Revista ISCEEM No. 20

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Un proyecto viable para brindar instrucción elemental gratuita en el siglo XIX, ideado por Vidal Alcocer

yectos para tratar de atender esas problemática.

El contexto En las litografías, murales, pinturas y descripciones de la época decimonónica se piensa en la Ciudad de México como la describió Humboldt “...la ciudad de los palacios...” (Tanck, 2000: 144) llena de construcciones al estilo europeo, calles con empedrado o adoquinado, una urbe en crecimiento; sin embargo, también tuvo sus partes marginadas y en las cuales la infraestructura era precaria o nula y la población no contaba con los mínimos recursos. La capital hacia el siglo XIX se encontraba dividida en ocho cuarteles para mejorar la administración de la misma (Tanck, 2000: 144) y mantener un control social sobre la población que habitaba esos cuarteles, así como la supervisión de costumbres, limpieza y la seguridad de cada sección (Padilla, 1993: 5). El oidor de la Audiencia Baltasar Ladrón de Guevara la describió como una gran metrópoli que era “… hermosísima en su centro, e irregular e intricada en parte, de sus extremos y barrios…” (Tanck, 2000: 144) y las personas que formaban su población “…[era una] diversidad de gente[…]que habitan lo interior y extremos de la ciudad en sus barrios[…]de muchos intrincados callejones…entre acequias y zanjas…con chozas de adobe o cañas sembradas

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García Camacho, Karla Beatriz

sin orden dilatados en terrenos…” (Báez Macías, 1969 en Tanck, 2000: 144). El aspecto físico de esta capital y su conformación social fueron un ejemplo de contrastes entre la abundancia y la miseria. Las zonas limítrofes de la metrópoli eran consideradas algunas de ellas como “...cuarteles de mayor peligrosidad...” (Padilla, 1993: 5) en las cuales existían población en situación de vagancia, mendicidad y desnudez, algunos de esos cuarteles fueron: Santo Tomás, San Lázaro y la Soledad, en los cuales había una “considerable” cantidad de “tabernas”, sitios frecuentados por malhechores y bandidos (Padilla, 1993: 5). Otro testimonio de las condiciones en las que se encontraban cientos de habitantes de la capital, fue el que escribió Calderón de la Barca “…léperos holgazanes, patéticos con montones de harapos…que están debajo de los acueductos, sacuden su pereza tomando el fresco o tumbados al rayo del sol…” (2003: 46). La situación anterior tenía que ser atendida.

Un ingenioso hombre del siglo XIX Vidal Alcoser, es un hombre poco conocido en la Historia. La importancia de su figura y trascendencia reside en que fue un hombre común que propuso y ejecutó un proyecto para la niñez menesterosa de la capital en el siglo XIX. Su vida fue como la de muchos otros hombres de su época entre penurias y necesidades, pero sobre todo de un hombre que no espero soluciones sino que él las buscó y las llevó a cabo. Alcoser, nació en el año de 1800 en la Ciudad de México en la zona de Arcos de Belén, fue hijo de Joseph Manuel de Alcoser y María Francisca Thomasa Urbina. (AGN; Genealogías, Registros parroquiales y Diocesanos 15141970). A los cinco años de edad quedó huérfano de padre, lo que probablemente lo hizo trabajar, lo mismo que a sus hermanos y madre. Recibió la instrucción elemental gratuita en el Colegio de Betlemitas y de San Juan de Letrán, ahí aprendió el oficio de encuadernador y armero, después perteneció a las filas del ejército insurgente de Morelos (Altamirano, 1899: 46). Más tarde trabajó en la Casa de Moneda de México y después en el Ramo de Coches de Providencia como celador (AHDF, Vehículos, coches, sitios, Providencia, vol.4201, exp. 95, f.3, 1828). En esa época instaló y dio vida una empresa de diversiones públicas que llamó La Pradera, en un espacio al aire libre cerca de la Plazuela

Revista ISCEEM, 3a. Época, Año 10, Núm. 20 (2015), pp. 31-42. ISSN 2007-2929


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