Libro La Segunda Muerte De Bolívar

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José Luis Cordeiro hecho, muchos intercambios entre las mismas naciones latinoamericanas ocurren directa e indirectamente en dólares. Muchos países de la región no tienen paridades cambiarias reales con otros países latinoamericanos y el cambio monetario se realiza a través de una primera cotización en dólares y su conversión posterior a la otra moneda. Curiosamente fue Ecuador, un país en el centro del hemisferio americano, alejado geográficamente de EUA, el que rompió con dos siglos de mitos de falsa soberanía monetaria, además de envidia o miedo frente al dólar, adoptando la dolarización, eliminando completamente los viejos y enviciados sucres, y asumiendo directamente el dólar como su signo monetario. Fue así como desde el año 2000 Ecuador pasó a ser un país dolarizado, el primero en tomar tal apuesta, arriesgada quizás, pero que le permitió terminar de una vez por todas con los males asociados a la manipulación monetaria. La dolarización acabó con años de inflaciones continuas, hiperinflaciones y deterioros del poder de compra de la moneda. El Salvador también dolarizó su economía desde en enero de 2001, un proceso que involucró inicialmente la libre circulación del colón y del dólar por unos meses, hasta que finalmente los colones fueron reemplazados en su totalidad y se asumió la dolarización formalmente. Panamá es otro país de la región que usa oficialmente el dólar como moneda de curso legal, y es el país dolarizado por más tiempo en nuestra región. Panamá asumió la dolarización en 1904 con el fin de resolver ineficiencias cambiarias y por conveniencia para los trabajos que realizaba EUA en el canal de Panamá. A inicios del siglo XX, Panamá era parte de Colombia, cuyo peso también estaba fijo respecto al dólar. Los billetes usados actualmente en Panamá son todos billetes de dólares, pero las monedas fraccionarias se llaman balboas, y las monedas de balboas corresponden a los centavos fraccionarios de EUA. Mientras diferentes países y regiones avanzan en materia cambiaria y monetaria, el grueso de Latinoamérica sigue viviendo bajo los sueños y la pobreza de una supuesta soberanía monetaria. Supuesta soberanía pues, a la hora de la verdad, las grandes e importantes transacciones siempre se hacen pensando en dólares. Hasta los pobres ahora tienen que comenzar a estimar en dólares los costos de un vehículo o una casa. Los verdaderos costos de esta falsa soberanía monetaria van más allá de las ironías y afectan directamente a todo tipo de intercambios económicos, comenzando con los cambios de divisas y terminando con los servicios. El autor realizó un experimento durante octubre de 1992 para ver el resultado de cambiar US$ 100 al atravesar por tierra todos los países entre México y Venezuela. Después de cambiar de monedas once veces el autor perdió casi dos tercios del monto original, únicamente a través de cambios de monedas en los diferentes países visitados. Lo que eran US$ 100 antes del primer cambio por pesos mexicanos se convirtieron en US$ 37 después del último cambio a bolívares venezolanos (ver la Figura 6-2). Un caso similar en 1993 permite estudiar la destrucción de valor en Latinoamérica, pero ya no por los cambios de moneda sino por los procesos inflacionarios. En un solo país también es posible destruir gran parte del valor del dinero mediante una acelerada inflación y su correspondiente devaluación. Un cambio de US$ 100 por cruzeiros el 1 de abril de 1993 se convertiría en US$ 69 el 1 de mayo y tan solo US$ 36 el 1 de junio. En otras palabras, la inflación habría destruido cerca de las dos terceras partes del valor de los US$ 100 iniciales en solo dos meses (ver la Figura 6-3).

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