Anthony A Long - La filosofía helenística

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F ilosofía h elen ística

les proporcionó una base teórica, en vez — o m ejor, además— de la cos­ tum bre y los ejemplos históricos. La vida y m uerte de Catón el Joven mostró lo que podría significar ser romano y estoico. Venerado por los repu­ blicanos por su suicidio patriótico en U tica, Catón fue el objeto de una larga serie de panegíricos. Fue encomiado por Lucano en su poema épico Bellum civile, e indudablem ente contribuyó a popularizar el estoicismo entre los aristócratas romanos durante el siglo i d. de C. La así llam ada oposición estoica al principado en esta época tiene sus fuentes en el conservadurismo político y la independencia senatorial más bien que en la teoría moral. Mas no puede' ser una coincidencia el hecho de que algunos de los más francos críticos de los emperadores fueran estoicos. Con todo, a mediados del siglo siguiente un estoico, M arco A urelio, se sienta en el trono im perial. Es éste un desarrollo notable, aunque haya que adm itir que M arco era estoico tanto por temperamento como por convicción. Es el estoicismo de Séneca, Epicteto y Marco el que ha tenido mayor in­ fluencia sobre los escritores posteriores, y él es, del principio al fin, una doctrina moral práctica. «E l verdadero filósofo», escribe Séneca, «es el maes­ tro de la hum anidad» (Ep., 89, 13). En su m ejor obra en prosa, las Epístolas m orales a Lucilio, Séneca trata de alcanzar tal propósito poniendo al estoicis­ mo a colaborar en la educación moral de su corresponsal. Las Epístolas m o­ rales no son un tratado estoico; Séneca frecuentem ente cita una máxima epi­ cúrea y se refiere a otros filósofos, muy señaladam ente a Platón. M as los estoicos son nostri, «nuestros propios filósofos», y Séneca trata con algún detalle numerosas doctrinas estoicas esenciales. Consejo y exhortación, sin embargo, son su preocupación principal. Se valora el estoicismo por los be­ neficios que sus principios son capaces'de conferir al estado m ental de un hombre y a la conducta de su vida. Séneca no pierde mucho tiempo con Ir lógica y el conocimiento puramente teórico. «D esear saber más de lo sufi­ ciente es una forma de intem perancia. Ese empeño por los estudios liberales vuelve a los hombres aburridos, habladores, sin tacto y acomodaticios; no aprenden aquello que han menester, porque ya han aprendido cosas super­ fluas» (Ep., 88, 37). El estoicismo, desde luego, siem pre ha acentuado 1; trascendencia de su tema para la ética práctica. Mas Séneca y otros estoicos romanos dieron una interpretación más restringida y menos rigurosa a la «filosofía» que sus predecesores griegos. El proceso de rebajar de tono el rígido intelectualism o estoico había comenzado con Panecio. Estoicos romanos como Séneca y Epicteto -siguieron tal iniciativa, con su acento en el progreso antes que en la perfección y con sus concesiones a la falibilidad humana. El estoicismo gana en calor y res­ ponde más a la parte em otiva de la naturaleza humana. M as deja entonces de ser un sistema conceptual elaborado. En el siglo i d. de C., estoicos y cínicos se acercaron más. El cinismo parece haber tenido escasa importancia durante los siglos n y i a. de C., mas la literatura de los principios del Im ­ perio romano indica un fuerte revivir del movimiento. Un cínico llamado Demetrio, que arrem etía contra las riquezas y el lujo, era admirado por Séneca, y una idea de lo que comportaba ser un cínico genuino en esa épocf


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