Si tu me dices ven lo dejo todo... pero dime ven

Page 81

Albert Espinosa

Negué con la cabeza. Las palabras casi no me salían, temía que se muriese de un momento a otro. —Mi padre era jugador de póquer. —Su voz también sonaba muy débil, pero se le entendía todo—. Desde pequeño, venía gente cada noche a jugar a casa. Traían puros, bebidas y pasaban ocho o diez horas seguidas jugando en el salón. »Yo también dormía en aquel salón. En un sofá que había en una esquina del fondo. Mi padre me obligaba a dormir allí porque así podía vigilarme con un ojo mientras con el otro controlaba sus cinco cartas. »Amaba el póquer tanto como a mí. Era un gran hombre que perdió a su mujer demasiado pronto y no quería perderse también la infancia de su hijo. »Yo siempre le observaba con admiración cuando jugaba. Me entusiasmaba ver esas partidas de póquer llenas de matices y de emoción. »Veía perder a unos, ganar a otros. Noche tras noche, la suerte cambiaba de mano y con él los ganadores y los perdedores. »De tanto observarlos y sentirlos, al final sabía hasta con los ojos cerrados quién hacía trampas o tenía un farol o una escalera real. Todo por la forma en la que respiraban, los cigarrillos que se encendían o un ligero cambio de cadencia en la forma de apostar o hablar. »Eran detalles casi imperceptibles, pero para mí eran parte de la banda sonora de mi sueño y distinguía sus matices tanto dormido como despierto. Me convertí en un experto y, de vez en cuando, ayudaba a ganar a mi padre. »Desde los siete años me enamoré de esa pasión incontrolable a la que llaman “juego”. »Aunque yo al juego le he llamado siempre “vida”. Vida con azar, porque, ¿la vida no es azar también, joven Dani? Afirmé levemente. No podía dejar de mirarlo. Sus ojos habían virado del cansancio a la pasión. —Cuando fui más mayor empecé al jugar a póquer —continuó—. Pero ése era su juego. Jamás podría ser mejor que mi padre. Él me lo enseñó todo, pero nunca lo dominé. »Corazones, diamantes, tréboles y picas eran su pasión pero no la mía. »Me enseñó una regla básica aplicable a cualquier juego:“Siempre apuesta lo que no necesites”. Eso es lo más importante para no arruinar tu vida ni la de los que te rodean…“Jamás lo incumplas, jamás”, me suplicó mi padre muchas veces. »Con diez años me jugaba la mitad de mi semanada; con veinte años, la mitad de mi sueldo. Pero nunca perdí el control; siempre aposté lo que no necesitaba, el resto era para vivir. »También me mostró que el goce de ganar nunca debía ser superior al de perder. »Perder puede ser gozoso, pues te hace entender mejor el valor de ganar. Además, con el tiempo, las pérdidas siempre se acaban convirtiendo en ganancias. 83


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.