No vuelvas a llamarme princesa

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Tengo que ir olvidando estos meses, este daño; yo que tanto le exijo, tengo también que poner de mi parte y dar: perdonarle, olvidar, aprender a mirarle como antes, sin “cavilaciones”, como dice él. (¡A ver si le saco eso “feo” que no me quiere descubrir! Y a lo mejor, cuando lo sepa, pensaré: ojalá no lo hubiera sabido nunca…).

……………

Llevaban juntos ya casi un mes y todo iba como la seda. Alguna peleílla quizá, alguna palabra más alta que la otra; algo completamente normal, ¡eran una pareja, tenían que chocar alguna vez! Cada uno por su lado, los dos pensaban que aquello era buena señal: discutir y seguir adelante, sin más problema. Como el resto del mundo. Alba seguía insistiendo en que le contara eso que, según él, era un asunto feo. Ángel había intentado escabullirse diciéndole que no era nada, que había sido un truco suyo para obligarle a volver a verle, pero ella no se tragaba la explicación y seguía insistiendo... Bien, pues: se lo diría y, después, que ardiera Troya. -Pero tienes que jurarme que no te vas a enfadar –puso como condición. -¿Y si me enfado? -Pues no te lo digo. -Pero es que, si me enfado, será cuando me lo digas, no antes. -Pues no te lo digo, y así no hay riesgo. -¡Si no me lo dices ya, Ángel, me voy a enfadar igual! –medio rio. -Pero prométeme que no… Bueno, bueno, mejor: prométeme que, aunque te parezca mal, me vas a perdonar, porque ya hace tiempo de eso y no se puede cambiar ni remediar. Alba reflexionó un momento sobre esas condiciones. -Vale, lo prometo –aceptó, muerta de curiosidad. - 157 -


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