Dar y agradecer en memoria y olvido

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CAPÍTULO VI VERGÜENZA TRASCENDENTAL

1. Clarificación fenomenológica de la vergüenza a) La vergüenza, entre lo privado y lo público 1. Las relaciones de “dar y agradecer” existen con autenticidad en la moderada manifestación del propio yo; o sea, en la manera de vergüenza. Un irrefrenable deseo de exteriorización deja velado el rendido sentimiento de generosidad que hace posible aquellas relaciones. Pero antes de seguir, debo aclarar dos puntos. Primero, no es la vergüenza solamente lo que se llamó tradicionalmente “verecundia”, una turbación emocional surgida de un ataque al honor ‒por supuesta violación de valores sociales‒ o de una humillación o de una culpa propia. En tal sentido ni siquiera es una virtud, como apunta Santo Tomás. Segundo, la vergüenza es también, más hondamente, una retracción interior que obedece a valores personales, cuyo núcleo semántico está muy próximo a lo que los clásicos llamaron en latín “modestia” y “pudor”, términos que han quedado reducidos hoy a significar frecuentemente una conducta mojigata y simuladora. La vergüenza responde, en su dimensión interior, a la protección de pensamientos o actos íntimos de los que nadie sabe: en este sentido, el objeto de la vergüenza es directamente el yo, uno mismo como persona. En la comezón del acto de avergonzarse, en el sentido de “verecundia”, se refleja la tensión entre lo social y lo personal. Dar vergüenza significa, en sentido reflexivo, sentir vergüenza, turbarse el ánimo. Pero este sentimiento se podría interpretar de varias maneras. Nietzsche, por ejemplo, plantea en tres aforismos consecutivos de La Gaya Ciencia las siguientes preguntas con sus


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