AUNIA 26

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Un nuevo museo Dara Bizkaia

Mallonako gaitzadak, 2 (Lezamako geitoki zaharra) Bilbo

Calzadas de Mallona, 2 (antigua estación de Lezama) Bilbao

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Llega la primavera y, a la llamada de la luz cada vez más antici­ pada de los amaneceres, brotan y reaparecen todos aquellos seres vivos que habían perma­ necido ocultos durante el frío y oscuro invierno. Algo similar parece suceder con esta revista, la correspondiente a la estación primaveral y en donde, como veremos nada más sobrevolar sus páginas, surgen pequeños brotes que luchan por germinar y sentir la calidez del sol, tras el largo tiempo ofrendado al olvido. Tal y como sucede con el renacer inherente a cada primavera, también podemos afirmar que es un pequeño "milagro" el hecho de que en un lugar oculto del Museo Fournier de Nai­ pes de Vitoria-Gasteiz, se haya conservado una de las dos barajas del año 1775 existentes en el mundo, llamada Pack ofNew Cotilíons y editada por la casa inglesa Longman and Lukey. La originalidad de aquella idea fue reunir en cada naipe, la música, la danza y el valor propio de la carta del juego, un trinomio que era el fundamento lúdico de las fiestas cortesanas de la época. Una baraja que hubiera conti­ nuado durmiendo el sueño eterno de no haberse cruzado con los ojos y la sensibilidad de las personas adecuadas, con­ virtiendo aquellos minúsculos documentos en un proyecto perfectamente materializado en un inol­ vidable concierto y en la edición de un disco que inmortalizaría definitivamente la idea original. Otro artículo que despunta, habla de un modo de pastoreo que existió hasta no hace mucho. Era una cul­ tura popular, una manera de entender la vida totalmente humanizada y personalizada. De ahí que nuestro artículo tenga nombre propio, Victoriano Añibarro, un hombre de 82 años que ejerció de pastor en sus años jóvenes, allá por los parajes inhóspitos de Lapurzulo. Pero se retiró aún joven de los quehaceres pastoriles y ello ha posibilitado que conserve de un modo fosilizado leyendas, sucedidos y modos de vida que durante siglos han insuflado vida a cada rincón de Corbeia. La tercera nota de reverdecimiento que asoma a nuestras páginas, trata sobre el sobrecogedor entorno de la ermita de San Martín, sobre el barrio Aldegoiena (Mañaria) en lo más abrupto de la montaña. De sus historias y leyendas, con todos sus mitos y personajes de fantasía, nos hablará Carlos Ortiz de Zárate, el infatigable investigador y sanador de almas. Pero también lo hará el prehistoriador Diego Garate. Su sabia pluma nos desvelará por qué son falsas las supuestas pinturas rupestres de aquel lugar, unas pinturas cuyo “nuevo descubrimiento” se denuncia cíclicamente. Revelaciones henchidas con una euforia que pronto se verá desvanecida ante los irrefutables informes de falsedad de las mismas. Asimismo nuestras páginas pretenden enseñarnos a ver en el desdi­ bujado paraje a orillas del Deba lo que en otro tiempo fue el influyente monasterio de Sasiola, hoy irreconocible. También lucha por la supervivencia, al igual que los tímidos renuevos de las plantas humildes, la palabra baserri, transfigurada en un significado nada acorde con su naturaleza original. Al igual que brotan por doquier los helechos que cubrirán hasta el otoño nuestros prados y bosques, tan primordiales ellos que han dado pie a muchos de nuestros nombres de persona. Es la primavera que estalla en nuestras páginas. Sintámosla dentro y dejémonos que sus aromas nos lleven, embriagados, a la vida pasada que siempre florece de nuevo.


Pedro B a sterra , d ire cto r d é la Escu ela d e M ú iic a deA m urrio , in terp reta a urt m ú sico d e l sig lo XVHt

N.° 26 Zk UDABERRIA Javi C ajero [íiego G arate M ik d G orrorxatfgi ja s r i- u is L i/u n d ia <~ni4rTT d e ZáraciJ o s^ A m o n io San M iguel M iisco I'ournier d e Naipes

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4 Pack o f new cotillons, singular historia de una baraja de naipes musicales

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64 La ermita de San Martín de Mañaria

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26 Victoriano Añibarro, la memoria de un pastor de Gorbeia ]U AN ]o H id a l g o

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82 Las falsas pinturas de estilo paleolítico de la ermita de San Martín de Mañaria

Donativo

132 Irati.lratxeelrantzu, tres navarras de pro M ik e l G o r r o t x a t e g i

140 Publicaciones recibidas

D ie g o G a r a t e

98 Sasiola, un monasterio franciscano a orillas del Deba ]A v i C a s t r o

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Baserri nunca fue caserío ]O SE

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142 Nuestras publicaciones


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I J ía ^ ^ ^ ^ eis o siete añosJesús M<m^0egría,

^íñitiipresidente de Músicos Sin .fmrtteras, quiso compartir con el grupo musical bóreas Cámara un descubrimiento: en los almacenes del Museo ^oum ier de JÍaipes de Tiioria-Gasteiz dormía una baraja nada habitual pues en cada una de las cartas había escrita la música de una pequeña danza. Se trataba de una de las dos copias que actualmente quedan en el mundo de las ' PtwkqfJVeipCotiihns-el otro juego se ^nm m tra en la Éritish J^ rary de J^ndres-, a la luz en 1775 por una de las toriales más importantes del í^eino J^ngman an d Jjjikey, casa de larga ectoria en el mundo de la edición y con un tanplio mercado en las colonias kas, cuya influencia en la transmisión este juego de naipes y de todo tipo de partituras fue capital

p a r e c e r , FélixAlfaro Foumier adqui­ rió en 1970 en subasta pública en Sotheby's la colección De La Rué, com­ puesta por más de 500 barajas, pliegos, di­ bujos y libros -la baraja que nos ocupa está identificada con el número 365-. Posteriomente, en 1984, la Diputación Foral de Alava compró la colección completa para el Museo de Naipes, fundado en 1986.


En un primer momento, Begoña Divar y Ricardo Brea, músicos de Bóreas Cámara, fueron los primeros en desem­ polvar algunas de estas partituras para interpretarlas en un concierto que tuvo lugar en el Conservatorio Jesús Guridi de Vitoria-Gasteiz. Se ejecutaron tal y como aparecían en el original, es decir, la melo­ día y el bajo.

Posteriormente, Bóreas Cámara com­ prendió que tenía entre manos la ex­ traordinaria oportunidad de transmitir este legado cultural que un día existió. Pero no había que precipitarse; en primer lugar había que entender plenamente el contexto en el que este juego de naipes existió para honrarlo de la manera más fidedigna posible.

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orígenes del cotillón Para el lector de este artículo, el término "cotillón" seguramente hará referencia a las fiestas y celebraciones del fin de año y de Reyes. Pero en el contexto de la danza del siglo XVIII, el cotillón era un baile de sociedad en el que, al final, se ejecutaba la danza de tal nombre. Por lo tanto, "cotillón" era el nombre de una danza precisa, aunque también se refería al evento social. El origen del cotillón hay que bus­ carlo en las country dances inglesas, o danzas campestres, bailadas en los ver­ des prados de las Islas Británicas por el pueblo desde, por lo menos, el siglo XVI. Existían dos variantes: el modo longway, en el que parejas de hombres y mujeres se disponían en dos filas pa­ ralelas, y e[ round, en círculo. Parece ser que la aristocracia inglesa adoptó estas danzas del mundo rural-y no al revéslo cual facilitó su exportación al conti­ nente. Una de las obras de referencia, no sólo para los maestros de danza de la época sino también para los estudiosos actuales, es la que realizó en 1651 el edi­ tor inglés John Playford: The EngUsh Dancing Master... Se trata de una recopi-


T lic four G e m Irm cn m c c l ii: ilicmiHiUe a n d hum »heir Par ncT$. ih eii jo in Isfi H an d s actufii lioldir.'; tltv ir P a rttic n Ir w h o tu rn u n d e r th e ii'A rm i w h ile th e G en tlem en dun ihc L a d im , ri^ h l l la n d i acrofi ovet E hcO cnilcm eiis 1 Itlind», to all IL inds in H an d s form ing a doulilc C(of& t1 '' jwxvc q u ite rou n d , c i i t y G e n tlem atrtu m * i;U P artn er in ,' piace, tw o iiplc ci|>en a n d ch an j;e p laccs w ith tw t ' C0!id T-ouple R igoJoii Acp<. I w j fccood C o u p le ‘ r '''u r n trt-l|i(cir p l a c o iiitlicf^m c M a n n er, all All n c rs w ith c jc h w h c rs P artner, a n d cveiy h » i ’i r t n e r in h i r placc. N . B . T h e l>adics arc to b egin th e iijv i Ch^iigo.

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lación de country dances en las que el autor da una serie de pautas e instruc­ ciones para bailarlas. Este compendio de danzas no fue el primero en editarse aunque se erigió en modelo de muchos otros que aparecieron posteriormente. Ya en este sentido, nuestro Pack o f New Cotilíons sería un claro ejemplo, pues, junto con las cartas, se adjuntaban una serie de notas coreográficas para la dan­ za de cada una de ellas. Además, en los extensos y curiosos títulos de estas reco­ pilaciones no sólo se daba todo tipo de

detalles sobre el contenido de las edicio­ nes, sino que incluso se animaba a ios in­ decisos a danzar. Valga como ejemplo la Chorégraphié ou I 'Art de décrire la Dance, par caracteres, figures et signes démons­ tratifs. avec lesquels on apprend facile­ ment de soy-même toutes sortes de Dances... de R.A.Feuillet (Paris, 1701) o esta The dancing master, or plaine and easie rules fo r the dancing o f country dances, with the tunes to each dance, for the treble-violin, de John Playford (Londres, 1651).

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Los intercambios comerciales, las gue­ rras, también las rutas religiosas hicieron que los aristócratas franceses se intere­ saran por estas danzas de exterior y tas adecuaran a sus nobles salones. Hacia el año 1700, las count/y dances británicas cruzaron el Canal de la Mancha y pasa­ rían a llamarse, por analogía fonética, contredanses. El éxito de la contredanse en Francia se podría explicar, por una parte, por la novedad de la combinación del baile en círculo de todos los participantes con el baile en pareja y, por otra, porque la variedad de los pasos de danza no sólo estaban reservados a bailarines profesio­ nales. Además, cada contredanse tenía su coreografía particular, lo cual la conver­ tía en una danza abierta, con infinidad de posibilidades. Tampoco hay que olvidar que, el hecho de que se integrara en gé­ neros escénicos como la ópera y la comédie-ballet, gracias a compositores y coreógrafos de primer orden, también in­ fluyó en su perennidad. Estas y otras peculiaridades de la con­ tredanse no sólo sedujeron a la aristocra­ cia europea sino que también conquistaron al heterogéneo público del


continente americano. Y utilizo el verbo "conquistar" porque no hay que olvidar que Europa tenía importantísimos inte­ reses comerciales al otro lado del Océano Atlántico, derivados de la conquista de América. Las realidades sociales tan dis­ pares del indígena desplazado y extermi­ nado, del europeo colonialista y de los grupos étnicos africanos desarraigados de sus tierras y trasplantados en la re­ gión del Caribe, no evitaron que se diera el exuberante cóctel que nos ha llegado hasta hoy, aunque los géneros populares siguieron siendo el fandango, el carabiné, la habanera, la danza, el danzón, los so­ nes, la contradanza, el bolero, la guara­ cha, la tumba, el merengue y la bachata, y, por otra parte, los grupos más acomo­ dados de la sociedad siguieron bailando la cuadrilla, la contradanza francesa, el schottisch, la gaviota, la polca, la mazur­ ca y el cotillón, introducidos por los eu­ ropeos.

En el caso particular de Cuba, la con­ tradanza, exportada por los colonos fran­ ceses emigrados en el oriente cubano después de la revolución haitiana, a prin­ cipios del siglo XIX, dio origen al danzón cubano y a la habanera -aunque, poste­ riormente, se llamara habanera a la can­ ción para voz y piano que el compositor Sebastián Iradier definió como "danza lenta", y que tiene su primera partitura de autor conocido en su composición de título La Paloma-. Por lo tanto, se puede constatar que la evolución de la contredanse fue muy distinta en los diversos países a los que llegó. Al estudioso se le complica todavía más la tarea si a esto añadimos que en muchísimas comunidades, la contradan­ za francesa se mezcló con el patrimonio local, y que, incluso, se aplicó el término contradanza de manera genérica para designar con arbitrariedad distintos tipos de danza.

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81cotillon francés

Extracto de iai cuadro represeitiartdo a [Johann Strauss y su orquesta en la Viena

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Pero volvamos al continente europeo y, más concretamente, a Francia, donde la contredanse vino a llamarse cotillon ha­ cia 1730. El cambio más importante que lo distinguía de la contredanse era la dis­ posición en cuadrado de las cuatro pare­ jas que lo bailaban. En este sentido, hay que decir que la quadrille y el square dance norteamericano descienden direc­ tamente del cotillón, tal y como lo evi­ dencian sus claras etimologías. Es obligación hacer referencia al as­ pecto frívolo que subyacía en esta danza aristocrática, donde la hipocresía de las formas tenia una importancia capital. Etimológicamente, el término cotillon designa en el francés del siglo XVIil las enaguas, es decir, la prenda interior fe­ menina similar a una falda, que se lleva­ ba debajo de ésta. Originalmente las campesinas inglesas, cuando bailaban las country dances, se remangaban las faldas para no manchárselas de barro, haciendo ver las enaguas. Pero posteriormente, cuando los cotillones se bailaron en los elegantes salones franceses, el hecho de mostrar las enaguas nada tenía que ver con el barro, evidentemente. Era un ges­ to femenino que daba a esta danza no-


ble un pequeño matiz libertino. De hecho, la expresión del francés actual coureur de cotillons vendría a significar mujeriego, aficionado a las faldas. Tampoco olvidemos que, aunque, en principio, el objetivo de los participantes en este tipo de bailes era el de presen­ tarse socialmente, también lo era el de coquetear con los otros bailarines me­ diante el intercambio de parejas. Si a todo esto añadimos el hecho de que los cotillones se bailaban como colo­ fón a interminables fiestas, donde los cortesanos se convertían en actores ama­ teurs de obras de teatro, en bailarines, se jugaba a las cartas y a otros juegos de so­ ciedad con premios, sanciones, prendas, se comían finas viandas y la bebida abun­ daba, podemos imaginar el grado de jara­ na y de desinhibición al que se llegaba al final del evento. No es, pues, de extrañar, que una de las danzas que tomaran el re­ levo al cotillón fuera, precisamente, el can-can -escándalo, en idioma francésbailado por mujeres que mostraban algo más que las enaguas y famoso por sus elevaciones de piernas y por sus sugesti­ vos movimientos del cuerpo. El cancán, considerado vulgar, se hizo popular en las salas de conciertos de París hacia 1840. Como se puede apreciar, en el siglo XIX las danzas aristocráticas se las va apropiando el pueblo, haciéndolas evolu­ cionar hacia danzas como el vals, la polka, la quadrille o la escocesa -schottisch-. Esta última es una contradanza social centroeuropea a la que se quiso atribuir origen en un baile escocés. De ritmo vivo, cultivada por algunos compositores como Schubert, Beethoven y Chopin, entre otros.

también se extendió por toda Europa y América -en Portugal se le llama chouti<;a, en Francia scottish, en Italia y España chotis, en Inglaterra scottische, en Escandinavia schottis, y en Finlandia sottiisi-. En el Madrid de la segunda mitad del siglo XIX al chotis se le llamaba, en un princi­ pio, polca alemana. Se baila al son de un organillo, en pa­ reja, cara a cara, y durante el baile la mujer gira alrededor del hombre, que gira sobre su pro­ pio eje. Generalmente se baila en tas verbenas, las ^ fiestas típicas de Madrid. < Como decíamos, el co­ tillón también se extendió a Ingla“ terra, Estados Unidos, Canadá e Iberoamérica, junto con sus variantes ya citadas como la quadrille y otras contra­ danzas. Hoy en día, esta democratización del cotillón se evidencia en todos los países. El cotillón aún conserva las formas de agru­ par a sus integrantes en forma de parejas logrando de esta forma romper la inhibi­ ción inicial que puede llegar a presentarse. Algunos de los diversos tipos de baile in­ cluidos en la enseñanza del cotillón como baile de sociedad son el vals, el boston, el foxtrot, el tango, el swing, el cha-cha-cha, así como muchos otros tipos de baile de salón, con sus características particulares bien lejanas ya de sus orígenes comunes.

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^ J ^ esti^ j^ a ra ja musical Como decíamos anteriormente, los re­ pertorios o recopilaciones de danzas eran artículo corriente en los catálogos de las editoriales del siglo XVIII. Podríamos considerarlos casi como artículos de lujo, dirigidos a la clase pudiente. En 1775, la casa inglesa Longman and Lukey tuvo la original idea de reunir en un mismo pro­ ducto el juego de sociedad, la música y la danza, sabiendo que este trinomio lúdico era la base de las fiestas cortesanas de la época. El Longman and Luliey's Pack o f New Cotillons consta de dos elementos: el juego de cartas musicales y un cuaderni­ llo en el que se explican los pasos y figu­ ras de cada danza, ambos con el mismo formato que las barajas actuales. En lo que concierne al juego de nai­ pes, se trata de la baraja inglesa. Como la baraja francesa de la que deriva, consta de 52 cartas que se agrupan en cuatro palos de 13 cartas cada uno: 9 cartas nu­ merales -del 2 al 9 - y 4 cartas literales: el as (A), la jota o Jack (]) -sustituida en nuestros naipes por el caballero o Knavela reina o Queen (Q) y el rey o King (K). En el caso de las Longman and Lukey's, al dar prioridad a la partitura y por proble-

Queenjiearts, la reina de a>razones d fi juego de naipes Complete ^ack o f \J^ew Cotillotus, de

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Créditos de la casa editora del juego de naipes de 1775,

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mas de espacio, se omitieron números e iniciales. Picas y tréboles son palos negros, mientras que corazones y diamantes son palos rojos. Resultan algo sorprendentes los nombres ingleses de los palos negros: el trébol se llama club -palo- y no ciover o trefoil, y la pica, representada por una hoja lanceolada, se llama spade -pala- y no pike o lance. La razón quizás se en­ cuentre en la extraordinaria influencia que tuvieron en Inglaterra el juego espa­ ñol de "El Hombre" y los palos de la ba­ raja española: del término "espadas" derivó spades -para las picas- y el nom­ bre inglés de los bastos -clubs- se utilizó para denominar el palo de tréboles. Ni en nuestra baraja ni en la que que­ da en la Biblioteca Británica, aparece el as de picas. Se sabe que en 1712 se esta­ bleció la obligación de reservar esta car­ ta para imprimir el sello del impuesto y el nombre del fabricante, por lo tanto,

presuponemos que no existió música en esa carta. No obstante, ignoramos la ra­ zón de su desaparición. Otro importante detalle que descono­ cemos es el tipo de juego que se desarro­ llaba con esta baraja. Su utilización como baraja ordinaria es evidente pero, sin lugar a dudas, tenía muchas otras posibilidades lúdicas: Sabiendo que los cotillones se bai­ laban ai final de largas fiestas cortesanas en las que se jugaba a los naipes, con sus premios para los ganadores y prendas y sanciones para los perdedores, se podría imaginar que pudo haberse utilizado como juego interactivo en el que los mú­ sicos interpretarían la música correspon­ diente a las cartas elegidas al azar por los invitados, para ser bailadas por ellos mis­ mos. O quizás, las cartas que quedaban al final de cierto juego de naipes podían ser­ vir para crear al azar el improvisado pro­ grama de baile. En fin, barajamos, como en el juego, todo tipo de hipótesis.

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J s música en los naipes

V n músico cíe éóreas Cámara en pleno entumo

Como explicábamos previamente, en cada una de las 51 cartas aparece impresa una melodía con su correspondiente bajo. Esto no quiere decir que se interpretara así. Los ensembles de cámara, aunque en este pe­ ríodo ya eran bastante liomogéneos, dife­ rían según en qué palacio nos encontráramos. En el caso del Pack o f New Cotillons, los instrumentos graves toca­ rían el bajo propuesto en el naipe, los agu­ dos la melodía y los demás rellenarían su registro con el buen gusto y reconocido oficio que los músicos del siglo XVIII te­ nían para improvisar, inventando orna­ mentos, contrapuntos, utilizando curiosos modes de jeu, inusitadas percusiones... Y esto es, precisamente, lo que nos hemos propuesto hacer junto al grupo de música Bóreas Cámara, realizar unos arreglos intentando ser fiel a la estética musical de la época, contando con los instrumentos y con los excelentes músi­ cos que había "en palacio", sin abando­ nar el espíritu popular original de las partituras y el marcado carácter lúdico del marco en el que esta música debía evolucionar. Un aspecto lúdico que no ha faltado en ningún momento -si conocen a los integrantes de Bóreas Cámara sa-


i)iferentes cartas con partitura musical JuÂŁgo de naipes de 1775 Complete ^ack o f

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brán de qué estoy hablando-. Ellos me propusieron participar en esta extraordi­ naria aventura, de lo cual les estaré eter­ namente agradecido, porque hacer música rodeado de verdaderos amigos es una experiencia más que trascendental. Antes de empezar a escribir estudia­ mos las partituras originales, intentando encontrar elementos que pudieran dar unidad formal a esta recopilación de dan­ zas, pero ni el tipo de compás, ni las to­ nalidades, ni la estructura de las melodías me dieron pista alguna. Mi conclusión es que el compilador de las 51 danzas no te­ nía esas preocupaciones formales. Por lo tanto se me ocurrió elegir instrumentos solos para los ases, reunir el tutti para las figuras -caballero, reina y rey- e instru­ mentar el resto de manera arbitraria. En cuanto al conjunto de elementos estilísticos que caracterizan a estas parti­ turas, diríamos que se trata de una reco­ pilación de música de danza que estaba de moda a finales del siglo XVlll, aunque abarcan un espectro estético bastante amplio que transcurre desde el medioevo hasta el clasicismo, pasando por el rena­ cimiento y el barroco. Así, hemos tratado de reflejarlo en los arreglos musicales. Los orígenes geográficos de las 51 partituras hay que buscarlos en territorios tan dis­ pares como Reino Unido, Francia, Euskadi, Alemania, Austria, Italia y otras zonas. Algunas de ellas siguen formando parte del folklore actual de aquellos países. Un ejemplo de ello y bien cercano es el caso de la reina de diamantes -Queen o f Diamonds-, utilizada originalmente con el nombre de xatan dantza en la maslorada de Zuberoa. Esta música, co­

nocida hoy en día en toda Euskal Herria, parece que viajó a la fastuosa corte del Rey Sol con los reputados maestros dantzaris zuberotarras, reclutados por aquel para hacer danzar a las tropas francesas, pues esa era la manera de mantener en forma al ejército en periodo de entreguerras. Por cierto, como anécdota, per­ mítannos apuntar -para los que conocen la masi^arada-, que sus personajes se di­ viden en dos grupos: beltzal< eta gorrial< -negros y rojos-, los dos únicos pigmen­ tos utilizados en la impresión del juego de baraja inglesa que nos ocupa. Y para concluir este sucinto análisis repetiremos que estamos hablando de pequeñas piezas de carácter popular, de armonía sencilla, y cuya forma o cuadra­ tura responde a modelos simples para ser coreografiados sin dificultad. Son pe­ queñas joyas melódicas que han atrave­ sado los siglos depurándose al haber sido interpretadas por miles de músicos de diferentes orígenes y culturas. ¿Pero, podríamos calificar de joyas a todas ellas? No lo creemos. De las 51 partituras hay dos que creemos no me­ recen los adjetivos con los que acabamos de homenajear a las demás. Sepan uste­ des que, en el siglo XVlll, ilustres compo­ sitores vivían en la corte, al servicio de grandes reyes y señores, y dentro de sus obligaciones estaban la de impartir cla­ ses de instrumento y composición a ellos y sus familiares. No sería de extrañar, por tanto, que estos arrogantes aristócratas se empeñaran en mostrar públicamente sus dotes artísticas, obligando desde su poder e influencia a incluir sus "obras de arte" en este tipo de recopilaciones.


Otros juegos de naipes musicales J b n d o del M useo ^ o u m ier de Jía ipes de^0ápa

M ü yu n vaü a parapitm oforte

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J^íaipesde ju e ^ m usicalea (1830)

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t'fisayos y gi'abación

€l autor del aiticulo en trabajos de producción

integrantes del gnip o 'Bóreas (ám ara

Una vez acabados los arreglos llegó el momento de compartirlos con los músi­ cos. En otro tipo de trabajo, y cuando el tiempo apremia -como puede ser el caso de la música para cine, documentales o televisión-, no hay tiempo para pregun­ tas: los músicos tocan, el técnico graba, y todos a casa. En este caso pudimos llevar a cabo el proyecto como nos lo plantea­ mos en un principio, según se habría he­ cho en el siglo XVIII, dejando el terreno libre para que, respetando la estética de la época, los intérpretes se expresaran con libertad. Y desde luego que lo hicie­ ron. Los ensayos seguían siendo momen­ tos mágicos de creación común, y siempre salían ideas nuevas que no para­ ban de enriquecer la música. Esta fogosi­ dad creativa hubo que reconducirla dando forma definitiva al proyecto, por­ que nos esperaba una larga semana de grabación en el coro de la catedral Santa María deVitoria-Gasteiz. Antes de instalar los atriles, los res­ ponsables de la Catedral Santa María nos metieron en ambiente con una fantásti­ ca visita. Su disposición y entrega han sido siempre generosas hasta el final y nos hemos sentido muy valorados.



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El vino fresco creó el milagro y salva­ Joaquín sólo instaló dos micrófonos, lo mos el resto de la sesión con orgullo y mínimo y suficiente para recoger música dignidad. y resonancia. Con ello, queríamos captar Durante los demás días -noches- los el instante real y auténtico, para evitar "elementos" estuvieron de nuestra parte posteriores manipulaciones en el estudio y nos permitieron llegar al Rey de Clubs, que pudieran engañar a nuestro público. Y empezaron las sesiones. Sesiones concluyendo una parte de la aventura, pues quedaba pendiente un pequeño de­ nocturnas, para compaginarlas con las talle: la danza, de la cual nos ocuparía­ obligaciones cotidianas de cada cual, y mos, con la atención que merece, una para evitar, en la medida de lo posible, vez repuestas las energías. los ruidos de coches, motos y otros ar­ El disco -C D - salió a la luz con un tefactos sonoros. Ahora el nerviosismo original diseño, lleno de símbolos y del se hacía patente. El nivel de exigencia al buen hacer de Leire. Lo presentamos en que nos sometimos nosotros mismos dos conciertos, siempre bajo la cariñosa nos minaba la paciencia. El colosal fan­ mirada de Santa María, y el público nos tasma del órgano, cubierto por una enorme sábana blanca para evitar el mostró su afecto, aplaudiendo el resulta­ do de la recuperación de este neo patri­ polvo de las obras dentro de la catedral, monio sonoro que, a su vez, otros juzgaba severo nuestros tropiezos. Era el músicos de quién sabe dónde, aprende­ momento de hacer una pausa -¡la una rán y seguirán transmitiendo. de la madrugada!-. Santa María, con sonrisa indulgente, parecía sumarse al pagano alboroto que creabamos en su JO SE ANTDNID SAN MIGUEL ALFARfl pórtico, tras tanta tensión acumulada. C om p osito r y arre g lista


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(uadrilla de Salvatierra / Aguraingo Eskualdea .asmisteriosaspinturasmedievalesdeAlaitza La cuadrilla de Agurain acoge pinturas mura­ les que por su calidad, pueden clasificarse de extraordinarias. Por un lado tenemos las de Gazeo. población perteneciente al municipio de Agurain, y en el que unas pinturas del siglo XIV parecen intentar explicar con unos bellísi­ mas frescos, las verdades del cristianismo a una población analfabeta. A escasos cuatro kilómetros de este lugar se encuentra la localidad de Alaitza, pertene­ ciente al municipio de Iruraiz Gauna. Y. en un extremo del pueblo, su iglesia de la Asunción, con intervenciones arquitectónicas de dife­ rentes épocas, pero con unos elementos ori­ ginales románicos, datables en torno al siglo XIII. Pero lo que sorprende de este templo son las chocantes pinturas con las que se ador­ na el ábside, contemporáneas a las de Gazeo pero muy diferentes a aquellas. En esta oca­ sión son representaciones más simples, mo­

nocromas, y de una traza esquemática y, casi podría decirse, infantil e ingenua. La temática usada sorprende también en sobremanera por lo inusitado de la misma: guerreros, asaltos a castillos, asesinatos, pe­ regrinos o incluso partos parecen tener cabida en una exposición en apariencia desordenada. Por ello son muchas las conjeturas para explicarlas. Desde las que aseguran que son obra improvisada, casi a modo de graffiti, de los habitantes refugiados en el único edificio resistente del pueblo, en las convulsas épocas de pugna entre Pedro I el Cruel y su hermanas­ tro Enrique de Trastámara, hasta quien ve en ellas, y no es ningún planteamiento descabella­ do. la representación de los diferentes modos de aprovechar la vida, ante Dios, siguiendo las directrices de la obra del Conde Nicanor En cualquier caso, la simpleza de sus toscos trazos y los temas representados y, especial­ mente su misterio, sobrecogerán al visitante.



La memoria de un pastor de Gorbeia texto y fotos« JUANJD HIDALGO

En la Residencia San Roque de Laudio encontramos a \^ctoriano Añibarro, un hombre de 82 años, pequeño de estatura y encorvado por la edad, pero de semblante vivo y fácil palabra, eso sí, a menudo ininteligible para quienes no estamos acostumbra a oírle a diario. Un andador le ayuda a deslizarse por lo pasillos, pero hubo un tiempo en que sus le llevaban en vol por los más agre rincones de Gor


Entre 1986 y 2003 estuvimos no pocas veces con él, conversando sobre su vida pasada y los momentos aquellos en que era pastor en su majada de Lapurzulo. Fueron horas de charla divertida y amena, en las que hubo de hacer un gran esfuerzo para recordar y rescatar de su memoria tanta vida pasada. Fruto de aquellas entrevistas surgió un trabajo de investigación sobre aquel pastoreo que, en la actualidad, lejos de estar en sus últimos estadios, ya no existe.

No fue Victoriano el pastor más conocido de Gorbeia, ni el más célebre, ni siquiera elmejor, ni constituyó el ideal que sobre esta profesión tenemos, más o menos, quienes vivimos en el mundo urbano. Ni siquiera podemos asegurar que todos los datos, nombres, fechas y sucesos aquí descritos -proporcionados por él- sean


Victoriano A ñibarro, con 72 años, en Urigoiti

ciertos o medianamente válidos, ya que la memoria humana no es infalible y pue­ de tender a engrandecer ciertos actos y a ocultar otros. Sin embargo, es y fue un hombre de su tiempo, muy normal, pero con una característica que lo define como único dentro del colectivo de pastores que han trabajado en esta vertiente del

macizo de Gorbeia desde algunos años antes de la Guerra Civil española, y es su no contaminación con el pastoreo mo­ derno de las tres últimas décadas, identi­ ficado con los medios mecánicos y las pistas forestales que han facilitado la co­ municación entre las zonas de pasto y los núcleos habitados del valle, el acondicio­

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namiento de las chabolas a las exigencias del presente y los nuevos sistemas de producción que la economía, las institu­ ciones y la sociedad imponen en todas y cada una de las actividades humanas, in­ cluida la agropecuaria. Por todo ello, lo más importante de esta narración es el tipo de pastoreo que describimos, el ver­ dadero protagonista, por encima, incluso, del propio Victoriano Añibarro, que no fue sino un personaje más de aquel tiempo duro y, a la vez, feliz. Victoriano abandonó su dura y solita­ ria profesión un buen día de 1977, y lo hizo para siempre, para no regresar jamás con rebaño alguno, ni a su chabola de toda la vida, ni a su querido Gorbeia, conservando en su memoria un montón de recuerdos que han permanecido inde­ lebles a lo largo de todo este tiempo, como fosilizados entre el barro petrifica­ do de los años, en espera de que alguien llegase y los recuperara con sumo cuida­ do, como se extrae un diamante de la mena que lo atrapa. Victoriano Añibarro nació un 6 de marzo de 1927 en el caserío Oraokogoikoa del barrio de Urigoiti, en Orozko, un núcleo de población agrupa­ do en torno a su iglesia parroquial de San Lorenzo, y al resguardo de la enorme mole pétrea del monte Axkorrigan, que cierra la muralla de Itxina por su flanco más noroccidental. Comenzó a cuidar ovejas con tan sólo nueve años de edad, en 1936, y durante 41 años se aplicó en el oficio de pastor, hasta que en 1977, con 50 años cumpli­ dos, vendió el rebaño para irse a vivir a Laudio, donde ha permanecido hasta el día de hoy. Tenía ovejas y alguna cabra que otra, no demasiadas, gallinas pone­ doras, y también cerdos, que aprovecha­ ban con glotonería el suero que se desperdiciaba durante la temporada de hacer quesos. Su chabola estaba situada a unos 150 metros de la cueva de Lapurzulo, por encima del arroyo Padurabaso -Padrobaso en dicción local-, y se

quemó o fue quemada en 1984. Se trata de un lugar mágico a los ojos del visitan­ te y constituyó en su día una de las ma­ jadas más recóndita y amable de todo el macizo. Nunca llegó Victoriano a pisar dentro de las cuevas de Lapurzulo, quizá intimidado por los relatos referidos por sus abuelos, tan presentes en su memo­ ria como si los hubiera vivido en primera persona.

EN LAPURZULO había un ladrón que quitaba el dinero a los que volvían de vender vacas o yeguas de los mercados. Se lo cüjeron a uno de MiravaUes que era alto y fuerte, y con unos amigos subió a Gorbea y les pidió que se queda­ ran por Austigarmin -A ustegiarm in- esperándole. El de Ugao subió a Usotegieta y desde allí vio que se encontraba el ladrón tum bado a la entrada de su cueva tom ando el sol. Cuando el ladrón lo vio, se levantó para huir y el de Ugao le dijo: ¡No corras, no corras, que yo tam bién ando robando! El ladrón se paró y estuvieron los


dos hablando en el alto. El de Ugao llevaba unas cuerdas de am arrar y le dijo al ladrón que no sabía cómo atar a nadie. El ladrón entonces le sujetó al de Ugao y lo amarró. Después lo soltó y el de Ugao le dijo a ^'er si ahora podría hacerlo él. Cuando tuvo bien am arrado al ladrón silbó para que lo escucharan los amigos que andaban por Austigarmin, los cuales acudie­ ron con rapidez para detener al ladrón, y entre cuatro lo bajaron por Ibarra al cuartel de Orozko. Esto me lo contaron mis abue­ los, que aún eran jóvenes cuando ocurrió la historia.

Victoriano utilizó la misma chabola en que habitó su padre, con tejado de ta­ bla machihembrada y cubierta de chapa. Cada dos años tenían que darle galipote, que era una especie de brea o alquitrán para evitar que la humedad y el óxido dañaran el metal y terminara "pudrién­ dose". Ellos no utilizaban zohies -plural zohiak, de zohr. terrón, tepe o césped de hierba- para la cubierta, aunque sí los habían conocido en la majada de Itxingote, concretamente en la cabaña de Ignazio Petroleo Txikerra. Pero, la si­ tuación de Lapurzulo, orientado a la ver­ tiente sur de Corbeia, hacía que se relacionaran mucho con pastores de la zona de Murgia y Baranbio, y también con los de la majada de llunbe, Martín y

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Dámaso Menoio, quienes tenían igual­ mente su chabola de Corostiano con cu­ bierta de chapa. Precisamente, la relación entre pastores era muy importante en unos tiempos en que la única ayuda que podían recibir venía de los compañeros más cercanos. Y uno de los momentos más importantes para unirse todos era cuando el temido lobo hacía acto de pre­ sencia en los pastizales.

HABÍA TRAMPERAS -tram pas para cazar lobos o loberas- que llamábamos noso­ tros. En Itxina hay sendas y cuando nevaba mucho solían venir un par de lobos, macho y hembra. Poníamos erramas -ram as- de haya cubriendo peñas y zohies encima, y al pasar por allí, con el peso que tenían, se hundían abajo y no podían salir. Luego, con la

escopeta, se les disparaba desde arriba. Desde Itxingote se pasaba a Itxinbarru, en la zona de Neberabaltza, y allí poníamos la trampa. El lobo al verlo creía que era cam pa -zona de hierbapisaba y caía dentro. Un año cogimos un lobo de esta manera, pero otro al que pusimos cepo dejó en él la pata amputada. Entonces, Erram on T ie r r a de Zeanuri lo mató. Los lobos dan sus pasos como las liebres, y al caer en ese hondo -e n el aguje­ ro - no podían salir. Había lobos cuando nevaba mucho, que se pasaban desde Orduña a Gorbea. Después de muerto le quitábamos el cuero -la piel- y lo rellenábamos con la paja del trigo. Luego se cosía otra vez y se pasaba por ios pueblos enseñándolo, así nos daban una limosna. Igual empezábamos en W iaro y pasábamos por CastilloElejabeitia, Urigoitia, Zeberio, Zeanuri, Orozko, Baranbio, Murgia y todos los sitios. Por las noches, a la entrada de donde dormían las ovejas, hacíamos fuegos, cuatro o cinco, para cjue no atacase el lobo, y hasta hacíamos guarda. Si nevaba arriba, en Gorbea, también el lobo bajaba al valle, no sólo nosotros. Una vez, en el mismo Unibaso, a la puerta de una de las cabañas, comió el lobo a una yegua de cinco años, en invierno. Tocábamos también el cuerno de los bueyes para avisar a otros pastores cuando andaba el lobo. Recuerdo que uno de Zeanuri, Fidel, vema por Itxina a ver un cam ero del difunto Bastiano Ugarriza a Austigarmin para echar a sus ovejas. Pero, vinien­ do, se topó con el lobo y del susto salieron corriendo los dos.


Victoriano A ñibarro ju n to al pastor Josem ari O labarria y otras dos vecinas de Urigoiti, con el caserío Oraokogoikoa detrás

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llevando Fidel todas las peñas de Itxina por delante. A veces los pastores se encontraban cara a cara con el lobo. Solía esconder­ se y hasta criar en el barranco de Lexarrekoatxa, debajo de llunbe, porque allí tenía su defensa natural, entre la txara -la espesura- del bosque. Obarreta era muy parecido. Al raposo le poníamos trozos de carne con veneno, o una oveja muerta con las tripas sacadas y veneno por dentro. Se echaba estricnina, y después de comer siempre deseaban beber agua, lo que hacía que reventaran por dentro.

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El invierno siempre lo pasaba Vic­ toriano en el caserío Oraoko de Urigoiti, acompañando en las tareas de casa. La edad le había librado de ir a la guerra, pero no así a sus hermanos ni a su padre, Justo Añibarro Haundiye, quien había es­ tado haciendo acarreos de víveres para los milicianos. También una de sus her­ manas había tenido que salir del entorno familiar para servir en una casa de Deusto. Apenas acabada la guerra, con todos ya de regreso en casa, el padre se había dirigido a él un día para hablarle como se hablaba antes, con autoridad: "Tus hermanos -le dijo- se vienen a ha­ cer carbón conmigo al monte, y tú, que has cogido ya la marcha de pastor, tienes que seguir en ello".

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No era extraño escuchar este tipo de cosas, ya que como otros muchos pasto­ res - y más en tiempos de miseria, como fueron los de posguerra-, cuando las ovejas se secaban y no había más leche para hacer quesos, el padre solía marchar a hacer carbón o a ofrecerse para otras actividades, oficios duros todos ellos, pero que reportaban más ingresos a la economía familiar, muy necesitada de recursos para satisfacer medianamente los estómagos de tantos hijos e hijas: Pedro, Juanita, Andresa, Ramón, Dionisio, Victoriano, Juli y Felipe. También había quienes trabajaban a temporadas en instalaciones protoindustriales ubicadas en zonas de montaña, como era el caso de las neveras o pozos neveros, verdaderos "talleres" para la fa­ bricación de hielo de manera artesanal. Y, precisamente, no es poco lo que Victoriano recuerda sobre esta ocupa­ ción.

NEVERAS

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conozco la de W a ro y Neberabaltza, a donde subían desde Orozko, ViUaro, Zeberio y Zeanuri para echar nieve, llenar y pisar, y los ayuntamientos

solían pagar el jornal. Una vez llenas y pisadas hasta arriba se tapaban para que no se derritie­ ra. José, el difunto machero, iba con los machos y traía para tener nieve y refrescar las cervezas por Nuestra Señora a Ibarra, vinien­ do por encima de Adaro, Gallartu y p o r Presakozubi para abajo. El diñmto Martín Ugarriza era bueno para bajar y cargar los baldes de nieve y subirlos arriba. Un par de ellos o tres siempre iban a las neveras para bajar abajo, y otro para subirlos. Neberabaltz es mitad de Orozko y mitad de Zeanuri, mientras que Neberagorri es de W laro. Yo no vi trabajar la nevera, pero mi padre sí lo conoció con anterioridad a la Guerra Civil. Encima del puente de Neberabarri había una polea para bajar al qpie sacaba el hielo. Arriba había chabola, y el último rematante de la nevera se llamaba Fidel Etxebarria, de Zeanuri. Estaba de pastor en Itxingote, en la misma chabola que tuvo Petroleo Txikerra, y pagaba los pastos al ayuntamien­ to de Orozko. Le ayudaban los compañeros y los hijos. Él pagaba el arriendo y manejaba las perras cjue salían de la venta del hielo. Se utilizaba mucho para poner compresas frías en caso de enfermedad, o cuando pegaba el apéndice, el cólico misiríe -cólico miserere o apendicitis-. El hielo se metía en una especie de bolsa sacada del estómago del txarri-cerdo-. Cuando la matanza, se le cjuitaba el estómago, se vaciaba y se hinchaba de aire para que se secase. Una vez llena de nieve, se colocaba sobre el apéndice y disminuía la hinchazón.


Arco de piedra de N eberabarri o nevera de Zaratate, en Itxina. Fue el m ayor pozo nevero de Bizkaia y aprovechaba una sima natural de 25 m etros de profundidad


En Neberabarri no había escale­ ras para bajar abajo. Yo aún he visto bajar a por nieve, de la acumu­ lada en el invierno, aunque ya no se trabajaba la nevera para su ej^lotación. Solía bajarse para fiestas de Nuestra Señora, para refrescar las bebidas. Para ello se colgaba una polea y el hom bre bajaba metido en u n cesto hasta llegar a la nieve. Una vez recogi­ da la carga, otra persona arriba izaba al compañero con el hielo. El cesto que servía de montacargas le llamábamos agarralekue, es decir, tenía unas asas, yendo agarrado por las cuatro esquinas a la cuerda de en medio que subía hasta la polea. Siempre había dos hom­ bres en el trabajo, uno para descender a buscar la nieve y el otro para izarlo. En invierno iban más hombres a tirar nieve para llenar el agujero. A estos hombres les pagaba sus jornales el ayuntamiento, no el rematante. Éste cogía a subasta la nevera y su explotación, así como el comercio de alcoholes -d e las bebidas alcohólicas-. Yo no he conocido hacer este trabajo, pero sí recuerdo de joven cómo una chica de Zaloa, Mercedes Larrea, que tenía cólico misirie -apendicitis-, falleció, mientras Erromualdo Atxa bajaba con u n balde de nieve desde Neberabarri para

ponerle en la zona dolorida. Era un día de septiembre de 19M, y cuando llegó a Urigoiti con el hielo y le dijeron que había muerto la chica, arrojó el balde contra el suelo Ueno de rabia. Así pasaban las cosas. Si le hacía falta nieve a al­ guien, tenía que avisar al rematante para que le cortara el hielo necesa­ rio y le cobrara el coste por el servicio. Si se necesitaba u n balde de nieve, pues un balde se sacaba, pero si el comprador quería más hielo, había que subir con los machos para bajar la carga, pues pesaba mucho. Una vez llena la nevera, la cubrían con erramas -ram as- de haya, tapándolo todo luego con zohies de césped. En la chabola que había sobre el puente de Neberabarri se guardaban las herramientas que se utilizaban en los trabajos. Era una chabola de piedra y cubierta con teja, de dos puertas, una para entrar a ella y otra volada hacia el agujero de la nevera, donde estaba instalada la polea. La nieve se sacaba de Itxina por diferentes sitios, dependiendo del lugar al que fuera destinada. Normalmente se utilizaba el camino de Austigarmin, más próximo y sencillo, pero también


E n Itxina, el corazĂłn de Gorbeia, se encontraba la m ayor nevera de Bizkaia. Los bloques de hielo eran transportados en la espalda hasta los "kargaleku", a donde se podĂ­a acceder con carros.


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se bajaba por Atxulo a Urigoiti y por Kargaleku hacia Arraba. Fidel Etxebarria, "Fideltoa", el último rematante, dejó las labores de la nevera hacia 1957, abandonándose desde entonces a la ruina.

Un día le dijeron a Victoriano que es­ tando así, soltero, cualquier cosa podría pasarle por el monte sin que se enterara nadie. Aquella idea comenzó a rondarle la cabeza, y decidió vender su rebaño de ovejas, o mejor dicho, la parte que le co­ rrespondía, ya que el ganado lo compar­ tía con sus hermanos Pedro y Felipe Añibarro. El caso es que todos decidieron deshacerse de ellas e iniciar una nueva vida, para lo cual condujeron el rebaño monte a través hasta el caserío Corostitza de Laudio, a cuyos propieta­ rios se lo vendieron en su totalidad, y se repartieron el dinero de la venta. Esto ocurrió en 1977. Fue entonces cuando Victoriano bajó a Laudio, a casa de fami­ liares, cambiando el duro trabajo en los altos pastizales de Gorbeia por el espacio urbano de una po­ blación industrial Dos años después, un en­ cuentro casual con el entonces alcalde, Pablo Gorostiaga, le depa­ ró la posibilidad de entrar en la resi­ dencia de an­ cianos San Roque, de titularidad m unici­ pal. Desde entonces, la residen­ cia es su casa, y en ella ha p ermane­ cido todos

estos años, no sabemos si mejores, pero sí más descansados que aquellos otros que pasó de pastor, y cuyo recuerdo per­ manece impreso en la mente de Añibarro como si hubiese sido grabado a fuego.

APRENDÍ CASTELLANO con los pastores del Valle de Zuia. No fui ni una sola vez a la escuela. Con nueve años subí a la chabola. Mi padre se había ido a la guerra para hacer de carre­ tero, llevando comestibles a los milicianos. De casa, en aquel tiempo, sólo yo estaba de pastor con el de Goraitze -Gorostitza-, Teodoro, que eran tratantes de ganado. Con él aprendí a ser pastor. Él tema unos 50 ó 55 años, y cada uno estábamos con nuestro rebaño, él con las suyas y yo con las mías, ordeñando y atendiendo todo cuando no era más que un niño. Mis hermanos también habían ido a la guerra y mi madre quedó sola en Urigoiti. Yo hacía todo, hasta los moldes para los quesos. El difunto Teodoro me enseñaba bien el oficio. Era u n buen hombre.


El pastor Luis Aldekoa, ya fallecido, en las cam pas de su caserío de Adarobekoa en el año 2000. Tenía su chabola (página anterior) junto a la peña Urratxa, cerca del nacedero del arroyo Padurabaso

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Siempre que Victoriano subía con su rebaño a Lapurzulo lo hacía por de­ bajo de las peñas de Urigoiti, camino de Astape, Algorta y Austegiarmin. Desde allí se pasaba junto a Pilotaleku-el jue­ go de bolos de los pastores-, para bajar luego por Putzuiturri y Muskuriano -Muskiñao en habla local actual-, entre Usotegieta e llunbe, a su majada, siguiendo un buen camino de carro. Siempre habían tenido perro, has­ ta dos, para ayudarse en las tareas del ganado, y también para hacerle compa­ ñía. Durante la guerra se quedó sólo en la chabola con Pedro, el de Coraitze -Gorostitza. un caserío del barrio de San Martín, hacia Garaigorta- Antes que su padre, ya había estado de pastor su abuelo Josemari Añibarro, pero tenían muchas menos ovejas que él. La relación con los pastores de Austegiarmin era buena, sobre todo con Jesús Garai y su mujer. Margari, con quienes tenía algún parentesco. Menoio y Constantino eran otros pastores de la zona de Murgia, que tenían las chabolas en la parte alavesa, con los que se llevaban muy bien. Les separaba de eltos la senda de Basatxi, un bosque malo donde la hierba siempre estaba como helada, escondida del sol, y con mucha txara. muy cerrado de vege­ tación. No era buen terreno para el ga­ nado, ni se encontraba buena comida en él. Basatxi tenía, además, marcas en los árboles realizadas por los pastores para no perderse, porque sus ocultas sendas eran difíciles de encontrar y hasta de re­ correr. No lejos de Lapurzulo se encuentra el monte Oderiaga, una de las cimas em­ blemáticas de Gorbeia y punto culmi­

nante de todo el cordal que sube desde Orozko hacia Argindegorta y Austegiarmin, a través de las cumbres de Lobantxu, Kurtzegan, Kolometa y Egileor. También en este punto, el pastoreo tra­ dicional ha convivido con otro tipo de actividad económica, muy relacionada con la industria molinera del valle.

EN ODERIAGA había cantera de piedras de moLino. He conocido cómo labraban las piedras. A Uxuluxu -Oxinluze- bajaban piedras y también a Usabel y a otros. Allí, barrenaban para sacar la piedra, luego labrar y con los machos abajo. Pertenecía a Orozko y cuando alguien necesitaba sacar piedra pedía permiso al ayunta­ miento, y luego contrataba a los canteros para que la labrasen. Los canteros eran de Orozko o de la zona, y eran buenos en su oficio. Las bajaban por Austigarmin entre dos machos, poniendo una plataforma ancha encima, a donde subían la piedra entre varios hombres "a puro huevo". Se labraba entera arriba.


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y abajo ya sólo poner. Se han hecho piedras hasta hace poco, para moler el trigo y la borona. Los molinos se especializaban en una u otra cosa, y también los había que molían avena.

La chabola que Victoriano tenía en Lapurzulo ya estaba allí con anterioridad a la llegada de sus abuelos, y no ha co­ nocido otro tejado que el de chapa. Cuando la cambiaron, subieron con los machos la chapa nueva, y también pu­ sieron cabrios de haya expresamente he­ chos para ello. La teja era demasiado

frágil para la adversa climatología de Gorbeia, y la levantaba el viento con suma facilidad. Aquella chabola tenía la puerta de acceso en uno de los lados mayores, paralela al cumbre, y el gailuro viga cimera era de haya, aunque en las cabañas más antiguas siempre había sido de madera de tejo o agiñe, como le lla­ maban ellos. La zona para hacer fuego se llamaba subajue, y el humo salía al exte­ rior por algún agujero entre la viga cum­ brera y la chapa. La kaamaña era el lugar de dormir, y el kaamaña-subile era un tronco en posición horizontal que servía para sentarse y a la vez para separar el hogar de la zona de cama. El colchón se


formaba con una gruesa capa de ramas finas de haya, cubierta a su vez por otra de ihies -juncos- o de helechos, sobre la que se tumbaba el pastor tapado con al­ guna manta. Solía colocar más cantidad de ramas hacia la cabecera, para que ésta cogiera más altura y sirviera a modo de almohada. Tanto los juncos como las ra­ mas se ataban cuidadosamente para que no se desparramasen y ancharan por el suelo. Bajo la cabeza se coloca­ ba alguna tela o trozo de saco para evitar que los extremos de los jun­ cos se clavaran en el rostro o molestaran al dormir. Cada tres meses, normalmente, se cambiaba el compo­ nente vegetal de la cama, y se reponía con materiales nue­ vos que facilitaran su mullido. De algún pastor de la zona de Itxina, se comenta, ideó un sistema mediante tejas solapadas unas con otras para poder orinar desde la cama y evacuar las aguas al exterior de la chabola, atravesando su pared. El mentidero achaca el invento a la cualidad de vago que supuestamente tendría el personaje en cuestión, pero se­ ría mucho más justo admirarse del inge­ nio de aquel hombre y admitir que fue el primer pastor de Gorbeia en instalar un urinario en el interior de su cabaña. Nos estamos refiriendo a Enrique Olabarria, quien ocupara durante tantos años la chabola de la majada de Lexardi, utiliza­ da en la actualidad por su hijo Josemari el Rubio, en el corazón del intrincado macizo de Itxina. Además del comentado invento, también construyó un patín para disponer de agua durante sus largas es­ tancias en un lugar donde la naturaleza cárstica del entorno hace imposible, no sólo la acumulación de aguas en superfi­ cie, sino también la presencia de cual­

quier tipo de manantial donde surtirse de agua pota­ ble. No era Itxina tampoco un lugar de concentración de pas­ tores y rebaños, y ese aisla­ miento hizo en más de una ocasión que los pocos existentes se rodearan de una aureola un tanto falseada de la realidad. Otras veces, el propio aislamiento actuó en contra de ellos, cuando precisa­ ban de ayuda para salir de algún trance que incluyese problemas de salud. Así, al bueno de Enrique Olabarria hubieron de rescatarlo después de un accidente, según refiere Victoriano, utilizando to­ dos los recursos del momento. Txetxu, de Zaloa, y Romualdo Atxa fueron con los bueyes hasta Ipergorta, y necesita­ ron de ocho hombres para poder sacarlo. Construyeron una especie de angarilla con ramas de haya para transpor­ tarlo, y luego, con el carro, lo baja­ ron a Ulibarri para que lo viera el médico. Romualdo era también pastor en Itxina y conocía bien aquello, según nuestro interlocutor. Volviendo a Lapurzulo, sobre el hogar de la chabola de los Añibarro colgaba una cadena con un gancho en el extre­ mo inferior. Era el laratxu -cadena de llar-, de donde pendía un puchero para cocer la leche. También se utilizaba para calentar el suero que habitualmente da­ ban a los cerdos, un alimento extraordi­ nario que se obtenía diariamente de la elaboración del queso durante las largas campañas de primavera y estío. Un suero que, por otra parte, no habría habido ma­ nera de aprovecharlo de no haber sido por aquellas bargastas -cerdas adultas pero aún sin procrear- de dos o tres me­ ses, cuyo aska -comedero- se llenaba dos veces al día con el blanquecino líqui­ do sobrante del prensado del queso.

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También se les echaban habas, previa­ mente remojadas en agua, y todo tipo de desperdicio alimentario que los pro­ pios cerdos complementaban con el pas­ to de hierba y el hocicado de raíces y bulbos de todo tipo. Incluso, los pastores solían recolectar las jugosas puntas de los helechos y las hojas más tiernas del avellano silvestre, para ofrecérselas mez­ cladas también con suero, como si de verdaderas golosinas se tratase. Y así se criaban los hermosos lechones durante la temporada, con muy poco trabajo y excelentes rendimientos para la hacien­ da familiar. Luego se bajaban con el re­ baño hasta el caserío, a las puertas del invierno, donde serían sacrificados por San Martín para reponer las gastadas despensas domésticas. No era de extra­ ñar que alguno de los ejemplares se ven­ diera a algún vecino para sacar un beneficio extra que compensara buena parte de lo invertido en su alimentación. Una vez hechos los quesos, se pren­ saban y se colocaban en las gaztanoholak -baldas de madera- Se fabricaban quesos grandes, de hasta cuatro kilos, pero también se hacían de dos y de tres kilogramos de peso. Una vez curados, los bajaban en cestos hasta Urigoiti, desde donde su madre -la etxekoandre o ama de la casa-, los bajaba hasta la plaza de Ibarra para venderlos. Victoriano era un gran aficionado al queso, pero jamás comía tanto como su estómago deseaba, ya que había que re­ servarlo para la venta. Pero, ocurríó un día de aquellos, en que el instinto básico pudo con el de la razón, y decidió, junto a su compañero Pedro, darse un verdade­ ro atracón a queso para resarcirse de tan­ ta penuria. El asalto a la despensa fue tan premeditado que, primeramente, amasa­ ron harina e hicieron talos. Luego partie­ ron queso y dispusieron una buena cantidad de suero a modo de bebida. Así, a base de bocaditos de talo y queso y tragos de suero, fueron comiendo hasta hartarse. Sin embargo, no es siempre el

hartazgo la mejor manera de sofocar un deseo, y tampoco lo fue para Victoriano y Pedro, quienes no volvieron a probarlo jamás. No era infrecuente que los pastores comieran putxa o cuajada, reservándose un cuenco de esta blanda textura, blanca como la nieve, previamente a la elabora­ ción del queso. Eso sí. no era fácil dispo­ ner de azúcar para el acompañamiento, sobre todo en los tiempos de posguerra e incluso posteríores. Por llunbe y Arlobi descendían el Baia -río Bayas- hasta Sarria, donde compra­ ban vino que transportaban en una ga­ rrafa al hombro hasta la chabola. Cuando se quedaban sin tocino también bajaban a Sarna, a donde Juan Cruz, una especie de tienda que tenía un poco de todo. Ibarra quedaba más lejos desde su maja­ da y el camino era peor, sobre todo de mayor desnivel. Por aquel entonces, el río Baia era una ruta muy frecuentada, por la que continuamente subían hom­ bres con sus machos cargados de comes­ tibles y pertrechos para abastecer a las cuadrillas de carboneros que trabajaban en la temporada. En aquel tiempo no era raro que Corbeia albergara una pobla­ ción similar a la de algunos pueblos de su entorno, e incluso mayor. Los pastores comían básicamente le­ gumbres, alubias y habas, que de víspera echaban a remojo. Las subían del caserío, donde cultivaban una alubia negra, tipo tolosana, muy buena para cocer. No ha­ bía demasiada variedad alimentaria, y alubias o habas eran, en exclusiva, la úni­ ca alternancia que podían permitirse. Solían acompañarlas con algo de tocino, previamente dado una vuelta en la sar­ tén, antes de añadirlo al potaje de alubias en el taloaska -escudilla de madera con forma rectangular que utilizaban a modo de plato-. Con dos cucharas mezclaban bien todo y lo comían en el mismo reci­ piente, acompañándose de talo, el único pan de que disponían a diario. Hacían és­ tos envolviendo harina de maíz y de trigo


El pastor Vicente Goti criaba esta piara de cerdos jóvenes en la m ajada de A ustegiarm in, año 1985. En este caso, una cueva natural hacía las veces de refugio tem poral p ara ellos

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en el taloaska, donde se echaba agua y se amasaba sin ningún tipo de levadura. Con la masa iban haciendo tortitas bien del­ gadas que se cocían de inmediato en el talaburni -especie de sartén plana y con mango largo que se calentaba directa­ mente sobre el fuego-. Las alubias con el talo constituían plato único, sin carne ni nada por el estilo, y la mayoría de las ve­ ces tampoco había vino, y mucho menos fruta. El agua solía ser la bebida acompa­ ñante más habitual, salvo en ocasiones especiales. A esta comida la llamaban hamaiketako -literalmente la de las 11:00 h-, aunque, en realidad, se producía más sobre las once y media de la mañana. A la

noche tenía lugar la cena, y en ella se re­ petía exactamente el mismo menú y el mismo ritual Eran las dos únicas comidas del día. Un complemento habitual solía ser el queso, la leche o alguna cuajada de vez en cuando. Los alimentos debían guardarse en cajas o lugares cerrados, al resguardo de los sagutxus -ratoncillos de campo-, muy abundantes en los alrededores de la chabola. El tocino y cualquier otro tipo de carne o embutido se colgaban del te­ cho por la misma razón. En realidad, era una vida de subsistencia, con los recur­ sos muy justos y sin apenas excedentes de ningún tipo. Tal y como recuerda


Añibarro, hasta sacrificar un cor­ dero era un verdadero lujo, y acaso si el raposo mataba uno y habia suerte de qui­ társelo, podía aprovecharse algo de él y echar un poco de carne a las alubias de ese día. Pero, tampoco el resto de actividades gozaban de mejor situa­ ción, y mucho menos aquellos que su­ bían al monte para ganarse un jornal haciendo carbón.

LOS CARBONEROS hacían las chabolas sin piedra, colocando una kaanuña-gaílurre -viga cum brera- arriba y luego saihetzak -literalmente costillas, que vendrían a ser los cabrios del tejado-, desde la gailurre hasta el suelo. Encima de ellas se ponían erramas -ram as- de haya y se cubrían de helechos y zohies. Resultaba como una tienda de campaña con una abertura en un extremo. En el suelo pom'an ihies -juncos- para aislarse de la tierra y de la humedad. Había una zona reservada para hacer fuego, y

dentro de ella podían vivir entre cuatro y seis hombres, atendien­ do hasta veinte carboneras a la vez. El tejado, si estaba bien hecho, no calaba, y por fuera cavaban un surco todo alrededor para evitar que el agua penetrara al interior de la chabola. Había muchos pastores que se hacían carboneros o que iban a ayudar cuando bajaba el trabajo del ordeño y de los quesos. Normalmente, empezaban en agosto con la labor, y seguían en septiembre, octubre, noviembre y hasta diciembre. La leña salía casi toda de la poda, y raramente se tiraba un haya.

Victoriano solía llevar sus ovejas des­ de Lapurzulo hacia las laderas de Usotegieta, Muskuriano, llunbe y, a veces, hasta Arlobi. en la bajada al río Baia, evi­ tando siempre la frescura de Obarreta. No pocas veces se juntaba en ese trasie­ go con unos y otros pastores, sobre todo con los de Austegiarmin. También había sitios que era mejor evitarlos, como la parte de Neberakoatxa, un bosque frío y ventoso como pocos. Subían a finales de mayo a la majada, con la primavera bien entrada, y descendían en noviembre, con las primeras nieves anunciantes del in­ vierno. Ellos siempre habían ido a Lapurzulo por tradición familiar; era un lugar muy acogedor. Muy cerca de la chabola tenían la fuente, llamada tam­ bién de Lapurzulo, que brotaba a los pies de un haya. Era un lugar con buen pasto


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y disponía de sitios llanos y soleados, aunque la txara -el denso y oscuro haye­ do- era también abundante en esta par­ te alta del arroyo Padurabaso, cabecera del Baia. A menudo, solían verse por la zona jabalíes y ciervos, hocicando y pas­ tando en las proximidades del agua, a donde acudían a beber diariamente. Tampoco en el rebaño de Victoriano podía faltar la oveja negra, símbolo de protección contra el mal para el resto del ganado. Solían tener apartados y reser­

vados cinco carneros, ninguno de color negro, que echaban a las ovejas a prime­ ros de septiembre. Entre diciembre'y enero nacían la mayor parte de los cor­ deros. La lana se cortaba por el mes de julio, y luego la bajaban con los machos al ca­ serío, a donde venían laneros para com­ prarla. En la majada no hilaban ni tejían nada, pero utilizaban prendas de lana, so­ bre todo calcetines y jerséis. Victoriano vestía un chaleco tejido en lana, y por encima colocaba una chaqueta de pana. También llevaba pantalón de pana, de gran abrigo para los días de frío, que eran muchos a lo largo de la temporada. De calzado, siempre albarcas, sobre todo de goma. Alguna vez utilizó de cuero, pero se mojaban mucho y resbalaban cuando llovía, por lo que no eran demasiado se­ guras para andar entre rocas. En la cabe­ za, txapela, y en la mano, una makila -vara de pastor- para manejar mejor el ganado. Los paraguas eran grandes y azu­ les, con las varillas de metal, aunque los más antiguos las tenían de madera con el fin de no atraer los rayos en días de tormenta. El paraguas se llevaba colgado del cuello de alguna de las prendas, ca­ yendo hacia la espalda, y todavía no hace mucho que podía verse a Victoriano Añibarro portándolo de esa guisa por las calles de Laudio cuando paseaba con tiempo revuelto. También llevaba tapauka, -tapaboca- una manta de lana que se echaba sobre los hombros y el pe­ cho, y que era muy utilizada cuando su­ bía la niebla o soplaba el frío viento de norte. En aquellos momentos de tiempo desapacible, el pastor cogía uno de los picos de tela que le caían sobre el pecho, y en un gesto de echar la manta hacia atrás, se cubría el rostro, dejando al des­ cubierto tan sólo los ojos, envolviendo cuello, barbilla, boca y nariz, con el fin de protegerse de la humedad y del descen­ so de las temperaturas. No en pocas ocasiones les sorprendía la nieve en Corbeia, estando en la cha­


bola y con todo el ganado en la majada. Era entonces cuando no tenían más re­ medio que salir de allí, cuidando mucho la mejor manera de aislarse de aquel be­ llo pero agresivo elemento helado. Para ello, contaban con las parrillak, una espe­ cie de raquetas de nieve fabricadas en madera por ellos mismos, que se coloca­ ban en los pies para ampliar la superficie de la pisada y evitar hundirse en su pro­ pia huella. Siempre había un par de ellas colgado en la chabola de Lapurzulo, por si acaso. Al marcharse de allí, nunca r. dejaban abierta la puerta de la cabaña y acostumbraban a ce­ rrarla con llave. Sabemos que, anti guamente, las chabolas de Gorbeia no eran propiedad del pastor, sino un bien que utilizaban en usufructo mientras continuaran realizando su oficio año tras año, heredado de las generaciones preceden­ tes. Por todo ello, no podían ‘ cerrar la puerta con llave ni poner tejas en el tejado, ya que no eran de su propiedad, de ahí que las cubrieran, hasta un pasa­ do no muy lejano, con ramas y tepes de hierba. La puerta debía de dejarse siem­ pre abierta, por si alguien necesitaba res­ guardarse en su interior, y se sabe de al menos un caso, en la Parzonería -comu­ nidad de montes y pastos- de Entzia, en que un pastor perdió los derechos de uso de una chabola en favor de otro por abandono de su actividad ganadera du­ rante una temporada. Con el transcurso de los tiempos, aquel derecho de usu­ fructo parece haberse convertido en de­ recho de propiedad, alterando todo un sistema tradicional, regido por la cos­ tumbre, que había venido respetándose desde siglos atrás. Cuenta Victoriano que los pastores alaveses no hablaban vascuence, y que él aprendió castellano hablando y relacio­ nándose precisamente con ellos, los de Murgia, Sarria y Baranbio sobre todo. Los

ya mencionados Constantino y Menoio no hablaban vascuence, como se deno­ minaba por entonces al euskera, y mu­ chas veces hacían de profesores los unos con los otros, enseñándose mutuamente palabras y nombres de uso común entre ellos. Era un contacto que iba más allá del mundo pastoril, ya que asimilaba culturas de ambas vertientes -sur y norte- de Gorbeia, un tanto diferenciadas por el

discurrir de la historia. La pervivencia de una lengua ancestral en el lado cantábri­ co de la divisoria de aguas, junto a un re­ lieve más pronunciado y una más abundante vegetación debido a un tam­ bién mayor grado de humedad, contras­ taba enormemente con el lado sur, donde las gentes habían sufrido la pérdida de su lengua materna y, con ella, buena parte de su identidad cultural, valores irrecupe­ rables en gran medida. Esta diferencia­ ción, más allá de la huella paisajística entre ambas vertientes, ejerció de fronte­ ra cultural, restando fluidez y naturalidad en la relación, a pesar de la cercanía y de la convivencia obligada entre pastores vizcaínos y alaveses. Unos y otros partici­ paban de un mismo escenario para idén­ ticos fines y, aunque pastores todos, sentían su pertenencia a comunidades di­ ferenciadas, un elemento distintivo éste

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que, junto al factor geográfico de la divi­ soria de aguas, les hacía vivir de espaldas entre sí dentro del mismo macizo de Corbea o Corbeia -según lo denomina­ ran unos u otros-, es decir, conociéndose, pero sin disfrutar apenas del cara a cara, salvo en momentos muy puntuales. Dice Victoriano que la campa de Arraba era amankomun, mitad de Orozko y mitad de Zeanuri. Era llevada a medias por todos los pastores y ninguno podía construir chabola en ella. Arraba tenía buen pasto, pero él no iba nunca. De Itxina comenta que no ha conocido pas­ tores en la zona de Supelegor -sin em­ bargo, sabemos que los hubo en el pasado por los restos de chabolas que aún pueden verse en su entorno y por la información oral recogida ya por el in­ vestigador]. M. Barandiaran a comienzos del siglo XX-, que era mal sitio porque la hierba estaba siempre como negra, como con rocío. Cuando esto ocurría, según nuestro protagonista, había que tener

cuidado de que las ovejas no comieran de ella, pues podía fastidiarles el hígado. Incluso no era extraño que les brotara un bulto en el cuello y se les quedaran las venas blancas, antes de morir. Siempre se ha dicho que los esqui­ males tienen muchos nombres y mane­ ras de identificar las distintas variedades, formas y color de la nieve, cuya blancura inunda el paisaje de su entorno. Lo mis­ mo podría decirse de los pastores, cuyos conocimientos del medio físico son sor­ prendentes en todos los aspectos, inclui­ do el alimentario y, más concretamente, el concerniente al pasto y a las diferen­ tes calidades del mismo. Lo que para no­ sotros no es más que hierba verde, para ellos contiene una serie de matices y to­ nalidades que les permite clasificarla en una amplia gama de variedades, desde la muy buena y beneficiosa hasta la más perjudicial para el ganado. La buena hierba, a decir de Añibarro, debe de ser pequeña pero roja, no negra, por ello hay que alejarse de las zonas sombrías y húmedas, caso de Supelegor y Obarreta, pues no son buenas para las ovejas. Este tipo de control sobre el pas­ to y una adecuada alimentación, requie­ re una concentración y un saber hacer por parte del pastor para guiar al ganado entre las diferentes zonas del entorno de su majada, sabiendo dónde está en todo momento para evitar cualquier tipo de peligro, sobre todo los derivados de la in­ gesta de pasto no adecuado. Al llegar la noche, si ésta era suave, acostumbraba a dejar las ovejas en la la­ dera sur del monte Usotegieta. y a la ma­ ñana siguiente, a eso de las seis de la madrugada, volvía a por ellas para bajarlas a la chabola y ordeñarlas. Por Usotegieta había paso de palomas en la temporada el mismo topónimo así parece acreditar­ lo- y era frecuente avistar los pasos cuando se encontraban pastoreando. El pastor siempre ha sido una perso­ na interesada en lo que ve, observadora del paisaje, de la conducta animal, del


movimiento de las nubes y la atmósfera. Siempre atenta a todo cuanto se movía a su alrededor, sensible a los cambios y dispuesto a la conversación con propios y extraños. Los largos días de pastoreo tenían momentos de enorme trabajo, de frenética actividad en la majada o en el entorno de la chabola, pero también les daba pequeños respiros para despistar la rutina del trabajo diario. Y no era infre­ cuente que se reunieran varios pastores para socializar esos momentos de ocio o como queramos llamarlos. Algo recuerda Victoriano de todo aquello, no sin cierta nostalgia mal disimulada.

ENTRETENIMIENTOS teníamos muy diversos los pastores para divertirnos en las épocas de menos trabajo. En Austigarmin conozco un pilotaleku, en la zona que va desde las chabolas hacia Lapurzulo. Austigarmingo pUotalekue le decían, y allí jugaban a bolos, y allí jugaba mi padre. Ahora no queda nada, sólo unos juncos nacidos de la humedad, pero, en su tiempo, estaba muy bien arreglado. Se pom'a un tronco de

tope y una tabla, y con cuesta en los lados. Igual que el de San Juan -erm ita del barrio Larrazabal de Laudio, con bolatoki de tipo rem onte- pero sin cubrir. Estaba más acá de Putzurriturri, donde nacen los juncos, dejando las chabolas a la izqmerda. En agosto y septiem­ bre se jugaba mucho, cuando secaban las ovejas -cuando ya no daban leche y no tenían que hacer quesos, dispom'an de más tiempo libre-. Mi padre subía desde Lapurzulo, otros por llunbe y otros desde Austigarmin, y allí se juntaban irnos cuantos para jugar. También jugábamos a las damas, cíue consistía en poner una piedra en medio y tratar de acabar antes -tal y como lo cuenta, era una especie de tres en raya-. Se jugaba con piedras cuadradas finas, y con cal se dibujaban las líneas del tablero. Otra diversión cíue teníamos los pastores era la de escaparse. Uno se tum baba boca abajo en el suelo, otro sobre él, y el de abajo tenía cíue salir por uno u otro lado, escapándose del de arriba. El lanzamiento de makila era otro juego muy popular. Había que lanzarla más lejos que nadie para ganar. Algunos mojaban el palo para que no resbalase la mano a la hora de lanzarlo. También lanzábamos piedras. Dulzainas y albokas se tocaban mucho en Arraba y Austigarmin. Los domingos íbamos a oír misa a Igiriñao, desde Orozko y Arratia, chicos y chicas, para pasar el día, y nunca falt¿>a la música. Había hasta musutarrak, -se refiere a las musugitarra, ■guimbarda’ o 'arpa de boca', literal 'guitarra de boca’- unos


instrumentos pequeños que se tocaban con la boca. En aquel tiempo bailábamos todos juntos y en armonía, no nos íbamos por separado, como se van ahora las parejas. Toda la banda junta, chicos y chicas alternando, y no sólo con la novia o el novio.

El mundo pastoril ha sabido conser­ var como ningún otro las tradiciones, costumbres y creencias heredadas du­ rante siglos, y se han mantenido vivas en eí folklore de muchos pueblos de nuestro entorno y de toda Europa. También en Euskal Herria. pastores y agricultores, han sabido perpetuar un cúmulo de conoci­ mientos que se han ido transmitiendo de manera ininterrumpida hasta hace bien poco. Lo que ahora percibimos cuando alguien nos cuenta algo no es sino la punta de un inmenso iceberg que se está derritiendo por momentos entre las aguas cálidas de nuestra sociedad actual, como si fuera un "cambio climático" a escala cultural, pero no por ello menos notorio e, incluso, grave, a los ojos de quienes amamos aquel tiempo pasado y percibimos su pérdida. Sin embargo, algo nos queda de todo aquello, y debemos saber guardarlo en frascos de conserva para continuar transmitiéndolo, como hace Victoriano con nosotros.

SOLÍAMOS ECHAR laurel y una pizca de sal al fuego cuando amenazaba la tormenta, para que se alejara de nuestra chabola. Por San Juan poníamos erramas -ram as- de lexarra -fresn o - y adornábamos con flores las chabolas. En el exterior hacíamos también fuegos. Nuestros abuelos y padres habían hecho lo mismo. Hacíamos fogatadas entre pastores, nosotros en Lapurzulo, otros en Austigarmin, otros en Zastegi, llunbe, Arlobi, Itxingoti. Hacíamos también puyas para las huertas, con hojas de laurel, espigas de trigo, hojas de arantza -espino- y de borona -maíz-. También hacíamos cruces con palos, y allí donde había pieza -tierra sembrada-, huerta o campa poníamos la cruz en su puerta de entrada. Había que


LAS LAM IAS DE M ENOIZUBiETA En Mendizubieta había sorgines -sorginak, brujas- decían nuestros abuelos, y solían estar peinando el pelo cuando salía el sol, en la cueva. Una vez ocurrió que dejaron olvidado un peine, y una chica de Arandí que pasó por a llí lo encontró y lo llevó a casa. Por la noche, bajo la ventana, una voz decía: — Arandi, Arandí, ekarri níre orrazíe; ezpabere, hemen izingura -izan gurea, izan nahia- zure askazie (Arandi, Arandi, devuélvem e el peine, sino te quitaré aquí la vida)! La chica no se lo daba, y a la tercera noche ya llevó el peine al monte de Mendizubieta para no airar m ás a las sorgines -lam ías-. Mendizubieta está de Urigoiti hacia arriba, cruzando el arroyo por un puente, y allí hay una cueva, y solía haber sorgines en la entrada.

LAS HUELLAS DE NIÑOS EN SUPELAUR En Supelaur dicen que andaban chavales, que iban con velas por la cueva y veían las marcas de pies de niños, que serían niños de gentiles -Añibdrro tam bién habla d e pisadas de niños en una cueva de Zeanuri llamada Arrabate'. lo s gentiles vivían siempre en la peña de adentro -refiriéndose a l interior de Itx in a -y siempre están en la cueva. Los chavales entraban en esta cueva y veían estas huellas de piececillos, donde se mete el agua que sale luego encima de Urigoiti -surgenda de Ubegi- Los chavales no las tocaban y luego daban media vuelta y salían para afuera.

LEYENDA DE LA CHICA DE KRUTZIAGAN Una chica de Unibaso estaba en Murgia sirviendo y por los montes ir y por los montes venir, y al regresar a casa, el lobo la comió ahí, en Krutziagan y que encontraron sólo las trenzas. Luego pusieron la cruz. Krutziagan está encima de Zendegi y antes de Aranekoarrie. Putzurre llam ábam os y tenía dos hijos y una hija. El difunto Casiano casó. A la chica nuestros padres conocían. Hará 70 años.

LA CUEVA DE SUPELEGOR Estando mi padre y el difunto Casiano del barrio de jauregia, en Itxina, de pastor los dos, solían tirar piedras a una cueva cercana a Supelaur -Supelegor-. Poco más adelante, todas las rocas que veían tenían forma de buitres, y a la entrada de la cueva estaban las sorgines.

LA SEÑORA DE A N 8 0 T 0 Tres veces la he visto de noctie. Es como una luz que lleva fuego. Vive siete años en Anboto y otros siete en Supelaur. Había una vez una señora de la que decían que nunca iba a m isa, y su marido, por el contrario, era católico y siempre iba a m isa. Un día, el marido unció los bueyes y montó a la mujer en el carro, amarrada con una soga, y que la tenía que llevar a misa la dijo. Antes de llegar a la iglesia, atravesando el habar -campo donde se sem braban habasestaban cuando allí dejó la señora el carro en el que venía atada, los bueyes y el marido, y a la cueva de Anboto marchó en forma de bola de fuego. Yo la he visto en verano y en noviembre también he visto.

LA LEYENDA DE ARTZA Debajo de Untzuetapiku había una cueva en la que estaba Artza. Según nuestros abuelos, este Artza cogió una chica de Arrugaeta que tenía llevada a la cueva. A la chica le hizo un hijo y éste, cuando fue mayor, que andaba llevando carne para que comiera su madre. Artza ponía piedras grandes en la entrada para que no pudiera salir la chica, y que ésta le decía al hijo: ¡ya nos vengaremos! El hijo le arrancó a su padre los dos brazos del cuerpo. Artza se fastidió así y ella marchó con su hijo a su verdadera casa, aunque luego no podía mantenerlo y lo mandó para América. El hijo se llam aba Hierro, y el nieto de él, Pakoaundi.

LEYENDAS DE ORO Y TESOROS ESCONDIDOS En Austigarmin decían que había oro, y mi padre vio allí una vez a cuatro hombres con un imán buscándolo. También a Ibarra llegó un hombre por la noche y le preguntó a Erramon, padre de Eusebio y Pedro, por el tiempo que se tardaba en subir hasta Austigarmin. Erramon se prestó a acompañarlo, pero el hombre le contestó que no necesitaba ninguna compañía. Y por la parte de Murgia, otros hombres subieron con los machos hacia Austigarmin una noche de Navidad, y ya sabían a lo que iban. También en la peña de Garaigorta dicen que había una campana llena de oro. Un día, joserra Uriondo estaba recogiendo ovejas por allí y vio tres piedras de arena -piedra arenisca-, y tres cruces. Esto era encima de Trangatx. Gallartu, Olaguna -Olaguenaga- y Sautu estén debajo de la peña Trangatx, y Garaigorta está más acá. Bueno, pues ya nunca más pudo ver Joserra las cruces ni las rocas de arena, donde dicen que estaba el tesoro. Bajo la peña de Urigoiti también dicen que hay un arca con oro en una cueva por allí. Los papeles plano o m apa- que señalaban donde estaba los tenía el difunto Luis Zubia... en el caserío guardados, que murió en Orduña. También en Aranekoarri había oro y para señalarlo habían puesto una cruz.

LA CUEVA DE UZULO Uzulo viene de ure y de zulo, es decir, cueva de agua. Está antes de llegar a Egalesaburu y Aldabide. Mis abuelos decían que había sorgines en ella. Yo he entrado de chaval con carburo, y dentro hay mucha frescura. En una sala había como una roca en forma de altar, y sobre ella se subía una especie de cura que dirigía como aquelarres. De mitad de cintura para abajo eran muy delgados. Uno de ellos se subía arriba sobre la roca y daba sermones a los de abajo, que se colocaban alrededor de ella. Había mujeres y hombres, y eran todos delgados. Eran gentiles de Uzulo y no querían hablar con la gente del pueblo. Es más, cuando te veían se retiraban. Eran sorgines. También en Atxuri, debajo de SIntxita, había una cueva así.


desde Deusto vem'an los frailes a bendecir, y lo hacían gratis, aunque les podías dar una voluntad. Nosotros llevábamos siempre al cura de Urigoiti.

ponerlas antes de amanecer. Eso se hacía abajo, en el valle, en cada pieza una cruz; arriba, las cruces poníamos en las chabolas.

No eran pocos los pastores que otor­ gaban al fuego un carácter adivinatorio, según el chisporroteo o los pequeños es­ tallidos de la combustión. Así, cuando esto ocurría, se decía que alguien estaba próximo a llegar, y algunos, incluso, esta­ rían en condiciones de vaticinar por dón­ de habría de aparecer el oportuno visitante, portador de buenas o malas noticias, o sencillamente de nada.

EN LA PRIMAVERA,

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a comienzos de mayo, cuando subíamos a la chabola, vema un cura y bendecía los montes y pastos, y los rebaños. También

Los pastores no subían ni bajaban nunca de los pastizales de verano con los rebaños en días que fueran martes o vier­ nes, “son los peores días que hay en el mundo" asegura Añibarro. Y a decir de él, tampoco se entraba en los huertos y sem­ brados en esos días de la semana, se pre­ fería dejar la labor para el día siguiente. No son pocas las leyendas, cuentos e historias que han tenido su origen en los intrincados bosques de Gorbeia, en sus simas y antros subterráneos, entre la densa niebla de sus días y la amenazante oscuridad de sus noches. No pocas de esas leyendas han viajado de choza en choza, de fuego de pastor a fuego de pastor, y no pocas han descendido los caminos hasta las aldeas de Zuia, de Orozko, de Arratia. Al crepitar de las cas­ tañas en el tamboril sobre el fuego, en los atardeceres del invierno, los abuelos narraban las historias que se agolpaban en sus cabezas, rebosantes de la memo­ ria heredada de sus ancestros. Aquella ceremonia diaria de la trans­ misión oral, ante el fuego sagrado del ho­ gar y bajo el tejado familiar, dejó en la memoria de Victoriano Añibarro un re­ cuerdo imborrable, fruto del cual, rescata­ mos unas pocas de aquella ingente cantidad de narraciones que de joven, sin duda, escucharía de labios de sus abuelos. Pero aquel fuego eje de la trasmisión cultural parece haberse apagado para siempre. Al igual que las historias que en su entorno brotaban generación tras generación. Nada parece tener sentido ya en ese Gorbeia que, recibiendo más gente que nunca, se ha deshumanizado como jamás antes se había conocido. JU A N JD HIDALBD


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nuestro interior, sepam os con certeza P ( ^ e e s a no es a ve ra a a . A m p emente porcpi< nuestras raíces simp porque es a x\eredaa de a c^ e provenimos.

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D E T T O M IA s ..in embargo, existen lugares c^e desti a n

un encanto e s p e c ia , al margen d e c|ue sean contemp ados p o r un nativo o oráneo. Son e s o s p a r c e s tju^- dese e e orim er momento, transmiten un naio cautivac or. Su imagen cpieda en la retina d e nuestra m em oria^ e s imposi 3 e resistirse a a tentación de re g re s a r una v e z mas. Uno de ellos es San Martín de M añaria.


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E S T A E R M IT A S E H A L L A E N E L B A R ra O D E A L D E G O E N A en las faldas del monte Untzillatx, al su­ roeste del mismo. En su entorno se ubican los caseríos de Legorra, Iturburu, Bizkarra, Lustarrio y Arriaga. Nos encontramos a los pies del Parque Natural de Urkiola, el cual posee una extensión de 5.958 hectáreas: fue declarado de interés histórico, geográ­ fico y paisajístico en 1989. Para acceder a la ermita, uno de los senderos que podemos tomar es el GR299-Mikeldi. Desde Mañaria, la vereda asciende a Urkiola por un viejo camino, andabidea-, ruta utilizada antaño para ascender en rogativa el miércoles ante­ rior a la Ascensión. Al llegar a la ermita percibimos de in­ mediato el magnífico paisaje que le rodea. Al oriente se abren dos grandes oqueda­ des, refugio otrora de pastores y ganados. Al occidente también observamos un hue­ co natural que sirvió de cobijo humano. San Martín es un templo rústico, de forma rectangular, con tejado a cuatro aguas. Está orientado al Norte; algo poco común, pues normalmente, lo hacían ha­ cia el Este. Su entrada se halla protegida por un pórtico. Los ornamentos y obje­ tos de culto se guardan en un arca o kutxa, en uno de los caseríos cercanos. Estuvo dedicada a San Emeterio y San Celedonio. Hoy es San Martín el titular, un santo civilizador al que la mitología relaciona -y a la vez contrapone- con el Basajaun, el demonio y los gentiles. En esta comarca consideran a San Martín abogado de las cabras. Era fre­ cuente que los pastores, al transitar jun­ to a este templo, le depositaran una moneda con devoción, suplicando a cam­ bio su protección sobre el ganado. Tiempo atrás, la fiesta se celebraba el 11 de noviembre, como corresponde al calendario litúrgico. Hoy en día, sin em-


c,ercana a la ermita,

en el fondo d e la

as cavidades J imagen, se aprecia una de as cjue kacen referenLC cia las numerosas evendas popu ares ocales

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bargo, la romería tiene lugar el primer domingo de julio. A los asistentes se les obsequia con vino y galletas. Afirman los lugareños que el cambio de fechas estuvo mo­ tivado porque en noviembre suele hacer mal tiem­ po. Los herreros, por considerarlo su patrón, acostumbraban a visitar a San Martín el día de su fiesta.

LOS CASTAÑOS lA ERMITA ESTÁ RODEADA DE CASTAÑOS. Se les denomina dulepetxa y son las casta­ ñas de San Miguel. La castaña ha sido uno de los alimentos básicos de una parte im­ portante del País Vasco, durante inconta­ bles generaciones. En otoño, estos castaños se visten de un colorido tan embaucador que embriagan los sentidos. Los amarillos y ocres se perfilan sobre el gris de la mon­ taña o sobre el azul de cielo. Bien merecen una visita en esta época del año. Es curioso observar cómo, en varios de estos viejos castaños, han nacido


otros árboles. Tiempo atrás sus semillas cayeron o fueron depositadas por pája­ ros en sus huecos: allí nacieron y cre­ cieron. libres de sus depredadores naturales. Con el tiempo, sus raíces han descendido por el tronco del vetusto castaño hasta llegar a tierra firme. Es un curioso fenómeno de la naturaleza. Estos longevos castaños que, heridos por el tiempo, fueron cuna para acoger las caprichosas semillas de otros árbo­ les. con el paso de los años han sido fagocitados por ellos, sin ningún tipo de clemencia. Triste pago a su hospitali­ dad.

SAN MARTIN KOBEA POR SI LA NATURALEZA NO NOS HUBIESE deleitado suficientemente hasta ahora, una nueva sorpresa se abre ante nuestra mirada. En el subsuelo, junto a la ermita, se halla una doble cavidad, intercomuni­ cada, de factura parcialmente humana. Es la cueva de San Martín o San Martin Kobia o cueva de Untzillatx. Es extraordi­ naria por lo inusual de su factura. Los lugareños aseguran que, antaño, aparecieron tumbas y restos humanos en esta cueva. También afirman que sirvió de refugio temporal en la pasada Guerra Civil.

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A pesar de que este antro producía un gran temor, los niños de los caseríos cercanos lo utilizaban como uno de sus espacios de juego preferidos. Las leyen­ das, en sus distintas versiones, afirman que era morada de gentiles, lamias o, in­ cluso, del temido sacamantecas. También ubican en ella, en tiempos pasados, furti­ vos akelarres. Sorprende la presencia de unas pintu­ ras rupestres decorando su interior. Los datos con los que contamos rechazan su autenticidad.

haya llevado a que se consideraran "gen­ tiles" a los moradores de estas cuevas. En el entorno de este magnífico lugar abun­ dan construcciones humanas elaboradas con grandes piedras: muros, rediles para el ganado, caminos, etc. Los hombres que lo habitaron tuvieron que ser de gran fortaleza, y contaban con la habilidad su­ ficiente para manejar colosales bloques de piedra. Por otro lado, podemos suponer que con este nombre también se denomina­ ría a seres sobrehumanos, genios locales, que la mitología ubicó en esta montaña. Lo vemos representado a través del bo/atoki de Untzillatx y de las JentH’ harriak.

LOS GENTILES COMO TODO LUGAR QUE SE PRECIE, NO

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podía faltar una relación con la mitolo­ gía. Aquí son los gentiles los personajes destacados que aportan el tono legenda­ rio. Algunas versiones afirman que era su morada la misma ermita. Sin embargo, otros dicen de ellos que habitaban en unas grandes oquedades existentes cerca del templo, construidas con grandes blo­ ques de piedra. A las enormes piedras re­ dondeadas que se encuentran en el entorno se les denomina jentil-harríak, ‘piedras de los gentiles'. También hace referencia a estos per­ sonajes el "Jentilen bolatokia", 'juego de bolos de los gentiles'. Para acceder a él hay que subir hasta lo alto de la loma, dando vista a Atxarte. Está ubicado en la peña. Contaban los mayores que los gi­ gantes míticos jugaban aquí a bolos, co­ locando un pie en Untzillatx y otro en Axtxiki. También aseguraban que se incli­ naban a beber agua en el río Atxarte plantando un pie en cada peña. Podemos intuir que la palabra "gen­ til" encierra una doble realidad: por un lado seres humanos, antepasados, que habitaron la zona en un tiempo indefini­ do según la memoria colectiva. No es ex­ traño que el manejo de grandes piedras

BOLATOKI DE GENTILES AUNQUE lA 'mADOÓN POPULAR NO LO afirma explícitamente, no es descabella­ do relacionar el juego de bolos de los gentiles con las piedras que se hallan en el entorno de la ermita, y las cuales tam­ bién llevan el nombre de estos persona­ jes míticos. Podemos sospechar que, antiguamente, los antepasados imagina­ rían que las piedras que de vez en cuan­ do caían por la ladera del Untzillatx no eran sino las bolas que los gentiles utili­ zaban en su juego, y que habían lanzado con excesiva fuerza. Narraciones de este tipo ya existen en nuestra mitología. Así, enArrankudiaga (Bizkaia) nos encontramos con el barran­ co de Urdióla, donde existen dos o tres piedras redondas muy grandes. La tradi­ ción asegura que los gentiles jugaban a bolos entre el monte Urdióla y el castillo de Arakaldo. Estas bolas cayeron al ba­ rranco y aquí quedaron para siempre. En Urdiain (Nafarroa) localizamos la ermita de Aitziber, cuya construcción se atribuye a los gentiles. Cuenta la tradi­ ción que solían jugar estos personajes a bolos delante de la ermita. Una piedra.



montaña son atribuidas a as tuerzas so frenatura es de o s s e re s míticos a crue sucede en a ermita d e O ro (Zuia), en

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oto in erior

que existió antaño en la fuente cercana de Trapazar, era uno de sus bolos. Este entretenimiento fue muy popu­ lar entre los pastores; esto probablemen­ te hizo que se les vinculase a los personajes de nuestra mitología, los gen­ tiles, con esa diversión. Sin embargo, no todas las piedras relacionadas con ellos provienen de este juego. Igualmente ha quedado plasmado, de otras maneras, en las narraciones popu­ lares. Es muy común en Álava, cuando está tronando, decir que el ruido provie­ ne de los ángeles que están jugando a bolos en el cielo.

También se le ha atribuido a este jue­ go la solución legendaria ante un pleito vecinal. Nos cuenta j. A. Salazar que en­ tre Bajauri (Treviño) y Urarte (Araba) se hallaba la ermita de San Cristóbal. La le­ yenda narra que entre ambos pueblos se disputaban la propiedad. Como ninguno de los dos presentaba argumentos que convenciese a la otra parte, decidieron jugársela a la “calva", una modalidad del juego de bolos que consiste en derribar directamente el primer bolo, sin tocar el suelo con anterioridad. La partida la ga­ naron los vecinos de Bajauri, por lo que la ermita pasó a su propiedad. Los de


Urarte no se resignaron a su pérdida, por to que robaron al santo y lo llevaron al pueblo. Dicen que San Cristóbal regresó de nuevo, por su propio pie, a la ermita. En la toponimia nos tropezamos con numerosas referencias a este juego. La mayoría de ellos nos recuerdan a parajes donde los pastores se reunían habitual­ mente. Sin embargo, otros hacen refe­ rencia a lugares míticos que, por su forma, asemejan a los juegos de bolos. Uno de ellos se ubica en Kuartango (Araba). Dice la tradición de este valle que, en lo alto del pico Marinda, existió uno de ellos tiempo atrás.

JENTTLHARRIAK TAMBIÉN EXISTE UNA POSIBILIDAD: QUE las piedras denominadas jentH-harriak las percibiesen los habitantes de este lugar como proyectiles lanzados contra ellos por los númenes de la montaña. El hombre de antaño que habitaba estas cuevas veía que, de vez en cuando, se desplomaba una roca desde las altu­ ras, poniendo en grave peligro su vida. Alguien tenía que hacerlo y debía poseer para ello una fuerza sobrehumana. Asistir al espectacular desprendimiento de una roca desde las alturas es la mejor manera

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de intuir lo que aquellas personas podían sentir: inseguridad, miedo... Si observa­ mos el entorno, comprobaremos que la montaña lia sido generosa arrojando ro­ cas sobre el entorno de San Martín. ¿Cómo no ver en ello la acción de unos gigantes caprichosos a los que no conve­ nía desairar? En otros lugares existen testimonios de rocas que se desplomaban de las pa­ redes pétreas, dejando una profunda huella en el recuerdo de sus gentes. Un ejemplo lo tenemos en Kuartango. El desprendimiento de rocas de la sierra de Arkamo en invierno dejaba a su paso las “arrastraderas", sendas donde ani­ quilaban toda vegetación, produciendo un inquietante estruendo. Los mayores de este valle alavés recuerdan la angus­ tiosa incertidumbre de que alguna de aquellas rocas llegaría hasta su propia morada. Otro ejemplo lo tenemos en la Peñacaída de Andoin (Araba), atribuido -según algunas versiones- a un fortuito choque de la "Bruja de Anboto" en su paso de Aratz a Legaire. En diversos rincones de Euskal Herria escuchamos narraciones sobre gentiles que arrojaron rocas con intenciones si­ niestras. El cresterío de Andutz, en Cipuzkoa, lo formaron los gentiles, tiran­ do piedras con su honda desde Gaztelu hasta la iglesia de Itziar, cuando iniciaban su construcción. En Navarra cuentan que las piedras que se hallan en el monte Oielegi fueron lanzadas por los gentiles cuando querían destruir la catedral de Pamplona... Lanzar grandes piedras no es capaci­ dad exclusiva de los gentiles, también se le atribuye a otros personajes de nuestra mitología: Errolan (Roldán). Sansón, Mikolas, etc. Incluso hay una versión -ya cristianizada- en la que son los ángeles los autores del lanzamiento de grandes piedras: así lo cuenta una le­ yenda en Zuia, al explicar que el des­ monte para hacer el santuario de

Nuestra Señora de Oro la realizaron ellos, desplazando grandes rocas hoy vi­ sibles en la ladera.

LA ERMITA ^ COMO PROTECCION LAS FUERZAS SOBREHUMANAS NEGATIVAS sólo se pueden contrarrestar con defensas divinas. Los habitantes de antaño utiliza­ rían todos los medios mágico-religiosos para contentar a los númenes de la mon­ taña y, de paso, para defenderse de sus ataques de ira, manifestados en el lanza­ miento de enormes piedras. Posteriormente, ya en la era cristiana, el lugar de culto se erige para la devo­ ción de los santos Emeterio y Celedonio, cambiando años después a San Martín. Repasando las narraciones populares que se cuentan sobre nuestras ermitas, podemos hallar algunas donde las rocas amenazantes son el decorado central de la leyenda. Cuentan en Treviño que un hombre pasaba, con su carreta de Imíruri a Ajarte. Desde la Peña Arrate comenzaron a ro­ dar unas enormes piedras en la dirección en la que él se encontraba. El hombre, totalmente asustado, imploró la ayuda de la Virgen, y ésta detuvo con su poder los amenazantes pedruscos. A raíz de aquello edificaron la ermita de Burgondo. Las rocas quedarían allí como testimonio de lo ocurrido. Si nos acercamos hasta el pueblo de Apinaiz (Araba), podemos contemplar las ruinas de lo que en otro tiempo fue la venerada ermita de San Bartolomé. Estuvo en pie hasta mediados del siglo XIX. Se cuenta que, en un tiempo, nume­ rosos vecinos del pueblo sufrieron una enfermedad de la pieL Nada parecía cu­ rar aquellos granos que brotaban por su cuerpo. En vista de la ineficacia de los re­ medios caseros fueron en rogativa a la


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ermita, implorando la ayuda de San Bartolomé. A la cita religiosa no acudie­ ron unas viejas del pueblo a las que to­ dos tenían por brujas. Éstas, por el contrario, subieron a las peñas de Sarba situadas sobre la ermita, y con su malig­ no poder hicieron rodar grandes rocas en

dirección a la población. Los romeros, aterrorizados, comenzaron a huir... En ese momento se oyó la voz del santo que les dijo a las rocas: "¿A dónde vais? Hasta aquí llegaréis, pero de aquí no pa­ saréis". Y al llegar a la ermita se detuvie­ ron las amenazantes piedras.

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En la cueva de San Martín, además de los gentiles y según algunas versio­ nes, eran las lamias las que moraban en esta oquedad y bajaban a los caseríos del entorno a beber leche. Los niños les temían mucho miedo. También decían que habitaban en la cueva de Silibranka, situada cerca de la ermita de San Lorenzo. Asimismo nos encontramos con las lamias que habitaban en la cueva ubica­ da tras la ermita del Santo Cristo de Atxarte. Aseguran que esta ermita la eri­ gieron precisamente para alejar a las la­ mias que habitaban en esta oquedad, y que con sus cadenas asustaban por la noche a los arrieros que por aquí transi­ taban. Otro lugar emblemático de esta montaña lo tenemos en la cueva de Bolinkoba, morada de Mari y de Ahatxe o Ahatxegorri, el novillo rojo.

MITOS MENORES HAY LUGARES. GOMO ÉSTE SALPICADOS

UNTZLIATX ANBOTO ES UNA MONTAÑA MÍHCA morada habitual de Mari. Untzillatx, a su vera, queda también envuelta en su halo mágico. La tradición ubica en ella diver­ sos seres de nuestra mitología.

de seres míticos de segundo orden. Santos cristianos y númenes paganos so­ breviven hoy en día en un mismo territo­ rio. Las creencias y leyendas dé unos y otros cohabitan con mayor o menor ar­ monía. Al final, todos nos conducen hacia el mismo horizonte. Nos señalan que, ade­ más de lo cotidiano, nos rodea el mundo de lo encantado, lo maravilloso, lo fan­ tástico, lo sobrenatural, intentando dar respuesta a esa necesidad espiritual que late en todo ser humano en búsqueda de lo trascendente. De hecho, nuestros antepasados ya lo percibían en la tierra, el agua, el sol, la montaña... es decir, a través de las gran­ des fuerzas naturales a las que, por un lado admiraban y por otro temían. Los bosques, las montañas, las cuevas, las

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fuentes... son refugio de genios y espíri­ tus. En este privilegiado escenario de nuestra geografía unos verán a San Martín, otros a un gentil, aquéllos a un genio local. Con frecuencia negamos unos para afirmar otros. O los vemos lu­ chando despiadadamente entre ellos cuando, en el fondo, esa tensión se halla en la naturaleza... o en nuestro interior. Hay quien desprecia a los númenes precristianos, pues ve en ellos elementos del paganismo: otros rechazan a los san­ tos como usurpadores de un puesto que pertenece a los primigenios númenes de nuestra cultura. No obstante, lo realmen­ te importante es que, envueltos en uno u otro ropaje, nos lanzan permanentes mensajes. Por medio del susurro del vlen-

to y de los rayos de sol tamizados por las nubes, tratan de comunicarse con noso­ tros. Desde esta atalaya natural envían sus señales para aquellos que saben es­ cuchar en el silencio y para los que no han perdido la capacidad de admiración ante la belleza. Quizás hoy nos comuni­ quen su deseo de que respetemos este magnífico lugar. Un espacio natural que ellos nos brindan generosamente para despertar nuestros sentidos y renovar nuestro espíritu. Un espacio inigualable para levantar el rostro hacia la cima y, con los ojos cerrados, dejarnos besar por el cielo. CARLOS DRTIZ DE ZARATE E tn ú gralo y sa c e rd o te


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unicular de La I^eineta I

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1926an inauguratu zen Z u gastieta auzoa eta Trapagaran go herria batzeko. Bi horien arte k o distantzia, funikularra erabiliz, 10 minututan gainditzen da eta horren ondorioz nahitaezko elem entu bihurtu zen hala m eatzarien bizitzarako nola m ea bera garraiatzeko.

Se inauguró en 1926 para com unicar el p o blado minero de La A rboleda con San Salvador del Valle. La distancia, con el funicular, se recorre en 10 minutos, por lo que se convirtió en un elem ento indispensable para la vida de los mineros, así com o para ei transporte del mineral.


MaÜa teknikoari dagokionez kable iraunkorreko “plano inklinatuko" automotorea dela esan daiteke; funikularraren trakzioa, segurtasuna erabatekoa izan zedin, Suitzan Brown Boveri-k eginiko automotore elektrikoaren sistemagatik ordeztu zen, Trenbide soilaren aukera hautatu zen eta funikularraren bagoiak bidearen erdian gurutzatzen dira, elementu mugikorrik gäbe. Beheko geltokia La Escontrillan dago (Trapagaran), eta bertan dago merkatugaiak pisatzeko baskula. Goikoa Larreinetan kokatzen da (Zugastieta) eta bertan makineria dago. Bata eta bestea neobasko estiloan eraikita daude. NOLAHELDU: A-8 autopistatik, Portugaleteko irtenbidean hartuko dugu Trapagarantz, eta hirigunera iristean N-634 errepideko bidegurutzean, zuzen jarraituko dugu Funikular kaletik, zuzenean eramango balkaitu La Reinetako geltokira.

Técnicamente es comparable a un "plano inclinado" automotor de cable continuo; su tracción, para una seguridad total, fue suplida por un sistema automotor eléctrico construido en Suiza por Brown Boveri. Se adoptó el sistema de vía sencilla, y el funicular se cruza a medio camino sin elementos móviles. La estación inferior está en La Escontrilla (San Salvador del Valle), donde se encuentra la báscula para mercancías, y la superior, en La Reineta (La Arboleda), alberga la maquinaria; ambas están construidas en estilo neovasco. ACCESO; Desde la A-8 tomamos la salida de Portugalete en dirección a Trápaga y al llegar al casco urbano, en el cruce con la N-364, continuamos recto por la calle Funicular, que nos conduce directamente hasta la estación de La Reineta.

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H U R B il D A U D E N B E S T E T O K i IN T E R E S G A R R IB A T Z U K ;

2UGAZTIETA MEATZARIEN HERRIA, TRAFAGA.

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OLASO JAUREGIA, TRAPAGA.

O T R O S L U G A R E S D E IN T E R É S C E R C A N O S ;

POBLADO MINERO DE LA ARBOLEDA, TRÁPAGA. PALACIO OLASO, TRÁPAGA.


texto y fotos « DIEGD BARATE

a ermita c e San M artín se localiza en un p a r ^ e mágico, camino a U r oola, donde as penas d e ntziUatx se P evantan d e manera imponente provocando un v erd a d ero sentimiento de sometimiento a a JMaturaleza. p or parte de cjuien o visita.

a s l a l s a s p in t u r a s id e je s t iio

F A E E D L IT IC O Cu e v a

d e S a n M .a r t ín , M a ñ a r ia I B i z K a ia J ÜjS en este utfar, c onc e a Leí e z a c e p a is ^ e adc^uiere adem as un cariz m isterioso y desconcertante que, sin

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duda, na alimentado a pro if<eracion de P ^ e n d a s ^ mitos a respecto. IMos re erim os concretamente a ia existencia dle c o s cámaras r o c o s a s epigeas -exteriores- v otras d o s nipo^eas ■/

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E S EN E ST E LU GAR. D O N D E L A B E L L E Z A D E L P A IS A JE

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adquiere además un cariz misterioso y desconcertante que, sin duda, ha alimen­ tado la proliferación de leyendas y mitos al respecto. Nos referimos concretamen­ te a la existencia de dos cámaras rocosas epigeas o exteriores y otras dos hipogeas, es decir, interiores. En ambos casos se trata de bloques colosales desprendidos indudablemente de las peñas de Untzillatx. Las primeras -en realidad un gran bloque fracturadose mantienen contiguas, apoyadas sobre el relieve de la ladera, formando dos abri­ gos naturales que han sido delimitados con muros de bloques calizos bastante regulares y, en algunos casos, de consi­ derable tamaño. En el segundo caso los bloques desprendidos forman sendas ca­ vidades con una estrecha entrada cen­ tral. Todas las paredes han sido cerradas mediante muros mampuestos secos y el corredor de acceso ha sido adintelado. Si consideramos la actual morfología de los antros resulta muy difícil comprender cómo fueron introducidas algunas de las piedras de construcción, de tamaño no menor que la propia entrada. El abrigo natural el dominio del valle y la presencia de agua son elementos a considerar para suponer una presencia humana ancestral Pero tan descomunal obra -inabarcable para un simple eremita o un pastor-, en un paraje tan apartado, resulta un verdadero misterio, con el que se relaciona sin duda, la ermita contigua que intenta contrarrestar su halo de paganidad, sustentado en mitos y leyendas. Sin embargo, en esta ocasión nos refe­ riremos a un fenómeno no menos descon­ certante como el que supone la existencia de una serie de pinturas rupestres negras, de indudable “estilo paleolítico", que ador­ nan una de las salas hipogeas.


c.lertos

detalles mor o Oó PgI C O S

reproducidos en as imapenes de atan alsedad de as pinturas P

Como es de sobra conocido, la cueva de San Martín no se cita en ningún catá­ logo de arte parietal paleolítico y, dicho sea de antemano, sus pinturas se consi­ deran de factura moderna. Aún así, nos ha parecido preciso acla­ rar, en la medida de lo posible, el origen de dicha “falsificación", en caso que esa fuera la motivación del autor. No son po­ cos los excursionistas que sufren un des­ gaste innecesario de adrenalina al creerse ante unas pinturas paleolíticas inéditas. En concreto se trata de cuatro pinturas negras figurativas que representan anima­ les propios de la fauna pleistocènica -al

menos dos bisontes, un ciervo y un animal indeterminable- y otros trazos y manchas menos evidentes. Actualmente su identifi­ cación no resulta sencilla debido al rápido deterioro natural que están sufriendo, así como el derivado de los grafitis y altera­ ciones de las visitas más recientes. El acceso a la cavidad consiste en un discreto túnel de escuetas dimensiones seguido de un pasillo adintelado y apun­ talado con muros secos que une las dos salas hipogeas. A izquierda se encuentra la sala de menor tamaño. A derecha en­ contramos la sala decorada cuyas dimen­ siones se amplían de manera progresiva


de los 3 a los 7 metros de anchura y una altura de 1.5 a 4 metros junto a la pared derecha pero perdiendo altura hacia la pared contraria. En el extremo superior derecho, al fondo de la cavidad, se abre una pequeña ventana natural al exterior. El suelo de la sala parece fuertemente al­ terado ya que el sedimento no es com­ pacto y se reconocen varios amontonamientos de tierra. Al fondo de la cavidad se observa un importante va­ ciado de unos 2 metros de diámetro y 50 centímetros de profundidad. La descripción de las pinturas es la si­ guiente:

BISONTE . A 2,5 metros de la entrada y sobre la pared húmeda del techo se loca­ liza la primera figura del conjunto trata­ do. Consiste en una representación completa de bisonte orientado hacia la entrada. La cabeza, inusualmente alarga­ da, presenta el hocico y un ojo indicados. Carece de barbilla que ha sido sustituida por dos trazos paralelos. Los cuernos se representan por medio de dos trazos cur­ vos, largos y paralelos. La giba, no espe­ cialmente pronunciada, desciende al cuarto trasero claramente desproporcio­ nado y con una larga cola. Las patas tra­ seras cuentan con el corvejón y las


o d os lo s expertos Kan conicidido en la dJseddd de as pinturas d e San -Martín, Drobdb emente inspiradas en as de Santimamiñe

pezuñas indicadas y, al igual que las de­ lanteras, presentan adelantada la pata si­ tuada en segundo plano. Se encuentra a 1,50 metros de suelo y la distancia del morro a la nalga es de 52 centímetros.

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BISONTE . A 2 metros del anterior y en el techo hacia el interior de la sala, se ubica la segunda pintura de bisonte orientada también hacia la entrada y que, a falta de un análisis mineralógico, parece haber sido trazada con carbón. También presenta un formato completo y muy similar al anterior. La cabeza se in­ clina hacia abajo y cuenta con el hocico

y un ojo indicado pero sin la barbilla ca­ racterística del animal tratado. Los cuer­ nos son dos trazos largos y paralelos algo curvados, muy lejos de estereotipo pa­ leolítico. La giba, apenas indicada, se une a un cuarto trasero en el que destaca la longitud de la cola, impropia del taxón representado. Al contrario, la línea del vientre es verdaderamente escueta. La patas, tanto las traseras como las delan­ teras, responden al mismo esquema que las del bisonte anterior, con una disposi­ ción -pata en segundo plano adelanta­ da- nada usual en los cuartos delanteros de las grafías paleolíticas. Se encuentra a


2 metros de suelo y la distancia del mo­ rro a la nalga es de 50 centímetros.

CIERVO • A una altura ligeramente in­ ferior que la del bisonte anterior y si­ guiendo la inclinación del techo, se ha representado una cabeza de ciervo orientada hacia la entrada. La figura se reduce a una cabeza formada por el fronto-nasal, el maxilar, un ojo y el arranque de la línea del dorso, además de unas astas inclinadas y poco ramifi­ cadas. Se encuentra a 1,7 metros de sue­ lo y la distancia del morro al dorso es de 40 centímetros.

CUADRUPEDO INDETERMINABLE

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Inmediatamente por debajo de la ante­ rior se reconocen una serie de trazos que parecen conformar el esbozo de una fi­ gura animal de complicada identifica­ ción, orientada en sentido contrario. Dos de las líneas formarían la línea dorsal y la pectoral de un animal, en el que no re­ sulta sencillo integrar el resto de trazos. Se encuentra a 1,65 metros de suelo y la longitud máxima es de 45 centímetros.

TRAZOS DESVAÍDOS ■A izquierda de las anteriores se identifican una serie de trazos muy difuminados cuyo estado im-


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errer (1943 ) en

a eme s e aprecia ei bisonte con una nitidez inexistente en a actualidad, en oto de a derecha

pide su interpretación segura. Por su lo­ calización, coincide con la figura interpretada como “hombre armado" en un periódico de 1964, como veremos más adelante. Se encuentra a 1,65 me­ tros de suelo y la longitud máxima es de 45 centímetros. Alrededor de las anteriores y por toda la sala, se dispersan los grafitis moder­ nos, lamentablemente usuales en cavi­ dades de fácil acceso. Una breve labor de hemeroteca nos ha permitido reconstruir, en lo funda­ mental, la breve pero intensa "vida" de las pinturas de la cueva de San Martín.

La cavidad es mencionada, por pri­ mera vez, en 1912 por el ingeniero de minas y senador, Augusto CálvezCañero y Alzóla en su Nota acerca de tas cavernas de Vizcaya. La descripción por­ menorizada de la cueva de San Martín se acompaña de una fotografía y de va­ rios planos que muestran su morfología interior. Gálvez-Cañero, que por aquel entonces realiza una serie de sondeos arqueológicos en la cueva de Baltzola, se sorprende por el aspecto que ofrece el hipogeo de San Martín que "es indu­ dable que ha servido de vivienda, y que el hombre, aprovechando y terminando


el trabajo de la Naturaleza, la ha con­ vertido, en época que no es fácil de de­ terminar, en su habitación". Sus indagaciones no le permiten atribuir las modificaciones antrópicas -hechas por los humanos- a ningún periodo históri­ co aunque descarta su pertenencia al Cuaternario. Por otro lado, señala el ha­ llazgo de huesos modernos así como la existencia de “una excavación de bas­ tante importancia". No se incluye men­ ción alguna a las pinturas parietales aquí tratadas. En la Monografía de las cavertiasy si~ mas de la provincia de Vizcaya de Antonio

Ferrer, publicada en 1943, se reproducen las apreciaciones comentadas por Cálvez-Cañero y se añade que la cueva “parece no sólo curiosa sino de interés y que sería de desear que se efectuasen trabajos de desescombro en ambas cá­ maras, retirando el barro que proviene del exterior, con lo cual quedarían ambas cámaras enteramente al descubierto, mostrando sus verdaderas proporciones y la magnífica obra de mampostería que la circunda. Después podría explorarse con detenimiento y método el suelo de ambas cámaras, en la seguridad de hallar restos interesantes al estudio de núes-

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L OS escjuem as d e antro d e San M artin realizados p o r G álvez-C añ ero en 1912 dee tan orman p arte d e p rim er testim onio d

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tras estaciones prehistóricas". Pero la aportación más sorprendente de Ferrer es la de una fotografía en la que se muestra una pintura de bisonte muy ní­ tida con la nota a pie de “¿figura rupes­ tre?”. En el texto no se realiza mención alguna sobre dicho bisonte ni sobre el resto de las pinturas, lo que no deja re­ sultar extraño.

La primera nota explícita sobre las pin­ turas rupestres es la publicada en el Catá­ logo de monumentos de Vizcaya por Javier de Ibarra y Bergé, en 1958. Al margen de las referencias a la peculiar morfología del lugar se añade que "hay una figura rupes­ tre de un bisonte en esta cueva de San Martín (...) y que fue descubierta con otra segunda figura también de un bisonte, en


1935, por el alpinista bilbaíno José María Yohn y Renovales". Aunque queda patente que se trata de más de un bisonte y se aporta nombre y fecha del nallazgo, nada se aclara sobre su autenticidad. Pero la confusión aumenta a raíz de una nota en La Gaceta del Norte, fecha de 16 de septiembre de 1964, en la que se da noticia del descubrimiento de dibujos prehistóricos. El autor de la nota, José Luis Muñoyerro, comenta la existencia de un bisonte falso en la cueva -quizás en refe­ rencia a Ferrer- pero da por auténticos “otro bisonte dibujado estupendamente y un esbozo de ciervo con su cabeza y la

cuerna hacia atrás que recuerda al céle­ bre friso de Lascaux.Y lo que es más ma­ ravilloso, bajo el nuevo bisonte y a la izquierda del ciervo hay un dibujo que re­ presenta a un hombre con una especie de arma o garrote en la mano. También hay bastantes dibujos más, algunos incom­ pletos, otros simples rayas y garabatos que parecen de factura reciente". Obviamente Muñoyerro desconocía que, al menos, el segundo bisonte era conoci­ do desde 1935 y publicado en 1958. Además, en el mismo periódico, el 14 de noviembre del mismo año se comenta que “con la ayuda de los estudiosos, se ha


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podido comprobar recientemente que las pinturas halladas en la cueva de San Martín, en Mañaria, hace aún poco tiem­ po, no son verdaderas. Aunque se dio no­ ticia diciendo que se trataba de una obra de arte de la época prehistórica, no hay tal cosa. Se ha podido desmentir por par­ te de los historiadores tal rumor”. Ante tanta confusión, es Ernesto Nolte yArámburu quien realiza las indagaciones oportunas para dilucidar la autenticidad de las pinturas. Así, como él mismo narra en su Catálogo de simas y cuevas de la provincia de Vizcaya de 1968, se pone en contacto con D. José Miguel de Barandiarán para resolver la cuestión. El sacer­ dote aclara que "visité esa cueva el día 4 de septiembre de 1929: no vi en ella nin­ guna figura. Entre los días 16 y 26 de julio de 1930 la visitamos Aranzadi y yo: en el techo y en la pared de la cueva vimos con sorpresa unas pinturas de bisontes hechos con trazos negros muy claros. No las to­ mamos en consideración. Mucho me ex­ traña que yo no las viese un año antes, pues conociendo las leyendas que conta­ ban acerca de aquella cueva, me interesa­ ba hacer un reconocimiento detallado de la misma, y la hice". Efectivamente, en su diario, Barandiarán indica que el día 4 de septiembre de 1929 visitó el subterráneo de San Martín junto a la ermita del mis­ mo nombre. Como señala Nolte, conside­ rando las escasas dimensiones de la cavidad y el hecho de que las pinturas se encuentran junto a la entrada, no parece probable que pasaran por alto. Además de los argumentos historiográficos esgrimidos, principalmente los comentarios de José Miguel de Barandia­ rán, cabe señalar otra serie de aprecia­ ciones que permiten rechazar una cronología paleolítica. El hipogeo no se puede considerar una cueva natural sino que más bien se trata de un abrigo subterráneo acondicionado. Es difícil imaginar su morfología anterior a la construcción mural pero Indudable­ mente no presenta las condiciones de ha­

bitabilidad necesarias: ausencia de vestíbulo iluminado, orientación de la en­ trada, escaso desarrollo, etc. Tampoco se detecta, como hemos mencionado, un ya­ cimiento arqueológico que certifique una presencia humana prolongada en la cavi­ dad. Es posible que los hipogeos que co­ nocemos fuesen muy diferentes en época paleolítica -el suelo está a la distancia idónea para el trazado de las pinturas pero seguramente no se corresponde con el anterior a la construcción de los muros-. Las pinturas, aunque ofrecen un "aire" ge­ neral muy fidedigno presentan algunos detalles a considerar. Los bisontes cuen­ tan con unos cuernos anormalmente alar­ gados y rectilíneos nada similares a la realidad, las cabezas son alargadas y sin barbilla -recuerdan más bien a un jabalí-, las colas demasiado largas y la disposición de las patas delanteras poco usual. Tanto los bisontes como la cabeza de ciervo pa­ recen tener su modelo en las pinturas de la cueva de Santimamiñe, con las que guardan relativa similitud. Por otro lado, las pinturas han sufrido un deterioro pro­ gresivo. En la fotografía de Ferrer, el bison­ te se observa con una nitidez inexistente hoy en día. La formación de liqúenes -tanto sobre las pinturas como sobre los grafitis modernos-, la alta humedad, las corrientes de aire, la circulación de agua y los cambios de temperatura afectan di­ rectamente sobre las pinturas que cada vez son más imperceptibles. Si en los últi­ mos cincuenta anos el deterioro ha sido tal, difícilmente habrían podido aguantar los 14.000 años que les corresponderían. En definitiva, las pinturas de “estilo paleolítico" de la cueva de San Martín de Mañaria debieron ser trazadas entre las dos visitas de Barandiarán, es decir, entre finales de 1929 e Inicios de 1930. Es, por tanto, una de las primeras falsificaciones de arte parietal paleolítico, de las que se tiene constancia en todo el Cantábrico. DIEGO GARATE H arp ea Kultur Elkartea


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El topónimo Sasiola, según L. Mitxelena, puede ser interpretado como 'el lugar del zarza., lo que no está tan claro es que el común sufijo -ola signifique en este caso Terrería', Está citado como lugar" ya en el año 1394 con motivo de la 5 Ordenanza Municipal de Montrea de Deba, siendo testigos del acuerdo de redacción de dichas primeras Ordenanzas de Concejo los hermanos Lope Ibáñez y Ochoa López de Sasiola, entre otros, y se sabe que lasta 1503 perteneció a la familia de los Sasiola / Licona, año en que donaron su casa torre parte de sus pertenecidos, con la pequeña ermita de la Piedad, a la orden de los frai es ranciscanos, que se asentaron en la orilla derecha del río Deba.

EL MONASTERIO D E SAN FR A N C ISC O

Sólo dos años después de que la orden se instalara en Arantzazu (Oñati) en 1501 -aunque no se asentarían de ma­ nera estable hasta 1514-, y tras un pri­ mer intento de los frailes de establecer su residencia junto al Santuario de Itziar, a lo que tuvieron que desistir por la fir­ me oposición del cabildo de Deba, y es por lo que en el año 1504 decidieron, fi­ nalmente, ubicar el convento en honor a San Francisco en el sitio y astillero de Sasiola, junto a la casa-solar y ermita de la Piedad, con frailes procedentes de Bermeo.

Por el testamento de Juan Pérez de Licona, conocido como Balenio, ante el escribano Ochoa de Arrióla, el 17 de agosto de 1517, se conocen muchos de­ talles de la donación así como de la lon­ gevidad del mecenas, que pasaba de los 80 años y pidió que le enterrasen en el propio monasterio junto con su primera mujer. Maria Ibáñez. Unos años más tar­ de, el propio Juan Sebastian Elcano tes­ taría a favor del mismo en 1526: "Item, mando al monasterio de Sasiola, diez du­ cados de oro". En el lugar se construyó la iglesia en honor a San Antonio de Padua, el con­ vento con su claustro, la casa Sindika, la casa Hospital, el juego de pelota, el ce-

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menterio y la huerta, cerrada en su tota­ lidad con altos muros y atravesada en la actualidad por la carretera N-634 desde que el nuevo trazado le afectara en 1856. El propio convento sirvió de refugio para la reunión de algunos jefes y parti­ darios comuneros, al principio del reina­ do de Carlos I, hacia 1520, siendo condenados a ser degollados en la picota el bachiller Olano, natural de Deba, y el monje de Sasiola fray Pedro de Elorriaga entre otros, aunque finalmente la sen­ tencia no fue aplicada. La comunidad de religiosos llegó a contar hasta con veinte individuos, sien­ do gobernados por un padre guardián y sus cuentas fiscalizadas por el propio obispo. Cuando en la vecina iglesia de San Andrés de Astigarribia -la más anti­ gua de Gipuzkoa- faltaba el párroco, eran los frailes de Sasiola los que le sustituían

en los oficios de dicha parroquia mutrikuarra. Por Sasiola pasaba la vía fluvial que desde Deba remontaba hasta Altzola (Elgoibar), siendo también punto de en­ cuentro de los caminos de Itziar y Lastur hacia Mutriku para llegar a la costa viz­ caína, lo cual posibilitaba el control de la zona. El vado del río fue una fuente conti­ nua de conflictos, tanto por la jurisdic­ ción de las aguas como por la destrucción del puente que allí existía debido a las riadas. En este sentido, se documenta la existencia de un puente ya en 1558, pro­ bablemente de madera y fabricado por los propios frailes franciscanos. Cuando faltaba el puente se creaba un gran pro­ blema en las comunicaciones de la zona, que trascendía del ámbito local y llegaba hasta las Juntas Generales de Gipuzkoa para ser tratado con urgencia, obligando


P L A N O D E LA R ÍA D E D EB A , R E A L IZ A D A P O R |. M . E R R A S T I, H A C IA 1 8 6 0

R E ST O S DE LA C A L Z A D A E M P E D R A D A DE S A S IO L A . C A N T O R O D A D O DEL R ÍO C O N E S P IN A CENTRAL

a las villas de su jurisdicción la rápida construcción o reparo a su costa, tal como ocurrió el 21 de noviembre de 1564 en la Junta General de Zarautz:"[...] Este día por parte de la villa d ' Elgoybar se presentó una petigion pediendo que las villas de Deva y Motrico, en cuya jurisdigion esta la puente de Sasiola, aga la dicha puente nonbrando una persona que lo aga hazer. La Junta mando dar co­ misión al Li(;en^iado Holagaval para que a costa de las dos villas a medias aga ha­ zer la dicha puente para la primera Junta, conpeliendoles a ello por todo rigor. La villa de Motrico contradixo la dicha co­ misión". En 1595 se citan reparaciones en el empedrado del camino en Sasiola a car­ go del Ayuntamiento de Deba, una obra realizada por Pedro de Echeverría, maes­ tro empedrador, a lo largo de 370 metros de longitud y por un importe de 1.156

maravedíes. Hasta hace unos pocos años aún podía verse, unos pocos metros al sur del monasterio, una parte del camino empedrado, con espina central y trabaja­ do con cantos de río, destruido en los úl­ timos años por las obras de la acometida del agua potable. Cuando el puente estaba caído, exis­ tía en la zona un gabarrero al que pagaba su sueldo el concejo de Deba, como ocu­ rrió en el caso de Santiago de Mendoza que cobró mil maravedíes, en moneda de la época, por su sueldo correspondiente al año 1595. En 1596 sucede el curioso rapto en Mutriku de la niña de 13 años Isabel de Lobiano por el azkoitiano Pedro de Idiaquez y sus seguidores. Los rapto­ res se dieron a la fuga y cruzaron el río Deba a nado, en cuyas aguas se ahoga el clérigo de Zestoa Domingo de Erquicia, disfrazado de mendigo, que había ayuda­ do al de Azkoitia en su objetivo de lograr un fuerte rescate por la primogénita de la importante familia de los Lobiano e Ibaseta. El Monasterio de Sasiola fue tes­ tigo mudo de esta huida, y sus persegui­ dores llegados desde Mutriku no pudieron traspasar sus límites ni dar al­ cance a los raptores. El actual conjunto conventual, dedi­ cado a San Antonio, fue declarado Monumento Provincial el día 17 de ene-


ro de 1964, junto con otros muchos edi­ ficios guipuzcoanos, pero hoy en día está arruinado y con peligro estructural de derribo, ya que existen importantes grie­ tas en las paredes de la iglesia. Existe un tímido proyecto para poner la zona en valor, sin que hasta la fecha se haya plas­ mado en algo concreto, ni se sepa a qué usos destinarse. Existe una comisión de carácter local que está intentando apor­ tar ideas provechosas para proponer la realización de un plan de viabilidad, y en este sentido hay que alegrarse, ya que para este mismo año 2009, la Diputación Foral de Gipuzkoa tiene previsto realizar la convocatoria del concurso público para la adjudicación de las obras de consoli­ dación y rehabilitación urgente del con­ junto de Sasiola, que en esta primera fase afectarán principalmente a la iglesia de San Antonio, con una partida presu­ puestaria de 640.000 euros.

El edificio de la iglesia tiene una sola nave, de 30 x 10.8 metros y una altura de 15,3 metros, pegante al río y posee un claustro de forma rectangular, arrui­ nado. situado al sur del edificio, que tuvo tres plantas, con refectorio y sala capitu­ lar en la planta baja y celdas para los frailes en los pisos superiores. Al exterior en su parte sur conserva un potente ar­ botante y ménsulas situadas a cuatro al­ turas. Al norte de la iglesia existe un juego de pelota de mediados del siglo XVÍll y el caserío Sindika, en el que vive Pedro Aranberri, "guardián" del monaste­ rio y artífice de que aún conserve algu­ nos restos muy interesantes en su interior, como es el caso del importante retablo de estilo barroco, fabricado en 1764 en nogal oscuro. Contenía una ima­ gen de San Francisco en éxtasis, situada en la hornacina central del segundo piso. En el año 1704 se construye el campa­


DETALLE DEL F R O N T IS D EL JU E G O D E PELO TA . CON

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nario de la Iglesia, según consta grabado en la propia espadaña. La decadencia del monasterio se ini­ ció en el año 1809, cuando José Bonaparte, hermano de Napoleón y puesto en el trono español por éste, su­ primió varias comunidades religiosas. Los frailes retornaron en 1814, para abandonarlo definitivamente en 1840, con motivo de la Real Orden de Isabel II, dictada a propuesta del ministro Mendizabal, para poder paliar las deudas del estado liberal mediante la desamor­ tización de los bienes del clero, de ne­ fastas consecuencias para nuestro patrimonio. Tradicionalmente se tiene por cierto que del convento se llevaron varios carros cargados con libros anti­ guos, algunos de los cuales se traslada­ ron al convento franciscano de Zarautz, donde existe un fondo documental de­ nominado Sasiola.

La imagen actual del interior de la iglesia es desoladora, con las imágenes del retablo desprendidas algunas goteras procedentes del tejado descarnado, anti­ guos bancos amontonados cubiertos con plásticos polvorientos y un arco rebajado exento, que anteriormente soportaba el coro, decorado con sitiales de madera de estilo gótico tardío, y que ahora aparece derrumbado. En más de una ocasión, per­ sonas desaprensivas han intentado lle­ varse alguna figura de madera de su interior, sin éxito, gracias a la providen­ cial intervención de Pedro Aranberri, el único vecino del entorno, y con quien charlar puede convertirse en una fructí­ fera visita al complejo monacaL A Sasiola hay que llegar sin prisas y marcharse de igual manera, porque el lugar siempre depara sorpresas. En el 1973 se creó la Asociación Amigos de Sasiola, y se pudo evitar el traslado del retablo mayor a otro lugar. Un año después, el arquitecto Manuel de Urcola presentó un proyecto de res­ tauración que no pudo cumplir sus obje­ tivos, ya que se desplomó una parte de la techumbre y las bóvedas, que arras­ traron al coro en su caída. En ese mismo año se logró rehacer la cubierta con un coste de poco más de dos millones de pesetas.

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UN HOSPITAL

DE C A M IN O A SANTIAGO Juan Pérez de Licona, quien sería poste­ riormente el abuelo materno de Iñigo de Loiola, funda inicialmente un hospital en los terrenos que disponía en el casco ur­ bano de Deba, pero el hospital se quema y destruye por lo que decide trasladarlo al lugar de Sasiola, junto al monasterio, en los terrenos que había donado a los frailes el 31 de julio de 1503. Inicialmente, los frailes no aceptan el hospital porque su voto de pobreza les impedía tener propiedades, aunque se cuidan de mantenerlo. Tras la muerte de Juan Pérez, los sobrinos herederos,

Beltrán de Sasiola y su mujer, pretendie­ ron apoderarse del mismo, pero la eficaz intervención de Pedro de Iturriza consi­ guió que el hospital siguiera con su mi­ sión sobre la asistencia y asilo de los pobres. En 1540 se adjudica el nombra­ miento de hospitalero al propio monas­ terio mediante cédula de provisión real de Carlos I. En el año 1555 se hace un nuevo amojonamiento ante el escribano. Juan de Arrióla, y se marcan los terrenos co­ rrespondientes al hospital, colocando cruces en los árboles, sobre las rocas y algunos mojones. El antiguo camino que desde Itziar iba en dirección a Zenarruza pasaba por


el lugar y vadeaba el río Deba en el ci­ tado punto. Esta ruta era usada por los peregrinos que se dirigían hacia Santiago de Compostela por la costa, y la presencia del hospital ayudaba a los pobres y romeros en su duro caminar, donde recibían de los frailes sidra, cera y leña. En las cercanías del hospital ha sido encontrado en el año 2007 una mone­ da de cobre del año 1641, resellada nuevamente en 1651-52 con un valor de 8 maravedíes y que nos recuerda una época convulsa y decadente de reinado de los Austrias, con hambres, pestes y sublevaciones populares. Quien perdie­ ra la moneda junto al hospital es proba­ ble que estuviera allí de paso y sufriese en propia carne las calamidades de la época.

El 26 de febrero de 1654 se quema el hospital, siendo entonces hospitalero Andrés de Mugerza, y durante los tres años que se tarda en reconstruir el edi­ ficio se le permite vivir en la cercana borda de ganado. El centro hospitalario se mantiene hasta 1738 con una activi­ dad propia de explotación forestal, agrí­ cola y ganadera, dando cobijo y asistencia a pobres y peregrinos que ve­ nían de paso. En este año, el hospital deja de funcionar como tal por una dis­ posición de la provincia que mandó el cierre de todos aquellos que estuvieran despoblados y su traslado al interior de las villas. El Obispo de Pamplona -a cuya diócesis pertenecía- aceptó la nueva situación, así como las rentas procedentes de dichos bienes que, en lo sucesivo, habrían de destinarse al soco-


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C A S E R ÍO S A S IO L A O S P IT A L E , A N T IG U O H O S P IT A L

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rro de los pobres de Deba y Mutriku prioritariamente. En el año 1809 el rey intruso, apoda­ do Pepe Botella y fiermano de Napoleón Bonaparte, expulsó a los 16 religiosos que entonces moraban en el convento y se hizo cargo de la obra pía del hospital has­ ta 1813. Nuevamente los frailes regresa­ ron al monasterio de Sasiola en 1814 y continuaron administrando los bienes del hospital hasta la desamortización de 1840, siendo el último guardián del con­ vento fray Juan Bautista Marticorena. Después, los bienes del hospital pasaron a la Junta de Beneficencia de Deba en 1841. En 1856, por la ejecución de la nueva carretera desde Muniasoro hasta el puen­ te de Sasiola, se separan las tierras del hospital, y el monasterio queda encajona­

do junto al río. Posteriormente, el hospital se transformará en caserío, de nombre Sasiola Ospitale, en la actualidad deshabi­ tado y amenazando mina. Ello a pesar de estar protegido en su totalidad como Bien Cultural por estar vinculado al Camino de Santiago con la categoría de Conjunto Monumental.


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SASIOLA

EN LA ACTUALIDAD El abandono aparente de la zona con­ trasta con el importante valor patrimo­ nial que encierra y el elevado potencial natural del lugar, que está situado entre dos zonas LIC (Lugar de Importancia Comunitaria) -una figura de protección medioambiental-, la de ízarraitz y la de Amo, junto al río Deba, como eje vertebrador de la comarca de Debabarrena, a escasos cinco kilómetros de la desembo­ cadura y equidistante de los municipios de Deba, Mutriku y Mendaro. El monas­ terio tiene ya algo más de 500 años de existencia y aunque se ha escrito mucho

sobre el mismo, será tema recurrente para otros muchos años. Sus recios mu­ ros han aguantado el paso del tiempo hasta hoy, pero, si nadie lo remedia, es seguro que asistiremos a su colapso en el plazo de unos años. En este sentido, in­ vestigadores y alumnos de la Escuela Superior de Arquitectura de la UPV, en­ cabezados por el profesor S. Sánchez Beitia, y con la colaboración de la Diputación Foral de Gipuzkoa, ya han comprobado el elevado deterioro del in­ terior de la iglesia, así como la aparición de nuevas grietas. El día de san Antonio de Padua, 13 de junio, se celebraba una misa. En la actua­ lidad, sólo una pequeña romería recuer­

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da la efemérides de aquella fiesta que durante tantos años mantuvieron los ri­ bereños del río Deba, y donde era cos­ tumbre que las jóvenes casaderas tirasen del cordón que cinturaba el hábito del San Antonio que se colocaba en el za­ guán, pidiéndole novio. Sin embargo esta costumbre ya está desaparecida en Sasiola. Si se mira con detenimiento el muro del frontis del juego de pelota se obser­ van grandes losas de caliza con ángulos biselados y huellas del uso de castañue­ las -artilugio empleado ya en la antigüe­

dad, cuya forma de cuña convergente hacia arriba se aloja en un orificio tallado al efecto en la piedra, con el objeto de levantarla-, así como otras piedras bien trabajadas, que bien podrían proceder de algún importante yacimiento cercano todavía sin determinar. El río Deba es navegable hasta Sasiola y es cita histórica como divisoria tribal entre Várdulos y Caristios, es decir, Bizkaia y Gipuzkoa respectivamente, por lo que es posible que en las cercanías se encuentre el lugar del emplazamiento del asentamiento Trítium Tuboríkum.


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Además, en las cercanías fian sido halla­ dos restos líticos de talla del paleolítico medio y algunas cerámicas romanas. Algunas recientes investigaciones, efectuadas por medio de la radiestesia, muestran posibles restos de calzadas, muros de astilleros y otros elementos que, en el futuro, podrán ver la luz mediante intervenciones arqueológicas en la zona, lo que, sin duda, acrecentará el valor histórico y patrimonial del lugar. A pesar de todo lo que hemos contado y de las noticias que de forma aislada van

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apareciendo en los medios de comunicación, aún no acabamos de ver con claridad el futuro del monasterio de Sasiola. Tenemos fe en la comisión que en el ámbito local está trabajando para promover una propuesta de usos para su recuperación y puesta en valor de todo el entorno, y también queremos abrigar esperanzas en que serán las instituciones competentes, junto con la Diócesis de Cipuzkoa -propietaria del lugar- quienes acuerden finalmente una resolución eficaz y positiva para Sasiola, un patrimonio de todos al que no queremos renunciar.

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LOS SASIOLA,

U N LINAJE DE DEBA Era tal el poder de la familia Sasiola en el valle del Deba que son muchos los per­ sonajes de dicha familia que aparecen mencionados en los escasos documentos públicos de la época. En 1340 aparece ci­ tado Lope de Sasiola como cabeza de li­ naje, al que le sigue su hijo Juan López en el año 1370. En 1391 se tiene conoci­ miento de que un tal Juan Pérez de Sasiola ya era vecino de la villa de "Monte Real de Deva", y también s e . nombra al procurador diputado Lope Ibáñez de Sasiola, ambos citados con motivo de un litigio entre los concejos

de Deba y Zumaia por causa de los lími­ tes municipales entre ambas villas. Iñigo López, hermano del citado procurador Lope Ibáñez, funda el mayorazgo en el año 1418. En 1436 aparece Rodrigo con su hijo Juan Ruiz de Sasiola. En el año 1438 está citado Jofre de Sasiola como alcal­ de de la Villa, y en 1444 como prior de la iglesia de Santa María de Deba. Y Jofre participaría también en el apea­ miento de tierras concejiles realizado en el año 1456, junto con el citado Martín Ochoa, y en 1458 con Beltran Ibáñez de Sasiola y con otros miembros de la po­ tente familia IrarrazabaL En 1465 en­ contramos a Rodrigo Ibáñez de Sasiola

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SASIOLA C on v en to y H o sp ita l

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como propietario de la terrería de Zubeltzu. El historiador Lope García de Salazar en 1458 catalogó a los Sasiola dentro del bando de tos Gamboa, con gran valía y unidos a sus amigos los IrarrazabaL La casa solar estuvo asentada en este lugar desde tiempos inmemorables, controlan­ do el vado del río Deba, frente a la de los señores de Astigarribia, que controlaban la orilla izquierda aguas abajo. Después pasaron a ocupar un solar cercano a la villa de Deba, tras donar a los frailes una parte de sus pertenencias. En el apeo de 1482 se citan las tie­ rras pertenecientes a Martin Ochoa de

Sasiola, formando parte de ellas el sel de Sasiola, la rementeria y el manzanal de Maruate. Dicho Martín era el nieto del alcalde Jofre. El mismo año se apean las tierras de Juan Pérez de Sasiola, con su molino y presa, — nogales, manzanales y casta­ ñar, incluyendo el monte Aitzerleaga, actualmente de­ nominado Praileaitz -conoci­ do por la importante cueva hallada hace algunos años-, y su casa en el lugar de Sasiola. Este Juan Pérez es, en reali­ dad, de la familia Licona, que entronca con la de Sasiola por matrimonio. Es la rama de Beltran Ibáñez de Sasiola, casado con doña Domenja de Lasalde y padre de María Ibáñez de Sasiola, heredera de la casa-torre solar del lugar de Sasiola y de sus pertenecidos, colindantes con los de Martín Ochoa. María Ibáñez casó con el vizcaíno Juan Pérez de Licona, natural de Ondarroa, mediante el contrato de dote y casa­ miento fechado el 30 de enero de 1458. Juan, apodado Balento, pertenecía a una ilus­ tre familia muy ligada a la historia de la villa de Lekeitio, propietario de varias terrerías en los valles del Artibai y Deba, con intensa actividad marítima y mer­ cantil, tanto en la elaboración y trans­ porte de los productos de las ferrerías como de cereales. El escudo de los Sasiola está formado por una cruz o tau de San Antón con tres tréboles, y tienen capilla tanto en la igle­ sia de Deba como en la iglesia de Zumaia. JA V I CASTRO L icen ciad a Qurm ico y m ie m b ra del D pto. de E tn o g rafía d e A ran zadi


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texto« JOSE LUIS LIZUHDIA fo to s« FEUX HtiGURUTZA

La polémica ya está servida. Y quizá este artículo no sirva más que para eso, para polemizar, ya que es tal lá Aieiza que desmchajlamentelia adquirido el tá rm ln o r^ , D a ü m v m usurpar lo que de un modo tradicional le hn correspondido a la palabra eneque ya peco« nada podemos bacef. Pero-. no está mal. al menos, deiar constancia del error mayúsculo con ei que todos liemos comulgado alguna que otra vez: llamar baserria nuestras ediflcaciones rurales.


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I o CADE DUDA

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de que, siendo tantos como son los caserios de nuestro país, y tratándose éste del elemento primordial y más unido a nuestra idiosincrasia, es más que extraño que no existan topónimos ni oicónimos -nombres de las casas- que se valgan del término baserri como ca­ bría esperar. Por el contrario, son miles los que recogen el concepto eíxe 'casa'. La nada frente al todo, claro está, no puede ser fruto de una casualidad sino la constatación de una realidad: que nues­ tros caseríos fueron conocidos como etxe y no como baserri. Pero, siendo así las cosas, ¿dónde tiene su origen el que puede calificarse como uno de los des­ aguisados lingüísticos más sonados de nuestra historia?

En realidad, todo parece apuntar a que son varios los factores lingüísticos. Por una parte, tenemos la desaforada utilización de un supuesto standard guipuzcoanizante, olvidando el euskera tra­ dicional aún vivo en otras áreas vascófonas. Por otra, el precipitado éxo­ do rural y, por ende, el arrinconamiento -mejor hablemos de abandono- de su léxico. A ellos se une el desconocimiento del euskera urbano de impor­ tantes villas vascófonas como Bergara, Durango, Eibar, Cernika, Markina o Mondragón en el tercio occidental del País. Y no olvidemos, entre otras calamidades, el empo­ brecimiento del lengua­ je en las últimas generaciones, prolife­ rando, por llamarlo de alguna forma, un confu­ so uso de palabras y con­ ceptos. que convendría, a mi juicio, corregir. En esta ocasión, me referiré a baserri. Por haber vivido, desde pocos meses después de mi nacimiento hasta los vein­ ticinco años en el caserío Etxenagusia del barrio de Traña-Matiena en Abadiño, co­ nozco bien la sociedad rural de la época (1938-1963). Pero no una sociedad rural cerrada y en un lugar remoto, sino a dos kilómetros de la villa de Durango y a die­ ciséis de la industriosa ciudad de Eibar, comunicándonos con ésta por ferrocarril, especialmente con el beharginen trena, el tren obrero, que ya nos había traído en su momento alguna influencia republica­ na a los pequeños núcleos urbanos del recórrido: Matiena, Olakueta (Berriz) y Zaldibar. Las villas de Durango y Ermua, eran en cambio feudos cariistas.

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El euskera ha sido siempre el vehículo de comunicación deTraña-Matíena, has­ ta que un gran desarrollo industrial, pro­ cedente precisamente de Eibar, y la consiguiente expansión urbana cambia­ ra, a partir de los finales de la década de los sesenta la situación sociolingüística. Pues en ese contexto y como euskaldun zaharra -el euskera como lengua ma­ terna- siempre he distinguido los conceptos baserri y baseiri-etxe. Pero des­ graciadamente. según parece, en el dialec­ to guipuzcoano no se distinguen ambos términos, con ei empobrecimiento léxico que supone. Pero la situación adquiere tintes dramáticos cuando esa carencia se toma como modelo a imitar y se extiende por todo el país, es decir, aplaudiendo el defecto y relegando al olvido la virtud. Las consecuencias en las nuevas generaciones, en lo que se refiere a los términos baserri y baserri-etxe, son apocalípticos. En sí. baserri es la casa rural con sus pertenecidos de X hectáreas y en cambio baserri-etxe o etxe es la vivienda que tie­ ne por centro a la explotación agrícola: Urliak horienbeste anega edo gizalaneko baserria dauka ('Fulano tiene un baserri de tantas fanegas o peonadas'), ...baina baserri-etxea oso zahartua dauka ('...pero el caserío lo tiene muy envejecido'). Baserri era y aún sigue siéndolo en muchas zonas, la campiña, lo que en francés se llama la campagne, en contra­ posición a kalea, es decir, lo urbano. Tan es así esto último que por ejemplo para los del valle de Zeberio, kallea es sinóni­ mo de villa, en este caso la cercana de Ugao-Miravalles: "ze gu baserrian bizi gara" se debiera de traducir por 'noso­ tros vivimos en el caserío = campo = campagne = zona rural' no exclusiva­ mente en la 'casa' o 'morada'. En tres municipios inmediatos de la antigua merindad de Uribe se refleja fe­

nomenalmente el significado primigenio del término baserri: Leioa, Getxo y Berango. En el primero, véase la diferen­ ciación que hizo Jesús Basáñez Arrese en su trabajo Lejona, anteiglesia vizcaína (Bilbo, 1971) al referirse a los antiguos distritos electorales locales: "«[...] en las primeras elecciones en que tomamos parte para elegir diputados provinciales (septiembre de 1880), Lejona quedó di­ vidida en dos distritos electorales: "Marinerri" (o pueblo de la ribera) que comprendía los barrios de Artaza, Ondiz, Udondo, Aqueche y Lamiaco, y "Baserri" (o pueblo de la montaña), integrado por las demás entidades de población". Por lo tanto, los barrios que daban a la ría o vivían del mar. como Lamiako. Ondiz... formaban el distrito Marinerri, es decir, lo que en otras latitudes se denominaba o se sigue denominando La Marina, por ejem­ plo, cuando la hermandad o junta de Cudeyo en las Asturias de Trasmiera se desmembró en seis municipios a media­ dos del siglo XIX, con los lugares o barrios de Rubayo, Pedreña, Pontejos, etc. se creó el municipio de Marina de Cudeyo, es de­ cir, con los que daban a la bahía de Santander. De vuelta a Leioa, el distrito de Baserri estaba formado por los barrios de Santsoena (actual campus central de la Universidad del País Vasco - Euskal Herriko Unibertsitatea), Sasiena, Peruri... Es decir, lo que se podría traducir por La Campiña o zona rural, en contraposición a Marinerri. Pero en manera alguna en referencia a una casa concreta, a un caserío, ya que en di­ cho caso se hablaría de baserri-etxe bat, 'una casa de la zona rural'. Por ello, aún es normal escuchar al menos en estos pueblos, frases como "Erandiok baserri ederra dauko”, 'Erandio tiene una bonita zona rural'. Asimismo, entre el término municipal de Leioa y el de Berango hay una lengüe-

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ta territorial, cuyo nombre figura en los mapas con el nombre Baserri. El mapa toponímico más reciente y que lo reco­ ge, es el efectuado por Mikel Corrotxategi Nieto y Sofía Suso Otxoa de Eribe (Bilbao, 2003). Comprobamos además cómo, en un trabajo de campo efectuado el año 1979, el probalari getxoztarra residente en di­ cha zona, distinguía perfectamente los núcleos urbanos de Algorta, Neguri, Areeta -así denominaba él, autóctono euskaldun, al barrio denominado en cas­ tellano Las Arenas-, frente al núcleo pri­ mitivo de Elexalde. mal denominado

todavía como Andrà Mari. Para él, dicho nombre sólo hacía referencia a la parro­ quia y no a la entidad de población ni a la zona diseminada de caseríos a la que sin dudar nombraba Baserri. Al hacer re­ ferencia a las casas del lugar, eran en todo caso para él baserri-etxeak. Respecto del municipio de Berango, todavía en el Nomenclátor de las ciuda­ des. villas, lugares, aldeas y demás entida­ des de población. Año 1960. Provincia de Vizcaya, aparecen las siguientes tres enti­ dades Baserri, Berango -capital- y Moreaga. Posteriormente sigue figurando dicha denominación en los siguientes no-

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mendátores, si bien, Baserri unido al ba­ rrio de Santa Ana. Como vemos, un reflejo documental nada alejado en el tiempo. Sería cuestión de plantear una inves­ tigación con las dimensiones necesarias para constatar más ejemplos de lo que aquí planteamos. Sin emi^argo, no avan­ zaríamos más en los resultados, ya que una y otra vez retornaríamos a la reali­ dad aún conocida y en uso, aunque sea de una manera residual. Y, aunque seamos conscientes de que luchamos contra titanes, no estaría mal recuperar el significado genuino de los términos baserri y eíxe y restaurarlos para su uso normalizado. Las ventajas se­ rían muchas. Entre ellas, evitar las tra­ ducciones excesivamente forzadas que un día sí y otro también nos encontra­ mos en nuestros quehaceres. Extraña re­ sulta, por ejemplo, la forma nekazal turismoa, para decir ’agroturismo' o, por antonomasia, 'turismo rural', aunque en realidad sean conceptos diferentes. Extraña, decimos, ya que nekazari es la

persona que se ocupa en la labranza de las tierras. Así, con esta traducción, deja­ mos fuera a los ámbitos o baseritarras ganaderos, algo absurdo como puede apreciarse. Igual de extraño a los oídos de un vasco hablante resultan las formas landa etxea, 'casa rural' o landa garapena 'desarrollo rural', puestas tan de moda en la última década. Landa es campo, hu­ manizado o no, y más bien en referencia a lo de fuera de la casa. Todos estos problemas semánticos quedarían resueltos a las mil maravillas recuperando el término baserri en su di­ mensión original baserri-turismoa, baserri-hotela, baserri-etxea, baserri garapena... Es hora de dejarse de com­ plejos, de priorizar lo mejor de cada dia­ lecto sin servilismos inaceptables a ninguno de ellos y, en definitiva, apostar por lo genuino de nuestro idioma: la mejor manera de ser auténticos. JQ SE LUIS LIZUNDIA ASKDNDO A cad É m ico de N üm era d e Euskoltzaindja


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Los territorios históricos de Tonkin, Annam y Conchínchína conforman el Viêt-Nam, región hoy dividida entre ios estados de Vietnam del Norte y del Sur. En el primero de ellos, rayando con China se encuentra la comarca de Sapa. De a llí es la risueña Ly Thi Du Zu que sujeta la revista mientras posa junto a su m ejor amiga. Foto enviada p or la suscríptora Estibaliz Larrabide Bilbao


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Hace un tiempo, en una reunión de expertos en onom ástica celebrada en Cataluña uno de los presentes, al ver una lista de nombres femeninos de persona, preguntó por que motivo los nombres de mujer en euskera empezaban por Ira. La razón era la presencia de Iratxe, Irantzu e Irati, así como otros, no tan conocidos pero que en los últimos años se han empezado a usar como son los caso s de ¡raia, un pequeño topónimo navarro recogido por Jo sé Mari Satrustegi, o Iraide que propuso Sabino Arana en su Santoral.

§

Le expliqué que era una simple coincidencia ya que en realidad se trata de advocaciones marianas, pero después meditando sobre el tema pensé que debería haber alguna razón para esta extraña coincidencia. La razón hay que buscarla en la etimología de estos nombres ya que en Iratxe, Irantzu, Irati e Iraia parece que tenemos una planta muy común en nuestro pequeño llu­ vioso y montañoso país: el helecho que en euskera, además de gama -tam ­ bién convertido en nombre de mujer-, se denomina ira o iratze. Sobra decir que Iratxe, irantzu e Irati son tres advocaciones marianas, esto es, lugares donde hay una ermita o iglesia dedicada a la Virgen María. Pero son además los causantes de tos nombres de pila femeninos más co­ munes en Euskal Herria. A pesar de ello, son distintos en las historias que los originan, en especial la última y exitosa Irati. Iratxe e Irantzu son dos conocidos monasterios navarros, de la zona de Estellerria. Irati, por el contrario, ha sido y es el mayor bosque de nuestro país y a él hace referencia su nombre, a pesar de que también haya sido usado por ser una advocación mariana.


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irati

Sobre el bosque de Iratí dicen

iratxe

Iratxe, situado a las puertas de

tos expertos que en la última glaciación que cu­ brió Europa con su manto de frío y hielo, la zona de Irati fue uno de los últimos reductos europeos del haya, el árbol por excelencia de las cumbres Aunque en Irali no evisiió ningún monasterio del país. Y desde estos parajes, al parecer, se vol­ de remoto origen, el lugar se dofumenta vió a extender por el viejo continente a medida desde muy antiguo) asi en el año H I9 tenemos que se cedía el frío. En este rincón del bosque de Jotian de Vraty Irabia o de Irati existió además una fortificación en la Guerra Carlista. Digamos como anécdota La recién que en aquel alejado reducto hubo, entre otras cosas, una imprenta. nacida Iratí Posteriormente, el fuerte cayó en el olvido y hoy sólo sus ruinas delatan disfruta la el pasado de aquellas guerras que asolaron el país. Con posterioridad, ya en calidez del regazo de su el siglo XX, se levantó una pequeña ermita dedicada a Nuestra Señora de ama Goizalde las Nieves en una zona, que según contaban las leyendas vivían Basajaun y foio página anterior Basandere, dos personajes mitológicos muy ligados al bosque. Se dice que en una de las correrías por los montes de la zona llegaron a robar un cande­ labro de la iglesia del Salvador de Mendibe. Aunque en Irati no existió ningún monasterio de remoto origen, el lugar se documenta desde antiguo y así en 1415 tenemos Johan de Yraty. Pero dejemos atrás los brumosos parajes del Pirineo para descender a la no menos hermosa Estellerria y así conocer los otros dos nombres y los lugares donde se originaron.

i 136

Lizarra y en el principal de tos caminos de pe­ regrinaje hacia Santiago, el conocido como el francés, es uno de los monasterios más impor­ tantes de Euskal Herria, tanto por su valor ar­ Este monasterio se fomenzó a edllirar quitectónico como por su documentación. Ésta en el estilo románico, del que es una de la joyas fue estudiada por K. Mitxelena y es fundamen­ en Euskal Herria y tal en el estudio del euskera. Testimonio de su en estilo gótlro importancia histórica es el hospital creado en 1054 y ta imprenta que en él existió en el siglo Iratxe Lasa, XVI, junto a ta Universidad fundada en dicho lugar en 1534 poco después acariciada por que pasase de los monjes cluniacenses a los benedictinos. los primeros rayos de luz De Iratxe partieron a Inglaterra tos primeros monjes benedictinos de las foco p ^ in a siguiente islas. Pero, a pesar de aquella grandeza y relevancia, el monasterio se sumió en una progresiva en decadencia y ruina, tras el abandono en 1839 con mo­ tivo de ta desamortización de l^endizabal. Con todo, en la Segunda Guerra Carlista fue hospital de sangre y a partir de 1885 revivió como centro de enseñanza de tos Escolapios hasta mediados del siglo XX. Aunque hoy en día su nombre ha caído en el olvido, fue abad de este monasterio San Veremundo, enterrado en el altar mayor de ta hermosa igle­ sia románica. Este edificio, a los pies del l^ontejurra, se comenzó a edificar en el estilo románico, del que es una de ta joyas en Euskal Herria y acabó



terminándose en estilo gótico. Hoy es conocido por la cercana fuente de la que mana vino, merced a las bodegas homónimas, y con el que calman la sed y alegran su caminar los numerosos peregrinos.

irantzu

Situado en un bello paraje a los

pies de Andimendi en el valle de Deierri cerca de Lizarra y de Iratxe, aunque en esta ocasión más al norte, está el monasterio de Irantzu, uno de los más importantes del país. Según parece, en La (jofumeotafión m antigua tenemos Imli sus orígenes existió en el lugar uno dedicado a por lo que es probable que do esté relationado San Adrián, pero cayó en ei olvido y el actual, (OD la plaola antes aludida \ te n ^ p e \er ron dedicado a Nuestra Señora la Real, lo fundó el obispo de Iruñea en 1176 encomendándolo a la orden del cister. Sin embargo, ai contrario que Irantzu Iratxe, situado junto a una villa y a la vera del Camino de Santiago, Irantzu era Ar z ua ga un monasterio cisterciense en el que se buscaba la paz y lejanía del mundo, nos saluda características que con el paso del tiempo se volvieron contra el propio mo­ desde Zuhaitza, su librería nasterio. En efecto, el sostenimiento material de los monjes dependía de los to lo página siguience pueblos que estaban ligados al cenobio y los abades del mismo se portaban como cualquier otro señor feudal. Esto daba lugar a continuos pleitos con los pueblos que deseaban librarse del yugo del monasterio. En este caso tras las donaciones de señores y reyes que lo engrandecieron vino la decadencia de la que sólo salió brevemente en el siglo XVII gracias al apoyo papal. Con la exclaustración del siglo XIX se abandonó y no se reconstruyó hasta 1942. Pero ya para entonces los daños eran irreparables, pues grandes partes del claustro habían sido usadas como cantera de donde extraer buenas piedras ya labradas. En la actualidad el viejo monasterio se encuentra ocupado por la comunidad de los hermanos teatinos.Y así subsiste la bella aunque austera iglesia románi­ ca y parte de las dependencias románicas y góticas, destacando la cocina. Por esos elementos y por el ambiente que allí se respira, bien merece una visita el monasterio de Irantzu. Pero a pesar de haber citado ya el origen común de estos nombres aún no hemos desgranado su significado. Dos de ellos son claros: Irati es un compuesto de -ira y -t¡ con el significado de ‘helechal’ que es lo que signi­ fica Iratxe, derivado de iratze. El caso de Irantzu, por el contrario, no parece tan evidente ya que en la documentación más antigua tenemos Irantz por lo que es probable que no esté relacionado con la planta antes aludida y tenga que ver con topónimos menos diáfanos como el de Irañeta. En cualquier caso, y dejando a un lado los significados, los tres parajes -Irati, Iratxe e Irantzu- son de especial hermosura como destino de un viaje. No olvidemos, además, que entre los dos últimos y próxima está Estella, esa ciudad en donde la historia duerme entre sus vetustas piedras. MIKEL GDRRDIKATEGI NIETO S e c re ta rio d e la C om isiún de O n om ástica d e E uskaltzain dia


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REVISTAS

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LIBAOS

IZPI SOA - LA MIRADA DE LUZ. SANTA MARIA CA TED RAU AUTOR « XABI OTERO EDITA« Fundación Catedral Santa María La Catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz se encuentra desde hace años inmersa en un complejo y arduo proceso de recuperación, en el que se han ensayado técnicas vanguardistas para solu­ cionar sus graves problemas estructurales, así como una metodología arqueológica que nos ha llevado a entender mejor los orígenes de la capital alavesa. Y a lo largo de todo este tiempo, el conocido fotógrafo navarro Xabi Otero, ha persegui­ do el haz de luz a través de su cámara para plasmar una visión personal tanto de todo el conjunto monumental como de los recursos técnicos y humanos empleados en su res­ tauración e investigación. Así, se conforma una galería en la que aparecen las personas que han intervenido en todo el proceso, retratadas por X. Otero en pleno trabajo, a menudo desdibujados y alterados por esa "mirada de luz" que acompaña toda la obra recogida en este libro de lujosa edición.

RECIBIDOS

MUNIBE N° 59 2008 ANTROPOLOGIA - ARKEOLOCIA EDITA« ARANZADI Zientzia Elkartea La sección de Antro­ pología y Arqueología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi vuelve a presentarnos un nuevo volumen de la revista Munibe, un clásico entre las publicaciones de carácter científico de nuestro país, con una larga trayectoria y una merecida reputación. En esta ocasión son 16 los artículos que nutren este número, relacionados con temas diversos que han sido objeto de investigación arqueológica. En conjunto, abarcan una amplia cronología histórica que va desde los grupos neandertales del Paleolítico Medio hasta los vestigios de la Guerra Civil española, en plena Edad Con­ temporánea, sin olvidar la cada vez menos oscura Edad Media. Dada la importancia de sus contenidos, quizá fuese bueno adaptarlos a un formato de descarga digital, de fácil uso y mayores posibilidades de difusión entre los diferentes colegas. Quizá venga por ahí el futuro de todas estas publicaciones.

ÁNGEL SOPEÑA ORUETA. 1891-1982 PIONERO DE LA ESCALADAY EL ALPINISMO VASCO AUTOR « JESÚS DE LA FUENTE / EDITA « BBK / 174 págs. / 7,20 € _____________________________

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Jesús de la Fuente es, además de montañero, un profundo conocedor de la historia del montañismo vasco desde sus primeros pasos, y ha tenido la gran suerte de haber participado de esa misma historia, tanto como protagonista, como compañero de viaje de muchos de los pioneros, entre ellos Ángel Sopeña, Andrés Espinosa, Antonio Ferrer y Sheve Peña, de quienes se considera un hijo adoptivo. El presente librito es una delicia para el aficionado a la montaña, y lo es por su fácil lectura, por la cantidad de datos e información que aporta y por las interesantes fotografías que documentan y apoyan el texto. Án­ gel Sopeña merecía un libro así, como tantos otros, y es ésta una labor que, en buena medida, sólo pueden hacer personas como Jesús de la Fuente, cuya información de prímera mano es todo un regalo para quienes deseamos conocer mejor aquella época.


EUSKAL MITOLOCIAZ. JENTILAK ETA KRISTAUAK ECILEA « Anuntxi Arana ARCiTAifTXEA « Eikar

OROZKOKO GARRAFA LA CARRAFA DE OROZKO AUTOR «Varios EDITA« Orozkoko Carrafa Kultur Elkartea

No es la primera oca­ sión en la que acerca­ mos a estas páginas una obra de Anuntxi Arana, investigadora en el campo de la reco­ pilación de los mitos populares vascos y, lo más importante, en su interpretación experta. En esta obra, pre­ sentada en formato de bolsillo, Anuntxi hace un recorrido por las interrelaciones, los intercambios o los acoplamientos realizados a través de nuestra historia, de tal forma que han hecho posible la coexistencia entre aquella cultura popular, cargada de personajes míticos y leyendas a través de los cuales se explicaba su realidad, y el cristianismo, también basado en supues­ tas realidades pero con un planteamiento de un dios único. Esta interesante obra de Anuntxi versa pues sobre los intercambios de aquellos dos mun­ dos de creencias en principio antagónicos, del reparto de espacios para poder convivir durante siglos y del enriquecimiento que en perfecta simbiosis extrae cada una de las partes nos versa.

Es difícil desde nuestra perspectiva actual siquiera el garrafa intentar acercarnos a la sensación que supondría, hace algún siglo, el poder degustar un trago de un refresco casi helado en pleno verano. Eso es la limonada o garrafa. No cabe duda de que, a pesar de haber sido la garrafa una bebida extendida por toda nuestra geografía, es en Orozko en donde ha aguantado hasta su casi desaparición y desde donde resurge ahora con fuerza. La obra versa sobre diversos aspectos: el valor patrimonial de Orozko, una visión histórica de sus neveras, el hielo y la sal para lograr el punto de congelación, la limonada o garrafa en sí y su proyección social, la historia de las heladeras y un excelente catá­ logo fotográfico de los diferentes modelos de garrafas. En versión bilingüe, en un tamaño y forma­ tos elegantes, a color, con papel de calidad y tapas rígidas, esta obra pretende dignificary dar a conocer al mundo un elemento que ha estado a punto de desaparecer para siempre. orozkoko

ERDIAROKO HIRI BATEN SORRERA / GÉNESIS DE UNA VILLA MEDIEVAL EKOB 4 COLECCIÓN DE PATRIMONIO CULTURAL VASCO AUTOR « Alberto Plata Montero / edíta« Departamento de Cultura del Gobierno Vasco________ El presente trabajo es fnjto de la tesis doctoral del autor, miembro del Grupo de Investigación en Arqueología de la Arquitectura de la UPV. El objetivo principal del Plan Director se centraba en el estudio de las Salinas de Añana, un conjunto único y extraordinario, cuya evolución constructiva e histórica había que entender bien antes de acometer su restauración y )uesta en valor. Así, el propio Alberto Plata y su equipo, han conseguido legar a explicar y comprender las transformaciones de las satinas y sus distintas fases a lo largo del tiempo -en torno a 1.200 años-, un modelo de sostenibilidad que ha llegado vivo hasta nuestros días. El presente volumen es un ejemplo de publicación científica y a la vez divulgativa, perfectamente asequible al lector interesado en este tipo de temas, en el que podrá encontrar información precisa sobre la villa de Salinas.


V O L Ú ME N E S

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AHITUTA AGOTADAS

Est«U s: p M r u q m hablan Rapp«l en « (Salto del Nenidn I LacuevadeMariazuio I CastaAas y enceras I Perderika Belauste^goltia I UrduA»: la ciudad y la memorú

no d a l lo b o ola I Latorred« Ite ra I La Petronila . t ElroWedeAtxondo iM aría del'itn no

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1A lto N e rv ié n ia I Minas de Madres Agustinas 'An^uedogía medieval gota fría < La patata

«tndkiolulodirtirión umentodetTxarlaio (ibani I Avestruces ikimíníca I Menhires I pintor Joaquín Barbara

ego de lo s b o lo s |Tlas raquetas de nieve ' s en Alava I Craffit I El curandera de ItorredeAruiniega

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R itos fu n era rio s en Eusical H erria Ermitas juraderas I El batneario de Orduña en el XIX I Gorbeia, el medio subterráneo I Minas en Arditurri I Aiako Harria i El hongo trufa

Í J te ja , usos tradicionales Laudio, tradición tejera i losTxistus Gancedo I El Badsdy I Murales en Murueta i El puente Bizkaia I Agotes I El jamón I Eneko, Iñigo, Ignazio, líSaki

La b o in a y lo s vascos La Encartada, una fábrica-museo I San Juan y Santa Eulalia I Hacer la colada I ¡Agua val I Armas vascas para un Imperio I Kortazar eta Inikutzeta I Perú, Betiri, Kepa

ón y transfonnacíón del monte Simón Wnitbum, tumba de minero I Centinelas de Toloño I Cruz de Castillo I La metereología tradicional I El jaspe delValledeLÍodio I MirenyMaria

Pipas trad icio n ales d e arcilla La vieja del monte I Un cuadro de José Arrue recuperado I Dragones y serpientes i lacuevadeBaltzola I La bellota, alimento de humanos I Mendaur

El Fuego Nuevo en la cultura vasca LasvírgenesdelaAntigua i Laestación ferroviaria de Uodio I El poder de la esentura I Ruta megalítica por Etxalar I Megalitismo didáctico i Lastorres de Mandares de ía Oca

El Yermo, la romería de tos vizcaínos Euskara Enkarterrin I Silbatos de hace 24 siglos 1 Grandes mamíferos cuatemarios I Las fiestas de Bilbao en 1876-1877 i El haya I Aitor,Amaia,Asier

Lo5cereales, primeroscultivos en Euskal Herria laudio: aitoranzas vizcaínas 1 S^tieirtife mágico en Emio I ¿Dónde estuvo la torre de Orozko? I lacuevadePozalagua I Barrancos Istoray Berrabia I AinhoayArantzazu

Furtivismoen Kanpeni, actividad por el hambre Viejo carnaval rural en Aspárrena i Elunicomn enEu^lHerria I Lekeitki,entreelmaryla tieoa I Aianekoani, la leyenda de pastorciUa I Uxue y Usoa, nombres de altos vuelos

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Hacer cal, un oficio vecinal desaparecido

Banderas vascas: ll(urrína y Amno Beltza

Hacer cal, trabajo de vecindad I Conocer Bilbao 1 Contencioso en Sierra Sáivada I El puente de Bitorika I Sierra de Kodes I Estibatiz

Apuestas n s c » pelota, tnim ris, bueyes y cam em

Nombres con significado ofensivo i Casa del Cordón I La ermita de Magdalena, Zuberoa I El pino radiata I Xabier, el santo navarro

Lagares njpestres, arqueología del vino r El ritural de (as cabezas cortadas I La Cueva de los Gentiles de llarduia I Magia y verrugas J Aitziber

Castillos de N zkala, historia de Reyes y Señores El Castillo de Untzueta I Ereñozar: castillo, iglesia y necrópolis I Meñakako azken gaitzerdiegilea I Cocineras vascas I Jugatxi y Eskolunbe

----------También puedes leer AVNIA en las bibliotecas d e:----------

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Aguratn (A R ) Am urrio (A R ) A ram aio {A R ) Arantzaiu (B l) Arraia-Maeztu (A R ) Artziniega (A R ) Asparrena (A R ) Astrabudua (Bl) Azkoitia (C l) A zpeitia (G l) Barakaldo (B l) Basauri (B l) Bastida (A R ) Berm eo (Bl) Bilbo-Aldundia (Bl) Bilbo-Begoña (B l) Bilbo-Bidebarrieta (B l) Billar (A R ) D onostia-Koldo M itxelena (C l) Donostia-Udal Pa tro n atu a (G l) D u {a n tz i(A R ) Elg oibar (C l) E lo r rio (B I) Eltziego (A R ) Erandio (B l) E rre n te ria (C l) Eskoriatza (C l) Foru Artxibategia (A R ) C asteiz -EH U /U PV (A R ) Casteiz-Sancho el Sabio (A R ) G a s te iz k o U d a lA rtx ¡b a te g ia (A R ) G aub ea (A R ) C o r liz (B I) G uardia (A R ) C u eñ es (B l) H em an i (C l) Hondarribia (C l) Irufta Oka (A R ) lurreta (B l) Kanpezu (A R ) Karrantza (B l) Lantaron (A R ) Lantziego (A R ) Laudio (A R ) Legutiano (A R ) Leioa (B i) Leza (A R ) U z o (G l) M oreta (A R ) Mungia (B l) Muskiz (B l) O io n (A R ) Okondo (A R ) O n d a rro a (B l) O ñati (C l) O rdizia (C l) Puentelarra (A R ) Santurtzi (B l) Sodupe (B l) Urdutiz (B l) Urduña (B l) Urizaharra (A R ) Urkabustafz (A R ) Zalduondo (A R ) Zuia (A R )


“Los depósitos solidarios son una buena inversi ■

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Esteban es solidario. Mantiene garantizado -I 1 0 0 % de su ahorro en un Depósito solidario y ayuda a que personas en riesgo exclusión o sin recursos puedan pensar

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l a B o a a a la g la T O HHN

Caserío entra en su interior y descubre su modo de vida (ambientado en el año 1630)

B a s e rria

sartu barruan eta bertako ; bizimodua ezagutu (1630 ean girotua) garaiko produktuak landatu

cultiva productos de temporada conecta con sus protagonistas y conoce la evolución de los caseríos Visitas

guiadas

Talleres a r te s a n a le s para familias F ie sta del c a s e r ío (mayo)

Bisita gidatuak

bere protagonistekin konektatu eta baserrien biíakaera ezagutu ezazu

F am ilien tzak o a r t i s a u tailerrak B a s e r r i a r e n e g u n a (maiatza)

S e m a n a d e la S id ra (o ctu bre)

S a g a r d o A s te a (urria)

Ferias y fiestas rurales ( b e rts o la rís , d e p o r t e rural...)

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Abierto de m iércoles a domingo

A s te a z k e n e t i k i g a n d e r a zabalik

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