Anthony A Long - La filosofía helenística

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Epicuro y el e p ic u re ism o

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divididas espacialm ente; son como las m últiples potencias de un único cuerpo» (I I I , 262-266) 36. Este cuerpo, en virtud del elem ento innominado, es capaz de producir los movimientos necesarios para la sensación. El elemento sin nombre es lo que presta al alm a su carácter específico. La vida y las funciones vitales en general son explicadas por referencia a algo incapaz de ser analizado plenamente en sustancias conocidas. Epicuro quiere evitar la objeción de que la vida se reduzca sim plem ente a una mezcla adecuada de sustancias afines entre sí. La vida las necesita, pero también necesita de algo más. Da­ das las prim itivas nociones de quím ica que poseían los griegos, Epicuro obró como un sabio al abstenerse de intentar explicar la vida simplemente en términos de los tradicionales cuatro elementos. El alm a, entonces, así constituida, es «la causa prim era de la sensación». Mas el alma no es capaz de tener o causar vida por sí misma. H a de estar contenida en el interior de un cuerpo. Es decir, que un ser viviente no puede estar constituido únicam ente de alma o sólo de cuerpo. Situada en el interior de un cuerpo de la clase apropiada, las capacidades vítales del alma pueden realizarse. El cuerpo adquiere del alma una participación deri­ vada en la sensación; existe un contacto físico, naturalm ente, entre el cuer­ po y el alm a, y los movimientos de los átomos en el interior del cuerpo afectan y resultan afectados por los del alma. Epicuro ilustraba la relación de cuerpo y alm a considerando el caso de una amputación (Ep. Hdt., 65). La pérdida de un miembro no elim ina la facultad de sensación; mas la pér­ dida del alma elim ina toda vitalidad del cuerpo, aun si el cuerpo mismo permanece intacto. Al insistir en que el alma ha de estar contenida en el cuerpo, Epicuro negaba toda posibilidad de sensación y conciencia sobrevi­ vientes a la muerte. En Lucrecio (I I I , 136 y ss.) y en algunas otras fuentes se establece una distinción espacial entre el animus (parte racional) y el ánima (parte irracional). El animus se alberga en el tórax; el resto del alma, aunque unido con el animus, se distribuye por las otras regiones del cuerpo. Esas dos partes del alma no socavan su unidad sustancial; ambas son presentadas para explicar funciones diferentes. A quello en virtud de lo cual pensamos y experim entamos una emoción es el animus, la mente. Esta gobierna el resto del alma. Epicuro no tenía conocimiento del sistem a nervioso, y muy bien podemos pensar del anima como desempeñando la función de los nervios — comunicando sentimientos y sensaciones al animus v transm itien­ do movimiento a los miembros. Si Epicuro hubiera sabido de los nervios y de su conexión con el cerebro, probablemente se hallara plenamente dis­ puesto para aceptar la noción de ser el cerebro equivalente al a n im u s 37. La explicación que da Lucrecio del alm a, inspiró alguna de su más deli­ cada poesía. También muestra gran observación de la conducta. Antes de 34 Véase, además Kerferd, Pkronesis, 16 (1971), 89 ss. El sistema nervioso fue descubierto por los sabios médicos Herófilo y Erasís· trato, durante la primera mitad del siglo tercero a. de C.

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