Lo gótico

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Tal vez el caso más conocido sea el de Vlad Tepes, alias “El Empalador”, príncipe rumano cuya crueldad contra sus enemigos turcos le valió el sobrenombre por el cual se le recuerda hasta hoy. Apenas era necesaria una provocación para que clavara los turbantes en las cabezas de sus enemigos o empalara a miles de personas simultáneamente, dejándolas allí hasta morir, a veces después de días de insoportable agonía. Vlad gustaba de cenar en medio del “Bosque de los Empalados”, un horror construido para amedrentar a sus adversarios, escuchando los alaridos de dolor de hombres, mujeres y niños. Pese a que este valaco dio su nombre al más célebre de los vampiros ficticios, al parecer nunca se le ocurrió beber sangre y se limitó a derramarla. Su otro sobrenombre era “Drakul”, el cual significa “Dragón” o “Demonio”. De allí, Bram Stoker bautizaría a Drácula, el conde transilvano inmortalizado en un libro, una continuación e innumerables películas, series de televisión, cómics y obras de arte. Siglos después, una descendiente de Vlad Tepes disfrutó del derramamiento de sangre, aunque esta vez se trató de jóvenes doncellas. Erzebeth de Bathory, “La Condesa Sangrienta”, nació en Hungría y gobernó con mano de hierro las posesiones de su esposo. Amiga personal de Johan Kepler, Erzebeth estaba obsesionada con la juventud y la belleza. No deseaba envejecer. Un día, mientras una de las sirvientas que la peinaba le dio un tirón, Erzebeth le propinó un tremendo bofetón, rompiéndole el labio y haciéndola sangrar. En el sitio donde la sangre tocó su piel, Erzebeth juró observar una lozanía de la cual no había disfrutado en años. Poco tardó en ordenar que se sacrificase a la criada para verter su sangre en una bañera. Erzebeth usó aquellos pocos litros para untarse el cuerpo desnudo. Después de un rato, estaba segura de que podía rejuvenecer gracias a aquella fórmula milagrosa. Lo que siguió fue una orgía de secuestros, prolongadas torturas, mujeres desangradas vivas en ingeniosas jaulas suspendidas sobre la bañera de la condesa, que servían como regaderas sangrientas. Más de seiscientas 13


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