El Guardagujas junio

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La casualidad trajo a su familia a Aguascalientes y la casualidad lo llevó también a encontrarse con un grupo de amigos que lo estimularon: Pedro de Alba, Enrique Fernández Ledesma, José Villalobos Franco y, finalmente, con el principal promotor de su poesía, Eduardo J. Correa. Si consideramos el comentario de Jesús López Velarde: “Que yo recuerde, en la familia nunca había habido un poeta”, (1) deberemos evaluar que la familia no fue quien motivó su quehacer literario, sino el contexto en que se desarrolló, como también la trascendencia que Jerez, la infancia, la religión, el amor, las mujeres, las plazas, los jardines, la escuela, el Santuario, en fin, la vida misma, tuvo en su poesía. Aguascalientes marcó considerablemente a López Velarde, quizá no en el de su formación espiritual, como Jerez, pero sí en el de su formación literaria. Desde diferentes perspectivas, cada uno de sus amigos le aportó algo: Fernández Ledesma lo involucró en el ámbito cultural de Aguascalientes; De Alba le inculcó el gusto por las artes y las disciplinas; Villalobos Franco lo introdujo a la prensa; y Correa se convirtió en su protector, promotor y mecenas. Según Agustín Yánez, parece asombroso que, aunque no fuera su cuna, Aguascalientes haya formado a artistas como De Alba, Fernández Ledesma, Francisco Díaz de León, Mauricio Magdaleno, Antonio Arias Bernal, Jesús Reyes Ruiz, Antonio Acevedo Escobedo, etcétera, “pero la perplejidad cesa cuando se ha respirado el aire de Aguascalientes (...) cuando se ha gozado el silencio, el embeleso de San Marcos (...) cuando se han recorrido sus calles y sus jardines (...) cuando se han visitado sus templos y sus casas (...) entonces deja de ser un misterio la poesía milagrosa de López Velarde...”.(2) Ahora bien, el jerezano escribió muy poco acerca de Aguascalientes, quizá porque la ciudad era estímulo, pero no motivo. Entre los textos que la refieren se encuentran “La escuela de Angelita” y la serie de cinco entregas de la columna Semanales: en “El calor. Vástago real. Espectáculos. Mes de María. Las fiestas”, alude a las fiestas en honor

de san Marcos; en “Los bustos. Para las lectoras. Panorámica. Toros. El Corpus”, a los bustos que honraban la memoria de Jesús Terán y de José María Chávez, a la ciudad vista desde el mirador y a la celebración de una corrida de toros en apoyo de la Escuela Católica de Artes y Oficios; en “Don Rafael A. de la Peña. La banda. En honor de Othón. Nota europea. Leoncavallo”, a la monotonía de los conciertos de la Banda del Estado; en “Ferrocarriles. Muerte de Rossi. Locales. La lluvia”, a la ciudad en cuanto a sus mejoras urbanas y a las primeras lluvias; y en “Los asesinos de Barillas. Teatro. Ridiculeces. Un literato”, a una compañía que actuó en el Teatro Morelos, a los coterráneos que emigraban a los Estados Unidos y que volvían con una actitud de “ayankados”, y a la cesión de la Revista del Centro por parte de Carlos Toro a Leobardo Morfín, quien empalagaba a los lectores con “poesías cursilonas”. Una acotación: Semanales era una miscelánea dentro de la cual López Velarde abordaba diversos aspectos de la vida cotidiana, no sólo de Aguascalientes, sino del país y del mundo. Asimismo, en “Bohemio” recrea la época en que integró la “cofradía superficial y aturdida” y permite al lector imaginarse cómo era la vida en el Instituto de Ciencias. “Dice Octavio Paz que no se explica la poesía actual sin López Velarde; la escuela mexicana de pintura tiene su autenticidad en Saturnino Herrán, y en la música mexicana Manuel M. Ponce abre los ojos hacia lo nacional y lo proyecta en el mundo entero”. (3) Pero lo más importante es que la pintura de Herrán, la música de Ponce y, sobre todo, la poesía de Ramón López Velarde, encierran un todo que nos es propio, íntimamente propio, y que el conjunto de su obra “todavía guarda un aliento de actualidad”.(4)

oleadas de calcio

de una a otra. Secreto glutamato en las sinapsis, se crean nuevas redes de nervios, nuevos f lujos de información son canalizados, las conexiones se fortalecen. Las neuronas activadas por los estímulos secundarios se activan después de que los estímulos visuales, olfativos, auditivos, táctiles, se hayan apagado. Un breve destello. La memoria se inventa.

arturo vallejo i.

E

res un pusilánime. No nos debemos nada. No tenemos cuentas pendientes. No me vuelvas a buscar. Nunca. Ella despierta.

ii. Un hombre que corre por la calle. En llamas. Un videoclip favorito. Cien veces, o más, repetido, es “California” del grupo Wax. Estímulos secundarios. El último recuerdo verdaderamente feliz es de hace quince años. Un parque de diversiones que no existe ya. Una rueda de la fortuna. Una canoa que sube y baja. Un tirabuzón. El algodón de azúcar. Los mangos con chile. El agua embotellada. Todos gritando. Una mano que aprieta la suya. Y ella: eres un pusilánime. Una nochebuena comprada en el supermercado, sólo para terminar bien. ¿Qué demonios significa terminar bien? Es como intentar revivir un antiguo amante que lleva meses muerto. Años después cruza la calle y él le grita. Y ella: no me vuelvas a buscar. Nunca. Llegados a este punto, conviene establecer los mecanismos de recuperación de la experiencia. La representación. No existe idioma en el mundo con vocabulario suficiente para describir la consciencia. iii. Decisiones, incertidumbre. Y el cerebro. iv. Buenas noches. Este es un domingo más. Que tengas un lindo domingo. La aurícula recoge las vibraciones en el aire, las atenúa y las lleva al conducto auditivo externo, en donde son amplificadas de nuevo para que golpeen al tímpano. La información viaja por la vía del martillo, el yunque y el estribo. En el caracol, específicamente en el órgano de Corti, las ondas sonoras se transforman en química, luego en señales eléctricas: señales nerviosas. Las fibras pilosas llevan los impulsos por el nervio auditivo hasta las neuronas, que los llevan hasta el cerebro. La electricidad corre del soma al pie y luego a otro soma. Y luego hasta mí. Qualia. Cada vez que un objeto se actualiza en la memoria es, de algún modo, diferente. Bombeo iones de calcio cargados con energía positiva, una ola de despolarización, un cambio en el potencial eléctrico de mi membrana, llega a su destino. La imagen sonora permanece en mí por unos instantes, tensándome. Un espasmo eléctrico más. Me estremezco. Se reproduce en todas direcciones. El impulso eléctrico pasa. Sólo queda el silencio. La memoria no tiene piloto. Ella se aleja y de la oscuridad se va formando una imagen: la luz pasa a través de la córnea y el cristalino y estimula los conos y los bastones. La luz golpea el nervio óptico y llega otro impulso eléctrico. Mis canales se abren, libero proteína S100B que liga las moléculas de calcio que se llegan a mi citoplasma. Los iones de calcio estimulan más ondas eléctricas que se propagan

(1) Appendini, Guadalupe, Ramón López Velarde. Sus rostros desconocidos., pp.17-18. (2) Ibíd., p. 52 (3) Appendini, Guadalupe, op. cit., p. 36. (4) Phillips, Allen W., Ramón López Velarde, el poeta y el prosista, p. 38.

v.

1) La energía ganada. 2) El tiempo promedio. 3) El costo. 4) La relación de los encuentros por día. Esta ecuación describe el problema.

vi. La información corre a través de mí, permanece en mí, imágenes que me sacuden: él y ella sonriendo, tomando café (el olor del líquido me recorre de nuevo y se va), el sexo, ella yéndose antes del amanecer, cruzando la calle, él gritando su nombre, ella siguiendo de largo, tomando café, cenando, desayunando, silencio, aburriéndose frente a una vieja televisión (el ruido de la inducción de la señal me hace vibrar durante unos instantes), discutiendo dentro de un automóvil (la sensación de la piel artificial bajo el cuerpo regresa). Silencio. El ciclo inicia otra vez. Memoria. Sinapsis. El campo semántico de la memoria: Agua. Algodón. Y todos gritando. Llamas. Pusilánime. Nunca. Adiós. Electricidad. Términos individuales. El campo semántico funcional. Todo lo ocupa una punzada aguda, muy aguda. No hay más. La punzada se transmite por el glial a las dentritas y el axón y los nodos y las vainas: el soma. LÍNEA EN BLANCO. SOBRECARGA DEL SISTEMA. Mi tensión sola es suficiente para rompernos a todas. vii. Unas piernas en llamas. Las botas. Los pantalones tienen flamas. La cámara se aleja y se entiende que es una sinécdoque. Las llamas le cubren toda la espalda. El hombre corre por la calle. Pasa por un puesto de periódicos. Por un hidrante. Alguien bota un balón. Otro barre la calle. Otro pasea a su perro. La familia que pasa en su auto sin siquiera voltearlo a ver. Es un transeúnte más. Hace señas a un autobús para que le espere. En llamas. Sobrecarga del sistema. Ella despierta. Él duerme. Ella sale de la habitación, atraviesa la nochebuena, sale del departamento. Un videoclip repetido cien veces o más. Y no queda nada. viii. La proteína brota de mí incontenible, el daño comienza a notarse. Por alguna razón que no se sabrá, se produce un exceso de S100B y la memoria, ese pequeño fragmento de memoria, café, televisión, nochebuena, automóvil, el sexo, desaparece. Ahora el silencio. La vida secreta de los astrocitos: una canoa que sube y baja. Un mango enchilado. Una mano que aprieta la suya. Una mujer que corre por las calles. En llamas.


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