Secrts d placr EM III

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apunté en uno de mis cuadernos una frase de una película que me caló muy hondo y que ahora no puedo evitar recordar: « El pasado sólo es una historia que nos contamos a nosotros mismos» . El estómago me gruñe. Es la tercera vez que lo oigo desde que he entrado en la hamburguesería. Huele demasiado bien y me muero de hambre. ¿Cuándo van a llegar? Mientras pienso en lo que pediré, por el rabillo del ojo veo una figura familiar al otro lado de la calle, esperando en el semáforo. Es Dania con un abrigo verde oscuro casi hasta las rodillas y unas preciosas botas de color negro. Está volviéndose muy estilosa, y ese pensamiento me hace sonreír. Mientras camina hacia aquí, con el paraguas en una mano y con la otra alzada a modo de saludo, rememoro esa canción de Nancy Sinatra tan pegadiza. « These boots are made for walking and that’s just what they’ll do…» . (« Estas botas están hechas para caminar y eso es justo lo que van a hacer…» ). Segundos después la tengo a mi lado, inclinada para darme un beso. Echa un vistazo a las sillas vacías. —¿Y éste? —pregunta refiriéndose a Aarón. —No lo sé, Nancy. —¿Qué? —Parpadea sin entender a qué me refiero. Sonrío y le señalo las botas. Como continúa sin pillar la bromita, le tarareo la cancioncilla hasta que se une a mis risas—. ¿Te gustan? Las vi en un escaparate y no pude controlarme. — Deja el paraguas colgado de la silla—. ¿No ha enviado Aarón ningún mensaje ni nada? —Hace amago de sacar el móvil, pero niego con la cabeza—. Pues vay a, ¡está convirtiéndose en un impuntual! —Sacude su cabello encrespado por la humedad y se quita el abrigo. Adoro contemplar su tripa bajo esos jerséis ajustados. Espero a que se siente para interrogarla acerca de la sonrisilla que ilumina su rostro. —¿Al final hubo buen sexo? —bromeo. —¡Guarrilla! —Coge una servilleta de papel, hace una bola con ella y me la lanza. La atrapo al vuelo, me encojo de hombros y río. ¡Vamos, a mí no me engaña! Ahora que no se haga la señorita escandalizada—. Me lo pasé tan bien, Mel… —¡Venga, cuéntame! —Como el día era tan bonito comimos en una terraza muy coqueta por Ruzafa. Me sabía mal que lo pagara él con su situación, pero al final insistió tanto que tuve que aceptarlo. Y tampoco quería herir su orgullo. —Se detiene un momento y vuelve a sonreír—. Por la tarde paseamos, hablamos muchísimo… —Sus ojos sueltan un destello que me sorprende. Está eufórica, ilusionada. Después de lo que le hizo el traidor de su ex y de lo que le ocurrió con el embarazo, no puedo más que alegrarme—. ¿Sabes? —Agita la mano para llamar mi atención—. Creo que jamás he hablado tanto con alguien. Ni siquiera con… —Calla y hace un gesto de indiferencia—. Bueno, y a sabes. Pero Diego me


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