Eleusis

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m itología ofrecía ejemplos de esto. Dioniso había nacido entre los rayos que consum ieron a Sémele, aunque su nacim iento había sido prematuro y Zeus, su padre, había tenido que ayudarle a nacer226. Según otra variante del mito, la madre de Dioniso no era Sémele sino Perséfone, que le dio a luz bajo la tierra227. Se cuenta de Ariadna, m ujer de Dioniso, que había encontrado la m uerte cuando llevaba en su seno a un niño228, que sólo podía haber sido un segundo, un pequeño D ioniso229. Asclepio había na­ cido en la pira funeraria de C orónide, doble de la Ariadna infiel230,, y Apolo había ayudado a nacer al hijo de su madre m uerta231. ¡Era posible un nacim iento en la muerte! Y era posible tam bién para los seres hum a­ nos si tenían fe en las diosas; ése es el mensaje que D em éter proclamaba en Eleusis, cuando dejaba a Dem ofonte en el fuego para hacerlo inmortal. Esta verdad se im prim ía en los mistos con toda la fuerza de una cere­ m onia nocturna. Y eso no era todo. La reina del m undo inferior debía ser llamada. Sabemos que tres meses después, en las Leneas, el daduco pe­ día a los atenienses que llamaran a Yaco, hijo de Sémele, y ellos le llama­ ban232. Sin embargo, en Eleusis tenía que ser el hierofante quien entona­ ra la invocación a Core. Golpeaba el echeion, el instrum ento con sonido de trueno. La epopteia comenzaba; se veían cosas inefables. U na visión de la diosa del m undo inferior se puede deducir de un fragmento de papi­ ro233. Si un pasaje ininteligible del texto de Sópatro ha sido interpretado adecuadamente, una figura —schema ti- surgía por encima del suelo234. En una segunda fase - n o sabemos cuánto tiem po después—, el hierofante, si­ lente en m edio de un profundo silencio, exhibía una espiga de trigo cor­ tada, com o el Buda m ostró una flor en su silente «Sermón de la flor»235. Todos los que habían «visto» regresaban, a la vista de esta cosa concreta, co­ m o si volvieran de la otra vida a este m undo, al m undo de las cosas tan­ gibles, del que el trigo formaba parte. Este trigo era trigo y nada más, pe­ ro puede perfectamente haber resumido para los epoptai todo lo que D em éter y Perséfone habían dado a la humanidad: Dem éter, alim ento y riqueza; Perséfone, nacim iento bajo la muerte. Para aquellos que habían visto a C ore en Eleusis, esto no era una mera metáfora que nada prueba, sino el recuerdo de una experiencia en la que la diosa del m undo infe­ rior se mostraba en una visión beatífica.

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