Luna de tor

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MARIAM AGUDO

LUNA DE TOR

—¡Así! —gritó acusadoramente señalando hacia la hinchazón en sus pantalones. —.¿Y qué esperas que haga? —preguntó con insolente burla, mirándolo con fingida inocencia. —Se me ocurren un par de cosas —gruñó nuevamente acercándose como un predador. Áurea enrojeció aún más si cabía. —Ni lo sueñes —contraatacó, pero su voz sonó temblorosa, lejos de la seguridad que pretendía mostrar. —Áurea —casi imploró mientras la rodeaba con los brazos y apoyaba su frente, perlada de sudor, sobre la de ella—. ¿Qué sucede? —Sucede que no sé qué siento, Isaac —respondió en un susurro—. A veces creo que me estoy enamorando de ti —las palabras provocaron que a Isaac se le detuviera el corazón por lo inesperado de aquella confesión—, pero otras… —¿Otras qué? —la instó. —Otras… —se alejó de él, alzó los ojos y le sostuvo la mirada—, otras… que Dios me perdone, pero también creo que lo estoy del espíritu que vaga por Tor.

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