Reflexiones

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esto hay que añadir que, una vez creada la Junta Parroquial, novedosa ésta también, las decisiones de tipo pastoral se tomaban democráticamente en ella, muy por encima de las normas establecidas que siempre dieron un carácter meramente consultivo a los Consejos pastorales. Precisamente uno de los objetivos que siempre tuvimos fue conseguir que hubiera una participación cada vez mayor en el quehacer y toma de decisiones de toda la parroquia. Había distintos sectores (Cáritas, Catequesis, Adultos...) donde un cura u otro estábamos más comprometidos. Cada sector tenía una representación en el Consejo Pastoral o Junta Parroquial. Creíamos que el excesivo peso que el clero tenía en las parroquias no era lo mejor. Había que superar el tradicional clericalismo promoviendo la participación de los seglares y la democratización de la parroquia, ambos objetivos difíciles de conseguir, debido en gran medida a la pasividad de los seglares, que siempre habían sido excluidos de la toma de decisiones pastorales. Creíamos que ambas cosas, participación y capacidad de decisión, necesariamente tenían que ir a la par. No es de recibo pedir colaboración a los fieles sólo para hacer lo que el cura decida. A un laicado adulto hay que darle también participación en la toma de decisiones de la parroquia. Recuerdo, por poner un ejemplo, que cuando se decidió no ir el día de difuntos al cementerio se tomó esa postura después de preguntar a la asamblea que participaba en las misas del sábado-domingo, comentando los pros y los contras de esta práctica. Otra de las preocupaciones que teníamos, y al mismo tiempo objetivo pastoral constante, era el estar abiertos al pueblo, a sus movimientos sociales. Creo que yo fui el que más presente estuvo en ellos: Asociación de Vecinos, Coordinadora de Actividades Culturales, Asociación La Amistad, Casa del Parado. Creo que en todas ellas desempeñé un cargo directivo. Esta inquietud de compromiso social ya había prendido en algunos seglares de la parroquia, gracias a otros curas anteriores que dieron vida a los movimientos cristianos JOC y HOAC. Me vienen a la memoria los nombres de dos de los que, cuando yo llegué a El entrego, se oía hablar de ellos: Jesús Santaeufemia y Jesús Pérez. Me consta que todavía hoy algunos los recuerdan con mucho afecto. Yo, en un primer momento estuve de consiliario de un grupo de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), en cuyas reuniones, como era tradicional, seguíamos la dinámica de aquel ver-juzgar-actuar. Recuerdo que vino un dirigente nacional a dar unas charlas a la parroquia, que llamábamos por su apellido: Mata, creo. Sabíamos que la Iglesia no podía estar ensimismada, dedicando todos sus esfuerzos a su vida interna, que casi siempre se resumía en hacer grandiosas liturgias, sobre todo en Semana Santa, Navidad, fiestas del pueblo... Estar comprometidos y dar testimonio de nuestra fe siempre lo tuvimos como una de las principales razones de nuestra vida cristiana. Ya comenté antes mi presencia en las principales asociaciones sociales del pueblo, pero he de añadir ahora

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