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El chantaje del estallido inminente

Las certezas se diluyen conforme avanza el juicio político contraelpresidenteGuillermo Lasso. La supuesta mayoría arrolladora resultó no ser más que una criatura imaginaria que habita solo en la mente de los opositores más frenéticos. Hasta los jefes de las bancadas que impulsan el juicio reconocen ya que no cuentan aún con los votos y más de uno advierte que es probable que las definiciones determinantes se den solo el día mismo de la votación.

Ante este escenario de desgaste, los sectores más rabiosos de la oposición reaccionan con un chantaje pueril. Empiezan ya a advertir sobre un supuesto estallido social, sobre protestas fuera de control que implicarían el descenso definitivo del país hacia el caos. Aseguran que si el Presidente no es destituido o si no renuncia, las masas frenéticas se volcarán a las calles y sobrevendrá la anarquía. Se trata de un argumento tan anticuado como inoportuno.

Nuestra clase política tiene la mala costumbre de amenazar con demasiada frecuencia sobre una guerra civil. Uno de los principales postulados del correísmo era que su proyecto era la última oportunidad de prevenir una transformación social violenta, pero luego de que perdieron el poder no vino el diluvio. Los sectores indigenistas radicales intentan mostrar siempre como estallidos espontáneos y masivos lo que no pasa de esfuerzos masivos y coordinados.

Ecuador no está a punto de estallar ni estallará; la gente entiende que los verdaderos problemas que enfrenta no se solucionarán con arrebatos de violencia, sino con acuerdos y esfuerzo común. Los políticos deberían estar trabajando en ello en lugar de en chantajes.

Crimen vs Estado de Montecristi

Sesupone que el orden político y moral se impone siempre, a largo plazo, a las fuerzas del caos y la anarquía. Desde los teóricos de la antigüedad hasta el propio Charles Darwin advertían que los grupos que respetan las reglas — por más que parezcan ingenuos o bobos que desaprovechan las oportunidades— terminan imponiéndose sobre los pícaros amorales. Si con el paso del tiempo el orden de los buenos no se impone al de los supuestos malvados, no es porque la vida sea injusta, sino porque ese orden no sirve.

El problema de seguridad que enfrenta este momento Ecuador no es una pugna moral ni solo resultado de un mal gobernante, peor producto de alguna conspiración secreta. Es el enfrentamiento entre un sistema dominante en descomposición —el Estado de Montecristi, con todas su vertientes— y una respuesta lógica en ascenso — el del crimen organizado y su gobernanza—. Mientras creamos que la forma de vencer esta lucha es apegarse al Estado actual y sus reglas, el crimen seguirá cosechando victorias.

El supuesto ‘orden’ actual solo ha generado setenta por ciento de desempleo o subempleo, tasas de natalidad que caen en picada, cientos de miles de migrantes, crecimiento económico nulo, una justicia emasculada, una clase política decadente y una cantidad creciente de drogadictos. Lejos de querer ser un país, el Ecuador actual solo aspira a ser un potrero proveedor de alimentos y minerales, poblado por una masa adicta a los dólares que le permiten importar hasta la última baratija. Su única esperanza de vencer es que, cuanto antes la mayoría de gente posible emigre, se mate o envejezca lo suficiente como para tornarse inofensiva Mientras, sus rivales no tienen que preocuparse del régimen laboral, ni de la no regresión de derechos, ni del garantismo, ni de licencias ambientales, ni de inclusión, ni de políticas anticíclicas. ¿Quién tiene las de ganar?

cial desconocía por completo que el pasado jueves 13 de abril existían amenazas de atentados en varios puntos de Guayaquil.

EE.UU. advertía horas antes de los ataques , a sus ciudadanos, mientras nuestro ministro del Interior, Juan Zapata, estaba totalmente perdido y al día siguiente reconocía su desconocimiento de las alertas ante los medios de comunicación. Hoy los ecuatorianos tenemos un enemigo invisible, pero poderoso: la inseguridad.

Para combatirlo no basta con construir Unidades de Policía Comunitaria o Unidades de Vigilancia Comunitaria, tampoco con repotenciar patrulleros. La mejor prueba de esto es que mientras el Gobierno anunció un aumento de 3,31% en el presupuesto para la seguridad en este 2023 ($3.364 millones) con relación al 2022 ($3.257 millones), el servicio de inteligencia estratégica sufre una reducción del 5.6%, al reducirse de $27.7 millones a $22 millones. ¡Es insólito!

Es fundamental equipar, capacitar e inyectar recursos económicos para que las unidades de inteligencia se infiltren en el mundo de los terroristas y delincuentes. Esa es la forma de abrir ojos y oídos dentro de las filas enemigas, para devolvernos el orden y la calma que exigimos los ecuatorianos con desesperación. Ya no podemos vivir así, porque sin seguridad avanzamos hacia un Estado fallido donde las inversiones se ahuyentan, el desempleo crece, los emprendimientos y negocios pequeños quiebran y la economía en general se detiene.

El modelo libertario defiende el fortalecimiento de cuatro pilares fundamentales para una sociedad más próspera y con el menor índice de delincuencia: educación, salud, justicia y seguridad.

Se requiere con urgencia iniciar acciones para reducir la violencia y reactivar la economía. ¡Ecuador merece y necesita menos Estado, menos ceguera, más eficiencia y sobre todo, más libertad!

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