Castromonte, 48

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mejores modales, pero eso no sirvió para mejorar el sabor de lo que estaban a punto de beberse, que como comprobaron más tarde, era bastante malo. En mitad de la conversación, el televisor había pasado a anunciar los ganadores de los premios y los dos se quedaron callados escuchando. Silvia Pérez Cruz subía al escenario a recoger su “cabezón” a la mejor canción original y en vez de hacer el típico discurso, cantaba la canción. Todos en el bar se quedaron callados, escuchando. La letra de la canción les estaba calando hondo, cogían los vasos con más fuerza, como cargados de rabia, a cada “pan” su malestar crecía y con la última frase “gente sin casa, casas sin gente” Martina y Mario no pudieron evitar pensar en Begoña y Jesús. El local quedó en silencio unos segundos, mientras todos asimilaban lo que acababan de escuchar y tres segundos más tarde, un murmullo invadió la habitación de nuevo. A pesar de ello, la joven pareja de la mesa de la ventana siguió en silencio, mirándose. No les hacía falta decir nada para saber lo que ambos estaban pensando, tenían que llevar a cabo su plan y ayudarles como pudieran. El resto de la tarde la pasaron abrazados, por distintos locales y galerías de arte, fue una tarde perfecta, los dos solos, tranquilos. Disfrutaron al máximo del tiempo que tenían juntos y después se fueron al hotel. A la mañana siguiente Mario se despidió de Martina, prometiendo que no pasaría tanto tiempo hasta que se volvieran a ver de nuevo, Semana Santa estaba a la


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