Prohibido enamorarse de adam walker lia belikov

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Asentí en modo automático y me escuché ordenar palomitas de maíz caramelizadas y refrescos para las tres. Seguía preguntándome: ¿qué rayos fue todo eso? —¿Viniste a ver una película? —finalmente le pregunté a Key, solo esperaba que no haya venido con Adam. —Sí. Vine con a… alguien —él miró disimuladamente a Rita. Mmmm… —¿No te vas a quedar con nosotras, vaquero? —Mirna se le pegó en el brazo y le hizo ojitos. Key se separó rápidamente de ella y caminó en dirección a las salas de cine. —Lastimosamente no. Pero tal vez nos veamos más adelante. Se despidió de todas y observó por más tiempo a Rita antes de desaparecer entre un pasillo. Le lancé miradas acusadoras a ella pero decidió ignorarme. —Oh, presiento que nos vamos a divertir todas juntas —chilló Mirna—. La última película que vine a ver fue Titanic, en el 97, y ni la vi bien. En ese entonces salía con Rodolfo, el sexy mesero de un bar a tres cuadras, y ambos aprovechamos la oscuridad de la sala para hacer otras cosas más entretenidas… Y así comenzaba nuestra grandiosa salida: con Mirna contándonos sus aventuras sexuales.

***

—¿Ese de ahí es Adam? —levanté inmediatamente la vista. El dedo de Mirna señalaba hacia unos asientos más adelante del nuestro. De espaldas sí parecía ser él, pero no. No me iba a inmutar si lo veía o no. Puede que no sea él y… —Sí, es él. Key está de su lado izquierdo —Rita señaló a un chico con camisa a cuadros que sostenía una soda tamaño gigante. Si ese era Adam, ¿entonces quién era la chica que estaba a su lado derecho? No, no iba a sobre pensar las cosas. Además, se supone que estamos en receso, él podía hacer lo que quisiera con quien quisiera durante este tiempo, ¿cierto? Tuve que clavar las uñas en las palmas de las manos para creerme esa porquería. —Yo realmente no sé por cuál de los dos decidirme —habló Mirna durante los avances—, por un lado está Adam: sexy, masculino, chico malo. Y por el otro está el hermoso vaquero con voz de capataz que en cualquier momento me puede llevar al establo y hacerme cosas malas cuando quiera. Arrugué la nariz y noté que Rita hacía lo mismo. Le lancé una mirada de: esta es la última vez que invitas a Mirna con nosotras. Ella me dio la razón.


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