Greco, beatriz

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en la escuela y organizan autónomamente sus actividades con un profundo respeto entre sí (contradiciendo situaciones anteriores). Son los jóvenes inmigrantes bolivianos y peruanos que no hablaban y comienzan a hacerlo después de ver con su profesora una obra de teatro sobre la inmigración a nuestro país en el siglo XIX, es la adolescente que dialoga con su profesora cuando se conmueve con los relatos de Abelardo Castillo; son las palabras de tantos adolescentes que parecen no tener palabras y sin embargo... Hay momentos, en las escuelas, que parecen instalar otra temporalidad. Tiempo del orden de lo virtual o de la “apariencia”. Ficciones de lo real. Una temporalidad diferente que se actualiza ahora. Hay algo de la percepción del tiempo lineal pasado-presente-futuro que se desarticula, una discontinuidad que ya no supone un futuro mejor que algún día llegará, no persigue horizontes lejanos, no busca sustituir el presente, rompe con la oposición presente-futuro (“algún día llegará, lo que hoy no es”) y con la fijeza de la categoría. Es un tiempo que escapa a la idealización de lo que debe completarse para cambiar lo real y actual rechazado. Un tiempo del “aquí y ahora” que no colma sino que despliega, que no cierra sino que abre y que se constituye “en acto”. Hay algo del trabajo de un dramaturgo o cineasta: imaginando, montando escenas, inventando ficciones, creando novedades, produciendo acontecimientos, y dejándose producir por ellos, allí donde la desigualdad persiste en el orden social habitual. Hemos visto en capítulos anteriores que el tiempo humano no se despliega en términos lineales y “esencialistas”, que en el orden de lo real presente, un principio, un axioma de igualdad, puede perfilarse modificando la partición de lo sensible dada, y este movimiento en sí mismo, contemporáneo y actual, instituye ya otras condiciones para la transformación de la desigualdad. “Lo virtual, o lo que Rancière llama también a veces la apariencia, es lo que permite quebrar la oposición entre lo utópico y lo real, entre el porvenir y el presente. Designa una escena, un teatro donde hay lugar para lo que era impensable según el orden policial, donde se hace ‘como si’” (Cohen, 2004: 29), “(...) la política es la constitución de una esfera teatral y artificial” (Rancière, 2000) donde lo real es atravesado por un principio que no puede tener lugar más que en lo real mismo recreando lo que se supone que es. Es una “puesta en acto” de algo diferente que no puede instituirse como realidad más que temporariamente, de manera incompleta y frágil, pero con la potencia de lo que “da a ver” otro orden que parecía imposible, un mundo adentro de otro mundo. Volvemos a pensar en las experiencias donde alumnos supuestamente “imposibilitados” de casi todo, pueden, crean, leen apasionadamente un libro, escriben acerca de sí mismos, aprenden, asumen responsabilidades, pintan, juegan, se vinculan sin violencia, se apropian de una palabra. El trabajo que demanda la escuela, entonces, a partir de pensar este otro tiempo, es el de poner en marcha procesos de palabras dichas en igualdad con otros, procesos de subjetivación, que se efectúan en la actualidad, se verifican hoy

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