Catarina 253

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8 / OPINIÓN

11 de Marzo de 2009

Juan Pablo Bueno Hernández Nadie dijo que ser perseverante es fácil. Cuando enfrentamos dificultades, ¿lo vemos como un impulso para continuar, o nos lamentamos y claudicamos?

HAGAMOS UN BRAINSTORMING Y VEMOS

Juan Pablo Bueno Hernández

El arte de perseverar

Patricia Gameros

Tú me recuerdas a…

L

a capacidad de controlar nuestras vidas, dar forma a las percepciones y conseguir que las cosas funcionen, ha asumido diversas formas de poder. La palabra poder es una de esas que transpira emociones fuertes. En épocas primitivas, esta palabra no era más que una cuestión fisiológica que daba al más fuerte y rápido el privilegio de controlar su propia existencia y la de los demás. A medida que la civilización se iba desarrollando, el poder se volvió una cuestión hereditaria en donde el rey disfrutaba de una autoridad plena y absoluta. Con la llegada de la Revolución Industrial el poder se fue ligando al capital, dando dominio del proceso industrial a los que tenían mayor acceso al poder adquisitivo. En la actualidad, la información rige los estatus de poder; las nuevas ideas, conceptos, formas de comunicación y tecnología día a día cambian al mundo en un abrir y cerrar de ojos. Recientemente se ha adoptado un nuevo término dentro del vocabulario marketero. El Neuromarketing es una mezcla entre la ciencia y la mercadotecnia con la cual expertos en la materia aseguran que, a través del estudio de los efectos publicitarios dentro del cerebro humano, las empresas podrán desarrollar estrategias mucho más efectivas. Me llama la atención este nuevo método, ya que a través de una especie de casco se registran los cambios de actividad en las áreas pre-frontal y orbito-frontal asociadas con los niveles de engagement1. Esto claramente con la intención de poder llegar a predecir, sin ningún sesgo en la investigación, la conducta del consumidor. Los seres humanos nos regimos por las emociones que actúan sobre nuestros procesos mentales y desembocan en la toma de decisión de compra. Como mercadólogos, por lo tanto, esta nueva técnica es una fuente de información extremadamente útil ya que ayuda a darnos cuenta de cómo una persona percibe, procesa y recuerda el mensaje. Sin embargo ¿dónde queda la ética y la responsabilidad social? El Neuromarketing podría considerarse como uno de los más grandes desafíos de la rama, pero también como una técnica invasiva para la intimidad del consumidor ya que las empresas obtendrían el poder de canalizar las emociones hacia la compra del producto de manera inmediata en el momento que ellos lo deseen. Seamos honestos, el Neuromarketing se trata de un juego mental en donde la ciencia favorece a la mercadotecnia indicándole cómo introducir un chip de publicidad en un lugar tan exacto del cerebro humano que el target no logra darse cuenta. El verdadero desafío marketero está en la capacidad de transformación, en darle forma a las percepciones, y conseguir que las cosas funcionen a favor del consumidor y no en contra. Como diría Anthony Robbins: El poder verdadero se comparte, no se impone. 1 El verbo engage, traducido del inglés como “implicar”, se utiliza para describir a aquellos consumidores que sienten que el producto o servicio que están utilizando es relevante para ellos.

pagamgo@hotmail.com

Patricia Gameros El Neuromarketing podría considerarse como un enorme desafío en la rama, pero también como una técnica invasiva para la intimidad del consumidor

C

uando hablamos de perseverancia, pensamos en un largo camino cuyo final no vemos. Escuchamos sobre personas perseverantes y las admiramos. ¿Qué podemos decir sobre Tomás Alva Edison quien, tras varios intentos, descubrió el foco? ¿O qué tal Martin Luther King, quien llegó a la muerte por la consecución de la causa que defendía? ¿Y qué decir de aquéllos que ganan premios mundiales, a quienes tomamos como referentes en esta virtud? Ellos, y muchos más son ejemplo para nosotros sobre la manera de llegar a la meta, pero, ¿qué tan inalcanzables nos parecen? A veces acostumbramos mirar sólo el inicio y el fin del camino y, si hay mucha distancia entre ellos, creemos que es imposible recorrerlo. Pero no por nada se dice que toda gran carrera comienza con el primer paso, y cada paso debe verse como una oportunidad de avanzar y estar cada vez más cerca. Tendemos a creer que cada paso que damos debe ser hacia adelante. Sin embargo, la realidad es completamente distinta. En diversas ocasiones, al iniciar un proyecto, el panorama luce alentador y los primeros pasos son siempre hacia el frente. No obstante, cuando enfrentamos dificultades y aparentemente “vamos para atrás”, ¿cómo reaccionamos? ¿Lo vemos como un impulso para continuar, o nos lamentamos y claudicamos? Es un error pensar que las cosas invariablemente saldrán como uno quiere, pues esto no siempre está en nuestras manos. Pero lo que sí depende de nosotros es que todo vaya hacia donde uno quiere. Si tenemos clara la meta,

por muy pedregosa que sea la vía, podremos llegar. Todo este proceso conlleva un esfuerzo mayor al de que hacen los demás, implica batallar más en contra de aquello que sale mal. Bien lo decía Miguel de Unamuno, “El modo de dar una vez en el clavo, es darle 100 veces a la herradura”. Si a nuestro alrededor la mayoría se conforma con golpear sólo una vez, ¿qué resultados podemos esperar? ¿Qué nos exigimos nosotros mismos? Nadie dijo que ser perseverante es fácil. Es como un camino repleto de hoyos. A pesar de caer en ellos una y otra vez, es necesario levantarse y continuar. Como cada hoyo es diferente, cada problema también lo es. Ante eso debemos estar preparados, pues a veces caemos en el error de creer que las dificultades se afrontan de la misma manera que una receta de cocina; esto es, que para todos los problemas habrá una misma solución, y el día que esto cambia perdemos el control. Es fácil ser constante en los momentos de productividad y alegría. Pero, ¿qué sucede cuando las circunstancias son contrarias? ¿Estamos dispuestos a ser persistentes desde ahí? La perseverancia implica disposición de aceptar todo lo que venga siempre y cuando se tenga un fin claro. ¿Hacia dónde apuntan nuestros sueños? ¿Qué tan tenaces somos como para hacerlos realidad? Quien logra ser perseverante, conseguirá otras cosas importantes en su vida. jpbh_89@hotmail.com

Leiby López

Algo de masoquismo “Sólo nos vimos y supimos que no había nada más que decir”. Eso me contaba un amigo que hasta hace tres meses daba por perdido lo que había pasado con su ex novia y después de lamentarse durante todo ese tiempo, ahora se encontraba feliz. Según él, en cuestiones amorosas, existen dos cosas que definen la vida de los individuos: el apego [lo que la P llama masoquismo] y la pérdida. “Sólo debes decidirte”, nos decía. Si optas por el apego, tendrás que luchar con todas tus fuerzas para estar con esa persona que quieres, aunque al principio se rehúse a aceptar que se necesitan [La P dice: Eso me recordó frases telenovelezcas]. Basado en su experiencia, sugirió luchar siempre y cuando esa otra persona tenga intenciones de estar a tu lado, de lo contrario, hay que ser realistas, el intento será en vano. De ahí surgió la pregunta obligada ¿cómo saber si la susodicha (o) quiere estar a tu lado? A ese amigo sólo le bastó una mirada para saber que debía dar borrón y cuenta nueva, pero generalmente las cosas suelen ser más que complicadas. “Me pidió un break, llevamos una semana ignorándonos” me decía tristemente una amiga [La P pensó: ¿carajo, es la temporada de truenes o qué…?]. Para esto, la noche del día en que ella me contó su situación, la encontré bailando y muy sonriente con su peor es nada. Todo estaba arreglado, pero ella optó por hablar

de frente con el novio/ exnovio y preguntarle directamente qué iba a pasar con su relación, a sólo unos días de haberse separado. ¿No es enfermo que la misma persona que a veces te hace reír, suspirar, sonreír, etcétera, etcétera, sea también aquella que te hace pasar los momentos más amargos? Tenemos nuestros ratos buenos y nuestros ratos malos; tenemos grandes cualidades y al mismo tiempo grandísimos defectos. Aún sabiendo que las relaciones de pareja no siempre ofrecerán camas de rosas, ¿por qué será que nos aferramos a continuar? Alguna vez escuché decir a alguien que el amor apestaba. Tal vez estaba convencido de que, por ley, éste tenía un lado de felicidad y otro de sufrimiento. Partir de ese supuesto es aceptar que el amor de cualquier forma acabará por hacernos daño. Al respecto, pienso que somos nosotros los que le damos el color y la forma con todo lo que hacemos y dejamos de hacer. Ahora a la P y a mí nos surgen dos preguntas ¿será acaso más conveniente actuar pasivamente y esperar que las cosas se den por sí solas nuevamente, o será mejor agarrar al toro por los cuernos y llevar la situación a un sí o un no definitivo?

leibyval8@gmail.com


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