Cuentos eroticos de san valentin aa vv

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parénquima. Parénquima testicular. Qué música tan bien temperada la de las palabras justas. La de los diagnósticos favorables. La del destino a nuestro favor. Qué bien suenan los huesos de la suerte, cuando es buena. Las tabas de ganar. Aquella vez lejana yo había conjurado la muerte en mi cabeza muchas veces. La había exorcizado con el talismán de mis palabras, con mi apetito de vida. Igual que había hecho en la noche profunda de mi operación de vesícula, durante el día de San Valentín, enamorado del mundo. Con la misma fe en el poder de las palabras. Con la misma fe en el poder de la vida. Con la misma fe en las palabras que nombran la vida. Le había dicho no a la muerte. Detente, le había dicho. Ni un paso más allá. Aquí no hay nada para ti, vieja negra, sucia vieja. Durante mi alegato me pregunté cien veces: ¿cómo serán las palabras de la muerte? ¿Cómo serán las mías en respuesta a las suyas? Y cien veces me respondí lo mismo: las mías no serán. Yo, que siempre tuve palabras para todo, no pienso pronunciar ninguna cuando venga. A ella sólo le reservo el silencio. Lo menos mío. Lo menos humano de cuanto me hace hombre. Valencia, septiembre de 2006

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