LA VERDAD SÍ IMPORTA - No. 2, Marzo 2014

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[ ministerio ] Un pastor humilde es comisionado por la voluntad de Dios.

Todos los creyentes tienen el derecho y la responsabilidad de hablar del evangelio siempre y donde puedan. Sin embargo, nadie que no haya recibido el llamado de Dios para ministrar debe sustentar el oficio de pastor (véase cap.6, «El llamado al Ministerio Pastoral»). Los que orgullosamente se exaltan a sí mismos a esa posición no tendrán la bendición de Dios. Dios dirá de ellos lo que dijo de los falsos profetas de los días de Jeremías: «No envié Yo aquellos profetas, pero ellos corrían; Yo no les hablé, mas ellos profetizaban» (Jer 23.21). Ciertamente Pablo no se exaltó a sí mismo para el ministerio. En verdad, llegar a ser un ministro del evangelio era lo último que esperaba hacer en su vida. Pero de camino a Damasco, Dios lo redimió y lo llamó al ministerio. Sin duda que dicho incidente estaba en su mente cuando escribió a los corintios: «Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no os anunciare el evangelio! Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomen-

dada» (1 Co 9.16-17). Distintamente a los falsos maestros que se obstinaban en seguir sus pasos y en distinción a sus homólogos contemporáneos, Él no se designó a sí mismo para el ministerio. En vez de ello, Pablo fue «aprobado por Dios para confiarle el evangelio» (1 Ts 2.4). El conocimiento de que no ganamos el derecho de predicar por medio de nuestros esfuerzos o habilidades debería humillarnos. Dios nos llamó al ministerio, Dios nos confió la proclamación de su Palabra, y nos escogió para dirigir a su grey. Olvidar eso es dar el primer paso para ser descalificados del ministerio.

Un pastor humilde es conducido por el conocimiento de Dios.

La omnisciencia de Dios es una clave y un motivo más para la humildad. En tanto que es posible engañar a otros con una fachada de piedad externa, Dios conoce los secretos del corazón. «Lo que un ministro es de rodillas delante del Dios poderoso en secreto», escribió John Owen, «eso es y nada más». La omnisciencia de Dios significa ser tenido responsable en el ministerio. Mantiene al hombre enfocado en agradar a Dios y no a los hombres. Dios escudriña los

deseos, motivos e intenciones del corazón, y sabe lo que se hace para agradara otros y para agradar a Él. Pablo era completamente consciente de las implicaciones del conocimiento de Dios acerca de su vida. Escribió a los tesalonicenses: «sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo» (1 Ts 2.4-5).Él sabía que había sido comisionado por Dios para predicar el evangelio de Dios a los hombres, no por los hombres. En Gálatas 1.10 añade: «Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si aún agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo». El recuerdo de la omnisciencia de Dios evitó que Pablo buscara agradar a los hombres.

Un pastor humilde es consumido por la gloria de Dios.

Esta clave alcanza el epítome de la humildad, porque es imposible buscarla gloria personal y la gloria de Dios a la vez. Es el Nuevo Pacto que es

glorioso (2 Co 3.7-11), no sus ministros (2 Co 4.7). Si todo lo que hacen los creyentes normales y corrientes es para la gloria de Dios (1 Co 10.31) ¿cuánto más será la obra del ministerio? En 1 Tesalonicenses 2.6, Pablo escribió: «ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo». Pablo no era Diótrefes (3 Jn 9), buscando preeminencia; Él no buscaba estima, honor o alabanza. Su preocupación era la gloria de Dios (2 Co 4.5).

¿Qué distingue a un hombre efectivo en el ministerio? Tenacidad, confía totalmente en el poder de Dios. Integridad, su vida es consistente con su doctrina. Autoridad, recibe su comisión de Dios, no de sí mismo. Responsabilidad, es consciente de manera constante de la omnisciencia de Dios. Humildad, es consumido no consigo mismo, sino con la gloria de Dios. Solo un hombre así es lo suficientemente humilde para pastorear el rebaño de Dios.

la labor del

ministro 4 LVSI

2da parte

Tomado del libro

El Ministerio pastoral Grupo Nelson, John MacArthur Página de internet: gty.org


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