Bola de onix

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La chica se enderezó apresuradamente y se apartó, pero la mano le alcanzó y le agarró por el tobillo. Un sentimiento desagradable y frío le anegó por completo y le provocó sensación de tristeza absoluta. El color de los ojos de Selenne cambió a amarillo y la loba rugió, luego se abalanzó sobre la mano y la mordió. Christina dio un tirón fuerte y consiguió liberar su pierna, después retrocedió y sofocó un grito, por todas las paredes se movían sombras grandes que se aproximaban peligrosamente hacia ellas, el techo se llenó de bultos negros que se abrían y desprendían un humo espeso. La loba soltó la mano y vociferó –¡Corre! Christina atemorizada empezó a huir por el túnel, evitando no perder el equilibrillo. Selenne la seguía por la derecha, gruñendo. Las sombras que duplicaron su número trataban de bloquearlas. Después en la distancia brilló una luz. –¡Allí!– exclamó la loba y aceleró su velocidad. La muchacha la imitó, jadeando. El túnel se estrechó de nuevo y lo atufó un hedor agridulce. Las sombras se hicieron más densas y les rodearon. La loba volvió la cabeza y gritó –¡Salta a mi espalda! –No puedo– le replicó la muchacha resoplando. –¡Hazlo! No hay tiempo. Las sombras les adelantaron e interceptaron la salida del túnel. La muchacha se negó. –Escúchame, esto es sólo una pesadilla, pero si no logramos escapar ésta se convertirá en nuestra realidad– insistió Selenne. De repente, estalló a su izquierda una pila de huesos y de sus restos se formó un monstruo esquelético. La chica lanzó un chillido y saltó, después aterrizó a lomos de la loba y se agarró. Selenne aulló y de sus ojos salió un resplandor amarillo. El monstruo esquelético se encendió y las sombras se desvanecieron. La loba alcanzó el fin del túnel y salió corriendo afuera, luego moderó su velocidad y se paró. Christina bajó, aún asustada y le preguntó –¿Qué eran aquellos seres terribles? –Los sombrífagos– le contestó la loba –Los guardianes de visiones. Las fuerzas oscuras tienen sus reglas. Está prohibido traer a los vivos dentro de las premoniciones. –¿Y entonces, porque has violado esa regla?– inquirió la chica. –Extiende la vista y dime lo que ves– le pidió la loba. 107


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