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¿Quién está dispuesto a reconquistar las cárceles?

Desde que, en la práctica, el Estado cedió el control y la administración de las cárceles al crimen organizado, los ecuatorianos hemos tenido que habituarnos a lo intolerable. Las investigaciones de los asesinatos por encargo concluyen a lo sumo con alguno de los autores materiales sentenciados y un lapidario “la orden vino de la cárcel”, lo que equivale a decir que es imposible dar con el mentalizador.

Terminar tras las rejas, por el motivo que sea, conlleva pagar una elevada cuota extorsiva. Es común que un preso ‘aparezca colgado’, que se incauten armas largas —imposibles de ingresar sin complicidad— o que se produzcan ‘matanzas carcelarias’ de una atrocidad bestial.

En ese entendimiento perverso, las bandas ponen ‘orden’ a cambio de contar con un santuario criminal y de lucrar a manos llenas de la virtual concesión de un servicio público. A su vez, un Estado incompetente y debilitado se libera de la engorrosa tarea de la administración penitenciaria. A largo plazo, las consecuencias son devastadoras. El estallido de violencia de Brasil y El Salvador se gestionó, en los noventa, en las cárceles, y los ‘pranes’ de Venezuela o la ‘Pandilla de los Números’ de Sudáfrica recuerdan el nivel infernal al que se puede llegar. celes arrojan datos muy relevantes de como la criminalidad y delincuencia tienen su origen en el interior del hogar. La violencia en la casa y la conducta delictiva a menudo van unidos , sea porque los menores han sido víctimas de maltratos o porque son testigos de ellos.

Recuperar verdaderamente el control de las cárceles no es un problema de recursos, tecnología ni gente, sino de confianza en las instituciones.

La solución es compleja pero la paz en nuestro territorio no llegará hasta que la sociedad, incluyendo sus élites, aborden el problema de manera integral, acompañando la ley del garrote con educación, salud mental, inversión y empleo.

En las sociedades democráticas , nuestras creencias forman parte de la libertad individual que las personas disfrutan, pero estas creencias dependen necesariamente del entorno social en el que vivimos. Tal condicionalidad no significa restricciones a la libertad.

Libertad significa respetar a los demás y aceptar las consecuencias de las acciones y palabras basadas en el libre albedrío, este no puede ser contrarrestado ni influenciado por nadie más que por nosotros mismos, de lo contrario, se convierte en libertinaje por arrogancia, terquedad o rebeldía. Las personas necesitan la libertad de explorar y experimentar para descubrir quiénes son y qué quieren en la vida. También les permite tomar decisiones y aprender de sus errores.

El libertinaje es un abuso sistemático de la libertad personal sin tener en cuenta los derechos de los demás. En nombre de esta falsa libertad , se puede causar daños físicos, emocionales y ética, y violar importantes derechos humanos.

Los excesos de esto están asociados a la falta de moralidad y empatía, la delincuencia, el abuso y el irrespeto. Pueden ser peligrosos, sin límites ni restricciones pueden involucrarse en comportamientos destructivos. La falta de límites puede conducir a la irresponsabilidad y ausencia de disciplina, lo que puede afectar negativamente en el futuro. No se trata de una cuestión de acciones concretas, sino del trasfondo de las mismas.

En esta época de rebeldía, las personas suelen moverse buscando la gratificación, actuando por impulso y desafiando a la autoridad.

Es, justamente, la creencia en el progreso infinito de la sociedad, ligada al ejercicio del poder, lo que nos obliga a tolerar las acciones ‘incorrectas’ de los demás. Se han de respetar sus derechos incluso si no respetan los de quienes actúan con sentido común, pues, actualmente, la tolerancia solo se aplica en su posición.

Se conoce que la mitad de los casos de violencia doméstica ocurre ante la presencia de hijos menores de 12 años. El 32% de los encuestados penitenciarios fueron testigos de violencia entre sus padres. Quien crece viendo o padeciendo la violencia, tiene mayor tendencia a replicarlo de adulto. Por otro lado, el 47% declararon haber sido víctimas de maltrato infantil. Según informa UNICEF uno de cada dos menores de 15 años es sometido a castigo corporal en el hogar.

La inseguridad y el crimen violento actualmente son comparados con “una epidemia”. De acuerdo a expertos la ex- posición severa o prolongada a la violencia deja cicatrices psicológicas profundas y efectos muy nocivos que estamos constatando día a día en nuestra realidad. Por tal razón, conocer y comprender los detalles de la transmisión intergeneracional de la violencia es fundamental para plantear soluciones urgentes desde las familias, escuelas, el gobierno, y todas las instituciones competentes. No pueden los hogares seguir siendo el cal - do de cultivo donde se gestan delincuentes y criminales. Al contrario, debe ser un espacio de protección y de formación de los nuevos líderes sociales. En este contexto, y a puertas de las elecciones, conminamos a los candidatos a exponer sus propuestas en cuanto a ¿qué políticas públicas proponen para que las familias no sean territorios hostiles para los niños? y ¿cómo van a trabajar para prevenir la agresividad intrafamiliar?

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