Musashi 1 - El Camino Del Samurai

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un grito, y los ronin supervivientes se dispersaron en todas direcciones. Mientras sucedía todo esto, Jotaro estaba absorto en sus plegarias. Con las manos juntas y los ojos alzados al cielo, imploraba: —¡Oh, dioses del cielo, acudid en su ayuda! Mi maestro está ahí, en la planicie, y le superan irremediablemente en número. Es débil, pero no es un mal hombre. ¡Por favor, ayudadle! A pesar de las instrucciones que le había dado Musashi de que se marchara, no podía hacerlo. El lugar donde finalmente había decidido sentarse, con el sombrero y la máscara a su lado, era un otero desde donde podía ver la escena alrededor de la fogata, a lo lejos. —¡Hachiman! ¡Kompira! ¡Dios del santuario de Kasuga! ¡Mirad! Mi maestro se encamina en línea recta al enemigo. ¡Oh, dioses del cielo protegedle! Está fuera de sí. Normalmente es suave y gentil, pero ha estado un poco raro desde esta mañana. ¡Debe de estar loco, pues de lo contrario no se habría enfrentado a todos al mismo tiempo! ¡Oh, por favor, por favor, ayudadle! Tras invocar a las deidades un centenar de veces más, no observó ningún resultado patente de sus esfuerzos y empezó a enfadarse. Finalmente gritó: —¿Es que no hay dioses en esta tierra? ¿Vais a permitir que ganen los malvados y muera el hombre bueno? ¡Si lo hacéis, entonces todo lo que siempre me han enseñado acerca del bien y el mal es mentira! ¡No podéis dejar que lo maten! ¡Si lo hacéis, os escupiré a la cara! Cuando vio que Musashi estaba rodeado, sus invocaciones se convirtieron en maldiciones, dirigidas no sólo al enemigo, sino también a los mismos dioses; entonces, dándose cuenta de que la sangre derramada no era la de su maestro, cambió de canción. —¡Mirad! ¡Después de todo mi maestro no es un hombre débil! ¡Los está derrotando! Era la primera vez que Jotaro veía a los hombres luchar a 289


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