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María Santísima, la nueva Eva del nuevo Adán

Uno de los distintivos de la Religión católica es el amor y devoción a la Santísima Virgen, que parten: • de su dignidad de Madre de Dios; • del amor que le tuvo Jesucristo, el Verbo encarnado, a quien todo su Cuerpo místico debe imitar; • y de la misión que Dios le confió, a saber, la de ser la Socia indisoluble de Cristo en la obra de la Redención de las almas.

1º María es la nueva Eva de Cristo

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Para explicar esta vinculación entre María y Cristo, el Papa Pío XII nos pro- pone el título de María como «nueva Eva» que le dieron todos los Santos Padres. La razón de ello es que Dios ha concebido la obra de la Redención a modo de una divina venganza, en la que quiso servirse, en sentido contrario, de las mismas armas de que Satán se valió para vencer a la Humanidad y, en cierto modo, a Dios mismo.

«Cristo derrotó y venció totalmente al demonio –afirma San Juan Crisóstomo– con los mismos medios y las mismas armas de que él se había servido para vencer primero. ¿Y cómo? Óyelo. Una virgen, un madero y una muerte fueron los símbolos de nuestra derrota. La virgen era Eva; el madero, el árbol de la ciencia; y la muerte, el castigo de Adán. Pero atiende de nuevo: una Virgen, un madero y una muerte son también los medios de la victoria. En el lugar de Eva está María; por el árbol de la ciencia del bien y del mal, el madero de la cruz; y por la muerte de Adán, la de Cristo. ¿Ves ahora cómo el demonio fue derrotado por donde él mismo había antes vencido?».

En efecto, el plan de Satán fue el siguiente: por la mujer perder al hombre,

“Por un solo hombre (Adán) entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte” , dice San Pablo (Rom.5, 21). Pero Dios, que en sus inescrutables designios quería devolver al hombre el don de la gracia y la resurrección, envía al mundo a su Hijo (el nuevo Adán), nacido de una mujer, para que, -continúa hablando San Pablo, “por la justicia de uno sólo (Jesucristo) irán todos los hombres a la justificación de la vida” .

y por ellos a todo el género humano. El primer hombre, Adán, tuvo un papel decisivo en la caída original; mas la mujer tuvo un papel de introducción, de preparación, y más tarde, de cooperación.

Dios condesciende, por decirlo así,

12 María Santísima, la nueva Eva del nuevo Adán en luchar contra Lucifer en el terreno escogido por él, y lo vence con sus propias armas. Al primer Adán, prevaricador, Dios opone un nuevo Adán, Cristo Jesús, según la enseñanza de San Pablo en su Epístola a los Romanos: así como por la desobediencia de un solo hombre, el primer Adán, entró en el mundo el pecado, que nos da la muerte a todos, por cuanto todos pecamos en Adán; así también por la obediencia de un solo hombre, Jesucristo, nuevo Adán, entró en el mundo la gracia, y se concedió a todos los hombres la justificación que da la vida.

Pero a nuevo Adán corresponde nueva Eva. Todos los Padres y Doctores de la Iglesia, desde San Justino (siglo II) hasta San Bernardo (siglo XII), señalaron este papel de María como nueva Eva, comparándola con la primera; y afirmaron que, en la obra de la Redención, María fue para Cristo lo que Eva fue para Adán. Y así como en el orden de la caída todo comenzó por la mujer, también en el orden de la reparación y de la salvación todo comienza por otra Mujer, María.

María, pues, ha sido esencialmente querida por Dios como la nueva Eva de Cristo, el nuevo Adán. Difícilmente se encontrará definición más exacta y completa de Ella que la que Dios mismo dio de Eva cuando creó a la primera mujer: «Adiutorium simile sibi, una Ayuda semejante a Él». «No es bueno que el hombre esté solo –dijo Dios antes de crear a la mujer–; hagámosle una ayuda semejante a él». Y puesto que Adán y Eva eran tipos y figuras de Cristo y de María, eso mismo hemos de decir de ellos: que «no responde a los planes de Dios que el Hombre esté solo: reclama una Ayuda semejante a Él para realizar su Obra, la de la redención del género humano». Y así, María será para Cristo, en el orden de la reparación y de la gracia, lo que Eva fue para Adán en el orden de la caída y del pecado. El Hijo de Dios (...) que se hizo hombre por medio de la virgen, a fin de que, por el camino que empezó la desobediencia venida de la serpiente, por ese camino también se destruyese. Porque Eva, siendo virgen e incorrupta, habiendo concebido la palabra salida de la serpiente, dio a luz desobediencia y muerte; y María, la virgen, habiendo concebido fe y alegría al darle el ángel Gabriel la buena nueva (de que el Espíritu del Señor vendría sobre ella y el poder del Altísimo la cubriría con su sombra, por lo que también lo engendrado de ella, santo, sería Hijo de Dios) respondió: Hágase para mí según tu palabra. Y de ella nació aquel de quien hemos demostrado hablaron tantas escrituras, por quien Dios destruye la serpiente con los ángeles y hombres que se le asemejan, mientras que libra de la muerte a quienes se arrepienten de sus malas acciones y creen en Él. San Justino, Diálogo con Trifón

2º María, semejante a Cristo.

1º Se obra como se es: «Operari sequitur esse». Por eso, para colaborar con Cristo, María debía primeramente serle semejante en su ser. Y le será semejante de tres maneras: por su Inmaculada Concepción, en virtud de la cual se ve

totalmente exenta del pecado original; por su plenitud propia de gracia, y por la eminencia singular de sus virtudes, todas ellas perfeccionadas por los dones del Espíritu Santo. Debido a este triple privilegio, la unión de María con Cristo por la gracia supera todo lo que podemos imaginar. Jesús se posesionó de María de tal manera, que entre ellos dos sólo hubo un pensamiento, una voluntad, un querer, unos mismos intereses, un mismo deseo de la gloria de Dios y de la salvación de las almas. 2º Además, para que esta colaboración con Cristo revistiera un carácter habitual y oficial, Cristo Jesús quiso que María le estuviese unida por lazos duraderos y físicos. Un matrimonio ordinario quedaba evidentemente excluido, por- que Jesús y María debían ser los nuevos padres de la Humanidad regenerada, no según la carne, como Adán y Eva, sino según el espíritu. Por eso, para que María fuese la Esposa espiritual y la Cooperadora universal de Jesucristo, Dios hizo algo admirable: la convirtió en Madre de Jesucristo según la carne, y la unió así de manera definitiva con Cristo por los lazos físicos más estrechos que puedan concebirse. Por esta maternidad divina, María quedaba elevada al nivel de Cristo, y equipada para realizar en unión con Cristo, y en dependencia de Él, la gran obra de glorificación del Padre y de salvación de la Humanidad.

3º María, ayuda de Cristo.

Una vez que ya era semejante a Cristo, podía María colaborar con El. 1º Ante todo, será Corredentora con Cristo, siendo con El un solo principio moral del acto redentor mismo, y a este título, Sacrificadora secundaria y Víctima subordinada del Sacrificio del Calvario.

En correspondencia encontramos también obediente a María la Virgen, cuando dice: «He aquí tu sierva, Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38); a Eva en cambio indócil, pues desobedeció siendo aún virgen. Porque como aquélla, tuvo un marido, Adán, pero aún era virgen -pues «estaban ambos desnudos» en el paraíso «pero no sentían vergüenza» (Gén 2, 25), porque apenas creados no conocían la procreación; pues convenía que primero se desarrollasen antes de multiplicarse (Gén 1, 28), habiendo desobedecido, se hizo causa de muerte para sí y para toda la humanidad; así también María, teniendo a un varón como marido pero siendo virgen como aquélla, habiendo obedecido se hizo causa de salvación para sí misma y para toda la humanidad (Heb 5, 9). Y por eso la Ley llama desposada con un hombre, aunque sea aún virgen, a la mujer desposada (Dt 22, 23-24), significando la recirculación que hay de María a Eva, porque no se desataría de otro modo lo que está atado, sino siguiendo el modo inverso de la atadura, de modo que primero se desaten los primeros nudos, luego los segundos, los cuales a su vez liberan los primeros. Así el primer nudo es desatado después del segundo, y así el segundo desata el primero. San Ireneo, Adv. Haereses

14 María Santísima, la nueva Eva del nuevo Adán 2º Y como el acto redentor merece todas las gracias necesarias o convenientes para la salvación de la Humanidad, María participa también a este aspecto, mereciéndonos todas las gracias que serán concedidas a los hombres. Y así como Cristo es Mediador de todas las gracias, porque El las mereció al precio de su sangre, del mismo modo María, por ser Corredentora y haber merecido todas las gracias en unión con Jesús, al precio del martirio de su Corazón inmaculado, queda establecida por Dios Media-

dora universal de todas

las gracias: Ella nos ha merecido toda gracia, Ella la obtiene por su omnipotente oración, y Ella nos la destina y consiente a ella por un acto libre y consciente de su voluntad. 3º Ahora bien, la gracia es la vida del alma, su vida sobrenatural. Por lo tanto, como María comunica realmente la vida a las almas, Ella se convierte en Madre espiritual de todos los redimidos, ejerciendo sobre ellos una verdadera maternidad: María cumple de manera eminentísima todas las funciones que una madre ejerce en la vida de su hijo. 4º Redimir las almas, aplicarles los frutos de la redención, comunicarles la gracia, engendrándolas así a la vida sobrenatural, formarlas y hacerlas crecer en ella, es una obra ardua, pues a ella se oponen poderosas fuerzas adversas coaligadas contra Dios y contra las almas: el demonio, el mundo y las malas inclinaciones que el pecado original ha dejado en todo hombre. Lo cual significa que redención, santificación y vivificación son un combate incesante. Pues bien, en esta lucha María es la eterna adversaria de Satanás, detrás de la cual Cristo parece esconderse, como en otro tiempo la Serpiente se había escudado detrás de Eva. María es la eterna y siempre victoriosa Combatiente de los buenos combates de Dios. Por eso Dios puso una enemistad entre la serpiente, y la mujer y su linaje, al acecho la una del otro (Gén 3, 15), el segundo mordido al talón, pero con poder para triturar la cabeza del enemigo; la primera, mordiendo y matando e impidiendo el camino del hombre, «hasta que vino la descendencia» (Gál 3,19) predestinada a triturar su cabeza (Lc 10,19): éste fue el que María dio a luz (Gál 3,16). De él dice el profeta: «Caminarás sobre el áspide y el basilisco, con tu pie aplastarás al león y al dragón» (Sal 91 [90],13), indicando que el pecado, que se había erigido y expandido contra el hombre, y que lo mataba, sería aniquilado junto con la muerte reinante (Rom 5,14.17); y que por él sería aplastado el león que en los últimos tiempos se lanzaría contra el género humano, o sea el Anticristo, el dragón que es la antigua serpiente (Ap 20,2), y lo ataría y sometería al poder del hombre que había sido vencido, para destruir todo su poder (Lc 10,19-20). Porque Adán había sido vencido, y se le había arrebatado toda vida. Así, vencido de nuevo el enemigo, Adán puede recibir de nuevo la vida; pues «la muerte, la última enemiga, queda vencida» (1 Cor 15,26), que antes tenía en su poder al hombre. Por eso, liberado el hombre, «acaecerá lo que está escrito: La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?» (1 Cor 15,54-55). Esto no podría haberse dicho si no hubiese sido liberado aquel sobre el cual dominó al principio la muerte. Porque la salud de éste consiste en la destrucción de la muerte. Y la muerte fue destruida cuando el Señor dio vida al hombre, quiero decir a Adán.. San Ireneo, Adv. haereses

5º Más que eso: por debajo de Cristo, Ella es la invencible Generala de los ejércitos divinos, pues conduce y dirige el combate. Ella es para la Iglesia y para las almas todo lo que un general es para su ejército: da a las almas y a las mismas autoridades de la Iglesia las luces necesarias para descubrir las emboscadas de Satán y dirigir la batalla; sostiene los ánimos de sus hijos, los vuelve a lanzar al combate sin cesar, y les suministra las armas adecuadas para asegurarse de la victoria; pues todo eso es, con toda evidencia, obra de la gracia: gracia de luz, de valentía, de fortaleza, de perseverancia; y toda gracia, después de Cristo, nos viene de María. 6º En fin, por ser Madre de Dios, Socia universal de Cristo y Corredentora de la humanidad, María es también Reina universal junto a Cristo Rey; pues Jesucristo, después de asociarla a su obra redentora, esto es, al trabajo, sufrimiento y dolor, quiere asociarla a su triunfo y a su soberanía. Esta es la razón de la Asunción de María a los cielos: Cristo asocia a su Madre a su propia Ascensión, llevándosela al cielo en cuerpo y alma, y constituyéndola Reina de todo lo creado.

Conclusión.

¿Qué actitud debe adoptar entonces cada hombre respecto de Aquella que Dios ha puesto junto a Cristo, en el corazón mismo del Misterio de salvación? Pues si Jesús ha querido que María le esté íntimamente asociada, en todo tiempo y en todo lugar, en el sufrimiento y en la gloria, quiere ahora que igualmente le esté asociada en el culto que la Iglesia le tributa.

«María, en la religión cristiana, es absolutamente inseparable de Cristo, tanto antes como después de la Encar-

Querida hija digna de Dios, hermosura de la naturaleza humana, reparación de nuestra primera madre Eva, porque por tu alumbramiento ha sido de nuevo elevada la que había caído. Querida hija, la más consagrada, esplendor de la mujer. Porque, aunque la primera Eva ofendió y por ella entró la muerte, habiendo servido a la serpiente contra nuestro primer padre, María, a su vez, en total sumisión a la voluntad de Dios, engañó a la serpiente engañadora.

San Juan Damasceno, Hom. in Nativ. Mariae

nación: antes de la Encarnación, en la espera y en la expectativa del mundo; después de la Encarnación, en el culto y en el amor de la Iglesia. En efecto, somos llamados y vinculados de nuevo a las cosas celestiales sólo por la Pareja bienaventurada que es la Mujer y su Hijo. De donde concluyo que el culto a la Santísima Virgen es una nota negativa de la verdadera religión cristiana. Digo: nota negativa; porque no es necesario que dondequiera se encuentre este culto, se encuentre la verdadera Iglesia; pero al menos donde este culto está ausente, por el mismo hecho no se

Dado que la Santísima Virgen fue necesaria a Dios, con necesidad llamada hipotética, es decir, proveniente de la voluntad divina, debemos concluir que es mucho más necesaria a los hombres para alcanzar la salvación. La devoción a la Santísima Virgen no debe, pues, confundirse con las devociones a los demás santos, como si no fuese más necesaria que ellas y sólo de superogación (...) Las palabras y figuras del Antiguo y del Nuevo Testamento lo demuestran. El sentir y ejemplo de los santos lo confirman. La razón y la experiencia lo enseñan y demuestran. El demonio mismo y sus secuaces, impelidos por la fuerza de la verdad, se han visto obligados a confesarlo muchas veces, a pesar suyo. (...) “Ser devoto tuyo, oh María, dice San Juan Damasceno es un arma de salvación que Dios ofrece a los que quiere salvar” (...) Sólo María permite la entrada en el paraíso terrestre a los pobres hijos de la Eva infiel para pasearse allí agradablemente con Dios, esconderse de sus enemigos con seguridad, alimentarse deliciosamente sin temer ya a la muerte del fruto de los árboles de la vida y de la ciencia del bien y del mal, y beber a boca llena las aguas celestiales de la hermosa fuente que allí mana en abundancia. Mejor dicho, siendo Ella misma este paraíso terrestre o esta tierra virgen y bendita de la que fueron arrojados Adán y Eva pecadores, permite entrar solamente a aquellos a quienes le place para hacerlos llegar a la santidad.

San Luis María Grignon de Montfort,

Tratado de la verdadera devoción encuentra la auténtica religión cristiana. Y es que la verdadera cristiandad no podría ser la que trunca la naturaleza de nuestra “ religación ” por Cristo, instituida por Dios, separando al Hijo bendito de la Mujer de la cual procede» (Padre Billot).

De aquí se deduce, según la enseñanza constante de la Iglesia: 1º Que el culto a la Santísima Virgen pertenece a la esencia misma del cristianismo. Dios, al asociar a María a la obra de nuestra Redención, la sitúa en el corazón mismo de la Historia y de la Religión católica. La fórmula del cristianismo, ya como venida de Dios a nosotros, ya como ascensión de nosotros hacia Dios, no es Jesús solamente, sino Jesús–María. 2º Que el culto a la Santísima Virgen es, por ende, necesario para salvarse, y por lo tanto gravemente obligatorio. Quien se negase a tributar a María un mínimo de devoción, pondría en serio peligro su salvación eterna, por negarse a emplear un medio y una mediación que Dios ha querido utilizar en toda su obra redentora y santificadora. 3º Que el culto a la Santísima Virgen supone una plena adaptación a los planes salvíficos de Dios, que quiere comunicarnos la salvación y su vida divina por María; pues por este culto mariano concedemos a Nuestra Señora el lugar que le corresponde, por voluntad divina, en nuestra vida interior.

Y es evidente que esta adaptación a los planes de Dios acarreará las más preciosas ventajas para cada alma en particular y para la Santa Iglesia de Dios en general; y, en cambio, las lagunas voluntarias y culpables en este punto serán siempre funestas para la Iglesia y para las almas. m

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