MentalPower nº 1

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numero uno

12/10/06

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PARA DISIMULAR BUSCABA QUE LA PRÓTESIS TUVIERA PELOS

“Yo no quería que me amputaran la pierna, prefería morir antes que verme mutilado. Fue mi mujer la que acabó tomando la decisión sin consultarme”. El proceso de aceptación de su discapacidad duró dos años. Durante ese tiempo Gilberto sólo vivía obsesionado con disimular su limitación, buscando la prótesis más real, la que tuviera un tono más parecido al de su piel, “incluso la buscaba con pelos”, recuerda ahora cincelando una sonrisa. COMIENZA A CORRER Fue uno de esos días de clínica en el que alguien le habló del deporte. “No podía casi andar y querían que corriera, una locura. Además, yo tenía 36 años y pesaba 95 kilos, no había hecho deporte en mi vida, a excepción de partidillos de fútbol con los amigos”. Pero se atrevió a soñar. Ahí comenzó una rehabilitación a tra-

vés del deporte que, junto con su cambio de mentalidad, acabó convirtiéndose en algo importante para él. Recibió becas de entrenamiento y se convirtió en deportista a tiempo completo. Ganó la medalla de plata en los 800 metros de los Juegos de Sydney del 2000, la de bronce en los 400 metros en los mundiales de Birmingham, y una segunda de bronce en Lille, compitiendo por el título mundial. “He viajado, me he subido al podio en unas olimpiadas, he conocido gente, he aprendido a vivir feliz con lo que me ha tocado y, sobre todo, el deporte me permitió readaptarme a la sociedad”. No lo dice con sentimentalismo. Suena más al convencimiento de un hombre que se vio en el abismo y consiguió salir ileso de la caída. “El gran cambio se produjo en mi cabeza, acepté que tenía que vivir con mi realidad y quise demostrar al mundo que aun con limitaciones podía

PRÓTESIS Gilberto entrena entre cuatro y seis horas diarias. La prótesis con la que compite está diseñada para la práctica del atletismo. Su precio ronda los 6.000 euros.

ser alguien importante”. El deporte fue el camino. Al igual que muchos grandes campeones, Gilberto cree que los límites los marca uno mismo. “Yo me atreví a soñar un día con que participaría en unos juegos paraolímpicos y terminé subido al cajón”. Aquel día en Sydney la vida le volvió a marcar, esta vez para bien, algo que Gilberto lleva en la memoria y en un tatuaje de su brazo que representa la llama olímpica. Termina la carrera y el crono marca 12 segundos y 82 centésimas. Gilberto no ha logrado la marca para los mundiales y sus oportunidades se acaban. Cuando recupera el aliento, levanta la cabeza y sonríe. Es la alegría del ganador, del que sabe que competir es luchar contra uno mismo, y en esa carrera Gilberto reventó el crono hace muchos años. Medalla de oro.

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