Zombie Journal

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A falta de buena educación, buenas son hogueras La luz de la luna se extiende sigilosa y huidiza por las piedras de la plaza, por las caras de la gente, por sus mejillas hundidas de gente hambrienta y las convierte, por un momento, en calaveras. La plaza está llena, rebosa pobreza y rabia. Son casi las once de la noche en la plaza del pueblo, bajo la enorme torre de la iglesia y su afilada sombra.

En el centro de la multitud un cuerpo está atado, inmóvil a un mástil. Es el cuerpo de Tomás, el profesor de la escuela. En pocos minutos su cuerpo ancho y lleno de vida no podrá distinguirse del palo que lo sostiene. A las once se le va a prender fuego para demostrar a los presentes cuál es la costumbre que se debe aplicar a los que quieren enseñar al resto.Se ensañarían con él. El hereje moriría por fin.

sucias, a jóvenes musculosos y sedientos, a las amas de casa aburridas.

Camina orgulloso, sabiendo que va a hacer algo justo, necesario para el pueblo. “No se puede consentir que este hereje del capitalismo siga diciendo sandeces a nuestros futuros compradores”, dijo en el juicio. Si, hubo juicio. En apenas veinte minutos se consideró culpable a Tomás por desobedecer reiteradamente las órdenes de la entidad económica del municipio, y además, enseñó a leer a dos niños textos no imprescindibles que no eran etiquetas de productos. Se le acusó y condenó en un tiempo record.

El banquero llega al borde de la plaza, mira al maestro un momento, ve su pobreza, su indecencia, su incapacidad económica para adquirir bienes y, Debajo de él, un espeso montí- sin pensarlo, prende las ramas. culo de ramas y hierbajos secos Arriba, en el palo, Tomás ni se lo sujeta y condena. La gen- inmuta. El fuego crece, se multite se impacienta. Siempre tan plica en cientos de caras calienlisto, tan orgulloso, tan altivo. tes que lo miran impresionados Siempre lo sabía todo. Además, por su fuerza, por su pureza. cuando volvía de la ciudad se El culpable va a morir. Desde convertía en alguien refinado y la muchedumbre alguien grita: pedante que era insoportable. ¡Enseña ahora, hijo de puta!, se Menos mal que el señor Ferrán escuchan algunas risas desdenconsiguió ejecutarlo. Todo el tadas que se apagan con los primundo le odiaba. meros gritos de Tomás. Atravesando la calle principal que lleva a la Plaza, se acerca el señor Ferrán, el banquero del pueblo, con la antorcha en la mano, poderosa. La luz del fuego rebota en el traje y deslumbra a la gente. Deslumbra a los ancianos con caras rotas y

En una casa oscura, con las cortinas bajadas, una familia llora en una mesa pobre, de madera. En otros lugares niños y adultos se acuerdan un segundo de las letras, de cuando rozaban las aes y las bes con sus dedos índices mientras el señor To17

más les enseñaba el mecanismo suave de leer. Pero nadie hace nada.

Las llamas rozan al profesor que empieza a gritar. Los gritos chocan contra las paredes, contra las sucias orejas. En poco tiempo Tomás se convierte en un bloque negro, irreconocible. y la gente que lo rodea siente alivio, tranquilidad. El mal está muerto, negro y seco por el fuego. Ahora son mejores. Ya no tendrán que temblar ante aquellos libros llenos de letras, llenos de ideas y de imágenes. Ya no temblarán cada vez que se abre un libro.


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