Discurso Spencer W. Kimball

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PRESIDENTE SPENCER W. KIMBALL maldades que destrozan la fibra del hogar y la familia. A menudo hemos llamado la atención de nuestra gente, y volvemos a repetirlo, para que se preocupe por la apariencia externa de sus casas y edificios, sus graneros y cobertizos, sus lugares de negocios, a fin de que nuestras comunidades sean atractivas. Hemos pedido y lo pedimos nuevamente, que plantéis árboles, arbustos, huertos, y jardines que hermoseen vuestros hogares y os ayuden a proveemos de los artículos de primera necesidad. Vuestra reacción a estos llamados ha sido alentadora y hemos recibido muchas cartas en las que se nos expresa la cooperación que nos prestáis en estos asuntos. Nos os detengáis, continuad. Mas aún cuando os alentamos para continuar embelleciendo la apariencia externa de vuestra casa, ahora os imploramos prestar más atención a la parte interior de vuestro hogar. No me refiero solamente a la limpieza y atractivo del hogar y los muebles, por más importantes que estos elementos sean, sino especialmente a la limpieza y rectitud de los miembros de la familia y a la atmósfera general que allí prevalezca. La preocupación de la Iglesia por los niños, y la total dedicación que se les da de tiempo y recursos para mejorar sus condiciones va tradicionales. Constantemente buscamos medios de fortalecer a las familias y bendecir a los niños, y esa dedicación continuará y será reforzada este año al igual que en el futuro. La Iglesia acepta todas las ideas para lograr este beneficioso fin, por los medios adecuados. Sin embargo, nuevamente queremos dar énfasis al hecho de que la más grande bendición que podemos dar a nuestros niños, y a todos los niños del mundo, es la consecuencia del simple proceso de enseñarles, y capacitarlos en la vía del Señor. La vida familiar, la enseñanza adecuada en el hogar, la dirección y guía de los padres, son la panacea para las enfermedades del mundo y de sus niños; son la cura para las enfermedades espirituales y emocionales, así como el remedio para sus problemas. Los padres no deben encomendar la capacitación de sus hijos a ninguna otra persona. En la actualidad, parece que existiera una creciente tendencia a transmitir esta responsabilidad del hogar a las influencias externas, tales como la escuela, la iglesia, o lo que es peor aún, a gran cantidad de agencias e instituciones de cuidado

infantil. por más importantes que estas influencias externas puedan ser, jamás podrán reemplazar adecuadamente la influencia de la madre y del padre. La capacitación y vigilancia constantes, el compañerismo, el cuidado de nuestros niños, son necesarios para mantener intactos nuestros hogares, y para poder educar a nuestros hijos en la forma en que el Señor lo desea. En el libro de Doctrinas y Convenios se especifica claramente que los padres tienen la responsabilidad de enseñar a sus hijos. Todas las demás agencias e instituciones son secundarias. Si los padres no enseñan a sus hijos, sobre ellos recaerá la responsabilidad por lo que éstos sean o hagan. Necesitamos fortalecer continuamente nuestro hogar y nuestra familia y defenderlos contra los embates del mal, tales como el divorcio, la familia desintegrada, la brutalidad y los malos tratos, especialmente de esposas e hijos. Debemos defendernos constantemente contra la inmoralidad, la pornografía y el libertinaje sexual, que pueden destruir la pureza de los miembros de la familia, tanto de los jóvenes como de los adultos. Estos males son muy reales y se ciernen amenazantes sobre nosotros; sólo tenemos que leer los títulos de revistas y diarios para comprender perfectamente las destructivas influencias que nos rodean. Tal vez os parezca que soy un alarmista. Si así fuera, es simplemente porque estoy alarmado, y sumamente preocupado, al igual que lo están mis hermanos en la Primera Presidencia, el Consejo de los Doce Apóstoles, y las demás Autoridades Generales. Si pudiéramos sugerimos que al regresar al hogar cerrarais con llave las puertas de vuestra casa, y así dejarais afuera todas estas iniquidades, sería una solución realmente simple. Pero esas medidas de seguridad serían totalmente ineficaces contra los males a los que nos referimos, éstos llegan a nuestro hogar mediante las ondas del aire, por la radio y la televisión. Encontramos estas fuerzas malignas casi en cualquier lugar adonde vayamos, y estamos expuestos a ellas casi constantemente; penetran al hogar procedentes de la escuela, de los lugares de recreo, de los cines y teatros, de la oficina, de los mercados; son muy pocos los lugares que podemos frecuentar en nuestra vida cotidiana donde podamos escapar a esas influencias. ¿Qué debemos hacer entonces? Debemos permanecer constantemente alertas a la presencia de iniquidades en nuestro hogar, y, destruirlas como si

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