LA PATINA

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Su total acuerdo con las ideas de Winckelman se expresa en párrafos como el siguiente:

ɶɶun bello fragmento de media cabeza, de un pie o de una mano, es mejor disfrutarlo tal y como son, que hacer un trabajo completo, al que sólo se le puede aplicar el nombre de falsificación.

A pesar de la co­ rrección de estas pre­ misas, entre sus inter­ venciones podamos encontrar algunos errores, que en mu­ chos casos estaban motivados por las la­ gunas aún existentes en los conocimien­ tos del arte antiguo más que por una pos­ tura crítica superficial. Por: ejemplo, la adapta­ ción que hizo de una copia romana del torso del Discóbolo, convirtiéndolo en un Diomedes que huye con Palladlo (Colección de Lord Shelburne, Bowood, Wiltshire), o la integración de un tor­ so de Narciso , del estilo de Policleto, con los atributos y la actitud del Meleagro de Scopas (Colección del Visconte de Coke, Holkham Hall). Pero esto es ocasional. Antonio Canova, Bertel Thorwaldsen y Quatremére de Quincy

Una nueva actitud ante la obra clásica se re­ petirá ahora, motivada por los propios fragmen­ tos de la antigüedad, en este caso los restos de las esculturas del Partenón, más que por la apli­ cación de una nueva teoría: la de la no integra­ ción. Será Antonio Canova, el excelente escul­ tor veneciano de este período, el que con su au­ toridad consolide esta posición. Un criterio muy diferente es adoptado en Roma, en la misma fecha (1816) por otro presti­ gioso escultor neoclásico, Thorwaldsen, en re­ lación con otro importante conjunto de la anti­ güedad: las esculturas que habían pertenecido al frontón del templo de Egina. Luis I de Baviera las había hecho llevar a la ciudad centro de las 1 Ibídem, capítulo «Agli amatori deH’antica scultura».

artes para que fuesen integradas por el escul­ tor danés. Es importante señalar la propuesta de Canova del nombramiento de una comisión consulti­ va. De ella van a formar Parte Antonio d’Este2 (Secretario Gene­ral de los Museos Pontificios), Cario Fea3 (Comisario de Anti­güedades y au­ tor de la ley de tutela del patrimonio artístico de 1802, considerado como el instrumento más completo en mate­r ia de antigüedades conocido hasta entonces), Filippo Aurelio Visconti y el es­ cultor Thorwaldsen. El criterio fundamental establecido por la Comisión para adquirir obras de arte era ver­ daderamente inusitado: la cantidad de restau­ raciones integradoras a las que habían sido so­ metidas. «No serán adquiridas más que aque­ llos monumentos que se con­servan todavía no tocados en su originalidad antigua, esto es, sin restaurar»4. Por primera vez en un contexto ins­ titucional se proyectaba sobre las restauracio­ nes la sospecha de falsificación. Sin embargo, lo que se ponía en entredicho no era la legitimidad de la restauración integradora, sino sus abusos, la difusión de una práctica que con frecuencia no respondía a la exigencia de carácter científi­ co. Y también pesaba el criterio expuesto a pro­ pósito de los mármoles del Partenón. Es muy significativo, para comprender la au­ téntica novedad de aquella decisión, analizar las ofertas de venta por parte de quien poseía obras, quienes pedían mucho más dinero por las obras reintegradas que por aquellas en estado frag­ mentario. La Comisión, por el contrario, valo­ raba más las últimas. Los museos públicos ma­ nifestaban así su deseo de seguir unos criterios cien­t íficos y didácticos en claro enfrentamien­ to con el «gusto» y los criterios que eran predo­ minantes en el coleccionismo privado. De nue­ vo, desde el ámbito público —como en Venecia y en Francia— se gestan los criterios de protec­ ción del patrimonio artístico. En relación con los trabajos de la Comisión y gestado en el estudio de Canova, surgió un pro­ yecto de ley que tenía como finalidad que los 2  A. D’ESTE, Memorie della Vita di Antonio Canova, Florencia, 1864. 3  O. Rossi PTNELI, «Cario Fea e il Chirografo del 1802: cronaca giudiziaria e non, delle prime bataglie per la tutela delle “Belle Arti”», Ricerche di Storia del Varte , 8 (1979), pp. 27-41. 4  A. D’ESTE, Memorie della vita di Antonio Canova (1864), cit., p. 247

La Pátina Iryna Shandra

perma­neciese «alguna, quedaría deforme y gastada por el pulimento1.

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