El vuelo de María Luisa Puga e Isaac Levín

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El vuelo de María Luisa Puga e Isaac Levín

texto para no despertar la cólera del maestro que, uno lo sabe, puede ser de antología. Una cólera amigable, irónica o sarcástica pero siempre con el corazón en la mano, la precisión en el cerebro de corrector acucioso y al final una sonrisa o con suerte una amplia carcajada. Imprimir, sacar copias para los compañeros del taller y, en ese ámbito acotado por la fraternidad, estar dispuesto a desnudar el alma, a recibir críticas y comentarios que siempre mejoran los textos, conocer las reacciones, pasar un buen momento con los amigos y confirmar una vez más que, gracias al maestro, al amigo Isaac Levín, uno sale con más ganas de seguir en el intento de la escritura, de escribir pues. Se justifican entonces las cosquillas matutinas y quedan en el archivo de la memoria nuevas ideas, nuevos proyectos. Creo que esa era la fuerza de Isaac: la voluntad de que todos siguiéramos escribiendo. Era su fuerza, fue su triunfo. Tuve la suerte de entregarle mi libro de cuentos publicado, diez días antes de su muerte. Alcanzó a comentar, a expresar el gusto y la satisfacción de ver que salió a la luz, como si fuera propio. Después de todo era tan suyo como mío. Corrigió los cuentos, hizo sugerencias y escribió el prólogo para la publicación. Ahora, no he intentado ponerme a escribir. Perdí el apoyo, la confianza o el interés. Y es que ya 98


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