En la Paz de Cristo
P. Jesús Andrés Vela, SJ, un maestro de la pastoral Por P. Alejandro Londoño, SJ A los pocos años de mi ordenación sentía la necesidad de prepararme mejor para la pastoral juvenil. Ya había conseguido una beca para ir a estudiar en España. Pero por esos días vino Jesús Andrés de Brasil, destinado a trabajar con el CELAM. Con sólo escucharlo en un curso de tres días cambié de planes. Me matriculé en el curso del IPLAJ (Instituto de Pastoral Latinoamericano de Juventud), que iniciaría junto con los padres Salesianos y las hermanas de la Presentación. Después lo acompañé en su labor durante 25 años. Quisiera comenzar, antes de escribir sobre sus aportes a la pastoral latinoamericana, recordando algunas características de su personalidad. Jesús Andrés, ante todo, manifestaba un gran amor por Jesús y en especial por su modo de evangelizar. Y en este sentido acudía con gusto a la Biblia. Igualmente, tenía un carisma muy especial, que era su gran amor a la Iglesia y su modo de hacer pastoral de acuerdo, en esos momentos, con el Vaticano II, que lo marcó muy fuertemente. La tercera característica era su amor a la Compañía y en especial a la forma como el P. Arrupe estaba orientando la actualización de nuestra misión jesuítica. Jesús Andrés se distinguió también por su amor al estudio y por sus inquietudes intelectuales; lo mismo que por su sencillez en el trato con las personas y su sabiduría en la consejería espiritual, a la cual dedica142
ba mucho tiempo. Era grande el número de personas que acudía a él. Fue mi confesor y director espiritual durante 47 años. Sus aportes a la pastoral latinoamericana los resumiría en tres aspectos, sin detenerme en las frecuentes asesorías a los capítulos de religiosas y religiosos, ni tampoco en los varios cursos de pastoral juvenil, dinámica de grupos o evangelización a numerosas diócesis. Primero, desde el CELAM su gran acierto fue la manera como condujo la dinámica de la Conferencia de Puebla y la forma como supo orientarla para salvar el “partir de la realidad no de la teoría”. En este caso, partir de las inquietudes, de las angustias y de la problemática recogida en las diócesis durante todo un año, en reuniones y asambleas con los agentes de pastoral y las personas de la base. Algunos obispos, en efecto, deseaban emplear una metodología clásica y partir del excelente discurso del Papa Juan Pablo II, a su llegada a México: La verdad sobre Jesucristo, la Iglesia y la dignidad de la persona humana. Por fortuna, esas verdades se aprovecharon, no como punto de partida, sino como una excelente iluminación, en la segunda parte del texto aprobado. De otra parte, a los pocos años de funcionamiento, el IPLAJ fue clausurarlo [1976], debido a la coyuntura histórica que influía fuertemente en las imprudencias de los alumnos inquietos por el cambio social, y debido a la oposición del entonces Arzobispo de Bogotá [Mons. Aníbal Muñoz Duque]. Por mandato del P. Arrupe, quien le ordenó hacer algo por la juventud