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La arrastró hacia el borde de la mesa, con sábana y todo, haciendo resbalar suavemente la tela sobre la lisa superficie. -¿ Qué... --empezó Faith, pero enseguida volvió a dejarse caer hacia atrás al tiempo que él le acomodaba los muslos sobre sus hombros. Gray separó suavemente los pliegues de carne inflamada de entre las piernas, y Faith sintió su aliento cálido sobre ellos. Apenas tuvo tiempo para contener la respiración antes de que él introdujera la lengua en aquella sensible carne causándole un fogonazo de sensaciones que la hizo gritar. Fue muy tierno, y muy concienzudo, y en cuestión de minutos la redujo a un éxtasis de temblores y gritos. Después la llevó al cuarto de baño. Ella permaneció de pie, soñolienta, bajo la ducha con él, rodeándole la cintura con los brazos y la cabeza apoyada en su pecho. Había desaparecido buena parte de la inflamación y el dolor, pero ahora sentía los músculos como si fueran de gelatina. Cuando empezó a correr el agua caliente, Gray separó la mejilla que tenía apoyada en su cabeza. -¿Comemos? -murmuró. Faith se soltó de él de mala gana y cerró el grifo del agua caliente. Se escurrió el pelo mojado de la cara y lo miró con los ojos salpicados de gotas de agua en las pestañas, semejantes a diamantes. Parecía fuerte y despiadado, pero era muy humano, con sus deseos, miedos y rarezas, y ella lo amó todavia más profundamente por aquellas peculiaridades. Pero, sólo por espacio de unos instantes, Faith hubiera deseado que fuera más impenetrable, porque no podía aplazar mucho más lo que tenía que decirle de su padre. Lo menos que podía hacer era darle de comer primero. Gray devoró dos bocadillos de jamón con tomate y luego se recreó un poco más en el tercero mientras Faith daba cuenta de uno. Después hicieron otra vez la cama con sábanas limpias, y Gray se dejó caer en ella con un suspiro de agotamiento. La envergadura de sus brazos y piernas extendidos ocupaba la mayor parte de la cama, pero Faith trepó hasta uno de los huecos y se acurrucó con la cabeza todavía húmeda en el lugar acostumbrado junto a su hombro. Lo rodeó con sus brazos y se apretó a él con fuerza como si pudiera protegerlo del dolor. -Tengo que decirte una cosa -dijo en voz baja.

19 Mónica lloró largo rato después de que Gray colgó el teléfono, con los brazos cruzados encima de la mesa del despacho y la cabeza apoyada en ellos. Las lágrimas saladas y calientes gotearon sobre la superficie pulimentada de la mesa, y ella las secó con la manga, pues no quería estropear el barniz. jamás se había sentido más perdida y confusa, ni siquiera cuando su padre los abandonó. Nada estaba saliendo bien. No había conseguido decirle a Alex que no iba a permitirle que la follara nunca más; cuando él bajó del dormitorio de su madre la otra noche y se quedó de pie en la puerta, mirándola fijamente, se le paró el corazón. Intentó decirlo, pero se le secó la garganta, y además Alex se inclinó sobre ella y ya fue demasiado tarde. Se estremecía de vergüenza cada vez que pensaba en ello. ¿Cómo había podido permitir que la tocara? Iba a casarse con Michael. Se sentía sucia, y tenía la sensación de estar ensuciándolo a él al echarse en sus brazos después de haber estado con Alex. Y todavía no le había dicho a Gray que Michael le había pedido que se casara con él, ni mucho menos le había dicho a su madre ni siquiera que estaba saliendo con él. Había tenido


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