatte la mattina del 10 novembre 1976: venti uomini incappucciati fanno irruzione in casa sua: sono gli squadroni della morte. “Siamo venuti per uccidere suo figlio Palmiro”, gli dice drastico uno di loro. Il 28enne fu ucciso assieme alla moglie Edith Graciela Koatz, 25 anni, ed al di lui padre Víctor, che era sopravvissuto alla Guerra Civile spagnola, ma non riuscirà a fare altrettanto con la Guerra Sporca argentina. Il secondo figlio, Miguel Ángel, 25 anni, era uscito di casa il 13 settembre e non sarà mai più ritrovato: diventerà uno dei tanti desaparecidos latinoamericani. Dalla mattanza si salveranno solo lei e la figlia Manoli.
Per Esperanza, che a cinquant’anni si ritrova nuovamente da sola contro tutti, inizia un lungo calvario. Si rivolgerà a chiunque per avere giustizia. Perfino al potentissimo generale Leopoldo Galtieri, che una volta disse con impassibile flemma che “In ogni guerra c’è gente che scompare”. Ma non ci fu verso di sapere che fine avesse fatto Miguel Ángel. Un giorno Esperanza lo afferrò per la giacca chiedendo spiegazioni. “Mi disse che la morte di mio marito era stata uno “spiacevole errore”, ma che i miei due figli erano montoneros (guerriglieri di sinistra, ndr). Gli gridai “Assassino!”. Pensai che non mi avrebbero lasciato in vita”. Da allora, Esperanza iniziò a dormire vestita, pensando che l’avrebbero prelevata di notte: “Non volevo che mi ammazzassero in pigiama”. Continuò a visitare carceri, commissariati e caserme. Scrisse al Re di Spagna ed al ministro degli Esteri, ma non ci furono mai risposte. Poi l’impegno con le Madri di Plaza de Mayo (“All’inizio ci chiamavano pazze e puttane”), che raccoglie tutte le donne che negli anni della dittatura persero mariti, figli, fidanzati, nipoti, tutti enchupados (lett. “risucchiati”) dall’esercito e svaniti nel nulla. In molti, venivano torturati e poi “scaricati” nel Pacifico. “Non mangio più pesce”, spiega Esperanza, “perché li torturavano, li uccidevano e li buttavano nell’oceano”. Del secondo figlio resta solo una flebile traccia. “Pare che fosse stato rinchiuso in una clinica psichiatrica per qualche tempo, è l’ultima pista a cui sono riuscita a risalire”. Una timida possibilità che il figlio possa essere da qualche parte ancora vivo? Esperanza ci crede ancora: “Lo sogno ogni notte, dal 1976”.
Panageos
Noticias de San Esteban de la Sierra Septiembre de 2011 martes 20/09/2011 http://www.panageos.es/noticias/san-esteban-de-la-sierra_3153/septiembre-del-2011
Autor de la obra, José M. Santos, anticipa que “se trata del peregrinaje de Esperanza Pérez, española nacida en Camagüey, Cuba; recriada en San Esteban de la Sierra, Salamanca, España, e instalada en Rosario, Argentina. Su madre murió al poco de nacer ...
NoticiasFutbol.es
Esperanza, víctima española de la Dictadura Argentina, asegura que “es imposible olvidar”. Edith Graciela Koatz martes 20/09/2011 http://www.noticiasfutbol.es/noticiasde/edith-graciela-koatz.php
“Es imposible olvidar”, dice Esperanza Pérez Labrador, una española a la que los militares de la Dictadura en Argentina le destrozaron la familia en 1976, y hoy, después de 35 años de sufrimiento, repite entre lágrimas que “es un deber...