Marco Polo - El Libro de Marco Polo

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El libro de Marco Polo 119

cadáver, y los soldados que le servían de continuo y los que cabalgaban con él se lanzan todos en vida a la pira y arden con el cuerpo del monarca, pensando que por ello en el más allá serán sus compañeros y que nunca jamás podrán separarse de su lado. También cuando fallecen otros hombres, muchas mujeres se arrojan de grado a la hoguera para arder con ellos al tiempo que se incineran sus cadáveres, a fin de ser en la otra vida sus esposas; las que obran así reciben grandes alabanzas del pueblo. En esta región existe la siguiente costumbre: cuando, por exigencia de la justicia, debe ejecutarse a alguien por sentencia del rey, le pide el reo como gracia que le deje darse muerte en honor de algún ídolo; obtenida la venia se reúnen ante él todos sus parientes y le ponen al cuello diez o doce puñales puntiagudos, y sentado en una silla lo pasean por toda la ciudad pregonando a gritos: «Este hombre, Fulano, quiere darse muerte a sí mismo en honor de aquel ídolo». Cuando se llega al lugar donde se hace pública justicia, aquél, cogiendo una daga, exclama a voz en cuello: «Yo me mato a mí mismo por amor a tal dios». Dicho esto, se hiere gravemente; y tomando otra gumía se asesta otra cruel puñalada; y así multiplica sus golpes cambiando en cada uno de cuchillo, hasta que muere de resultas de las heridas. Sus parientes queman su cuerpo con gran alborozo. Los hombres de esta comarca no consideran pecado ningún tipo de lujuria.

Capítulo vigésimo quinto De diversas costumbres de esta región

El rey de esta región y todos los demás, mayores y pequeños, se sientan en el suelo. Y si algún extranjero les pregunta por qué se sientan de esa manera, le responden así: «De la tierra hemos nacido para volver a ella, y por tanto queremos honrar la tierra: nadie la debe despreciar». Con las armas valen poco o nada. Cuando es fuerza marchar a la guerra, no se sirven de armas o corazas, sino que llevan consigo sólo escudos y lanzas. No matan ningún animal. Si alguna vez quieren comer carne, hacen que una persona de otra región mate los animales. Todos los hombres y mujeres lavan su cuerpo dos veces al día. Quien deja de cumplir esta norma es considerado entre ellos como hereje. En este reino se hace mucha justicia de homicidios y hurtos. No se atreven a beber vino, y quien fuere sorprendido


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