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Mayo con M de mamá R
ecuerdo como si fuera ayer el abrazo que me dio mi mamá el día que decidí irme de casa en busca de un mejor futuro. Recuerdo muy claro, despedirme de ella con una sonrisa, pero con los ojos enlagunados y decirle “tranqui, ma. Ya falta poquito para volver a visitarlos”; seguramente en ese momento no me di cuenta, pero estaba iniciando una vida lejos de mamá y lo difícil que resulta no tener a tu más grande soporte a tu lado, de forma física claro. Veía los días pasar con especial nostalgia, mi mamá la persona que más me ha consentido y querido en la vida no estaba diariamente a mi lado; ni acurrucas, ni abrazos, ni el juguito en la mañana, ni los mimos del medio día. Pero qué fortuna saberla mi madre; qué riqueza tan grande tener como progenitora a la mujer más buena del mundo.
Seguramente las palabras me resultarán insuficientes: primero porque merece más que quinientos caracteres; y, segundo, porque el rol de madre también lo compartió con varias mujeres que forman parte de mi historia. Estuvieron presentes mis tías, todas ellas madres de sus propios hijos, y de sus sobrinos. Estuvieron mis abuelitas, quienes ejercieron el rol de madres aduladoras, el amor incondicional que no falta. Estuvieron mis tías abuelas, cumpliendo muchas de las veces, el rol de madre elocuente y perspi- caz que nos enseñaron pertinencias de la vida. Las mujeres de mi vida, todas ellas, han ejercido el rol de madre en mi vida. Por eso, qué privilegio de la vida tan grande contar con mi madre, mis abuelas, mis tías, y mis tías abuelas. Qué especial regalía de la vida estar rodeada de mujeres valerosas, fuertes, e inteligentes. Sin embargo, entiendo que esta prerrogativa no es el común denominador de la sociedad. Por eso tampoco resultaría suficiente quinientos caracteres, porque las madres son la brújula misma de la vida. Todas ellas, con su historia o sin ella; solas o acompañadas, biológicas o no, madres con y sin hijos, son la representación misma de la divinidad del amor incondicional.

Tampoco quinientos caracteres resultan suficientes para honrar la vida de una mujer brillante, valiente, y hermosa. Madre, con M de Madgita; pese a la insuficiencia de este texto será siempre preciso pronunciar que los ángeles más divinos son requeridos por Dios para formar parte de su ejercito de divinidades. Su ternura y su dulzura fueron reclamados por el Grandísimo en mayo, mes de la madre, mes del amor absoluto, porque una mujer tan completa, tan perfecta siempre es requerida a su lado. Que la tierra le sea leve tía Magdita, y que la vida me permita tener a las mujeres de mi vida, toda la vida.