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tal punto que, dos años después, se encontraba en su casa tras haberse acostado con él. No podía creérselo. Adrián tomó asiento a su lado y le enseñó un disco de un grupo que Blanca no conocía. Le explicó que era difícil conseguirlo, pero que uno de sus amigos moteros lo había encontrado. —Eso sí, me ha costado una pasta. Voy a tener que vender un riñón para poder pagárselo todo. En ese momento Blanca pensó en el CD que Adrián le había regalado. Lo había escuchado en casa en unas cuantas ocasiones, quizá más de las que se había propuesto, pero eso era algo que no confesaría a su amigo. Le había sorprendido el título de la canción que había sonado mientras se habían acostado. Se titulaba I Wanna Be Your Boyfriend. Al principio le había parecido que era un poco estúpida porque apenas tenía letra, repetía lo mismo una y otra vez. Sin embargo, cuando estaba nerviosa la ponía y, en cierto modo, se inquietaba aún más. —Estoy intentando tocar en algún sitio. Quizá la semana que viene coja el tren y vaya a la capital, a probar suerte allí. ¿Por qué no te vienes? Blanca se frotó las manos, que le sudaban como últimamente le ocurría cuando estaba con su amigo, y tan solo acertó a asentir con la cabeza. Lo observó un instante, y luego lo miró con disimulo. Sí, Adrián era muy guapo, y no entendía cómo no se había dado cuenta antes, cómo no había reparado en que una vez que te atrapaba con el movimiento de sus largas pestañas y con el gesto de sus dientes clavados en el labio inferior, ya no podías escapar. Desde que lo habían hecho unas semanas antes, él la había llevado a su casa en algunas ocasiones más, y eso la sorprendía porque nunca había sido así. Hablaban mucho, probablemente más que nunca, sobre todo de sus planes futuros, de cómo serían sus vidas y de la gente que conocerían. Adrián la incluía en sus proyectos; Blanca no lo veía a él en sus próximos años. Imaginarlo en su nueva etapa le provocaba unas extrañas cosquillas en el vientre. Además de charlar, Adrián la había besado alguna vez. Con suavidad, sin apenas rozar sus labios… Pero habían sido besos. En el pueblo de al lado, cuando aún estaba subida en su moto. En la montaña, mientras escuchaban música. En su habitación, tras beber unos refrescos. En un par de ocasiones, viendo Perdidos, una serie que a Adrián le encantaba, él había acercado su mano a la de ella, aunque no se la había cogido. Blanca no lograba


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