Revista Galerías

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estrábico. Una de sus pupilas, la izquierda, no se movía, no acompañaba los movimientos de la otra. ¿Qué le pasó a tu ojo? Jorge corrió el gorro y una mecha de cabello grasiento y se tocó con la punta de los dedos una cicatriz en la témpora. Lo perdí por culpa de un garrotazo que recibí. Este es de vidrio. Y usó el pulgar de uña sucia para señalar la pupila paralizada. Marilú no supo qué decir. Le salió sin querer: Eres la primera persona que conozco con un ojo de vidrio. Al mendigo le dio gracia el comentario, pero puso la mano frente a la sonrisa de dientes estropeados. Y la sorprendió con una jarrita de aluminio que sacó del bolsillo del abrigo. Estaba pensando, ¿será que usted no me conseguiría un sorbito de café? Listo, pensó Marilú, un poco de confianza y se aprovechan, les das la mano y te toman el brazo. Incluso así, decidió agregarle algunos minutos a su retraso y entró en la cocina, donde acababa de apagar la cafetera. Llenó la jarrita abollada con café tibio, falla que compensó con un sándwich de pan integral y queso blanco envuelto en una servilleta de papel. El mendigo no lo podía creer, aplaudió, gesticuló, amenazó con recitar un poema. Y Marilú tratando de no ser grosera,

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