SONETO II
Pero era por decir algo de estrella. Ya estĂĄ todo cansado igual que antes. Junto a la misma noche doy diamantes. La lluvia es lo que ha sido de mi huella. Ahora acepto aquel ramo de luz dura y reĂşno la sal para un tesoro.
Por el aire lo supe: que no lloro. Sobrevivo a un clavel en mi cintura. Pasen cielos copiosos, cielos leves; estatuas que me inventan humos breves; Cementerios y alondras convocadas.
Pase un poco de fiesta vespertina. Pase el hĂŠroe y el mar. Pase la ruina. Yo he formado este mundo con miradas.
De Memoria de la fiebre
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