Time Hobbie

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Toc-toc por tercera vez. Se incorpora furioso: ¿por qué no pueden morir en silencio? Camina 9 pasos por el pasillo hasta la puerta y la abre de par en par. ¡No! El grito hace contraer a los dos ancianos; fuma, fuma, fuma y se tranquiliza. ¿En dónde firmo? Aquí-gracias-perdone. Regresa a la biblioteca con los nervios destrozados por la interrupción violenta de sus reflexiones, por la certeza de que ha contado 5 pasos desde la puerta hasta el puf. ¿Extraerá un libro? ¿Acariciará los lomos? No. Presiente que en el instante menos pensado, sí, ahí está, toc-toc, las ciudades son matriohskas de regresión infinita, laberintos con voluntad que abren y cierran sus puertas al paso de los hombres para no dejarlos escabullirse jamás. Se alza del puf, arroja el cigarrillo, lo pisa hasta deshacerlo en jirones. Abre la puerta dispuesto a darle una bofetada a quien se encuentre del otro lado del umbral, pero la visión de una multitud, una verdadera multitud vestida de blanco, lo hace desistir. Imaginen que soy un hombre vacío, les explica, alguien sin creencias ni prejuicios, sin pensamientos propios o ajenos: nada de lo que digan me hará cambiar de opinión porque no tengo opinión, soy el antónimo de la existencia, ni siquiera llego a ser la nada. La multitud permanece en silencio. ¡Dementes!, grita con el portazo y se gira para regresar a la contemplación de la biblioteca, pero los lomos de los libros están ahí, pegados a su nariz, a un paso de distancia. No hay modo de pasar. Se da vuelta hacia la puerta, intenta forzarla para salir. Es en vano. La ansiedad lo hace girar otra vez, insensato, contra los libros. La reducción en el número de pasos hace que se aproximen contra su pecho y lo compriman. Grita. Se vuelve y da puñetazos contra la puerta; puñetazos breves, asfixiados, inútiles. No ignora que la agitación reduce el suministro de oxígeno con mayor rapidez, pero la ansiedad planea por él esa vía de escape. Clava las uñas en la madera de la puerta y empieza a cavar. Algunas uñas se desprenden en el acto y dejan la carne al descubierto, otras se parten y exponen aristas dolorosas que sin embargo facilitan su trabajo. Arranca astillas y piezas de madera con rapidez, alcanzando casi a tocar la tierra húmeda del otro lado de la puerta. Ese mismo esfuerzo causa la disminución del aporte de oxígeno por la que pierde gradualmente la conciencia. Por: Juan Villamil


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