El diario ilustrado

Page 82

Ayer estuvo Esther aquí en mi casa. A decir verdad cuando ella se pasa un día aquí, es para mí un día de verdadera felicidad, porque entonces tenemos tiempo de conversar y decimos cosas que durante mucho tiempo han estado en nuestra imaginación sin que hayamos podido comunicárnoslas. Si bien es cierto que la visito frecuentemente, pero a pesar de eso, durante esas visitas nos vemos obligados a permanecer en silencio, pues siempre debe haber alguien con nosotros. Las conversaciones amorosas no deben tener un tercer auditor... Las horas de ayer pasaron veloces, con la

rapidez del relámpago,

como acontece siempre que se es feliz. Después de tener estos ratos de expansión mi alma se siente feliz y mi corazón más lleno de amor. Me parece pequeño el corazón para amar a Esther y si más grande fuera mi corazón, más grande seria mi amor. Es tanto el amor que le profeso a Esther que hasta en la más íntima fibra de mi corazón arde ese amor. Nunca he amado una mujer como a esta. Es decir, es mi primer Es mi primer amor, porque a pesar de haber tenido muchos más, nunca he amado como ahora y esos amores no han dejado ninguna huella en mi corazón. Es mi último amor, porque si algún día nuestras relaciones se rompieran (lo que Dios mediante no ha de suceder sino con la muerte) difícil me sería volver a amar con amor verdadero como a Esther,

¡porque solo una vez se ama en la vida!

El primer amor nunca se borra y si se olvida y si se deja pero nunca dice adiós. Así es que nunca jamás podré olvidar a Esther, ocurra lo que ocurriere. Por mi parte desecho como mal pensamiento el tener que dejar de amarla, pues me parece enigmático encontrar otra mujer, que como Esther reúna todas las cualidades de una buena esposa. Lo único que puedo decir acerca de sus bellas cualidades es que mi humilde vocabulario es muy escaso, para describirlas, y todo cuanto de esas cualidades diga es pálido comparado con la realidad.

No puedo menos de anotar aquí la pena que hoy aflige mi corazón. ¿Por qué se aflige mi corazón? ¡Ah! es la ausencia del ser querido, la causa de ello. Pues hoy como de costumbre salí de aquí de mi casa para el pueblo, con el corazón lleno de esperanza y con ese dulce anhelo que se siente cuando se va a visitar a la mujer idolatrada, pero cuán grande no sería mi sorpresa y al mismo tiempo mi despecho al saber que Esther no estaba en su casa porque se había ido para el Cerrito. ¡Con una de sus tías! Jamás habla sentido tan hondo pesar como el que hoy he tenido. Quizá se deba esto a que yo no esperaba tal noticia. 72

y último.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.