novela chirino

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gustaba de hablar también de los atributos masculinos. Podía describir como "griega" la belleza de hombres y mujeres, «qué cuerpo tan atlético», y de las féminas, con seguridad, se derretía por las piernas. Sus amigos más cercanos solían reclamarle que podía acostarse hasta con un esperpento por el puro impulso sexual, y les incomodaba que en esas aventuras quisiera arrastrarlos con unos pares igual de espantosos.

Los carros son su debilidad, y las marcas BMW y Mercedes, con última tecnología y el mayor confort. Su penthouse en Sebucán sin embargo, no es una muestra ni de lujo, ni de buen gusto. Lo compró hace 25 años, y allí se quedó. Tal vez para siempre.

Chirinos es un viejito menudo, con la cara estirada, el pelo pintado, que se viste como muestran las revistas de deportes. De día, parece listo para asistir a un juego de tenis, con la franela blanca a rayas, el suéter amarrado al cuello y mocasines sin medias. Estar preso en su casa no le impide salir a recibir las visitas a la puerta, con una gran gentileza. Sugiere estacionar el carro en el garaje de su edificio y para ello abre el portón con el control remoto. Tiene una sonrisa casi permanente que inclina hacia un lado, lo que le agrega un toque de cinismo, ¿o maldad? Procura mirar todo el tiempo a los ojos y habla muy bajo, tratando de obligar a la cercanía física. Sus primeras y segundas frases y si se le permite, no hay más temas van dirigidas al halago femenino. De inmediato no oculta su voluntad de brindar la sensación de que los deseos personales serán cumplidos. A su apartamento se accede por un pequeño ascensor, que al abrir su puerta muestra la terrible imagen de unos policías viendo un desvencijado televisor, en una silla de desecho. En la esquina del pasillo está una especie de colchoneta donde los castigados efectivos de la alcaldía del municipio Sucre deberán rotar su sueño para custodiar al ex rector que tiene casa por cárcel. Chirinos no oculta su desagrado y con prisa abre la puerta de su apartamento. Ofrece la bebida que apetezca. Parece decepcionarse al escuchar agua y café. El apartamento, a pesar de ser un penthouse, y tener la posibilidad de mirar el cerro Ávila, no recibe luz natural las ventanas están ocultas con persianas y gruesas cortinas y un aire acondicionado bastante ruidoso acompaña cada área. Es un lugar que da la sensación de haberse congelado en el tiempo. Los sofás, la alfombra,


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