CARTA V
Los ojos con que buscas una llaga los echo a no crecer sobre la tierra; tu mano que se dobla o que se cierra que quede con la lámpara que apaga...
El corazón que tienes de algún modo no puedo regalárselo a los lirios... Será mejor para encender martirios o para no latir dentro del lodo. La boca con que muerdes la ceniza la dejo entre la sal, bajo la tiza, contra un muro de rápidos inviernos.
El alma que te puse, te la quito; y le cuelgo una flor negra de grito y camino hacia abril... para perdernos.
De Memoria de la fiebre
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